Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 31.
12 de Julio al
12 de Agosto de 2001.

LAS VÍCTIMAS
fragmento
"CIERTA FEMENINA OSCURIDAD"

Por: Eugenia Prado Bassi

Hombre y mujer ahora como víctimas, sentenciados buscan una pequeña muerte que los sueñe libres. Víctima y victimario ambos, uno y otro indistintamente necesitando algún modo de redimirse, buscan en repetidas palabras que los invitan a creer que a través del sufrimiento estarán salvados. Pero mientras mayor es la distancia, más crece la frustración y no pueden ya alcanzarse entre los opuestos inmediatos que da el tiempo.

Tulcea: Ahora que ha avanzado otro paso, pequeño pero justo, en una justicia que sólo él ha delimitado, dice volver atrás por aquellos momentos vividos y yo sabré aún antes de oírlo que serán recorridos inconclusos y estériles.

Udine: Es así como en la medida de que todo se aclara, él decide dar un vuelco que te deja con la espalda descubierta.

Tulcea: He tenido que soportar ser la última de todas sus prioridades por este presente que se nos ofrece y que juntos hemos disfrutado. Pero, sin embargo insiste en mirar hacia el lado opuesto de estos brazos repletos de respuestas.

Cuando él no pueda verla, cuando ambos no existan más en este mundo de improperios, podrá caminar junto a ella, por esa necesidad suya de sentir la fortaleza que no se precipita por sus labios.

Nak: Entonces volverás una vez más a estar abierta para mis insinuaciones.

Udine: Ser fértil nos ha reconfortado en todas las señales. Nunca olvides que nacemos con una extraña fuerza que nos permite predecir todos los futuros.

La duración: lo que es siempre. Han dicho que para ella es venturosa la perseverancia de la yegua.

Tulcea: Ha cesado mi búsqueda esta noche, una certeza de su propia debilidad puesta al frente de mis cavilaciones.

Udine: A medida que avances irán apareciendo preguntas irresueltas.

Tulcea: Su vulnerabilidad me seduce de una manera hostil, caigo deliberadamente ante sus pies como condición impuesta para no desaparecer bajo aquel mundo de temblores. Nada ni nadie me hará retroceder, es mi más codiciada víctima.

Nak: estarás rondándome hasta que pueda caminar junto a ti, lejos de la oscuridad que nos heredaron.

Udine: Se te hace difícil reconocer el mal que los aqueja, ir en contra de la naturaleza exacta de un tiempo que no se detiene.

Tulcea: ¿Cómo huir entonces? Imperfectos y cavilantes nos desplazamos en un segmento apenas tan corto como toda la vida, para que vuelva a decirme que no podrá amar mi rebeldía y yo oiré sus mentiras y simularé una vez más ser toda complacencia con sus insinuaciones.

Udine: Observa los temblores que te habitan.

El desasosiego traerá su desventura.

Tulcea: Me obligas a comprender que padezco una grave enfermedad, tengo el cuerpo habitado de una enorme avidez y ya no me queda tiempo. Camino por las calles entre la gente y sé que todos reconocen este mal que me sofoca.

Nak: Aquellos ojos extraños te permiten ver desde todas las aristas, incluso puedes verte a través de hombres feroces que desean devorarte.

Tulcea: Pero no debe preocuparse, desde ahora he dejado de temblar. He bloqueado toda la energía que me desborda en ciertas ocasiones, lo he hecho sólo pensando en él. Sé que no soporta que otros pongan sus infectados ojos sobre mi cuerpo que florece con cada una de sus miradas. Y que tiene un miedo enorme cuando me desplazo, porque no puede controlar la ligereza de mis pasos. Pero no me cansaré de repetirle que no se librará de ninguna forma de este mal que nos afecta.

Udine: Recuerda que épica te cobijas de seres poderosos.

Tulcea: Ellos iluminaron mis palabras para confundir el instante en que tocó mis pies.

Udine: Caídos en una trampa, entrelazados de buenas y malas intenciones.

Tulcea: Debemos avanzar. Pero lo veo caer arrodillado bajo mis plegarias y sé que preferiría no haber entregado su alma aquella noche. Cómo volver atrás si estamos juntos en este laberinto. él no podrá adelantarse.

Nak: Nuestra competencia ha sido desde siempre desleal.

Tulcea: Nunca imagina que es una parte de él la que se adelanta y que yo, un reflejo, lo veo salir diariamente de mis brazos en una nueva forma de mentira que me divierte. Estamos acabándonos en un camino desviado, inevitables a lo de siempre y seré buena cuando decida ocupar este espacio en blanco. Sólo espero un buen momento y no tener que alejarlo sin resolver este desafío.

Serena retirada.

Todo es propicio porque ciertamente ya no cabe dudas.

Tulcea: Nos hemos convertido en perfectos amantes y nada de lo que niega es para mí desconocido. Sé que no podrá amarme, aún no tiene ese privilegio, estoy cansada de hacerle creer lo contrario. Mi boca desaparece bajo sus lamidos que tratan de acallar esta verdad que le hace conocer la incertidumbre. Si callara esta vez mi boca como sabe hacerlo y cubriera mis labios con ese perfume, haría temblar mis dudas con un beso ardiente. Mi cabeza desvanece cuando me aprieta con sus dientes en los labios y casi no puedo contener el ardor de su impotencia.

Nak: Caes deliberadamente bajo tu temblor sin más mentiras que tu propio deseo.

Tulcea: Si tan sólo me dijera una vez más que no ama porque no tiene el coraje suficiente. Si me permitiera abrir sus ojos con mis manos frías podría decirle aquello que ya conoce, pero que insiste en negar. Una sola de mis palabras sería suficiente para dejarlo sin aliento. Lo amaré sin reproches, él y yo sabemos que el tiempo no se detiene, cómo podría importarle todo lo que pude conocer al presentarme ante sus pesados ojos. Será nuestro presente, sea de la duración que necesitemos para desarrollarnos en esta armadura, el que nos proteja hasta en los límites menos sospechados. No es una obsesión, es un síntoma. Forma parte de mis males más profundos. Tiemblo al observarlo caer hacia mis entrañas. No quiero seguir en este espacio de fuego que me hace soportar, pero es superior aún el desvelo que me impide decirle palabras esta noche. Se irá sobre mí violentamente porque habrá conocido mis pupilas dilatadas. Temblará incompleto y no deseará haberme tomado como espejo.

Penetra en la cavidad izquierda del abdomen, vale decir,

se entera de la disposición más íntima del corazón.

I.

La Ilusión.

¿Recuerdas cuando conocimos este territorio limpio en que pudimos atravesarnos como en el agua? Resbalábamos como dos siluetas que se pierden desde el centro, supe con certeza que había estado próxima al momento final.

Udine: Fuiste abandonando a cada una de tus enemigas, escarbaste cada vez más adentro para desenmascararlas.

La imagen: El está apretándola fuertemente contra sí. Desnudos ambos cuerpos se besan desenfrenados, con violencia se buscan en la boca del otro, en los labios del otro, en la lengua que agitada insiste. Sabiendo como a veces han conocido aquel abismo, en un dulce abrazo van haciéndose cada vez más imposibles. Quizás alguna vez él estuvo alerta a sus pensamientos silentes, invocándolos, y que por ese estarse extraviado no alcanzaba a oír, o porque simplemente no estaba allí. Ella sin embargo parece que supiera todo de él, dibuja con suavidad caricias en sus rasgos, lo aprieta con la yema de los dedos recorriéndolo para descifrar sus pensamientos. Como si tratara de quedarse con una parte de ellos.

Udine: Entonces, femenina te obligas en palabras siempre referidas a él.

II.

La Ira.

.Aprendí a bajar la cabeza en ademán de soportarlo todo, sólo por tenerte me limpié de eso que un día alguien puso en cada una de mis mujeres. Pero nunca supe como atraparte. En nombre de todas ellas me saqué los brazos y los dejé colgando cerca de la cama, un intento por no volver a abrazar, pensé. Pero eso no me bastó, la otra en mí pidió que me deshiciera también de las piernas, insinuándome que no podrías caminar sobre tus propios pasos. Acepté permanecer a tu lado en una extraña y grata invalidez. Desde entonces he intentado todas la posiciones para estar cerca. Odiando la pasión que me provocas, he aceptado que se es apenas y que sería imposible evitarte si estaba siendo tan cerca.

Udine: Vi cómo pedías cobijo en aquel estado marchito.

Sofocado da vueltas hacia el otro lado de la cama. Ella dice que no puede evitar tocar su carne, todo su cuerpo, que sus manos se precipitan ávidas por la espalda pero a pesar de estar ambos desnudos, nunca imaginó tanta soledad. Dice que pronto en ella, va haciéndose más y más oscuro aquel abandono que se le escapa por todas partes. Que le llevó demasiado tiempo hablar en silencio y que no tiene más gestos para decir como ha estado necesitándolo, pero que a medida que mayor es su necesidad, es también más evidente, su nunca estar. Sofocado no soporta hacerse responsable de ese modo suyo que lo atrapa. Dice que a pesar del cuerpo agitado, es mejor no reincidir.

Tulcea: Aceptar que desde un espacio como ése, ambos permanecerán profundamente acabados.

Sin detener aquello que crece abismándolos, ensimismados se atrapan en la propia distancia. Luego él separa una ceja de la otra y empieza un dulce monólogo de discursos inquietos y pequeñas aseveraciones de poder y querer dejarla nuevamente en el más incontenible abandono. Parece no importarse en saber que ella necesita a veces un lugar donde llorar la tristeza del reino de los cielos.

Udine: Acabada y estéril proclamas.

III.

La Sentencia.

.Fuiste el último hombre mientras te creí mío, lavé tus carnes de insania. Tomé tu sexo entre las manos y lo dejé avanzarme, mientras mis brazos abiertos respiraban cerca de la cama para que pudieras deslizarte a destajo. Me abrí para ti como pétalos. Pero el hastío los provoca. Se repiten. Dos cuerpos no pueden unirse más que dos almas en el sinuoso límite de la entrega. Pero ni lo uno ni lo otro, porque tampoco está dispuesto, no podrá ella renunciar a poseerlo en aquel beso de muerte cuando todo desaparece, hasta el olvido de ser no más que mortales. Distanciados por el tiempo se confirman, no existe otra posibilidad. él, con alma pasajera de noche, sin abandonarse jamás por otra, ella viajando a solas entre las palabras y las teclas, para sentirse completa otra vez.

Udine: Lentamente, melancólica trasladas tu oscura desilusión.

IV.

La Venganza.

.Ahora que ya no estamos más, y que seremos tan sólo un montón de polvo después de nuestro amor, es ahora cuando puedo decir que con todo ese amor, con todo ese silencio, quisiera no volver a verte. Entiende que no hay fuerza que les permita ir en contra de sus deseos. Son ambos apenas una parte del desencanto. Como inevitable aparece la pregunta.

Tulcea: ¿Por qué nos has hecho hombre y mujer separados de ti, por qué no has sido capaz de soportar la belleza que algún día prometiste?

Creyéronse más que humanos. Ambos en sus deseos de divinidad pareciendo perfectos, haciéndose poseedores de toda la transformación, bailaron felices, resbalando deseosos por desaparecer, fueron todo sueños, poblados poblándose de regocijo. Ella, la mujer más hermosa. él, el más encantado. Víctima y victimario haciéndose insoportables. Porque ella necesitó abrazarlo hambrienta, y él no soportó su deseo. Así entre discontinuas discusiones fueron abandonándose uno del otro, sin saber cuál de los dos era más perverso. Ella sintió su carne y su alma como la más oscura en el acoso, pero pudo verlo detenido en la arrogancia. En tierras pobladas de mentiras no hay espacio para castillos. Ahora ya no pueden soportarse, todo tiene su reverso, y así el primero que hirió, será el que finalmente pagará más caro. ¿Cuándo fue el primer dolor?

Udine: ¿Dónde fue que apretó primero el corazón? ¿Qué hizo temblar la tierra y pobló todo desencanto?

Víctimas, convirtiéndose uno al otro, poblados de emoción oscura. Intuyen que todo lo que sube un día, a su vez cae con la violencia más absoluta. No hubo más que un instante que los hizo ensoñados, efímeros. No se amarán realmente. Y ahora ella vuelve a su mirada, ausente, porque es él quien ha herido con más violencia.

Tulcea: ¿Sabes de alguna otra que pudiera recibir mejor su puñalada? Nacimos culpables, siendo atrapadoras víctimas colmamos el llanto, mientras ellos visten su mejor traje, preparan el camino para que caiga la hambrienta, luego a despedazarla, comérsela viva si es posible.

Udine: ¿Hasta cuándo preparar la primera muerte? ¿Cuántos arrepentidos en esta historia? ¿Qué queda después que todo pasa? ¿Cómo duele el vacío que el otro puso adentro? ¿Resiste la carne los espasmos?

Tulcea: Asiento. sin más satisfacción que este temblor.

V.

El Castigo.

¡No!

Abrí mis carnes cerradas y dejé que entraras en mi alma. Me dejé montar como una bestia por todas partes. No permitiré que vuelvas a ponerme las manos encima. Buscaré entre mendigos hasta repetirme devorada por todos aquellos hombres que no sean tú. Y volverá a poblarse de bestias el planeta pues sólo bestias ocupan el espacio de sus vidas.

Udine: No existen vencedores ni vencidos en el mundo de las bestias.

Poblados de desencanto permanecen devorados sin que el cuerpo pueda levantarse. Caídos en pedazos, tratan de pensarse una vez más, sólo una vez. Ella detiene el proceso intentando parir entre las sombras con un huevo a punto de reventar. Dice que no soporta su corazón hambriento, que preferiría que alguien lo arrancara de golpe, y quedara dando estertores por el suelo. Piensa en la sangre que la recorre violenta de deseo y se ve con el cuerpo regado por todas partes, sangrando cada luna llena por la otra mitad de la humanidad. Ahora que le ha perdido la pista para siempre, que ya no está cerca ni caminan juntos en la noche, que no existen brazos para dormir en el abrigo de sus carnes ebullentes, se ha convertido sólo en brisa que atraviesa los huesos con el hielo de una noche de tormenta. ánima descalza se anima para no volver a confiar. Dice que no estuvo cuando la tomó entre los brazos, como un pedazo de cuerpo estéril agitándose maldito y abierto, sepultado en el vacío más insoportable de su deseo. Dice que no volverá a él nunca más porque aquel perfume, con el tiempo desaparece. Sus ojos se perdieron en un horizonte de noches fantasmas. Es mejor olvidar el cuerpo de quien pronto va a dejarla. Dice que lo dejará partir porque no estaba cuando lo buscó a tientas.

Tulcea: Permaneceré abierta para desangrar la podredumbre que deja el extraño. Muy lejos, para no odiar aquello que no puede pertenecerme. Volveré a habitar una vez más el miedo y el pecado. Viendo sólo dos colores, pero nunca superpuestos.

Udine: ¿Por qué tienes ojos ciegos a los matices? ¿Quién fue el responsable de esa mirada extrema?

Tulcea: Sola frente a ti veo como la noche me arranca de cuajo, sola en esta pesadilla sin poder escapar a ninguna parte. Te reto a desaparecer y no volver a poner tus ojos en un pedazo de mi carne. Se me ha podrido el cuerpo de tanto buscarte sin que estuvieras allí. Se me han caído los dedos de las manos de tanto acariciar el cuerpo de noche y sueño. Y mi lengua permanece con ese sabor amargo de un beso que dimos por fuerza, casi como una limosna, a la mujer caída en los brazos del extraño. Toco tu boca y tus labios desaparecen, toco tu piel y me sangran las manos. He perdido la cordura por dejarme caer ante ti. He dejado que me arrastres en la incertidumbre y ahora no sé cómo. la dignidad. Mis carnes débiles se agrietaron como si tuviera el cuerpo hecho a la lepra, mi continente se hace nada por la ausencia.

Udine: Nunca viste nada, quisiste permanecer a ciegas.

Tulcea: En qué momento enloquecí que no vi nuestro fracaso, en qué minuto, no me di cuenta de que tú y yo estábamos distantes, como dos especies de algún espacio olvidado. Te prohibo volver a oler ese perfume que me atrapa. Sólo dos colores: blanco o negro. No existe en mí otra percepción. Mi cavidad se ha cerrado para siempre. Sepultada ya no volverás a probar mis carnes, porque entre sueños ha desaparecido esa parte de mí, y no podrás alcanzar la muerte despreciable, que me hace olvidar la vida que no prometiste pero que sin embargo soñé.

Udine: ¿Cuánto tiempo inconsciente de ese inútil dormir de noches a su lado?

No volverá a dar su aliento de hembra, porque con sus palabras se le han helado hasta los huesos en ese verlo ajeno y mentir por todas partes, tantas veces, que ya no sabe entender otra realidad.

VI.

La Devoción.

Soy culpable de no dejarte dormir esta noche. Soy culpable de esta noche tuya desvelada, pero no olvides que cuando te atreviste a desafiar esta fuerza que nacía como demonios, había un riesgo. Te reto a no volver a acercarte, si lo haces obtendrás la misma fuerza del lado opuesto. Me ha devorado el silencio que pusiste en mis labios. Me ha devorado la humedad de mi boca. Será nuestro único final. Disfrútalo, los últimos dedos que acariciaron tu espalda se han ido y ya no tendrás más laberintos para acercarte. Al principio sentirás un escalofrío que no te dejará dormir, te acostumbrarás a todo. Conoceré tu rabia incontenible por esa manera de estar lejos que tengo a veces. Pero por él, juro que no volveré a confiar en ti.

Udine: Te acercas a oler el triunfo y hasta su olor con el dolor desaparece.

Tulcea: Desaparecerá todo aquello que existe en nuestra imaginación. Sólo dos colores y he dejado de mirarte. Por lo que puedas recordar, trataré de no herirte demasiado. Yo por mi parte lo he olvidado todo. Antes que nada evitaremos las ironías. No olvides que tu boca no podrá pronunciarme y que con el tiempo me convertiré en un espacio prohibido. Sentirás esta ausencia ingrata, creerás que has cometido grave falta, pero juro que no volveré a estar cerca otra vez. No volverás a traicionarme ni traicionarte y la negación se irá con violencia sobre aquellos juegos tuyos de palabras. No soportarás entregar un corazón herido. Me has estado mintiendo con gestos ambiguos, me has hablado con caricias todo aquello que te negaste a pronunciar. Cómo odias lo que no has podido trascender. No puedes ver tras el espeso color negro. Has mentido aún sobre las pupilas de tus ojos. Has visto a tu mujer indecente, la has degradado sin la fuerza de las palabras. Jalabas del pelo a tu ramera y no estabas consciente de que gemía solamente para ti. Has estado castigándola con golpes, porque crees que detrás de su belleza está la muerte.

Con los dientes él se abre camino a través del cascarón. Aislados en soledad debido al antagonismo, uno ve a su compañero como un cerdo cubierto de roña, como un carruaje repleto de demonios.

VII.

El Arrepentimiento.

.Había algo que no podía controlarse, en un instante apareció un tercero, totalmente diferente.

Tulcea: Entonces vimos subir eso, reíamos mientras lo dejábamos perderse porque se veía marginal. Abandonada ahora de una enorme melancolía. acepté la soledad. Sentí entonces mucho pudor por esta pasión indigna.

Primero ella tiende el arco apuntando hacia él, luego deja el arco de lado. No se trata de un bandido, su intención es cortejar en el debido plazo. Al acudir allí cae la lluvia, la multitud de dudas se desvanece.


El libro Cierta Femenina Oscuridad publicado en Editorial Cuarto Propio en 1996.

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