Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 31.
12 de Julio al
12 de Agosto de 2001.

LA BRUJA BUENA
(CUENTO PARA ADORMECER A DANIELA O,
EN SU DEFECTO, A QUIEN LO NARRE)

Desde Chiapas, México: Humberto Yannini Mejenes

En una colina encantada, había un castillo de altos palacios donde vivía un rey con su familia. El castillo estaba rodeado de unos canales de agua que unos feroces cocodrilos resguardaban con recelo, y tenía un puente levadizo en la fachada frontal que permitía la entrada o salida de los carruajes. Por las noches, se encendían unas antorchas que estaban estratégicamente colocadas en los muros perimetrales del castillo, lo cual permitía a los centinelas avizorar la presencia de algún visitante. Ahí habitaban además del rey, la reina, sus tres hijas, la servidumbre y una hada madrina.

La mayor de las princesas se llamaba Estefanía. Le seguía Sofía y la más pequeña era Daniela, quien sin saberlo guardaba un secreto que hubiera podido despertar la ira de su padre, el rey. Se trataba de una amistad un tanto peculiar que sostenía con una viejecita que llegaba por los aires sin ser vista, montada sobre una escoba y ataviada con un vestido negro que remataba en un pico en la parte superior, quien solía visitarla con cierta frecuencia. La primera vez que la vio, la princesa Daniela se asustó mucho y hasta casi irrumpe en llanto; pero la viejecita le dio toda la seguridad y la confianza de que no corría ningún peligro. Así empezó una amistad que pronto habría de enfrentar sus problemas, pues era sabido que las brujas que habitaban en los cuentos tenían muy mala reputación, y casi siempre eran portadoras de maleficios y toda clase de maldades.

La princesa Daniela sentía mucha ternura por esa viejecita que carecía de dientes, tenía muchas arrugas y caminaba encorvada por el paso de los años, a la vez que era atraída por la veracidad de sus palabras que hacían posible descifrar el futuro. Sin embargo, un día que se encontraban jugando con unas muñecas de porcelana, irrumpió en la habitación la princesa Sofía con bastante premura, y menuda sorpresa se llevó cuando encontró a su pequeña hermana hablando sola, como si no hubiese alguien más con ella. Ambas se desconcertaron. Pero la princesa Sofía lo atribuyó a la edad de Daniela y no hizo mayor comentario al respecto, y fue entonces cuando la princesa Daniela descubrió que sólo ella podía verla, y también descubrió que la viejecita llegaba de improviso cuando se encontraba sola, y que nunca la oía llegar como tampoco la veía irse. Muy pronto, todas esas interrogantes comenzaron a sembrar la duda en la princesa Daniela, quien tomó la determinación de contárselo a su hermana Estefanía.

La princesa Estefanía, núbil y enamorada de un príncipe azul como estaba, no prestó mayor atención a la confesiones de su hermana menor, incluso las atribuyó a una aventura desmesurada de su imaginación, pero no pasó por alto el episodio, y fue en la siguiente visita de su enamorado cuando sacó el tema a colación.

El sábado, día oficial de las visitas, era cuando el príncipe Guillermo acudía al castillo a visitar a su prometida. Siempre vestía de azul, y era recibido sin protocolo en uno de los salones del castillo, donde la princesa Estefanía tocaba el clavicordio, se tomaba el té y se servían bocadillos. Estando reunida la familia, un tanto en sorna, la princesa Estefanía le pidió a su hermana Daniela que comentara acerca de la furtiva aparición de una viejecita invisible. Entonces Daniela contó a sus mercedes todo cuanto sabía, haciendo un particular énfasis en los nobles sentimientos que la viejecita despertaba en su corazón.

Nadie tomó en serio sus palabras. Pero para no dejar nada al azar, la institutriz que cuidaba de la educación de la princesa Daniela, recibió la orden de redoblar esfuerzos en cuanto a llenar de información científicamente comprobada los vacíos de conocimiento que la princesa llenaba con base en la fantasía y la imaginación. Incluso la hada madrina se dedicó a cuidarla día y noche para preservarla de todo mal. Fue tan intensa y metódica la sesión de conocimiento a la que fue sometida la princesa Daniela, que pronto cayó postrada en cama víctima de una gripe que amenazaba con mermar su salud.

Y fue entonces cuando la viejecita empezó a aparecérsele en los sueños, y le contó que una vez ella también había sido una niña; que su madrastra, una mujer llena de maldad la había condenado por medio de un hechizo a vagar eternamente montada en una escoba sobre el mundo, y sólo cuando una niña la recibiera en su corazón podría entonces conjurarse el embrujo.

La princesa Daniela, consciente de que habría de tomar una decisión difícil y peligrosa, optó por albergarla en su corazón. Y la viejecita, cuya avanzada edad le impidió volver a caminar, se convirtió en una estrella para iluminar a la princesa cuando la duda y el desdén se apoderaran de ella, haciendo su luz intermitente cuando Daniela pensara en ella, además de que le tejió un pabellón con hilos de luna que la protegió de cualquier maleficio y, sobre todo, la dotó de un inmenso amor que duró eternamente.

Si quiere comunicarse con Humberto Yannini Mejenes puede hacerlo al siguiente mail: humberto_yannini@hotmail.com
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