Santiago
de Chile. Revista
Virtual.
Año 2
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Número 23.
12 de Noviembre al
12 de Diciembre de 2000.
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EL ARTE EN LAS CALLES
(1ra. parte)
Clemente
Padín, Montevideo, Uruguay
La calle y los espacios urbanos imponen un nuevo sistema de relaciones
que la galería y los museos hacen imposible: no sólo cambia
el marco locativo sino, también, el comportamiento de los espectadores
y la índole de las obras. La relación que propone la calle
impone una revisión de los esquemas y planteos estéticos
y sociales. El sólo hecho de salir a la calle es ya una crítica
y un cuestionamiento de la función del arte aunque, como ocurre
en muchas ocasiones, las propuestas suelen reproducir los hábitos
de consumo pasivo del arte galerístico. No se trata, entonces,
de "bajar a la calle" a colgar cuadros o a recitar textos como en las
galerías o tertulias, llevando el "arte al pueblo" y dar fe del
inconmovible compromiso social. Tampoco, sin duda, "rebelarse contra
el sistema" banalizando formas entrañables de la iconografía
urbana, sin cuestionarlas. De lo que se trataría es de interferir
esas expresiones, sobre todo sus códigos, y ponerlas en situación
de expresar los problemas actuales. No a la manera del sistema cultural
vigente que manipula las expresiones simbólicas para perennizar
sus estructuras en la sociedad, congelando la comunicación en
torno a significaciones vacías: la cultura de "lo ya dado", del
Museo, de la Biblioteca Pública, de la Sala de Conciertos, de
los Institutos de Enseñanza Artística tanto públicos
como privados, etc., ámbitos que el sistema se adjudica para
asegurar la hegemonía de sus ideas; ámbitos, también,
convertidos en templos consagrados a la sacralización y veneración
fetichista de obras que representaron la conflictividad de sociedades
del pasado, tal vez eficaces y operantes en su momento, pero no en los
actuales.
Hoy día, esas mismas obras, con sus sentidos descontextualizados,
son expuestos detrás de vitrinas o en pedestales inalcanzables,
como sino hubieran sido el fruto del trabajo humano ni, tampoco, consecuencias
de contradicciones que conmovieron a aquellas agrupaciones. Aún
suponiendo que fueran neutras en sí mismas, como los lenguajes
o la información, en manos del sistema se convierten, junto a
otras instituciones más explícitas, en la cárcel
sin rejas del presente, en donde palabras, sonidos, signos y formas
son constreñidos a satisfacer las necesidades ideológicas
del sistema para construir un mundo ideal, inmutable, en el que nada
suceda. Frente a este panorama, reproducir los tópicos y los
temas de los pasados sesenta o setenta, puede ser tan funesto como desentenderse
de la segura distorsión que provocaría la simple transposición
de ámbitos : no sólo puede aislar del presente a sus cultores
sino que les puede hacer caer en la trampa de la ideología cultural
de izquierda. Expresiones del tipo "el artista está al servicio
de la comunidad" o "instaurar la cultura del hombre nuevo" u otras de
parecido tenor, si bien motivadoras en su contexto histórico
original, respondieron a una correlación entre la funcionalidad
ideológica y la representación político - social
de las fuerzas políticas de avanzada en aquellos lejanos días.
Recaer en esas actitudes puede llevar al arte a cumplir un rol asistencial,
acompasando directivas partidarias que, a veces, pueden ser opuestas
a los verdaderos intereses populares al cual dicen representar. Por
otra parte ¿quién atribuye el don de determinar y expresar las
necesidades de la gente?
Frente a estas actitudes existen opciones no ovacionadas y que la crítica
considera como sub-artísticas o, simplemente, indignas de ser
consideradas como "arte", opciones que desmienten e interpelan la discursividad
cultural entronizada. Obras que, a veces, desmienten el aserto de que
los artistas son transmisores de la ideología del sector de la
sociedad a la cual pertenecen. Obras que pueden reafirmar a la ideología
como entidad organizadora del proceso comunicacional para el cual la
obra puede ser, o no, un objeto. Obras que enfatizan su índole
de productos de comunicación que permiten el "retorno", el feed
back, el diálogo social. Obras en donde pesa más la funcionalidad
y competencia para trasmitir mensajes que la mera esteticidad. Obras
que permiten el traslado de información sin imposiciones ideológicas
y sin el dictac de la crítica vectorizada que señala qué
es arte y qué no lo es.
En vano se intenta que el arte fuera un reflejo de la sociedad únicamente.
La imposibilidad de reducir lo artístico de lo social es evidente
aunque también es imposible operar en cada área de la
sociedad por separado sin involucrar a las demás. Por ello, incluso,
se hace difícil caracterizar cabalmente a la obra de arte en
la calle, pudiendo ser, fácilmente, confundida con manifestaciones
políticas o sociales. A veces son los propios actores sociales
quienes modifican sobre la marcha las reglas o el proyecto del artista
aunque, también, la propia índole de la actividad política
o social puede asumir rasgos artísticos al constatarse la existencia
de transferencias retóricas.
Modalidades del arte en la calle
De acuerdo a un temprano ensayo de Néstor García Canclini
(1973),las actividades artísticas de esta modalidad pueden agruparse
en cuatro áreas:
"1) las que procuran modificar la difusión del arte trasladando
obras de exhibición habitual en museos, galerías y teatros
a lugares abiertos, o a lugares cerrados cuya función normal
no está relacionada con actividades artísticas; 2) las
obras destinadas a la transformación del entorno, la señalización
original del mismo o el diseño de nuevos ambientes; 3)la promoción
de acciones no matrizadas, o de situaciones que - por su impacto o por
las posibilidades de participación espontánea que ofrecen
al público - inauguran formas de interacción entre autor
y destinatario de la obra y/o nuevas posibilidades perceptivas; 4) el
último modelo comparte con el anterior la producción de
acciones dramáticas y de sensibilización no pautadas,
pero busca actuar sobre la conciencia política de los participantes,
y convertir las obras en ensayos o detonantes de un hecho político."
En relación al primer punto está claro que la simple
transposición de la obras de un contexto a otro, es decir, de
la galería o tertulia a la calle, no altera en nada su índole
elitista y en todo reafirma la relación de dominio del artista
sobre el espectador, es decir, la masificación del consumo sin
poder justificar el desplazamiento y acondicionamiento de las obras
a lugares abiertos porque los riesgos no condicen con el incremento
de las operaciones en el mercado del arte, ni siquiera con algún
hipotético aumento del saber social en torno a la pintura o al
arte, puesto que, hoy día, la asistencia a museos y galerías
depende de la promoción publicitaria.
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Alumnos
de la Escuela Nacional de Bellas Artes, antes de la pegatina en
plena Campaña de Sensibilización, Montevideo.
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En el segundo punto se agrupan aquellas expresiones que intentan alterar
lúdicamente los códigos habituales del entorno físico
y social de la ciudad. Así, las obras que alteran el paisaje
urbano poniendo el énfasis en la expresión mediante las
estructuras sígnicas del medio; así, las realizaciones
emparentadas con el arte ecológico que tiene que ver con la recuperación
de ambientes deteriorados por la polución, haciendo hincapié
en la salud de los ciudadanos y en la preservación de la naturaleza.
En este punto son paradigmáticas las Campañas de Pintura
Mural y las Campañas de Sensibilización Visual llevadas
a cabo por los alumnos y docentes de la Escuela Nacional de Bellas Artes
del Uruguay, tanto en Montevideo como en otras ciudades, desde la década
de los 60s.,no sólo intentando una mayor difusión (incluyendo
ventas populares de los productos manufacturados por la Escuela) sino,
también, procurando hacer conocer a los grandes maestros del
arte (pegando reproducciones de
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En
la Campaña de Sensibilización se pintaron 7.000 metros cuadrados
en el Barrio Sur de Montevideo.
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Picasso, Greco, Van Gogh, Léger, etc.). El mismo espíritu
anima a obras similares realizadas en aquel período. Así
la "pintada en verde" de elementos arquitectónicos y del paisaje
urbano en Córdoba, Argentina, en 1966,a cargo de Roberto Jacoby
y Eduardo Costa; así, las coloraciones de vías de agua
realizadas por Nicolás García Uriburu o las obras conceptualistas
de Carlos Ginsburg cuando escribe la palabra "tierra" sobre tierra o
uando proyecta escribir "humo" con humo en los cielos de Buenos Aires,
hacia 1969.
Más reciente es la obra del Grupo Escombros de La Plata, Argentina,
llamada Sutura, un corte en la tierra de 30 mts. de largo "cosido",
cual si fuera una larga herida, con una gruesa soga, realizada en el
proyecto Ciudad del Arte, en la propia La Plata, 1989. En "La Estética
de lo Roto", elaborada por sus integrantes Horacio D´Alessandro, Luis
Pazos, Héctor Puppo y Juan Carlos Romero, se lee:
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Sutura,obra
del Grupo Escombros, realizada en la La Plata, Argentina.
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"Una plaza, una fábrica abandonada, una playa de estacionamiento,
una esquina cualquiera, es nuestra galería de arte. Ocupamos
todo espacio que la desidia, el capricho o el simple afán de
destrucción, quitó a la ciudad para entregarlo a la nada.
La ciudad es nuestra galería de arte."
El cuestionamiento del arte
La constatación de formas interactivas de producción
y consumo, tal cual se señalan en l punto 3 de la clasificación
de García Canclini, amerita precisar la función del arte
en la sociedad.
El arte, ¿debe permitir la participación del espectador? O bien,
¿debe continuar siendo el sujeto pasivo destinado a la fruición
estética únicamente? En caso de aceptarse la participación,
¿cómo debe orientarse? Aceptar esta modalidad del arte urbano,
tal vez, implicaría aceptar la socialización de los mecanismos
de producción y consumo de la obra, aunque, sin caer en dramatismos,
puesto que la socialización no asegura ni la funcionalidad ni
el nivel estético (exigible prioritariamente). Por una parte
la obra no cambiará porque la haya creado un artista o un equipo
multidisciplinario y, por la otra, el consumo pasivo y/o alienante no
cambiará por el número de participantes.
Estas formas irregulares ("no - matrizadas" al decir de García
Canclini) que provocan, a veces, situaciones irremediables no previstas
por el autor, alteran las formas convencionales de relación,
tanto de las gentes con su entorno físico, la ciudad, como con
sus semejantes. Existe toda una gama de posibilidades de participación
que van desde la mayor permisividad como, p.e., en el happening, al
control absoluto de la obra, pasando por situaciones intermedias en
las cuales los espectadores se ocupan de ciertas áreas de la
creación, de acuerdo al proyecto del artista.
Precisamente, una de las formas que más se avienen a ser realizadas
en la calle son los happenings, en los cuales los límites entre
la realidad y la ficción no existen y las categorización
acción/representación desaparece en aras de la desarticulación
de los referentes. Todo es imprevisto y predomina la libre asociación,
tanto física como psíquica. La indeterminación
del discurso existe en tanto se genera y se consume. Ese consumo inmediato
y conspicuo y la dificultad por establecer sentidos provocó su
agotamiento en tanto forma expresiva.
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Marta
Minujin,en pleno happening, en Buenos Aires, Argentina.
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En la Argentina, un precursor de estas formas fue Alberto Greco quien,
a comienzos de la década de los 60s. ya realizaba señalamientos
artísticos en plena calle (p.e., encerraba a los transeúntes
dentro de círculos y les declaraba "esculturas vivientes"). Así,
desaparecían las diferencias entre las artes, operada por el
espíritu iconoclasta de Greco y, también, por el marco
de referencias que imponía la calle, en tanto soporte. Luego,
el happening se desarrollaría y desaparecería rápidamente
dejando, como hitos históricos de su existencia entre nosotros,
El Batacazo y La Menesunda, realizados por la artista argentina Marta
Minujin.
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El
Cachicamo, obra de Diego Barboza, en Caracas, Venezuela.
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Similares a éstos son las obras en la calle del venezolano Diego
Barboza aunque pone un mayor énfasis en lo popular y lo folklórico.
Barboza se suma a la tradición simbólica de su pueblo
dándole, apenas, un carácter más sistemático
a las formas de expresión popular en sus obras. Así, en
Cachicamo (expresión popular para llamar al armadillo o tatú,
animalillo campestre), la gente se refugia y juega bajo una larguísima
tela que oficia de caparazón de cachicamo.
Para Edgardo Antonio Vigo, el arte debe exigir la participación
creativa de los espectadores, proponiendo, incluso, cambiar el nombre
a los otrora consumidores pasivos de arte por el de "creador" para destacar
su integración tanto como autor como consumidor (Vigo,1971).Su
propuesta es sustituir las imágenes "alienantes" por el "señalamiento"
visual que permitiría al "consumidor creativo" decidir su experiencia
artística de acuerdo a "claves mínimas" que el "proyectista
- programador" sugiera. Su primer señalamiento data de 1968 y
se realizó en La Plata, Argentina, junto a un semáforo
en un cruce de avenidas : Manojo de Semáforos e intenta la recuperación
de significaciones perdidas por el uso y la habituación social.
Como se ve, el estrecho margen que separaría a la obra de arte
del evento político o el acontecimiento social obstaculiza la
comprensión del proceso. De hecho, para los que piensan que las
estructuras que compactan a cualquier agrupamiento, son indisolubles
e interinfluyentes, esta discusión no se plantea, puesto que
el arte en tanto expresión simbólica de la sociedad no
puede dejar de remitir a su realidad, tanto social como económica,
tanto política como institucional, etc.
Uno de los criterios, válido, para precisar una actividad de
otra, sería observar en dónde recae la determinación
del lenguaje artístico empleado, es decir, cuál es la
función del lenguaje que predomina sobre los demás. Si
predomina la función poética (al decir de Jakobson) o
la función retórica (como prefiere el Grupo M de Lieja)
es arte. En caso contrario, aunque se constaten metonimias y/o metáforas,
los textos pudieran corresponder a actividades políticas y/o
sociales. A veces, la discusión se plantea cuando los manipuladores
de opinión pretenden valerse ideológicamente de estas
formas de conciencia social privilegiando contenidos tendenciosos, diluidos
en formas de expresión conocidas y aceptadas por el establisment.
El arte como denuncia y sensibilización
Por una parte, el arte, haciendo que la injerencia y participación
del espectador sea crucial en la expresión artística final,
generando hábitos de acción social sostenidos. Por la
otra, a nivel de contenido, proyectando y realizando obras tendientes
a crear conciencia sobre temas puntuales. También, se supone,
el artista concurre, en estos ámbitos, con su arte, a luchar
por los postulados político - sociales que, en su concepto, mejor
expresen sus aspiraciones, sean progresistas o no según el punto
de vista o tendencia bajo los cuales se juzguen. Por la otra vía,
se piensa, el artista debe participar desde su obra, implícitamente,
en aquellos proyectos. Para aquéllos, el arte es un instrumento
más (un arma más) para el logro de sus propósitos
políticos (sean revolucionarios o no, según el punto de
vista).Para éstos, la obra integraría en sí esos
mismos propósitos, aunque privilegiando la expresión artística.
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La
Realidad Subterránea, obra de Pazos, Leonetti y Lafarriére en
la Plaza Arlt, en Buenos Aires, Argentina.
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Quedaría por precisar quién establecería el correcto
punto de vista frente al cual se articulará el arte. Ciertamente
no faltarán entidades o individuos que quieran establecer esas
directivas y que puedan ser expresión genuina y valedera de esas
urgencias sociales pero, ¿ quién asegurará su adecuación
con la realidad ? Estas discusiones no han impedido al artista expresar
y denunciar la realidad aterradora en la que viven. Y, ciertamente,
lo han realizado no sólo usando lenguajes perimidos y formas
abrumadas por la tradición y el pasado, sino, además,
inaugurando nuevas formas de expresión artísticas acordes
con nuestra época, aunando tanto la participación creadora
de los espectadores como la generación de formas de conciencia
social en torno a los temas denunciados. También, en muchas de
esas obras, se dio, casi naturalmente, la unidad entre las formas de
expresión empleadas y el contenido final, sin el habitual aire
de artificiosidad o hibridez que este tipo de propuestas suelen tener
por inadecuación entre forma y contenido. Así, p.e., algunas
de las obras realizadas en la exposición al aire libre organizada
por el Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires, en la Plaza
Roberto Arlt, en 1972,en pleno auge del conceptualismo rioplatense.
Por ese camino, la obra de Luis Pazos, Leonettti y Lafarriére,
La Realidad Subterránea, aprovechando unos pozos ya existentes
en la Plaza, denuncia el asesinato de presos políticos acaecido,
poco tiempo antes, en la cárcel de Trelew. También, la
obra de Horacio Zabala quien enlutó la Plaza con una cinta negra,
convocando la memoria de los caídos en la lucha con la dictadura.
Clemente Padín: C. Correo Central 1211, 11000
Montevideo - URUGUAY
Para ESCANER CULTUTRAL,
Noviembre del 2000.
Si quieres escribir a
Clemente Padín puedes
hacerlo a: clementepadin@gmail.com
Esperamos Su Opinión. |
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