Desde México:
Gabriela
Calderón
A
lo largo de esta columna experimentaremos toda una serie de sentimientos,
emociones, frustraciones, enojo e incluso rabia al enfrentarnos a
esta complicada descripción y análisis de los personajes
de caricaturas con los que hemos crecido, sufrido, llorado y hasta
querido ser.
No pretendo exaltar o
enaltecer al Anime o al Cartoon, sin embargo dentro de su desarrollo
encontramos una diversidad de características que podrían
inclinarnos hacia una parte. Tal vez se rompan algunos esquemas con
los que hemos crecido, pero nada de esto podemos evitar.
Los esquemas presentados
por los medios de comunicación nos han presentado ciertos estereotipos
que se han ido modificando con el tiempo y las exigencias del público;
las transmisiones son más abiertas, aunque la censura todavía
hace de las suyas. Esto logra que el público forme su propia
opinión y amplíe sus gustos. No pretendo decir que el
Anime es lo mejor que en esta vida nos pudo haber pasado, o que el
Cartoon es insípido y sin contenido (superficial)
El
lector podrá hacer uso de su conciencia, de su historia y su
contexto para poder apreciar y crear su opinión a cerca de
este.
Aunque sí les
prometo un viaje interminable a las fantasías y a los sueños
y recuerdos en esta vida.
Actualmente la mayoría
de los espectadores infantiles, crecen y viven a diario rodeados por
las producciones que inundan las pantallas de sus televisores, los
cuales en su mayoría son ideados, producidos y distribuidos
desde los Estados Unidos y desde el Japón, situación
que no habría de tomarse en cuenta si las horas expuestas a
estas producciones no crecieran a pasos agigantados de generación
en generación, creando individuos que llegan a asimilar consciente
o inconscientemente las imágenes propuestas por el televisor
como parte importante de sus vidas, así como las formas ajenas
a su contexto próximo que ésta les transmite.
No cualquiera puede hacer
una animación que incluya contenido y drama además de
ser variados; cuando los temas son siempre los mismos, como suele
suceder en occidente, las diferencias radican en la utilización
de mejores técnicas o nuevas propuestas estéticas.
Así
que los animadores para crear productos más competitivos tienen
que recurrir a mejoras que la competencia descuida, como son las historias
o los personajes, a fin de cuentas lo que importa no es llegar sino
mantenerse, y eso se aplica no sólo en la animación,
sino también en la medicina, el diseño, o cualquier
otra actividad humana.
El creador de un producto
plasma en él su momento histórico y social y en ocasiones
este proceso se vuelve lineal (concepción-desarrollo-ocaso),
pero en otros casos, el creador va más allá de simplemente
dejarse moldear por su momento y concibe un producto autónomo
de interrelación (concepción-desarrollo-retroalimentación-concepción-mutación-concepción
y así hasta el infinito).
Esto pasa con muchas
de las animaciones que hemos visto a lo largo de nuestra vida, hemos
crecido con imágenes que representan lo que hemos querido ser,
o quien me va a negar que de niños no quisimos ser Super Man
o el Hombre Araña o mejor aún ser el capitán
del SDF-1.
Mientras
la animación de Estados Unidos repite sus argumentos y estructuras
una y otra vez hasta el cansancio, la animación japonesa ofrece
mayor variedad de historias originales y no producidas por enormes
compañías, sino por humanos, hombres y mujeres que se
expresan y logran transmitir emociones a través de sus animaciones,
ideando grandes historias con una muy buena propuesta gráfica
y de contenido narrativo. Ofreciéndolas a un público
más amplio, pensando en los niños, las niñas,
adolescentes y adultos, haciendo de la animación una forma
alternativa y de aceptación de géneros infantiles, de
ciencia-ficción, dramas y hasta historias eróticas.
Y con esto poder transmitir las más amplias emociones y sentimientos
que hacen que uno como espectador logre sentir lo mismo que el personaje
haciendo que esta animación sea única en su clase.
Pero cuidado Estados
Unidos ha ido aprendiendo que una buena animación no forzosamente
tiene que ser espectacular en su diseño sino lo importante
de estos tiempos es el presentar historias más reales con argumentos
que reflejen a la sociedad en sí y que hagan que su público
sufra y viva con sus personajes . Tal es el caso de los Simpson o
de la nueva serie Futurama donde su creador refleja a una familia
común americana y representa los momentos por los que pasa
una familia americana.