Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 31.
12 de Julio al
12 de Agosto de 2001.

PERÚ: MODELO
PAÍS PARA ARMAR

Por Paul Cavalié, Lima, Perú.

Escena  Movida - Paul CavaliéGORRO SUGERIDO

Con motivo de los festejos por los 450 años de la creación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el elenco de ballet de esa casa de estudios, que dirige Vera Stastny preparó especialmente para esta ocasión, "Rojísimo sobre Blanco", obra concebida y puesta en escena por el maestro costarricense Rogelio López, quien es a su vez director de la Compañía de Danza de la Universidad de Costa Rica. "Rojísimo ..." representa, pues, el primer fruto de un proyecto de interrelación emprendido por ambas universidades.

TEXTO

La obra nos alcanza, desde los territorios de la danza, la visión sentimental del coreógrafo "tico", vinculado al Perú desde hace muchos años y con varias visitas y estancias entre nosotros, algunas bastante prolongadas. "Rojísimo ..." es un esfuerzo de López por plasmar en escena los referentes de su personalísima visión del país, y, lo que es más riesgoso aun: hacerlo involucrando a los bailarines sanmarquinos con sus propias vivencias, frustraciones y dudas. No ha sido entonces la sola elaboración de un simple guión, para ponerlos a bailar porque sí. Previamente, los participantes tuvieron que asumir el sufrible pero necesario camino de mirarse para adentro, intentando re-descubrirse, confrontando sus sueños y proyectos personales con el entorno circundante; El director desplegó sus esfuerzos motivándolos en esa búsqueda, para que cada uno desde su propio centro personal, intente conocer su ubicación y distancia respecto de la particular noción de país, de nación, de patria, que todos tenemos.

Escena  Movida - Paul CavaliéEl formato versátil -si vale el término- que emplea López resulta funcional para el desplazamiento de un elenco de 16 personas: cercano a veces al teatro-teatro, otras al teatro-danza e incluso al despliegue propio de la ópera-rock; el coreógrafo luce su oficio compositivo para saber ocupar todo el escenario, distribuyendo la acción en diversos planos y con distintas intensidades, imprimiéndole dinámica al montaje.

De otro lado, siempre nos despertará curiosidad - más allá de la que es propia del espectador- saber con qué ojos nos miran, cómo nos ven en nuestra condición de peruanos, qué nos puede distinguir. De allí también la tentación por evaluar los referentes que López asoma en su obra como sus claves, por más personalísimas que ellas puedan ser.

Desde un inicio se vislumbra la metáfora. Mientras, en fila, ingresan lentamente los bailarines, una voz en off nos recuerda que cuando el ser humano no halla una explicación convincente de su entorno, no le queda otra que convertirse en un "creador de ficciones". Esta primera clave nos refrescaría esa condición (¿fatal?) que los historiadores y sociólogos más lúcidos del país suelen anotar: la ausencia de un proyecto común, la convivencia de muchas nacionalidades desarticuladas todas ellas y los problemas de inserción de sus habitantes en una pretendida única "gran sociedad peruana". Al parecer, tal situación se advierte con facilidad por ojos ajenos.

Escuchamos "El Plebeyo" de Pinglo Alva y ya nos empezamos a acomodar, dicho sea de paso con una coreografía muy bien esquematizada: sobria, puntual, marcando lo suficiente con la expresividad de los cuerpos. Simpático el pasaje "danzado" con décimas de Nicomedes Santa Cruz que se escuchan en off y los bailarines con su vestuario blanco y cintas rojiblancas. Mejor aun luce la secuencia con música de "Cardó o ceniza", de Chabuca Granda: muy buena exhibición de lo que es la síntesis de una danza: su núcleo apreciado en dos o tres movimientos vitales. Graciosa la alusión al mestizaje urbano con música "chicha" de fondo y la muestra de los índices al aire al bailar, verdadero icono de dicho baile popular.

Escena  Movida - Paul CavaliéCuestión aparte son las cuñas más "teatrales", escénicamente hablando, que el director plantea en ciertos momentos de "Rojísimo ...", y que conllevan un riesgo en la medida que es mayor también la exigencia de claridad de la "información" por parte del espectador para poder identificar personajes y en todo caso, contextos. Hay, en ese sentido, al menos dos presencias recurrentes a lo largo de la obra -una mujer ataviada con traje blanco y otra, de rojo, cuyas presencias se acentúan o diluyen sin que nos quede clara la intención del director. Tratándose de un elenco básicamente joven, López apeló a elementos lúdicos que impregnaron frescura, y cierto tono testimonial de los bailarines. Por ejemplo, los breves parlamentos recitados a modo de letanía y como testimonio de confusión ("Me dijeron, me enseñaron las cosas equivocadamente") o de extravío ("Ya no sé cómo me llamó"). En mi opinión, tales momentos, aun cuando explícitos, lucieron más adecuados que aquellos en los que se juega a recitar lecturas (al coro de "¿qué pasa, qué pasa, qué está pasando?"), los cuales, por incidir en lo denotativo, arriesgan el ritmo fluido que tiene la obra en su conjunto.

El final de "Rojísimo ..." ahonda en la metáfora: significativamente se conforma una bandera peruana que, entrelazada, circula de mano en mano por todos; por ratos también la bandera cobija a todos. Aparecemos, pues, en la visión de Rogelio López, como un mosaico. Un modelo para armar. Las piezas sueltas bajo un mismo espacio geográfico. En eso coincido. ¿Consiguió López entonces, desde mi visión, re-presentarnos en su muestra? Entonces sí.

Si desea comunicarse con Paul Cavalié puede hacerlo a: paulcavalie@hotmail.com

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