Larry pinta todo lo que se presenta
a su alcance.
En esto pensaba Lautréamont
cuando escribió sobre la lógica sublime
del hacer el amor a la primera persona
que sale al paso.
Larry pinta a su suegra
porque se quedaba en la casa. No pretendía
conferirle algún significado universal,
ni su opuesto. Actualmente (1962)
está pintando paquetes de cigarros
con la graciosa seriedad del Tiépolo.
No intenta decirnos que los objetos
comunes tienen su lugar
en el sistema de las cosas.
O que nada sea más importante
que ninguna otra cosa.
Resulta difícil decir qué hace.
Es una máquina como Mozart
- que ha enloquecido - y no puede
parar de diseñar sinfonías, sonatas,
todo ello maravillosamente revestido
en colores, sin que sea tampoco eso,
con exactitud.
Como se comprende, no es posible
colocarse en una posición
respecto de su trabajo que él mismo
no haya terminado de tomar, alejándose
hacia alguna llamativa inferencia
de sombra o de pastel.
Está respirando algún oxígeno
inevitable, expeliendo burbujas
en distinta luz y pudiendo
de una vez romperse.
Pero a quién le importa.
Existen sin duda hermosos accidentes
en su obra (no golfos, los geográficos;
no de carretera, los más humanos):
se pueden disfrutar si uno lo desea.
Sólo que él no podrá esperar mucho
porque está moviéndose de prisa
hacia algún sitio. ¿Qué podrá haber
de más hermoso y conmovedor
que el retrato a color de Napoleón
sobre un billete de banco francés;
qué podrá haber de más atractivo
que la propia mujer del artista?
Y sobre esto: cuidado:
señalará todas las partes de su cuerpo
incluyendo aquellas que interesarán más,
porque realmente tiene mucha prisa.
Y de paso, ¿sabía usted que se vendrá
con él? Seguro que lo hará.
Y ya no queda tiempo
para ponerse a pensar
sobre cómo es su trabajo,
porque el tren está partiendo
lentamente de la estación,
y yo aún en sus andenes.
Prémier service au départ.