SEÑORAS
Y SEÑORES!:
EL SHOW DEBE CONTINUAR.
Desde Chile, Andrea
Carolina Gálvez.
Cada
vez que Alex de la Iglesia nos entrega una cinta, hace estremecer. Y
para colmo, lo hace para mostrarnos las más extremas y escondidas
condiciones humanas.
Hizo lo suyo con
El día de la Bestia (1995) y con Perdita Durango (1997). Ahora
llega a las pantallas nacionales con "Muertos de risa", un filme inconfundible
y lo mejor de todo, que es como para morirse.
uertos de risa" es la
historia tragicómica de dos humoristas de poca monta, Nino y
Bruno. Dos personajes interpretados por Santiago Segura (Nino) y el
gran Wyorming (Bruno), quienes darán vida a una narración
fascinante y despiadada.
Con la primera escena
de esta obra, De la Iglesia se da el lujo de bofetearnos con el final.
De golpearnos con las luces de los autos corriendo a toda velocidad
a través de un túnel, donde Nino y Bruno son perseguidos
en una carrera infernal por la policía. Nos aturde con las pausas
transmitidas desde un set de televisión. Nos ciega con la presencia
de un gran número de público esperando un show: el espectáculo
de Nino y Bruno, el cierre final de dos maestros del humor en la televisión
española.
Pero lo que encierran
las luces, es lo que toda persona esconde por dentro. "Muertos de risa"
es también una reacción a toda esa suciedad: la envidia,
la apariencia, la codicia y la violencia.
Porque la razón
del éxito de esta pareja, como podrían ser nuestros propios
Melón y Melame, no radica en la creatividad de sus chistes o
en la comicidad de sus gags, sino la espectacularidad de sus ironías
personales, de sus golpes bajos y de la violencia física, que
se hará presente con una pequeña cachetada de Bruno a
Nino y que por más de 20 años, se transformará
en una comidilla de esquizofrénicas escenas.
Alex de la Iglesia,
a través de una imagen cruda, oscura, de ambientes agobiantes
nos hará traspasar el humor para llegar a una descarnada realidad,
una envidia mutua que los va carcomiendo por dentro. Sentimiento que
está muy bien logrado con la escena de los autógrafos
a unas pequeñas, pero que al rotar la cámara nos chocamos
con unas espaldas de Nino y Bruno, agujereadas por gusanos putrefactos.
La vida de ambos
ha sido muy diferente y el comienzo de su carrera profesional, es como
la de muchos. Nino, quiere ser cantante, pero su regordete figura y
su malograda voz no encuentran eco en ningún productor. Su personalidad
tímida e introvertida hacen de Nino un personaje que se ampara
con los demás, con cábalas, con promesas.
Bruno, en cambio, es
un tipo erguido, bien parecido y muy canchero. Su sueño es llegar
a la televisión, al show business, dispuesto a pasar cuánto
casting le pongan por delante.
El encuentro de ellos
es casual, en un bar de mala muerte de los años '70, en una España
marcada por la dictadura, militarizada y rígida. Su unión
será producto de una venganza. Unos soldados asaltan y queman
el pub en que Nino imita a su alter ego, Nino Bravo y Bruno al intentar
defenderlo de la mofa de los militares, dará inicio a lo que
pudo ser una bella amistad.
Pero De la Iglesia no
se queda en ese fascinante sentimiento, sino que los lleva a un casting
para la televisión española, donde no tienen éxito,
pero conocen a Julián, un productor de artistas, y será
él quien les dé el empujón para armar una dupla
del humor.
Sin embargo, "Muertos
de risa" no sólo tiene una lectura política sobre la transición
española en los tiempos de Franco hasta los años '90,
sino que también se observa lo acostumbrados que estamos como
público a ver violencia en la televisión. La caracterización
de Nino y Bruno está tan bien hecha que no deja al azar ningún
eslabón. Porque el final, que es el principio de la película,
nuestros protagonistas se visten, se maquillan y se enfilan para continuar
con el show: matarse de la risa. Y literalmente, porque es tanta la
intolerancia que se tienen que sólo les basta morirse.
En este principio de
siglo es tanta la familiaridad que tenemos con los llantos, con la sangre
y las muertes, que verlas en la instantaneidad de la televisión
chilena nos parece algo diario y lo peor de todo, normal. Los noticieros,
los programas de las 10 de la noche, los programas de la tarde, deben
y necesitan de estos elementos, porque sino el maldito rating no sube.
Nino y Bruno nos muestran
estos tétricos elementos, desde sus comienzos hasta su auge,
que los lleva a ser ricos y famosos, acosados por la prensa y las fans,
pero también nos muestran su caída. Una persecución
mutua, donde uno centrará toda su vida en vigilar al otro. En
planear, en maquinar y hacer explotar ese egoísmo de la manera
que mejor conocen: muriéndose de la risa (del público).
España;
1999
Español,
color, 113 m.
Dirección:
Alex de la Iglesia
Intérpretes:
Santiago Segura (Nino), el Gran Wyoming (Bruno), Alex Angulo (Julián),
Carla Hidalgo (Laura), Eduardo Gómez (El pobre Tino), Jesús
Bonilla (Sargento golpista).
Guión:
Alex de la Iglesia
Música:
Roque Baños
Fotografía:
Flavio Martínez
Montaje: Teresa
Font
Diseño
de producción: José Luis Arrizabalaga
Vestuario: Lala
Huete
Producción:
Andrés Vicente Gómez para LolaFilms S.A.