Desde México,
Jorge Solís Arenazas.
NOTA:
El pasado mes de noviembre se inauguró una exposición
breve de Aldo Córdoba Lozano, reunida con el siguiente título:
«Habla el martillo. Visión de los signos de la cotidianeidad
postmoderna». Tal exposición sufrió agresiones; en
concreto sufrió de la mayor pornografía de nuestras
sociedades: la censura, llevada a términos reales por la señora
Elisa Matamoros, directora del centro cultural "Casa de las Bellas
Artes", recinto en donde tal exposición se llevara a cabo.
El pretexto de
la censura fue un óleo que representa a la Virgen de Guadalupe,
la patrona mexicana del catolicismo, con las manos y el rostro de
nuestro nuevo presidente, Vicente Fox. Sólo se arguyó
que tal trabajo, Canonización, ofendía los valores
de la gente y propiciaba quejas.
Considerando esto,
decido publicar aquí tres textos, de orden menor en todo caso,
al respecto. El primero es una carta al creador; el segundo constituyen
palabras que he dirigido a la presentación de tal exposición;
el tercero es una carta que dirigí, sin éxito alguno,
a diversos medios de comunicación, con el fin de denunciar
la cerrazón de la funcionaria que ha optado por difundir prejuicios
antes que por impulsar el trabajo cultural de su propia comunidad.
A Aldo Córdoba
Lozano: martes 28 de noviembre de 2000
Estimado Aldo:
Aprovecho la ocasión
de tu primera exposición breve, «Habla el martillo. Visión
de los signos de la cotidianeidad postmoderna», para dirigirte
algunas palabras abiertas sobre tu trabajo, de suerte tal que insistiré
en un par de cuestiones que, para ti, resultarán datos obvios.
La razón que me lleva a esto es, naturalmente, el acotar ciertos
elementos que permitan al público dibujar con más amplitud
un contexto mínimo de todo lo que a continuación he
de referir.
Bien. No creo que
partiendo de elementos generacionales pueda ser explicado cualquier
problema social, independientemente de las determinaciones concretas
que presente, demarcando su índole concreta. No obstante, ciertas
coyunturas históricas imponen la revisión de ciertas
cronologías, de ciertos datos de superficie, pertenecientes
a una generación estricta. Pero debe añadirse algo:
tales consideraciones generacionales no explican nada en absoluto,
apenas son útiles para abrir un panorama de constitución
de posibilidad de ciertas obras, para situar esto en el acontecer
de la creación artística. Sabemos, por ejemplo, que
la poesía de Ramón López Velarde, sin la gesta
revolucionaria de 1910, sería algo meramente externo. Ocurre,
también, con el movimiento muralista mexicano, que tanto nos
ha desvelado a ambos. De igual forma, podemos hablar de "los poetas
de la República" en aquel proceso democrático contra
las fuerzas totalitarias del franquismo, o de otros complejos históricos
más. Sostengo que para ubicar la obra que has emprendido hay
que dictar un par muy tenue de consideraciones, como las antes indicada,
toda vez que de éstas surgen las directrices que acompañan
tu trabajo, hasta ahora.
Alrededor de finales
de la década de los sesenta, toda la posterior, en los setenta,
y el primer lustro de los años ochenta, se desarrolla una alteración
en la relación establecida entre fuerzas diversas y heterogéneas,
en un nivel mundial. Menciono los que de forma intempestiva me vienen
a la mente, sin respetar cronología o jerarquía posible:
la guerra fría, la invasión de Praga, las diversas revueltas
estudiantiles y obreras en 1968, incluyendo el genocidio en nuestro
país; la plaza de mayo en Argentina, el asesinato de Ernesto
Guevara de la Serna, el "Che"; la Revolución Cultural China,
la irrupción de diversas guerrillas rurales y urbanas en el
ámbito nacional, la emergencia de fuerzas revolucionarias en
los países periféricos, con especial ahínco en
América Latina; Cuba; Vietnam y su correlato necesario: la
globalización "de la resistencia" que se expresaba cada vez
en una forma más "local", así como la irrupción
de movimientos civiles en E.U.A. de "las minorías"; las ortodoxas
y heterodoxas marchas del neoliberalismo, las "democracias formales"
socavadas con financiamiento de organismos capitalistas; las dictaduras
del cono sur, especialmente el golpe a Allende en La Moneda;
el aislamiento de las guerrillas y el cambio de paradigma en la represión:
de la represión abierta y masiva, a la selectiva y silente;
la Guerra de Baja Intensidad; El Salvador, Nicaragua, Perú,
Colombia, la teología de la liberación y las guerrillas
fabricadas desde las universidades públicas; la elitización
de tales centros educativos; el cambio paradigmático, también,
de la guerrilla del foco guevarista a verdaderos ejércitos
masivos de liberación nacional como el FMLN o el FSLN; los
sismos en México o un poco antes en Nicaragua, el bloqueo a
Cuba, etcétera.
Menciono lo anterior
dado que a partir de estos acontecimientos se configuró en
todo el mundo un frente argumentativo indirecto de importancia cardinal,
que ya se había iniciado con la revolución de octubre,
en las dos guerras "imperialistas" de occidente, y con el ascenso
de las dictaduras, especialmente en España, Italia y Alemania.
Se trata de varios problemas en realidad: las implicaciones políticas
en el arte, de donde deriva el papel que el creador ha de jugar en
los diversos procesos políticos, y aún de forma más
radical, el papel del arte en la sociedad contemporánea; el
tipo de arte por el cual debe optarse; la disyuntiva entre
nacionalismo e internacionalismo, entre otros. Esto, en consecuencia,
generaría, en nuestro país, un concreto ejercicio artístico
de primer orden, como en los Revueltas o en Siqueiros. Aún
hoy tenemos tales ejemplos de lo anterior: José Hernández
Delgadillo, Roberto López Moreno, Leopoldo Ayala, entre otros.
Están, por ejemplo, los de la música política
popular, como Gabino Palomares o los Nakos. Murió hace poco,
también músico popular de la canción de protesta,
José de Molina. Murió, casi al mismo tiempo, la excelente
pintora, artista visual en general, Leticia Ocharán.
Aquí surge
una pregunta: qué ocurre que, justamente, después de
este grupo heterogéneo de creadores, la distancia entre arte
y política parece cada vez más infranqueable. Parte
de la respuesta, hipotética, he tratado de lanzarla en mi serie
de ensayos El ciempiés y la encrucijada, el cual conoces.
De este punto trataré de adoptar notas para situar tu trabajo.
Nosotros pertenecemos
a una generación que encuentra todo lo anterior como algo radicalmente
lejano. Pareciera, en realidad, que no acontecieron dos o tres décadas
cuando mucho, sino verdaderos siglos. Nos ocurre, pues, no sólo
con la revolución mexicana de 1910, o con la rusa siete años
después. Sino con la disolución definitiva de tales
gestas. También parece que Vietnam, los procesos conducidos
por el FSLN en Nicaragua y el FMLN en El Salvador, o un poco atrás
la revolución Cubana, son esferas plenamente exteriores. Somos,
en realidad, una generación que ha crecido sin paradigmas de
lucha, ni en esquemas prácticos ni en lineamientos teóricos:
recordemos que en los años de 1989 a 1991, es decir, entre
la caída del muro de Berlín, y la ruptura, por lo menos
tendencial, de la U.R.S.S. y de todo el bloque socialista, no teníamos
siquiera una década de vida. Pero, por lo mismo, nos separamos
también de las famélicas voces bajo la tutela de F,
Fukuyama: no hemos tejido sobre nuestras espaldas, agotándonos,
los discursos del fin de la historia y la victoria final e irrecusable
del capitalismo y las democracias liberales. Aún así,
somos la generación que ha crecido con problemas demográficos
inconmensurables; con la masificación horrenda del VIH; con
la masificación, también, de la tecnología: resulta
que, para nosotros, por ejemplo, una familia carente de televisor
o radio es, casi, inconcebible y mítica, como empieza a ser
nuestra percepción del uso de las computadoras, y la www; hemos
sido testigos de la "desaparición" casi absoluta de África
en la historia universal; el proceso de fetichización de la
mercancía es, para nosotros, más natural que para las
anteriores generaciones, y esto puede cuantificarse a partir de la
transformación impertérrita de la publicidad y la mercadotecnia;
vivimos con un estruendo enorme la crisis ecológica; etcétera.
Pienso que hay aquí
ya un primer elemento para reconocer las condiciones de formación
de tu propuesta, como condiciones de posibilidad de creación.
Se trata de la ruptura, no suturada, con los paradigmas tradicionales
de lucha que, inicialmente, se han entendido en términos ideológicos.
Superado el dualismo que estableció tensión entre
"socialismo y capitalismo", se ha tornado posible igualmente superar
otro dualismo, entre la reforma o la revolución. Pienso que
tu trabajo Paradigmas no podría entenderse sin estas
consideraciones. Tampoco la propuesta, basada en un ejercicio de serigrafía,
que has realizado con la figura del "Che", como apunte crítico
a los fanatismos demagógicos de la supuesta "izquierda".
Por otra parte, trataría
de acotar tres o cuatro transformaciones de relevancia que han marcado
el criterio alterativo, crítico, de tus trabajos. A propósito
he omitido la categoría ambigua de "arte político" dado
que me parece tautológico el recurso.
Bien. Los elementos
a los que me refiero son la irrupción de un movimiento civil
cada vez más férreo que, en un esquema estrecho, podría
ubicarse en los años finales de la década de los ochenta,
es decir, de forma paralela a la caída del muro de Berlín.
Me refiero, por una parte, al proceso en que fue impuesto Carlos Salinas
de Gortari con la ya conocida "caída del sistema", orquestada
de forma ilegal, por supuesto. No me interesa, aquí, la convergencia
que podría existir con el referente del partido que entonces
impulsó a Cárdenas. Lo que trataría de destacar
es otra cosa: la clara manifestación de que los movimientos
civiles podrían ser realmente efectivos, incluso a pesar de
los signos autoritarios del régimen. Aún más:
que tales síntomas de autoritarismo impulsaban un paradigma
civil de lucha. Las revoluciones fundacionales son excepcionales,
en principio y por definición; las reformas son intrasistémicas;
la transformación, que es un proyecto comunitario, consensual,
de largo plazo, es un proceso más incluyente y más efectivo
ante la marcha del neoliberalismo. Por lo menos la idea de la historia
mexicana parece no desmentir tal afirmación, ciertamente tan
accidentada.
También debería
mencionar que tales movimientos civiles no son opuestos, sino complementarios,
a ciertas experiencias armadas, del viejo cuño guerrillero,
que puedan presentarse, salvo por una condición: que estos
procesos vean el recurso armado como mero tránsito, poniendo
como primordial los procesos intersubjetivos de generación
de un acuerdo posible con validez y legitimidad. En este tenor, 1994
debió marcar las posibilidades para la emergencia de tu trabajo.
Me refiero, es obvio, a la salida, ante el ojo público, del
EZLN, que rompe con ciertas posiciones de la guerrilla cerrada tradicional
justamente por abrogar el papel militar ante la necesidad de la participación
de aquel extraño y, sin embargo, tan común término
que Gramsci acuñara: la sociedad civil.
Como consecuencia
de esto se viven varios procesos. Destaco dos: el relevó, por
fin, del partido gobernante, a partir de la designación electoral
de Vicente Fox como nuevo jefe del Ejecutivo, y la derrota, un poco
aletargada, del PRI, el antiguo partido de Estado, en primer lugar.
Lo otro te compete directamente: se trata de 1999: la huelga que se
emprendió en la UNAM.
Ahora, no puedo analizar
cada uno de estos elementos; ni siquiera mencionar otros de vital
importancia que, sin duda, han marcado ciertas líneas, o ciertos
problemas, de tu trabajo. Sirva todo lo anterior para cifrar cierto
contexto general.
El trabajo que has
emprendido tiene dos líneas inmediatas: primero, asumirse como
arte ante ciertos efectos negativos de la totalidad funcional e institucional
de la sociedad, es decir, ser un arte que asimilando su naturaleza
política, dirige su lógica creativa como crítica
ante los establecidos edificios de la clase política, y en
general de elementos de la sociedad que precisan una minuciosa crítica
negativa.
En segundo lugar,
tu ejercicio es una revitalización de ciertos elementos de
la vida cotidiana en México a partir de una elaboración
conceptual. Para esto te has situado en medio del pop art y
de ciertos diseños heredados desde el dadaísmo. De aquel,
has heredado el uso de técnicas que recogen la cotidianeidad
y le dan cargas expresivas en un trazo conceptual; de éste
último, has elegido la lógica de construcción
del concepto mismo, partiendo de elementos lúdicos cardinales,
de las facetas de transgresión, desde ciertos elementos técnicos
hasta los carriles de los materiales empleados, etcétera.
La formación
del concepto es un proceso racional; no obstante, como Lezama Lima
dijera en torno a la poesía y sus asombros, la creación
no es racional ni irracional: ni se encierra en los vericuetos de
una lógica ni en los hangares ilógicos. Aquí,
hay que advertir, pues, algunas cosas en torno a tu trabajo plástico
en cuanto opción conceptual. Lo importante es entender, me
parece, los niveles diversos de la recepción de tales trabajos.
Por principio, me parece que tienen una carga reflexiva adecuada,
mas su lenguaje "emocional", si es permitida la expresión,
debiera ser construida con ahínco mayor, pues ésta será
la condición primera para que el planteamiento discursivo crítico
de la obra mantenga márgenes más amplios. Es decir,
puede percibirse cierto descuido en tus trabajos en torno a la emotividad,
acaso por la atención a su carga significante. Esto,
me parece, le resta un poco de fuerza. No obstante, aquí también
puede leerse otro mérito: se trata de una propuesta que, partiendo
de elementos cotidianos, realiza una crítica a tal esfera de
la vida común, diaria. Y lo hace de forma sutil, un poco velada,
de suerte tal que la obra requiere una participación mayor
del interlocutor, para desvelarla en toda su amplitud, distinguiéndola
del elemento primario. Así, en las alteraciones que has efectuado
con la propaganda electoral.
En este mismo trampolín
conceptual debo decir que los temas que has elegido para su revisión
deconstructiva me parecen de lo más afortunado: clericalismo
en la clase política enraizado en la intolerancia y el fanatismo;
narcopolítica; demagogia de la moralización de la "izquierda"
unilateral; la vigilancia que se ejerce con el advenimiento de la
estadística social en fetiche y aparato de control; la homogeneización
de procesos que, al masificarse, excluyen cualquier posibilidad, por
remota que sea, del desarrollo del sujeto; la mercantilización
del sujeto, su alienación dentro del capitalismo, para hablar
la expresión de un Marx temprano, toda vez que el contexto
actual de las sociedades imponen al mercado como institución
central, y desde aquí todo lo incluyen dentro del parámetro
de las mercancías; la putefracción de un partido de
Estado; etcétera. Pero aquí mismo surgen dos cuestiones.
En primer lugar, me
parece que tu trabajo debió extenderse a otros temas de crucial
importancia pero que ni siquiera son atendidos aún de forma
cabal. Algunos de éstos ni siquiera son comprendidos todavía
como problemas. El ecocidio por parte del capitalismo es uno de tantos;
mencionaría también los ataques a la diversidad sexual,
la creación de la infancia con su acto concomitante,
la imposición de una infantilización apócrifa
y exterior, como Deleuze lo describiría; la volatilización
de ciertas libertades democráticas, la biopolítica,
especialmente en campañas de control de la natalidad o prevención
del VIH, entre otros. Es obvio que un solo trabajo no cumplirá,
jamás, su papel de denuncia y crítica a todas las posibles
negatividades que dentro de una sociedad se ejercen. No obstante,
tener tal noción como programa mínimo de construcción
fungirá como patrón regulativo de las capacidades
comunicativas de la obra en cuestión.
Así, paso al
segundo señalamiento, que es, en realidad, el motivo central
de la presente misiva. Tú mismo has advertido que la realización
de ciertos trabajos, es decir, sus procesos de formación y
enriquecimiento plásticos, no siempre resultaron ser aptos,
con acuerdo a la idea general y, especialmente, a su contenido significante.
En pocas palabras, que la realización de algunos trabajos pudo
ser aún más óptima, revitalizando así
sus líneas conceptuales. Falta, ahora, la pregunta por las
causas de tal problema. Y antes, definir el objeto mismo de la pregunta,
con acuerdo al ser que debe ser interrogado. La respuesta es inmediata:
no hay que buscar tal explicación atendiendo a otra cosa distinta
a los trabajos mismos. En ellos, me parece, hay que buscar las formaciones
conceptuales en su inclusión a los procesos plásticos,
generando sus lenguajes correspondientes. Pero, en todo caso, no hay
que admitir al concepto como algo ya elaborado, sin otro problema
que el de su exteriorización en el vehículo plástico
correspondiente. La pregunta debe ser desde la misma formación
del concepto, ya que es claro, desde mi punto de vista, que la formación
misma del concepto hace posible la realización material, plástica,
de la obra. Y, en este sentido, valdría preguntar si los problemas
de realización no son, en el fondo, problemas de elaboración
conceptual.
Mi respuesta sería
afirmativa. Sostengo que el trabajo por la formación del concepto
fue adecuado en tanto logró problematizar ciertos hechos
concretos. Pero, de todas formas, me parece que debieron ser más
sólidos en su fundamentación, buscando más profusión;
no debe restringirse su papel al de la denuncia, ya que crítica
incluye mucho más: se trata de "poner en crisis los fundamentos"
de algo, y para ello se requiere de un proceso analítico más
acabado. Supondría, ya que no trato de ejercer un dictado asertórico,
que es aquí en donde faltó cuidado, para que el punto
de partida de la obra tuviera madurez en términos más
estrictos. Es obvio que una obra de plástica conceptual no
explica problema alguno. Su funcionalidad es complementaria y, de
hecho, más indeterminada. Empero, requiere tener un nivel de
explicación desarrollado para partir en la búsqueda
(búsqueda que se traduce, finalmente, en construcción)
de sus lenguajes concatenados en los elementos técnicos de
realización material.
Esta misma sospecha
desde el concepto mismo implica la exploración por los materiales
correspondientes, así como por el uso de éstos y las
posibilidades técnicas que brindan. Por ejemplo, la electrografía
Óleo de niño con taco, contiene la crítica
a un hecho central dentro del capitalismo: el fetichismo de la mercancía,
para emplear ahora el término de un Marx maduro. Y justamente
de una forma más radical: el fetichismo de la mercancía
con su forma atroz de cosificación del sujeto. Todavía
más: tal proceso como realidad que se cierne esencialmente
sobre la mujer, operando así en una subsunción cosificada
del sujeto, en cuanto consumidor, pero a la vez operando una exclusión
desde el género, y sus problemas. Esta obra, que denuncia un
hecho letal, fue, a mi parecer, la de problemas más pronunciados
en su realización. Su tratamiento técnico de elaboración,
es decir, el proceso de digitalización de las imágenes
para su comprensión final, fue inadecuado; esto se hace extensivo
a la superficie que, según me parece, pudo ser parte vital
para la obra: insisto en que tal trabajo debe buscar una superficie
que infunda mayor fuerza a la serie de imágenes planteadas,
uniéndolas en otro plano.
Con todo, pienso que
la exposición breve cumplió con objetivos de suyo complejos.
El trabajo Canonización, óleo de la Virgen de
Guadalupe con el rostro y las manos de Vicente Fox, representando
el clericalismo y el conservadurismo de ciertos sectores de la clase
política mexicana, fue considerado por mí, al inicio,
como una de las obras menores de la exposición. Ciertamente,
aún creo que su exposición conceptual es de las menos
elaboradas. No obstante, los efectos que ha desatado son muestra clara
de que su expresividad sí ha logrado socavar ciertos fundamentos.
Y esto no sólo por la imagen en sí, sino pro el tratamiento
de la misma, ya en el nivel conceptual, ya en su realización
desde su fuerza, su lenguaje y su emotividad. Todas las voces intransigentes,
revestidas de prejuicios injustificables, que motivaron su censura
parte también de todo esto. Todo lo cual acusa que el trabajo,
en lo fundamental, cumplió sus críticos objetivos, y
emprendió un factor de comunicación más amplio
que el esperado. La censura no enriquece el trabajo, pero sí
devela su capacidad, antes insospechada.
Para concluir creo
que tales trabajos tienen un alcance demasiado grande, que debe valorarse,
atendiendo a sus elementos intrínsecos y a la operatividad
que puede adquirir en el contexto de la sociedad mexicana. Destrozan
cualquier posibilidad de simple protesta y abren la posibilidad efectiva
de la interrogación, del cuestionamiento, base primera de impulso
de todo disenso. Esto es, fungen como testimonio de la heterogeneidad
del ser; y al reivindicar ésta son piezas desde una lógica
alterativa. Admiten su historicidad y eso les impone otro rigor: la
pregunta por sus propios límites y sus relaciones externas,
con consecuencias de sus niveles significativos como de apropiación.
Esto es, en tanto admite su historicidad, está cuestionándose
por sus internos problemas a priori y por sus relaciones diversas
heredadas ulteriormente, cuestionándose por sus retos a
posteriori. Pienso que esta doble naturaleza de pregunta de la
obra por la obra misma le imprime el sello de su potencial.
Salud.....
Jorge Solís
Arenazas
Con su fiera sutilidad,
el poeta Juan Bautista Villaseca decía que no sólo
somos de metal y miedo. Tal aseveración, por lo menos,
se tambalea ante la fría vida cotidiana en el contexto del
capitalismo: cifras, tiempos virtuales, movimientos maquinales del
todo. En efecto, el contexto discursivo de la postmodernidad sólo
parece indicar que no hay más ingrediente que el complejo amalgamado
desde el miedo y el metal. No obstante, esto no contradice sino reafirma
la categórica sentencia del poeta: porque si somos únicamente
la mezcla del helado metal y el polvoriento miedo, es que no sólo
somos de metal y miedo. La citada paradoja se hace concreta y clara
con los trabajos de Aldo Córdoba que hoy se reúnen,
en una exposición breve, bajo el título de Habla
el martillo.... En ellos hay denuncia de nuestros dos elementos
exclusivos, pero este ejercicio implica otro significado: el proceso
de distanciamiento con respecto de esta reducida mezcla que hoy parece
conformar el presente, y de éste, la fórmula ambigua
que conocemos como lo cotidiano.
Si la muerte, el tiempo
quebrantado por otro tiempo apócrifo, la desolación,
la angustia existencial, la miseria constitutiva en niveles materiales
y espirituales, etcétera, son realidad cotidiana de lo postmoderno,
el juego de los nudos entre creación y crítica diluyen
el primer sentido de tal estado, mostrándolo como radical absurdo.
Pero jamás se invoca con esto la sustitución de un sentido
por otro; únicamente se está mentando la posibilidad
de una subjetividad nueva: se trata de reiterar hasta el hartazgo
la demanda histórica más férrea: la necesidad
de una sociedad que surja del diálogo: la necesidad de un diálogo
que convoque consensos: la necesidad de consensos que se problematicen
y potencien a su diferencia: el disenso, lo otro, lo heterogéneo:
la pluralidad.
Estamos ante una propuesta
artística que asume las connotaciones políticas de su
obra pero que no puede medirse con los paradigmas tradicionales, toda
vez que no se trata de un "arte de protesta" o "arte de izquierda",
sino de un "arte crítico" que, más allá de toda
ideología, cuestiona la identidad y la misma búsqueda
de ésta. Con ello, forma parte de una transformación
más profunda. Esto también se explica por su contexto:
la generación en la cual se desarrollan estos trabajos, la
generación del mismo artista, se distancia de todos los ejemplos
históricos que habían servido como paradigma de lucha,
como la revolución cubana o los procesos en Nicaragua y El
Salvador. Pero también está lejana de las caídas
del socialismo nominal, del muro de Berlín, y con ello, de
todas las voces conservadoras que sólo clamaban fin de las
utopías e innocuidad de la esperanza. Se encuentra más
próximo a movimientos desatados a partir de 1994, desembocando
en 1999, en donde se deja de configurar un modelo único de
participación comunitaria. Esto explica que más allá
de sellos ideológicos, la propuesta de Córdoba mantenga
sólo la lógica de la pluralidad y el rescate de la diferencia,
de la alteridad.
Aldo Córdoba
toma éste y otro puñado de herramientas para destacar
sus intereses, sus preocupaciones, sus heterodoxos amoríos
con la infinidad del valor estético entendido como capacidad
de crítica hacia el presente; es decir, capacidad de la creación
misma del presente, como experiencia estética. Para ello, se
sitúa en dos terrenos aparentemente lejanos. Por una parte,
del por art asimila la importancia del concepto en el
ser mayor que es la obra; color, forma, etc., se vuelcan internamente
sobre el eje cardinal de lo conceptual. Esto implica un diálogo
desde la construcción reflexiva del papel de la obra hasta
la herencia de los materiales cotidianos transformados en la práctica
estética creativa y recreativa mayor.
Por el otro lado,
toma la herencia dadaísta al entender que la construcción
conceptual obtiene sólo su congruencia al lograr la unidad
entre la criticidad de la obra con sus valores intrínsecos.
Con esto, se sitúa en el nivel más contundente del concepto.
Así, aborda temas diferentes: el fanatismo, la vigilancia jerárquica
en la sociedad vivida como panoptismo, la narcopolítica, la
trivialidad que se impone en la clase política, la demagogia
que en nombre de una supuesta revolución inexistente reproduce
la moral totalitaria de su objeto de crítica aparente; los
estragos de la guerra, en sus varias formas de manifestarse, el totalitarismo,
la intolerancia. Finalmente, expresa, como el poeta, que no sólo
somos de miedo y metal, y por ello la luz no va como una piedra
al pecho.
Para concluir, puede
acudirse, en un recurso acaso tramposo, al viejo Nietzsche, ocupando
su viejo aforismo como introducción al ejercicio de Córdoba
Lozano: se trata de inter-pretar como un mal, una enfermedad y
un vicio, aquello de lo que nuestra época está orgullosa
con justo título.....
18
de noviembre de 2000.
Sra. Directora Carmen
Lira S :
El pasado martes 22
de noviembre de 2000 se celebró la inauguración de la
exposición de arte conceptual «Habla el martillo. Visión
de los signos de la cotidianeidad postmoderna», del artista visual
Aldo Córdoba Lozano, en el Centro Cultural Casa de las Bellas
Artes, de la delegación política Magdalena Contreras.
Dicha exposición
se componía de 11 trabajos que analizaban por la vía
plástica algunas realidades cotidianas del espectro político
y social mexicano: la clase gobernante, los partidos políticos,
la narcopolítica, el panoptismo, los estragos del neoliberalismo,
entre otros. Desgraciadamente, uno de estos trabajos, de título
Canonización, motivó la censura por parte de
la funcionaria Eloísa Matamoros, directora del recinto mencionado.
Se trata de un óleo que representa a la virgen de Guadalupe
con las manos y la cara de Vicente Fox.
La razón exclusiva
que se arguyó para cometer tal atropello a la libertad de expresión,
que constituye, reiterado sea de paso, la esencia de la democracia
y de las manifestaciones artísticas, fue considerar que "ofendía
los valores de la gente". Además, el suceso es grave por la
actitud de cerrazón que las autoridades "culturales" del lugar
mostraron, en cuanto ignoraron la disposición del artista de
explicar a la gente que se había quejado, cuál era el
contenido real del trabajo, que nunca pretendió ofender a nadie.
Ante este hecho,
deseamos manifestar nuestra denuncia enérgica. De sobra cualquier
argumento contra la censura; de sobra la censura misma. Sólo
resta esperar que el Gobierno del Distrito Federal que comienza ponga
más atención en sus criterios de política cultural:
desde ninguna perspectiva es válida una sociedad basada en
algún tipo de censura e intolerancia.
Agradece su atención
Jorge Solís
Arenazas