ANTOINE KNIBILY, MISIONERO
Y ARTISTA.
Por: María
Soledad Mansilla Clavel
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Antoine
Knibily en Quiche,
Guatemala, 1989.
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Cuando el artista es
un sacerdote, esperamos de él algo así como pintura
de corte religioso, y también, porqué no decirlo, pensamos
de antemano que se tratará de una obra del tipo "clásica".
Al encontrarnos frente a un despliegue fenomenal del color y de la
materia, en variadas temáticas, ciertamente nos sorprendemos.
Es el Padre Antoine Knibily, nacido en Alsacia en 1920, ordenado en
Francia en 1945 y que estuvo destinado en Chile desde 1947 por muchos
años. Hemos tenido la oportunidad de ver su obra en nuestro
país, en una especie de retrospectiva, de modo que las más
antiguas aparecen fechadas en 1961, otras en las décadas del
setenta, ochenta y noventa y también las hay del 2000.
Antes de analizar
la obra, debemos conocer a la persona y al nacimiento del artista,
cuya vida estuvo marcada desde la niñez, por una intensa y
dolorosa soledad. El mismo cuenta en una pequeña biografía:
"A los 18 años, siempre internado, y privado de todo cariño
humano, de repente, en el fondo del patio, una tarde de verano, sediento
de ternura, abracé el tronco de un árbol, sollozando.
Dos años después, al entregarme totalmente a Dios, corrieron
abundantes lágrimas, de profunda felicidad, esta vez. A los
25 años, en la primera Misa, otra vez, la unión más
íntima con Dios, se tradujo en lágrimas de amor: estaba
enamorado del Señor..."
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Foret
Magique.
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Después de su
ordenación, le toca enseñar francés y religión
en el Colegio de los Sagrados Corazones. Mas tarde recorrió
los cerros más pobres de Valparaíso. A los 33 años
es enviado a Chiloé, donde conoce el alma sencilla y sincera
de sus nativos. Contrae el tifus. Dos años más en que
dedica su vida a los pobladores mas pobres de Santa Inés. Será
luego la vida de los pescadores del pequeño puerto de Caldera,
la que compartirá, labor que desempeña simultáneamente
con el puesto de capellán del Regimiento Atacama.
En 1958, decide
vivir día y noche en el basural de la Nueva Matucana, en Santiago,
junto a miles de desechados de la sociedad, "En medio de la mugre
y de las pulgas". Su entrega fue total, hasta el colapso de su sistema
nervioso. Esos dolorosos momentos fueron los escogidos por Dios para
regalarle un camino diferente para expresar su Amor a Dios y contárselo
al mundo: El camino del arte.
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Corazón
traspasado.
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"Todo lo reprimido
durante años iba a estallar, en una búsqueda de luz...de
alegría... de fuerza de amor y de paz... a través de
los colores y de la vida del movimiento".
Los triunfos
fueron esquivos. Algunos pequeños éxitos pudo ver en
París y en Chile. Luego vendrían los rechazos y humillaciones,
engaños, asaltos, "tristes aventuras" e injusticias de la "cruel
selva de cemento de los rascacielos de Nueva York", lo que lo volvía
a poner del lado de los más pobres.
En 1968, la famosa
galería "Le Drap d'Or" de Cannes le honra exponiendo sus pinturas
junto a las de Renoir y Picasso. En 1983, veintisiete pinturas suyas
se mostraron en el Museo Impresionista Petit Palais de Ginebra. En
1992 y 93 llega el triunfo, con grandes ventas en el Japón,
que le permiten iniciar su proyecto de ayuda a los mas pobres de distintas
latitudes. En 1994, Nueva York le acoge triunfalmente, después
de haberlo despreciado por tantos años.
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Hijo
Pródigo
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En
memorie d'Abdel
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Tout
ensoleille, Antoine Knibily.
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Aquellas obras primeras
de los sesenta, hermosas, nos muestran un colorido más oscuro
y recogido que en los años venideros, introvertido casi. Hay
una preferencia por los lacas de garanza, aún acentuados hacia
tonos tierras, que son tonos más profundos, en "Placillas"
y "Straburgo", por ejemplo, de corte más abstracto. La primera
de ellas recuerda las simples hierbas o pastos silvestres del campo,
en una noche de luna. No hay intenciones de dibujo en ellas. La materia
en cambio, está ya presente, en hilos, como si el óleo
se hubiese agregado con un tubo delgado o jeringa, tímidamente
aún, pero haciéndose notar.
Una tela de 1972,
"Cristo Pastor", indica que el Padre Antoine fue probando otras texturas,
como la granulosa de este cuadro, hasta llegar al franco y grueso
empaste que vigoriza sus telas hoy por hoy, que ha ido gradualmente
en aumento a partir de capas mucho menos gruesas. Tratando de reconstruir
el proceso, podría existir un pequeño bosquejo previo
o dibujo directo con la pasta, que sigue la dirección de las
formas. Estas a su vez son muy sencillas, no pretenden un realismo
aunque sean figurativas y en todas ellas, incluyendo las que corresponden
a figura humana, que generalmente son composiciones religiosas, lejos
de una intención de dibujo, la hay de síntesis. Normalmente
están bordeadas de un color oscuro y el uso del negro para
destacar las formas ha ido en aumento en los últimos años,
sumándose a los elementos de expresión.
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Le
soir, Antoine Knibily.
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Cabe decir aún
que las texturas alcanzadas en los últimos tiempos, empiezan
a producir relieve, es decir, lentamente se van acercando al volumen
escultórico, aún en el muro. Y cuando corren largas
por algún tronco de árbol o sus alrededores, provocan
una cierta cinética, o dinámica de movimiento
El color es el
otro elemento que determina que las pinturas de Antoine Knibily tengan
una poderosa fuerza expresiva. Recuerda en este sentido a Vincent
Van Gogh, si bien no usa de esas pinceladas - espatuladas en este
caso - arremolinadas tan típicas del holandés. Es el
contraste y la fuerza expresiva y cromática lo que produce
la evocación, porque si tiene de impresionista la obra del
sacerdote, también tiene de expresionista y de informalista.
¿Cómo llama a esta técnica?, le preguntaron y contestó:
"No lo sé, probablemente estilo Knibily". El contraste cromático
también va en aumento con el pasar del tiempo. En "Orilla de
laguna", por ejemplo, de 1977 o "Gerardme", 1978, los colores usados
son más suaves, el contraste es menor y el tema decae en intensidad.
Lo mismo en "Veleros", de 1998.
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Toreador
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Pour
Maman cherie
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Hay más de algún
"Cristo" en que el artista se vale del reflejo o aureola para llenar
la tela de color, a la vez que engrandece con ella el halo de Nuestro
Señor. Y están los temas de flores donde el pintor despliega
toda su energía, hasta la exuberancia. No cabe duda de que
la vitalidad demostrada en sus obras obedece a esa alegría
de vivir que proviene del interior, en este caso de una vocación
profunda, convencida, consolidada al servicio de Dios y de los demás,
en que la pintura no es la excepción, sino parte; don recibido
como un regalo desde lo alto.