Desde Chile, Rubila
Andrea Araya Ariztía
Cuando
las mujeres de los años veinte comenzaban a experimentar desenfrenados
deseos de libertad y de vivir nuevas experiencias, desligadas de antiguos
tapujos morales, este actor italiano apareció en las pantallas
del cine mudo para inspirar hasta sus fantasías más ocultas.
Dicen que su piel oscura, su peinado
perfecto y su par de ojos caídos con los que lanzaba fogosas
y penetrantes miradas a delicadas damas, que con sólo sentir
su presencia cerca se rendían a sus pies, fue lo que cautivó
a millones de mujeres en el mundo. Jóvenes, maduras, solteras
y casadas acudían al cinematógrafo a ver cómo con
su salvaje y exótico estilo seducía a sus co-protagonistas
en cada una de sus películas.
Rodolfo
Valentino se convirtió en la fantasía erótica de
todas las féminas que en los desenfadados años veinte
soñaban con dejarse llevar por los aires de libertad que enarbolaba
esta gloriosa e ilusa década y vivir la aventura más pecaminosa,
dejando atrás, de una vez por todas, todo rastro de la estricta
moral que había sido impuesta tiempo atrás durante la
prejuiciosa era victoriana.
Este
italiano, con quien nació la leyenda del "latin lover", desplazó
al prototipo común de hombre, de aspecto generalmente nórdico,
con formales trajes e intachables costumbres, a veces demasiado refinadas,
totalmente opuesto al galán de dorada piel que venía de
lejanos lugares vestido con pintorescos atuendos a robar la virtud de
indefensas doncellas. Y esto fue lo que cautivó, especialmente,
a las mujeres del mundo sajón, que vieron en Valentino una vía
de escape de una realidad repleta de aburridos caballeros y la posibilidad
de fantasear un poco con vivir una ardiente pasión, como la contada
por esas rápidas imágenes mudas y , por qué no,
imaginar que su amante platónico atraviesa la pantalla para llevárselas
con él, tal como le sucede en la película "La Rosa Púrpura
del Cairo", de Woody Allen (1985), a una pobre mesera en plena depresión
americana de los treinta.
SU PASO POR HOLLYWOOD
El
primer mito erótico del cine, cuyo verdadero nombre fue Rodolfo
Gugliemi, nació en 1895, en Castellaneta, provincia de Taranto,
Italia, sus padres fueron Giovanni Gugliemi y Beatrice Barbini di Valentina
d'Antoguolla, de origen francés. Fue el segundo de tres hermanos,
Alberto y María, y, según las tantas biografías
que hay de él, desde niño manifestó un carácter
soñador y rebelde, lo que lo hizo ser más apegado a la
madre que al padre, por afinidad de caracteres.
Luego de pasar por varios colegios,
sin mucho éxito como estudiante, viajó a París
donde se perfeccionó en baile y conoció la vida mundana,
lo que lo motivó para salir de Italia, que a juicio de él
se le había hecho demasiado pequeña, e ir en busca de
oportunidades a Estados Unidos.
El 23 de septiembre de 1913 llegó
a Nueva York, donde luego de ser jardinero y camarero, entre otros oficios,
comenzó a trabajar como bailarín en el Maxim. Posteriormente,
fue pareja escénica de Bonnie Glass y luego de Joan Sawyer.
Al
baile le siguió el teatro, sin mayor éxito, pero su incursión
en la emergente industria del cine, comenzó cuando se trasladó
a California. Aquí, participó en unas veinte películas
antes de obtener un papel protagónico.
Su lanzamiento al estrellato vino
con la película de uno de los mejores directores del cine mudo,
Rex Ingram, "The Four Horsemen of the Apocalypse", célebre por
la escena en que baila tango, la cual le valió el comienzo de
su fama como sex symbol. A ésta siguieron "Uncharted Seas", "Blood
and Sand", "Camille" y "The Coquering Power", de la Metro.
Su imagen de amante irresistible
se arraigó aún más en la mente del público
con la producción de la Famous Players Lasky, "The Sheik", anterior
a "The Yonug Rajah", un fracaso de taquilla, que provocó la ruptura
con la Paramount, la que en un juicio consiguió que el actor
tampoco pudiera rodar películas con otras casas.
Luego de un viaje por Europa y Estados
Unidos, se reitegró al cine con los films "Monsieur Beucaire",
"A Sainted Devil" y "Cobra", para finalizar su paso por Hollywood, con
las películas producidas por la United Artist, "The Eagle" y
"The Son of the Sheik". Antes de que esta última fuera estrenada,
en agosto de 1926, una ulcera gástrica terminó con su
vida a la temprana edad de 31 años.
LAS AMANTES DEL AMANTE
Este
fugaz pero productivo paso por la mágica industria del cine mudo,
con el que se catapultó como el primer y más recordado
seductor de la pantalla grande, hizo de Rodolfo Valentino toda una leyenda.
Para su entierro se organizaron dos procesiones fúnebres, en
Nueva York y Hollywood, seguidas por cuadras y cuadras de gente que
quería ver a su ídolo por última vez antes ser
sepultado en el Memorial Cementery de Los Ángeles.
Se dice que la noticia de su muerte
provocó un centenar de ataques de histeria y hasta unos cuantos
suicidios de jóvenes que se negaban a aceptar el tan prematuro
e inesperado deceso su fetiche romántico, que como todos los
mitos de la historia contemporánea, no se salió de la
regla y dejó este mundo con los años suficientes como
para gozar ante nuestros ojos de la juventud eterna.
Con su fama de icono sexual, creada
y fomentada por papeles pensados especialmente para él, en cada
uno de los cuales debía explotar al máximo sus dotes como
seductor, haciendo gala de los atributos físicos y de los modales
que causaban tan devastador efecto en el público femenino, pudo
haber tenido a su disposición cuanta mujer hubiese querido, sin
mucho esfuerzo; es más, hasta hoy abundan los clubes de fans
en su honor y se cuenta que hasta no hace mucho, una misteriosa admiradora
vestida de negro dejaba, sagradamente, una rosa en su tumba, cada aniversario
de su muerte.
Entre
las actrices que fueron la envidia de todas por interpretar ardientes
escenas (claro está, para la época) junto a Valentino
en alguna de sus películas, la opinión sobre el actor
siempre fue la mejor. Nita Naldi, con quien protagonizó uno de
los abrazos más apasionados en la película "Blood and
Sand", dijo en 1923 que "Su sofisticación tiene mil años".
Usted puede verlo en su sonrisa -en esa pequeña y peculiar inclinación
de sus ojos"; años después, en 1980, Gloria Swanson, hizo
una confesión que da para muchas interpretaciones, "Nosotros
teníamos largas y maravillosas cenas, y al terminar, solíamos
subir a los corredores de arriba para luchar con almohadas. Yo nunca
vi a Rodolfo Valentino tan relajado y feliz".
Pero sólo se conoció
a tres mujeres en la vida del actor italiano, con las cuales mantuvo
inestables relaciones. La primera, Jean Acker, joven promesa del cine,
a quien conoció el año 1919 en una fiesta a la que Rodolfo
había sido invitado por Douglas Gerard, uno de los directores
del Club Atlético de Los Ángeles, para luego de un tiempo
concretar un matrimonio que sólo duró un mes.
La
más influyente de todas fue Natascia Rambova, su segunda esposa
por la que debió enfrentar un juicio por bigamia al haberse casado
antes del año de separado y no respetar las leyes de California.
El carácter ambicioso y dominante de la Rambova, hizo que se
convirtiera pronto en la que decidía cada paso en la carrera
de Valentino, lo que duró hasta que la United Artists, productora
de "The Eagle" y de "The Son of the Sheik", en una cláusula prohibió
la intervención de ella en las elecciones artísticas del
marido, terminando con su desmedida influencia y, de paso, con su matrimonio.
Quien estuvo con Valentino en los
últimos años de su vida, fue la actriz Pola Negri. Aunque
nunca se pudo descifrar la verdad sobre el carácter de esta relación,
fue ella quien hizo el papel de viuda y lloró en su entierro
a quien a más de 70 años de su muerte sigue siendo mito
erótico más evocado de la historia del cine.