"Una
vez que nos hayamos despojado de la percepción
de las mujeres como víctimas históricas de la
explotación de los hombres, de las instituciones
sociales, o de fuerzas inexplicables, podremos
resolver el rompecabezas de la participación de
ellas mismas en el sistema que las oprime".
GERDA LERNER1.
PRESENTACIÓN
DEL TEMA
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Enheduanna.
|
Con mucha frecuencia nos encontramos
en nuestra práctica profesional, con que algunos grandes personajes
de la antigüedad son tratados con una displicencia realmente
escalofriante. Sin querer prestar mucha atención a las posibles
implicaciones sexistas de un tema como el que hoy nos inspira, es
recurrente la forma en que la presencia de las mujeres en la historia
de la antigüedad es abordada: con indiferencia, pero sobre todo
con mucho temor. Incluso por algunas de ellas mismas, que han probado
ser realmente talentosas como historiadoras 2.
Hoy el asunto de este ensayo es muy
claro: vamos a estudiar y a detallar, hasta dónde nos es posible,
el papel jugado por cuatro maravillosas mujeres del Próximo
Oriente Asiático y Egipto. ¿Qué importancia puede tener,
se preguntará alguien por ahí, conversar y escribir
sobre personas que vivieron unos 3,000 años antes de Cristo?
Estamos casi totalmente seguros, que la mayor parte de nuestros lectores,
y especialmente las mujeres, ignoran mucho, sino todo, respecto a
Enheduanna y a Hashepsut. Tal vez no pueda decirse lo mismo con relación
a Nefertiti y Cleopatra, pero la imagen que tenemos de la última,
por lo general, ha sido distorsionada, desde el presente por la industria
del cine, y desde siempre por los historiadores masculinos. ¿Quién
no se sentiría impactado por la idílica y a veces dulzona
deformación de Cleopatra hecha por Elizabeth Taylor, Rex Harrison
y Richard Burton, en la película del mismo nombre filmada en
1963, en Hollwyood? 3.
La atracción está perfectamente justificada para el
hombre y la mujer de la calle, desde el momento en que dicho largometraje
no tenía aspiraciones rigurosamente históricas, pero
sí románticas y comerciales. Aún así,
es esta imagen la que ha prevalecido finalmente. La de una reina Cleopatra
intrigante, insulsa, frívola y con una evidente propensión
fálica, para la cual los pequeños detalles de la vida
de alcoba eran más importantes que ser la heredera real de
una cultura y de una civilización, con milenios de historia
sobre su espalda.
Pero Hollywood podía darse
el lujo de poner el énfasis en las atroces debilidades edípicas
de Marco Antonio, o en la tenebrosa megalomanía de Julio César,
vehiculizadas con brutalidad por las virtudes eróticas de Cleopatra,
según la película.
El problema es que esa no era ni la
mujer ni la gran reina. Los historiadores serios pensarían
otra cosa de todo este montaje publicitario que hizo de Cleopatra-Taylor,
algo más parecido a la mujer que llevaban guardada y abrasadoramente
reprimida las madres, esposas e hijas de los hombres de negocios promedio
de la época de oro de la economía norteamericana.
En la soledad de sus silencios, mientras
fregaban los platos y hacían el amor con un oso de peluche
al que llamaban marido, las mujeres norteamericanas soñaban
con parecerse cada vez más a la imagen proyectada por ese adefesio
llamado Cleopatra-Taylor.
Enheduanna y Hashepsut no corrieron
la misma suerte porque los descubrimientos arqueológicos aún
no revelaban la totalidad del perfil histórico de estas otras
dos extraordinarias mujeres 4.
Pero si Hollywood hubiera manejado esa información, de seguro
que la misma explotación hubieran sufrido.
Entonces, como una forma de ayudarnos
a nosotros mismos como historiadores, con este ensayo aspiramos a
recuperar algo de la verdadera historia de cuatro damas de alcurnia
sin las cuales, posiblemente, nuestra civilización actual no
sería la misma. Veamos por qué.
ENHEDUANNA (2.280-2.200
AC): SUPREMA SACERDOTISA DE LA LUNA.
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El
disco de alabastro.
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En el bello libro de Robert Graves titulado
LA DIOSA BLANCA 5,
cuya primera edición inglesa de 1948, nos dejó maravillados
por la impresionante labor de escrutinio histórico sobre el
mito poético de la luna en la cultura occidental, no se hace
ningún señalamiento del personaje que nos atañe
ahora. ¿Un descuido de Graves? ¡Jamás! Sólo que Enheduanna
es un personaje femenino que realmente empieza a figurar en la literatura
académica hasta los años sesenta. Pero sin duda, Graves
hubiera hecho consideraciones valiosas sobre ella, dado que el método
de gramática histórica aplicado por él, le brindó
resultados notables con otras literaturas y otros escenarios 6.
De esta manera, en cierta forma, los
trazos elaborados por Graves para este tipo de estudios nos sirvieron
enormemente. Porque resulta muy difícil entender a Enheduanna
sin relacionarla con el desarrollo de la lengua acadia y de la mitología
que le es correspondiente 7.
Es un hecho que, en la antigua Mesopotamia
existía un complejo entramado entre los templos, la religión,
la política y el arte de la guerra, que no podemos desmontar
y analizar aquí, pero que, con algunas referencias del caso,
al menos nos permitirá entender un poco más por qué
a las mujeres se les hacía tan problemático incluso
tener nombre propio 8.
Estas indicaciones son necesarias, porque la salida más obvia
sería sostener que los regímenes mesopotámicos
de la época, por su mítica dependencia de los ríos,
degeneraron en estados despóticos de base hidrográfica
y profunda civilización teocrática, por lo que las mujeres
entonces no figuran, pues la guerra, la religión y el arte
son cuestiones de hombres 9.
Nos tememos que eso no sea suficiente
para explicar por qué incluso para la hija de un rey, resultó
tan conflictivo atreverse a "firmar" los documentos que tuvo en sus
manos 10.
Enheduanna es la primera mujer en la
historia de la cultura que les dio nombre propio a sus escritos 11.
Antes de ella, los escribas realizaban un trabajo anónimo,
porque el mismo no les pertenecía, era de sus patronos. No
olvidemos que la mayoría de tales escribas eran esclavos 12.
Y casi podría sostenerse que con Enheduanna se inicia la historia
de la literatura mundial.
Empezamos a saber algo concreto sobre
ella hasta 1926, cuando Sir Leonard Woolley descubrió un disco
de alabastro en cuya parte posterior venían algunas inscripciones
donde se hablaba de la Suprema Sacerdotisa de la Diosa Luna. Junto
a ello también, tenemos datos fragmentarios sobre tres himnos
dedicados a dicha diosa, y 45 más para atender los rituales
en los templos13.
El disco que mencionamos se encuentra
en el Museo de la Universidad de Filadelfia; pero las investigaciones
fueron retomadas hasta los años sesenta y ochenta, cuando el
proceso de desciframiento de las escrituras de algunos de estos textos
estuvo más o menos avanzado 14.
El problema es que dicho disco se encontró
en pedazos y hubo que realizar una labor de reconstrucción
importante, porque los mismos antiguos parecen haberlo destruido intencionalmente,
más que nada cuando los sacerdotes encontraron muy duro de
aceptar el nombramiento de la hija del rey como Suprema Sacerdotisa,
pues ello significaba pasar por encima de su autoridad y su conocimiento
15.
Felizmente, una copia del mismo disco fue hecha 1900 años antes
de Cristo en Babilonia, con la cual fue más fácil la
labor de reconstrucción testimonial 16.
La historia nos cuenta que Enheduanna
era la hija del rey acadio Sargón (2371-2316 AC), fundador
del primer reino histórico de que se tenga memoria, cuando
tras invadir Sumeria y obligar a su rey Lugalsagisi a casarse con
su hija 17,
logra fundar el imperio acadio de los sargónidas, que se prolongaría
por unos 150 años. Este acontecimiento es decisivo en la historia
de la civilización, porque este es el momento cuando la primera
lengua culta de que se tenga conocimiento, el acadio, empieza a expandirse
por el resto de Mesopotamia, y llega a constituirse en la base, en
el punto de partida, de todas las lenguas posteriores 18.
No olvidemos sin embargo, que el acadio se basa en el sumerio, una
lengua de la que prácticamente ignoramos todo.
Sargón sabía que, la
mejor estrategia para controlar a los pueblos de ese momento, era
el establecimiento de una nueva disciplina religiosa desde los templos,
y con ello facilitaría su acceso a los graneros, los arsenales
y las decisiones políticas importantes. Nunca tendría
mejor aliada que su hija, quien en realidad, empezó a escribir
apenas 350 años después de que la escritura estuviera
plenamente constituida.
Con tan poca tradición detrás
de ella, el logro es realmente impresionante 19,
cuando en ciudades como Ur, Uruk, Eridú y Lagash, el poder
real lo tenían en sus manos los sacerdotes. Precisamente, aprovechando
los desacuerdos religiosos que se suscitaban en Sumer, que de hecho
giraban en torno al control sobre los graneros, Sargón se hizo
con el poder en esa región del sur de Mesopatamia. Un poder
que se sostendría sobre los fundamentos de la tremenda presión
ejercida por los sacerdotes, quienes nunca aceptaron a Enheduanna
como Suprema Sacerdotisa de Inanna y An, dioses acadios por antonomasia,
que no podían ser ritualizados por una mujer que no fuera virgen
20.
De aquí que, una vez que el
imperio acadio se desplomó, los mismos sacerdotes hicieron
lo posible por borrar todo testimonio de la existencia de Enheduanna.
Esta sería una práctica ampliamente extendida en el
Próximo Oriente Asiático y en el Egipto antiguos, como
veremos más adelante con los casos de Hashepsut, Nefertiti
y Cleopatra.
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El templo funerario de Hashepsut.
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Es evidente que Sargón usó
a su hija con propósitos políticos. La unión
religiosa de Sumer y Akad le granjeó buenos resultados a Sargón,
quien en su momento llegó a tener un ejército de unos
5,400 hombres y sería sucedido por cinco emperadores más.
Con todos los mecanismos del poder en sus manos, logró también
centralizar el comercio exterior del imperio, y obligó a todos
los navegantes que pasaran por las costas de Mesopotamia, a visitar
sus puertos. Pero la dinastía de los sargónidas hizo
todavía más, logró crear una tradición
en Mesopotamia mediante la cual los hijos o hijas y demás parientes
de los reyes, irían a ocupar también puestos políticos
y religiosos vertebrales en la administración imperial21.
Pero Enheduanna, la primera mujer con
nombre propio en la historia de la civilización, siempre supo
que los himnos, poemas y oraciones que componía adquirían
en manos de su padre un propósito político muy concreto.
Con eso claro, la mujer logró entretejer algunos datos de su
historia personal con los cantos y loas a los dioses que servía
22.
De esta manera, hemos llegado a saber que se hacía acompañar
de un mayordomo (Adda), que la asistía en todas sus actividades
religiosas y de palacio 23.
De cualquier manera, Enheduanna recibió
de su padre la oportunidad para que con sus cánticos religiosos
se entremezclara también su propio malestar, al no recibir
la corona de Ur, y por la desaprobación de los sacerdotes.
Mediante su identificación con Inanna, la sacerdotisa pudo
hacer notar a la posteridad sus sufrimientos ante la pérdida
de su belleza y su evidente envejecimiento.
Enheduanna enriqueció los ritos
y con sus himnos promovió la aparición de una liturgia
más compleja, que sería luego muy bien aprovechada por
los egipcios (Isis) y por los griegos (Afrodita) 24.
Ese paso de una teogonía plana y previsible, a otra personal
e íntima puede ser considerado el aporte más notable
y maduro de Enheduanna a la civilización y a la historia de
la cultura.
Si algunos autores consideran que
a Enheduanna debemos recordarla por ser la hija talentosa y audaz
del emperador acadio Sargón I, los méritos personales
de la mujer son únicamente suyos y no deben atribuirsele a
nadie más, ni aún a su padre. Con ella se inicia, no
lo olvidemos, la larga ruta que conduciría a las mujeres a
ser reconocidas por sí mismas, y no por la sombra de los hombres
que las acompañan.
El ejemplo de Enheduanna sería
continuado por otras tres mujeres realmente asombrosas, que lograron
levantar la cabeza por encima de civilizaciones construidas por hombres,
para quienes las mujeres generalmente eran sólo parte del ganado.
Recordemos que, a pesar de ser hija de rey, Enheduanna tuvo serias
dificultades para ser aceptada. Y lo hizo de manera sutil y velada
las más de las veces, porque de lo contrario los sacerdotes
la hubieran borrado de la historia antes de lo que tenían planeado.
De esta manera, no es un argumento válido el que sostiene que,
por ser reinas o sacerdotisas les era más fácil ser
reconocidas. De haber sido así, la historia de Egipto por ejemplo,
estaría plagada de reinas y princesas que tuvieran en sus manos
el poder económico, político y militar de su país.
Y son muy pocas las que podemos mencionar como destacadas en estos
terrenos.
HASHEPSUT (1479-1457
AC): LA MUJER QUE FUE REY.
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Hashepsut.
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Si hay en la historia uno de esos seres
humanos privilegiados por los dioses con todos sus favores, ese es
el caso de esta reina egipcia de la 18ª. Dinastía. A una extraordinaria
belleza, se unían también una gran inteligencia y un
carácter fortalecido con los dones de la templanza, el acierto
y la devoción por sus ideas y proyectos 25.
Hatshepsut es el antecedente más
noble que pueda mencionarse de otras reinas como Catalina II de Rusia,
Cristina I de Suecia o Isabel I de Inglaterra, todas ellas reinas
con todas las bondades y miserias de que puede ser capaz una mujer,
o cualquier otro ser humano. El contraste aquí lo establece
el hecho de que llegar a ser faraón en el Egipto antiguo para
una mujer, podía significar un tremendo cúmulo de problemas,
intrigas y venganzas, producto de un sexismo inveterado que solamente
puede explicarse con la teoría de la evolución, y sus
posibles insuficiencias.
Hashepsut fue la hija preferida de los
tres que tuvo el bondadoso y atemperado rey Tutmosis I (1504-1492
AC), con la dulce Ahmos (1539-1514 AC), de quien sabemos muy poco,
a no ser por ciertos detalles que se escribieron en la tumba de Hashepsut,
donde se dice únicamente que fue su madre, y una de las consortes
del dios Amón 26.
En estos casos, el estudioso contemporáneo
se encuentra con un enigma: ¿por qué en el Egipto antiguo era
relativamente más fácil (al menos para las mujeres de
palacio) ser consideradas por los hombres como sus iguales? 27.
Porque, a pesar de la serie de enfrentamientos y malestares que tuvo
que tolerar, sobre todo aquellos que le oponía su medio hermano
Tutmosis III (1479-1425 AC), Hashepsut fue capaz de reinar durante
veinte años.
¿Cómo lo hizo? Ahí está
precisamente el corazón de esta parte del ensayo. Porque estamos
hablando de una mujer que logra gobernar con éxito a la civilización
más poderosa e influyente de la antigüedad 28.
Después de que murieron dos
de sus hijos, el rey Tutmosis I decidió que su hija sería
quien lo sucedería, porque, se dice, ella se consideraba a
sí misma la hija predilecta del dios Amón. El medio
hermano y esposo de ella, Tutmosis II, no alcanzó a gobernar
más de cuatro años, pues murió de una rara enfermedad
de la piel; cáncer con toda seguridad 29.
Otro de los hijos de Tutmosis I, Tutmosis
III, quien gobernaría entre 1479 y 1425 AC, no pudo sucederlo
cuando su padre murió, porque carecía de la edad indicada
para ello, y Hashepsut lo hizo en calidad de reina regente, al menos
por un tiempo. Pero ella no era del tipo de soberana que se sienta
a esperar hasta que el heredero de la corona madure para ocupar el
puesto30.
Mientras ese momento llegaba, Hashepsut
se dedicó tiempo completo a construirse un monumental templo
funerario en Deir-El-Bahari, obeliscos y otros edificios públicos
que la inmortalizarían. Senmut, su arquitecto y amante, (un
hombre excepcional, capaz de desenvolverse sin problemas en unos ochenta
oficios diferentes) se encargaría personalmente de toda esta
labor. Pero la reina estuvo también muy activa agilizando las
relaciones comerciales de Egipto con
otras naciones del Próximo Oriente, que abastecían a
su país de marfil, maderas preciosas, especies y otros materiales
de construcción 31.
Durante todo el tiempo en que Hashepsut
estuvo al frente de Egipto, Tutmosis III se propuso obstaculizarla.
Algunos autores creen incluso que pudo haberla matado, lo mismo que
a su amante y a la hija de ambos, Nofrure. Llegan a esta conclusión
porque, una vez que todos ellos desaparecieron, Tutmosis III estuvo
muy ocupado borrando sus nombres de todos los templos y registros
donde fue posible. Incluso sus tumbas fueron saqueadas poco después
de enterrados y sus momias desaparecieron definitivamente.
La tarea se hizo más fácil
porque, Hashepsut por ejemplo, acostumbraba vestirse como hombre y
usaba barba postiza en las celebraciones públicas. Sustituir
su figura esculpida en todos los templos de Egipto con los nombres
de Tutmosis I, II o III fue relativamente sencillo y muy efectivo,
porque esto mantuvo el nombre de la reina oculto hasta el siglo XX
32.
Hashepsut utilizó con mucha
habilidad las creencias de su pueblo, y la leyenda de su nacimiento
fue de una gran utilidad para consolidar su poderío. Se dice
que su madre Ahmos fue embarazada por Tutmosis I con la inspiración
del dios Amón-Ra, y también que su cuerpo fue forjado
por las manos de los dioses, a partir del barro. Se dice que la niña
les fue llevada por mensajeros divinos. Una vez que esta leyenda tomó
forma, resultó más cómodo hacer que el pueblo
egipcio aceptara a su reina con barbas e indumentaria masculinas.
La historia de amor entre ella y su arquitecto ha sido también
motivo de especulaciones históricas, poesía y todo tipo
de literatura 33.
Sobre todo después que todos los esclavos que participaron
en la construcción de su tumba fueran aniquilados, para conservar
el secreto de la misma y la pureza de la leyenda.
Es un hecho que Hashepsut logró
construir más templos, obeliscos y obras públicas en
general que todas las reinas egipcias juntas, posteriores a ella.
Pero su labor no sólo nos refleja la grandeza a que podía
aspirarse como Faraón, hombre o mujer, sino también
los riesgos que la empresa suponía. Más que nada sostenerse
con vida en el poder. Ella lo logró durante veinte años.
Cuando Tutmosis III la sucedió
en el trono, se inició un nuevo capítulo en la historia
de Egipto, lleno de gloria militar y de grandes avances culturales.
No en vano a este Faraón se le conoce como el Napoleón
del Egipto Antiguo. Pero pudo hacerlo en gran parte, debido a los
cambios ideológicos y religiosos que Hashepsut alcanzó
a introducir durante su paso por el gobierno de Egipto 34
.
Indiscutiblemente, un ejemplo así
iba a ser imitado, pero tendríamos que esperarnos un largo
período para que la historia de Egipto nos diera otra reina
con las mismas y otras cualidades similares a las de Hashepsut. Nos
referimos a Nefertiti.
NEFERTITI (1341-1337
AC):
LA MÁS BELLA ENTRE LAS BELLAS HIJAS DE ATÓN.
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Nefertiti.
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Considerada hasta la actualidad, como
la mujer más bella de la historia, Nefertiti, la esposa real
de Amenofis IV (1352-1336 AC), también conocido como Akhenaton,
participó muy de cerca con su esposo en la revolución
religiosa que iniciaría en Egipto, hacia el final de la 18ª
dinastía y que, según se dice, dio lugar a las primeras
expresiones del monoteísmo en la historia de las religiones
35.
A la edad de veinte años, Amenofis
IV decidió romper sus lazos religiosos con la tradición
heredada por el Imperio Medio, y decidió cambiar la capital
de Egipto de Tebas a Tell-el-Amarna. El territorio fue bautizado como
Akhet-Atón, que significaba "el nuevo horizonte de Atón".
La creencia inicial en un dios único, motivó el surgimiento
de lo que los expertos llaman, "la nueva teología solar", con
la cual las prácticas religiosas en Egipto se vieron modificadas
a profundidad 36.
Una religión más íntima,
en la que todos y cada uno de los miembros de la familia real participaban
activamente, llevó a límites inconcebibles la productiva
creatividad de la reina Nefertiti, quien se cambió de nombre
en los primeros momentos de su reinado, como parte del proceso de
conversión. Así, decidió llamarse Neferneferuaten-Nefertiti
(Nofret, para hacerlo más pronunciable), que significaba "la
más bella entre las bellas hijas de Atón". Lo mismo
hizo el rey, quien decidió que de ahora en adelante sus súbditos
deberían llamarlo Akhenaton.
Nada de esto sorprende en la vida
cotidiana del antiguo Egipto, si tenemos claro que uno de los aspectos
centrales de las costumbres religiosas en esa sociedad, era la plena
participación de la familia en los rituales respectivos. Durante
este renacimiento religioso, también conocido como el período
de el Amarna, la pareja real gustaba de ser pintada, esculpida y narrada
junta a sus tres hijas, y todos ellos fueron siempre descritos de
una manera idealizada, más cercanos a Dios que a los hombres.
Para enfrentar la oposición de
los sacerdotes de Amón-Ra, la incuestionable y eficaz representación
del politeísmo egipcio en el Imperio Medio (dinastías
11 y 12), Akhenaton, contó con la brillante ayuda de Nofret,
su esposa. Infelizmente no podemos exponer con lujo de detalles en
qué consistió la revolución religiosa en que
ambos monarcas se vieron involucrados, y con ellos el resto de la
sociedad egipcia. Pero sí podemos apuntar que estaban modificando
a fondo, cerca de 1500 años de prácticas religiosas
politeístas y el proceso iba a contar con una fiera oposición.
Las historias de la 18ª. Dinastía y de Egipto serían
totalmente otras si no fuera por los cambios que estos reyes ensayaron,
pues la situación sería revertida, como se verá
más adelante. Además, con su intento, prepararon el
terreno para la aparición posterior del monoteísmo,
tan caro a Occidente 37.
La importancia de mencionar este tipo
de transformaciones culturales radica en que los participantes o sujetos
esenciales en ellas, no siempre son lo que creíamos que eran.
Nefertiti se sirvió con gran sabiduría, como había
hecho Hashepsut en su momento, de los elementos ideológicos
más y mejor articulados de la sociedad egipcia. Y uno de ellos
era precisamente la familia38.
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La familia real del faraón Akhenaton.
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Ahora bien, el interés egipcio
por fortalecer la familia, reposaba sobre fundamentos eminentemente
prácticos: una prole bien nutrida, saludable y fuerte. Por
eso es que se cuidaba y se atendía tan bien a las mujeres,
aunque con frecuencia para ellas, era agotador compartir el poder
con sus hombres. Esto, como puede notarse, no tiene nada que ver con
la moralidad victoriana, para la cual, una familia grande consolidaba
los valores de la burguesía más imperialista del siglo
XIX. Ciertos historiadores ingleses de la época entonces, aprovecharon
la posible comparación para hacer una propaganda de los principios
de la civilización occidental, que establecía una relación
muy endeble con la verdadera herencia del antiguo Egipto.
Para los egipcios los niños tenían
poderes mágicos, y eran muchas las bendiciones que se podían
recibir en proporción, si se traían muchos al mundo.
Con ese propósito, había que casarse temprano, porque
la infertilidad para las mujeres era una desgracia total. Era frecuente
oír de matrimonios entre niñas de 8 y 12 años
con hombres de más cuarenta e incluso cincuenta años
39.
Nefertiti fortaleció con generosa
agresividad el culto de Atón y acompañó a su
marido en la despiadada persecución de los adoradores de Amón-Ra.
No olvidemos que para los antiguos egipcios el culto a los muertos
era parte de una cotidianidad difícil de modificar de la noche
a la mañana. Y a pesar de los entusiastas esfuerzos por imponer
el culto de Atón, los reyes no pudieron eliminar las cultos
locales, que se fueron vigorizando conforme pasaba el tiempo y los
monarcas daban cada vez más pruebas de intolerancia. Este enfrentamiento
con el viejo clero de Tebas terminaría por debilitar a la monarquía,
que se encontraría en un momento incapaz de contrarrestar las
invasiones de los Hititas 40.
Nefertiti y Akhenaton decidieron finalmente
separarse y terminaron por casar a sus hijas con mucho oportunismo.
Una de ellas sería la esposa del futuro Tutankhamón,
célebre por su tumba y por haber restituido los derechos del
clero de Tebas 41.
Akhenaton, "el rey hereje" como se le conoce comúnmente, al
final, no figuraría en el catálogo de los faraones.
Era frecuente que la madre de Akhenaton,
Tii, lo llamara a la cordura y a la prudencia, en su supuesta transformación
revolucionaria de las creencias y costumbres religiosas de los egipcios.
Y también con regularidad, la sabia mujer, principal responsable
de las debilidades de carácter del rey, a quien crearía
mimado y caprichoso en virtud de su endeble condición de salud,
tendría que contradecir las constantes interferencias de Nefertiti
en la buena marcha de la monarquía egipcia.
Nefertiti y su esposo creían
en el halago de los cortesanos y los mantenían bien atendidos
y totalmente involucrados en los ritos de palacio. Cuando los monarcas
decidieron pasar de una estatuaria rígida y poco expresiva,
a una más vital y natural, el arte en el-Amarna cambió
completamente. Así como la percepción que la gente común
empezó a desarrollar de sus reyes, pues este fue el momento
en que dejaron de ser pintados como dioses para empezar a serlo como
simples mortales42.
Son reiterativas las escenas familiares
en que la pareja real sale de paseo con sus hijas, para que todo el
mundo los vea. En todo ello, la principal guía y motivación
fue Nefertiti. Indiscutiblemente sin ella, el arte propagandístico,
así como la religiosidad de Egipto jamás hubieran cambiado.
Entonces, qué duda queda, si las mujeres egipcias tenían
esa sensibilidad tan desarrollada, difícilmente podemos imaginarnos
a Cleopatra, por ejemplo, asumiendo el papel promiscuo y frívolo
que Hollywood ha querido vendernos de ella. Este es entonces un buen
momento para decir algo al respecto.
CLEOPATRA (69-30 AC.):
LA ÚLTIMA EMPERATRIZ EGIPCIA.
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LA REINA CLEOPATRA.
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Son varias las películas que
se han rodado hasta ahora con la figura de Cleopatra como protagonista
central: algunas de ellas son las siguientes, una de 1917, con Theda
Bara realizada por la Fox; otra con Claudette Colbert, dirigida por
Cecil B. DeMille en 1934 para la Paramount; otra más con Vivien
Leigh de 1945 para la Rank Co. ; una de 1954 con Sofía Loren,
y finalmente una más de 1963 con Elizabeth Taylor, que se ha
convertido en la película clásica del género
43.
Esto sin mencionar la serie de ellas realizada por los italianos entre
1910 y 1913, durante sus guerras contra los turcos, y la encargada
por Mussolini para fines de propaganda fascista 44.
De hecho se dispone de 38 películas sobre Cleopatra, de diferentes
procedencias nacionales.
Junto a las 960 películas filmadas
entre 1896 y 1983 con temas relacionados, podemos mencionar también,
para los años que van de 1540 a 1905, y con particular referencia
al caso de Cleopatra, 127 piezas de teatro, 77 dramas, 45 óperas,
y 5 ballets 45.
Con esta evidencia tan abrumadora no nos queda más que preguntarnos,
¿qué ha hecho que la historia de Cleopatra tenga ese indescifrable
embrujo? Aparentemente, por un lado, el meollo de esta cuestión
radica en la sensibilidad que genera la relación entre Cleopatra
y Marco Antonio. Por otro, la paradójica dependencia de este
último con los inicios del Imperio Romano, y sobre todo con
Octavio, luego llamado Augusto, primer emperador de Roma, tiene aristas
psicológicas y emocionales que los directores norteamericanos
de cine, han ordeñado con asertiva eficacia. Pero tratemos
de explicar la procedencia de la hostigosa sensiblería que
se ha generado sobre un tema en apariencia banal.
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Elizabeth
Taylor en su papel de Cleopatra, la película de 1963..
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En realidad Cleopatra no era egipcia,
era griega, aunque su familia tenía relaciones con los egipcios
desde hacía 300 años, cuando a raíz de la muerte
de Alejandro Magno (356-323 AC.), sus generales se dividieron el imperio
y a los Ptolomeos les correspondió en suerte la parte oriental.
Cleopatra era la segunda hija de Ptolomeo XII, quien al morir en el
51 AC. dejó a la niña, con su hermano y esposo Ptolomeo
XIII, al frente del rico y abundante reino de Egipto46.
Los conflictos entre los hermanos y
esposos no se hicieron esperar, y la guerra civil estuvo a la orden
del día. Cuando Julio César llegó a Egipto, las
artes diplomáticas de la reina Cleopatra se pusieron en evidencia,
y así logró que el romano peleara por ella para ser
restituida en el poder, junto a su otro hermano Ptolomeo XIV47.
Luego de la victoria, César
dejó Egipto y en el 47 AC. Cleopatra daba a luz un hijo suyo,
Cesarión. Puede comprometernos sostener que César se
interesaba en la reina egipcia más de lo que las riquezas de
Egipto pudieran haber ofrecido al expansionismo de los romanos. Pero
era un hecho indubitable que el padre de Cleopatra tenía enormes
deudas con estos últimos, a quienes debía agradecer
que su país no hubiera sido invadido antes de lo previsto.
Pero una vez que César fuera asesinado entre el 44 AC. y el
45 AC., la reina egipcia tuvo que regresar a su país, por miedo
a que la mataran también. Durante dos años, fue la amante
de César, quien la tuvo en Roma en una de sus villas, en contra
de las morisquetas que esta relación producía entre
sus enemigos.
Tres eran los posibles sucesores del
dictador Julio César, Octavio (63 AC.-14 DC.), su sobrino,
Marco Antonio (83-30 AC.), uno de sus mejores y más leales
amigos, y Lépido(¿-13AC.). Pero el primero era todavía
muy joven (19 años), y el segundo, el más experto, logró
que su parte en la división de la herencia de Julio César
fuera la mayor y la más atractiva, lo que incluía al
país más rico del Cercano Oriente, Egipto, el granero
del Mediterráneo y poseedor de una flota de considerables proporciones.
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La Biblioteca de Alejandría.
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Pero, para obtener todo eso, había
que negociar con la reina Cleopatra, la única de su familia
que aprendió el egipcio y hablaba a sus súbditos en
varias lenguas extranjeras 48.
Una mujer con un enorme conocimiento de las facultades del Nilo, y
que manejaba al dedillo las necesidades de su pueblo. Al mismo tiempo,
la principal responsable de conservar y proteger la maravillosa biblioteca
de Alejandría (con cerca de 400,000 rollos de papiro), que
terminaría consumida por las llamas 49.
No sabemos si la pasión tiene
un lugar destacado en la historia de la humanidad, no obstante la
idea que tenían Marco Antonio y Cleopatra era continuar los
pasos de Alejandro Magno, y para ello él empezó por
deshacerse de la hermana de ella con el afán de remover todos
los obstáculos posibles. Cuando en el 42 AC. en la batalla
de Filipos, el general Marco Antonio logró aniquilar a los
asesinos de Julio César, inmediatamente pensó en la
conquista de Persia. Con ese objetivo le pidió a Cleopatra
que lo esperara en la ciudad de Tarso, donde al final encontraría
en ella a su aliado ideal. Dos años después vendrían
al mundo los gemelos Cleopatra Selene y Alexander Helios. Ese mismo
año Marco Antonio regresó a la capital del imperio,
para buscar un acuerdo con Octavio sobre las condiciones del imperio,
y sobre su situación política en Roma. Con ese afán,
entre otras cosas, terminó casándose con la hermana
del emperador,Octavia, quien vendría a ser la segunda esposa
de Antonio. Tres años más tarde, buscó su regreso
a Egipto, dejando a Octavia y a sus dos hijos, para iniciar la campaña
contra Persia con el dinero de Cleopatra y de paso convertirla en
su tercera esposa 50.
Esta actitud de Antonio no sólo
enfureció a la reina egipcia, quien tenía mucho tiempo
de no ver al general romano, sino también a Octavio que se
sintió humillado ante el abandono de su hermana por una mujer
que los romanos consideraban una ramera incestuosa e incivilizada.
Inmediatamente Marco Antonio y Cleopatra se pusieron a dividir entre
sus hijos las partes del imperio que Julio César les había
heredado, incluyendo un tercer hijo llamado Ptolomeo y a Cesarión
hijo de César. El senado romano reaccionó con presteza,
más aún debido a la ilegalidad del matrimonio de Antonio
con Cleopatra y les declaró la guerra a ambos, la que perdieron
en la batalla de Accio en el 31 AC. La reina egipcia y el general
romano finalmente se suicidarían en el año 30 AC.
Ahora bien, Cleopatra fue aceptada
con dificultades por los romanos. Ellos la consideraban inculta, promiscua
e incestuosa. Con gran facilidad ignoraron su educación griega
y helenística. Pero fue precisamente Octavio quien iniciaría
el mito de la historia de Cleopatra, porque al tratar de eliminarla
fortaleció todos los aspectos negativos de la mujer y por ende
sus virtudes. Los componentes ideológicos que se encuentran
en la base de este mito, tienen que ver, no sólo con la molestia
inmensa que les producía a los romanos la enorme idea de una
mujer gobernando Egipto, parte de su imperio después de todo,
sino también por las costumbres religiosas y tradiciones de
los egipcios como pueblo. En realidad, el gobierno de Cleopatra se
sustentaba sobre una fusión entre el estilo griego de la ciudad-estado
y la monarquía teocrática que había caracterizado
a su cultura desde hacía dos mil años. Marco Antonio
quiso participar de este estilo de vida promoviendo la creación
de una sociedad de prácticas religiosas llamada LA VIDA INIMITABLE,
con la cual, junto a Cleopatra, fortalecería los ritos dionisíacos
en busca de la divinización de ellos dos como soberanos de
Egipto. Por eso con frecuencia los romanos llamaban despectivamente
el egipcio a Marco Antonio.
Quienes se encargarían entonces
de hacer circular este tipo de información y de criterios para
combatir al "egipcio y a la ramera incestuosa" serían los poetas
romanos, tales como Virgilio (70-19 AC.), Horacio (75-8 AC.), y Propercio
(47-15 AC.). Marco Antonio aparece descrito como un debilucho, un
hombre sumiso y dependiente de su mujer, Cleopatra, quien emerge dominante,
antojadiza y tiránica, dispuesta a todo con tal de humillar
al soldado romano. Para estos poetas, el sitio correcto de la mujer
está en la casa, donde pueda ser la siempre gentil servidora
de las necesidades de su hombre.
Para Virgilio incluso la batalla de
Accio tenía importancia cósmica, porque de lo que se
trataba era de defender los principios de la cultura romana, contra
el bárbaro que practicaba el incesto como forma de reproducir
su visión de mundo, entre otras cosas, basada en la práctica
del matrimonio filial de naturaleza mística, similar al que
enseñaban los griegos cuando hablaban de sus dioses Zeus y
Hera por ejemplo.
Durante la Edad Media, en los siglos
XIV y XV para citar un ejemplo, escritoras de la época ni siquiera
mencionan a Cleopatra. Bocaccio (1313-1375) le dedica algunas líneas,
y son los árabes, para quienes el concepto de lo greco-latino
no tiene sentido, quienes tratan a Cleopatra con la debida condescendencia
debido a su significativa importancia oriental.
De ahí en adelante, el mito
de Cleopatra adquiere además otras tonalidades, pues es hasta
1519 que se traduce LA VIDA DE ANTONIO de Plutarco (46-119 DC.). Con
esos antecedentes, el Renacimiento, en virtud de su preocupación
por lo clásico antiguo, reconsiderará algunos aspectos
del mito de Cleopatra. Será Shakespeare (1564-1616), con obras
como ANTONIO Y CLEOPATRA (1607), quien traerá de nuevo al tapete
el asunto, y aunque tratará con distancia la desnaturalización
que se hiciera de la pareja desde tiempos de Augusto y Virgilio, el
poeta inglés casi no hizo mención de Oriente en su obra.
Así, la historia de Marco Antonio
y Cleopatra se habrá vuelto un tema que implica una enorme
cantidad de incidencias culturales, políticas y religiosas.
Habrá puesto en el centro de nuestra atención, la validez
de las civilizaciones orientales, contra los esfuerzos de los occidentales
por eliminarlas.
Durante el siglo XVIII el asunto casi
no se mencionó, y serían algunos pintores quienes lo
tocarían con mucha tibieza para decir lo menos. La fundación
de la Escuela de Lenguas Orientales en París en 1795, un ejemplo
magnífico del cosmopolitismo de la revolución y de los
ideales de la Enciclopedia, abrieron nuevos rumbos al tratamiento
del mito de Cleopatra. La expedición napoleónica en
1798-1799 y el desciframiento de los jeroglíficos egipcios
por Champollion (1790-1832) en 1820, harían que el siglo XIX
viera con más arraigo el tema que comentamos. Con la expansión
imperialista europea de la segunda parte del siglo XIX, Cleopatra
surge pujante y vertiginosa, pues azuza el conflicto entre Oriente
y Occidente más que nunca.
El siglo XX, en fin, se abre con una
obra de George Bernard Shaw (1856-1950) titulada CÉSAR Y CLEOPATRA
(1901), donde la reina es dibujada como un personaje sumiso y obediente
(Oriente). Y César aparece como un hombre fuerte y patrocinador
de las más nobles causas de la civilización (Occidente).
El mensaje imperialista está más que claro, a pesar
de los desplantes seudo-socialistas de Shaw.
Es evidente que el mito de Cleopatra
la convirtió en una alegoría de la indefensión
supuesta de la mujer, y de la incapacidad de los débiles para
gobernarse a sí mismos. La mujer, a la que se quiso convertir
en el ejemplo supino de lo banal y lo amargo, terminó en la
máxima representación de lo fácil que resulta
manipular y distorsionar con propósitos espurios las virtudes
de una persona o de toda una cultura. En América los españoles
harían un excelente trabajo de esa factura.
CONCLUSIONES
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Senmut,
arquitecto y amante de Hashepsut.
|
La labor de las cuatro mujeres que
aquí hemos estudiado, posiblemente para algunos es en parte
desconocida; pero esperamos con este capítulo haber despertado
su interés para que continúen conociéndolas.
Fueron mujeres maravillosas como se habrá podido ver. El problema
está en averiguar con qué vísceras hacemos nuestra
lectura de sus historias personales: el cerebro, el corazón
o el hígado.
Despiertan tantas pasiones, y éstas
conducen a tal grado de distorsión de las personas de que estamos
hablando que, cuando nos acercamos a ellos, es tal la masa de prejuicios,
sevicia y mala intención que hay que remover que apenas nos
queda algo por rescatar.
La figura de Enheduanna se agranda
con el paso del tiempo, porque los pocos y modestos rastros que nos
dejó de sus sentimientos, fueron suficientes para tener una
idea de las serias limitaciones sociales y culturales a que estaba
expuesta. Los himnos, los poemas, las oraciones y las canciones que
nos legó (aunque fragmentarios) nos han permitido detectar
la timidez, pero también la osadía con que algunas mujeres
se enfrentaban al mundo de los hombres.
Ese solo hecho, atreverse a escribir,
pudo atravesar la niebla de miles de años de silencio y opresión
al que han estado sometidas las mujeres. En este caso, los nombres
de Enheduanna, Hashepsut,Nefertiti y Cleopatra, se unen a los de los
explotados, humillados y segregados por su condición social,
étnica, religiosa y sexual.
En ningún momento podemos sostener,
sin correr el riesgo de hacer afirmaciones gratuitas y no debidamente
sustentadas,que estas cuatro excepcionales mujeres hayan estado en
absoluta igual de condiciones que los hombres. El caso más
flexible, Egipto, presenta problemas de análisis, cuando al
hablar de sus mujeres nos percatamos que en términos generales
hacían el trabajo duro, en el campo, en el taller de artesanía,
en la casa. Cuando se las retrata se ven siempre más pequeñas
que los hombres.
La verdadera originalidad de Egipto
radica en que, para el tronco religioso fundamental de toda su teogonía,
la reproducción es el motor definitivo de la acción
civil, social y cultural de la mujer. Cuando no pueden tener hijos,
o cuando los tienen defectuosos,su situación ante la comunidad
se deteriora de manera ostensible. Que Hashepsut, Nefertiti o Cleopatra
hayan llegado a ser reinas por derecho propio explica muy poco de
sus verdaderas acciones políticas, religiosas y culturales.
Su nacimiento noble hizo factibles
muchas transformaciones que el poder de sus familias les brindó,
pero por encima de cualquier otra cosa, no debemos olvidar que se
trataba de mujeres muy inteligentes, intuitivas, amorosas y extraordinariamente
perceptivas de la situación en la que estaban viviendo.
De no haber sido así, el mito
que los romanos hicieron recorrer por el mundo y la historia respecto
a Cleopatra, no hubiera salido de los límites de la misma ciudad
de Roma. El mito se tornó todopoderoso cuando generó
el efecto contrario esperado por ellos, pues la mujer, Cleopatra,
era portadora de una inteligencia tan grande y lúcida, que
supo ver en el imperio romano el último bastión para
salvar lo poco que quedaba de las glorias del antiguo Egipto. Paradójicamente,
Roma se encargaría de recoger y fortalecer esa herencia, para
bien de la cultura occidental.
Los besos y el sudor amorosos de Cleopatra
en el lecho de Marco Antonio se esfumaron, pero aún está
con nosotros la grandeza de la cultura egipcia. Una grandeza que Cleopatra
incuestionablemente, como las otras mujeres estudiadas, supo construir
con visión, sensibilidad, elegancia y fortaleza. Eso, ni el
más misógino de los historiadores lo puede negar.
CITAS.
1 THE CREATION
OF PATRIARCHY. (Oxford University Press. 1986) P.37.
2 En la valiosa
colección de textos que dirigió ELENA CASSIN titulada
LOS IMPERIOS DEL ANTIGUO ORIENTE. Vol.1 DEL PALEOLÍTICO A LA
MITAD DEL SEGUNDO MILENIO (México: Siglo Eds.1970) no se hace
ninguna referencia a ENHEDUANNA.
3 HAMER, Mary.
"Cleopatra VII Thea Philopator" BRITANNICA ON LINE. London, Routledge,
1993. CLEOPATRA AND CAESARIUM PAGE.
4 BLOCH, Raymond
y HUS, Alain. LAS CONQUISTAS DE LA ARQUEOLOGÍA (Madrid: Guadarrama.
1974) Pp.55-56.
5 GRAVES, Robert.
LA DIOSA BLANCA (Madrid: Alianza Editorial. Edición castellana
de 1994) Pp.76-93.
6 Idem. Loc.Cit.
7 RIPOLL PERELLÓ,
Eduardo. PREHISTORIA E HISTORIA DEL PRÓXIMO ORIENTE (Barcelona:
Labor. 1975) Pp.94-98.
8 WARD, William.
"The Egyptian Economy and Non-Royal Women: Their Status in Public
Life". Department of Egyptology, Brown University. 21 June, 1995.
9 RIPOLL PERELLÓ,
Eduardo. Op.Loc.Cit.
10 ENHEDUANNA´S
WRITINGS. THE CONCEPT OF PERSONAL GOD (DESS) COMBINED WITH THE POLITICAL/RELIGIOUS
IN ENHEDUANNA´S CYCLE OF HYMNS TO THE GODDESS INANNA. (http://www.astr.ua.edu/4000ws/EN.html.)
También (http://www.angelfire.com/mi/enheduanna/Enhedwriting.html.).
11 Idem. Loc.Cit.
12 NÄCK,
Emil. EGIPTO Y EL PRÓXIMO ORIENTE EN LA ANTIGÜEDAD (Barcelona:
Labor.1976) Pp.326-360.
13 ENHEDUANNA´S
WRITINGS. Loc.Cit.
14 Idem. Loc.Cit.
15 Idem. Loc.Cit.
16 Idem. Loc.Cit.
17 Idem. Loc.Cit.
18 RIPOLL PERELLÓ,
Eduardo. Op. Loc.Cit.
19 Idem. Loc.Cit.
20 ENHEDUANNA´S
WRITINGS. Loc.Cit.
21 RIPOLL PERELLÓ,
Eduardo. Op.Loc.Cit.
22 ENHEDUANNA´S
WRITINGS. Loc.Cit.
23 Idem. Loc.Cit.
24 Idem. Loc.Cit.
25 BRUNNER-TRAUT,
Emma. ALTEGYPTISCHE MARCHEN (Düsseldorf und Kusln.1979 5th ed.
1979 ) Pp. 76-87.
26 GARDINER,
Sir Alan. EGYPT OF PHARAOS (New York: Oxford University Press. 1966
)The Eighteenth Dinasty.
27 Idem. Loc.Cit.
28 Idem. Loc.Cit.
29 Idem. Loc.Cit.
30 FÉVRE,
Francis. LA FARAONA DE TEBAS. HATSEPSUT, HIJA DEL SOL (Barcelona:
Planeta. 1986. Traducción de Josefina Guerrero) Capítulo
VI.
31 Idem. Loc.Cit.
32 Idem. Loc.Cit.
33 Idem. Loc.Cit.
34 FRANKFORT,
Henri. LA RELIGIÓN DEL ANTIGUO EGIPTO (Barcelona: Laertes.
1998. Traducción de Francesc Ballesteros Balbastre) Capítulo
2.
35 ALFRED, Cyril.
AKHENATEN, KING OF EGYPT (London: Thames and Hudson. 1988) Pp234-245.
36 ALLEN, James
P. "The Religion of Amarna". En ARNOLD, Dorothea (Editor). THE ROYAL
WOMEN OF AMARNA. IMAGES OF BEAUTY FROM ANCIENT EGYPT (New York: The
Metropolitan Museum of Art, 1996) Pp.86-97.
37 ARNOLD, Dorothea.
"Aspects of the Royal Female Image during the Amarna Period". En ARNOLD,
Dorothea (Editor). Op.Cit. Pp. 34-56.
38 TYLDESLEY,
Joyce. HIJAS DE ISIS. LA MUJER EN EL ANTIGUO EGIPTO (Barcelona: Martínez
Roca. 1998) Capítulo 2.
39 NÓBILE
CARLUCCI, Laura Di. LA FAMILIA EN EL ANTIGUO EGIPTO (2 PARTES). 1998.
(http://www.lander.es/~aede/laura-1html y 2html.).
40 GARDINER,
Sir Alan. Op.Loc.Cit.
41 Idem. Loc.Cit.
42 JACQ, Christian.
NEFERTITI Y AKENATON (Barcelona: Martínez Roca. 1997) Pp.190-200.
43 CALVAT, Renaud.
"Cléopatre de Virgile á Mankiewicz. Origine et évolution
d´un mythe". BULLETIN DE L´ARELAM. NO. XXXII, Juillet, 1995. Pp.43-57.
44 Idem. Loc.Cit.
45 Idem. Loc.Cit.
46 Idem. Loc.Cit.
47 GRANT, Michael.
CLEOPATRA (Barnes and Noble Books. New York. 1995)
Segunda parte. Capítulo 3.
48 Idem. Loc.Cit.
49 MARLOWE, John.
THE GOLDEN AGE OF ALEXANDRIA (London: Trinity Press. 1971)P.564.
50 PEYRAMAURE,
Michel. CLEOPATRA (Barcelona: Planeta. 1998) Capítulo V.
Rodrigo Quesada
Monge (1952), historiador costarricense con publicaciones en varias
revistas de América Latina. Tiene nueve libros sobre la historia
económica, social y cultural de América Central y del
Caribe. Premio Nacional (1998) de la Academia de Historia y Geografía
de su país.