EN EL CENTENARIO DE ARIEL (1900).
DEL "OPTIMISMO PARADÓJICO"
EN AMÉRICA LATINA. LA HERENCIA DE ARIEL.
Desde Costa Rica, Rodrigo
Quesada Monge
¿EL ARIELISMO ES UN
"ARISTOCRATISMO"?
Para empezar, un concepto.
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José Enrique Rodó.
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José Enrique Rodó decía
en 1900: "Hay pesimismos que tienen la significación de un
optimismo paradójico"2.
Para el eminente escritor uruguayo, nacido en 1871 y muerto en 1917,
el pesimismo es un ajuste duro y realista a los datos de la vida cotidiana.
Podía sostener ésto desde su ilustrada ingenuidad, aunque
los datos de su biografía puedan con frecuencia ser una triste
contradicción de lo expresado tan bellamente con palabras.
Con todo, el realismo de Rodó es antes que nada lírico.
Pero escribir sobre Rodó en
estos momentos, es especialmente significativo para el autor de este
ensayo, porque, habiendo publicado en varias revistas de América
Latina y de Europa3,
un extenso trabajo sobre Oscar Wilde (1854-1900) en el centenario
de su muerte, el olvido del correspondiente a la publicación
de ARIEL (1900) es sintomático de lo alienada que puede estar
a veces la labor intelectual en nuestros países. O al menos
de las deformaciones académicas que porta el autor de este
trabajo.
Ésto es un mea culpa, como
habrá podido notar el lector, pero también es una oportunidad
que, aparte de permitirnos rasgarnos las vestiduras, nos permitirá
también reflexionar con Rodó sobre las ilusiones optimistas
que podemos hacernos sobre una realidad plagada de pesimismo y frustración,
como lo es la de América Latina. Es precisamente en ese "optimismo
paradójico" donde reside tal vez una importante provocación
para el pensamiento radical en nuestros países. Porque junto
a la exquisita prosa de Rodó están también algunas
de las más brillantes intuiciones analíticas hechas
en América Latina, sobre el futuro de las relaciones de estos
pueblos con el mundo moderno, el sistema capitalista, y sobre todo,
con los Estados Unidos.
CALIBÁN O ARIEL:
¿UN ASUNTO DE ÉNFASIS?.
Rodó nos resume con gran precisión
el ideario de Ariel de la siguiente manera:
" Ariel triunfante, significa idealidad
y orden en la vida, noble inspiración en el pensamiento, desinterés
en moral, buen gusto en arte, heroísmo en la acción,
y delicadeza en las costumbres"4.
Qué hiciera tan famoso a este
pequeño trabajo de escasas sesenta y tres páginas, es
un asunto que todavía está por resolverse en la historia
intelectual de América Latina, pero nos resulta más
apremiante tratar de entender por qué, con un ideario tan claro
como hemos visto, sigue teniendo tantas y tan diferentes lecturas.
En ese sentido nos dice Benedetti: "Rodó no fue un adelantado,
ni pretendió serlo. Es cierto que penetró en el siglo
XX, pero más bien lo visitó como turista, incluso con
la curiosidad y la capacidad de asombro de un turista inteligente;
su verdadero hogar, su verdadera patria temporal, era el siglo XIX,
y a él pertenecía con toda su alma y con toda su calma"5.
Por su parte, añade Pedro Henríquez Ureña: "No
vacilemos ya en nombrar a José Enrique Rodó entre los
maestros de América. Rodó es el maestro que educa con
sus libros, el primero, quizás, que entre nosotros influye
con sola la palabra escrita"6.
Finalmente, el prestigioso escritor cubano Roberto Fernández
Retamar, anota de manera contundente: "Nuestro símbolo no es
pues Ariel, como pensó Rodó, sino Calibán"7.
Mientras que Benedetti nos indica
con exquisita elegancia que Rodó pertenece al siglo pasado,
y es poco lo que puede darnos para entender el siglo XX, Retamar es
claro en oponerle (desde Calibán) una lectura distinta de la
obra de Shakespeare en la que supuestamente Rodó se inspiró
para escribir su ARIEL; para Henríquez Ureña el quehacer
del intelectual uruguayo es en esencia pedagógico.
Hagamos algunas aclaraciones importantes
antes de continuar:
1. Junto a la genialidad indiscutible
de la obra de Shakespeare, no debemos olvidar que es uno de los más
conscientes creadores de ideología imperial con que podía
haber contado el reinado de Isabel I de Inglaterra (1553-1603). Nada
en la literatura de Shakespeare es inocente, y menos en sus trabajos
iniciales como LA TEMPESTAD8,
cuando todavía alguna crudeza en el tratamiento de los temas
nos revelan abiertamente cuál era la dirección que tomaría
al fin el Renacimiento inglés. Esta pieza dramática
es un claro ejemplo de la perplejidad que produjo a los intelectuales
y a los sectores sociales dominantes en la Inglaterra isabelina, la
"llegada inimaginable del Nuevo Mundo"9.
En las obras de madurez la noción de "imperium" adquiere una
textura de mayor delicadeza, donde es menos notable la vulgaridad
de las aspiraciones "imperialistas" británicas, permanentes
hasta la actualidad, incluso en hombres como Tony Blair, a quien el
historiador Eric Hobsbawm califica como una Margaret Tatcher en pantalones10.
Incluso, ni el mismo historiador británico escapa a las nostalgias
imperialistas, cuando sostiene que Gran Bretaña "nunca pretendió
dominar el mundo"11.
2. Con ese contexto, uno duda seriamente
de que un escritor con la sensibilidad y la cultura de Rodó,
no se haya percatado de que la escogencia de LA TEMPESTAD como inspiración
para escribir su ARIEL, tendría implicaciones y generaría
preguntas ineludibles. La respuesta fácil podría ser
que tal elección fue meramente estética, en vista de
la evidente ingenuidad política de Rodó, probada en
diversas ocasiones. Sin embargo, como parece insinuarlo Benedetti,
los silencios de Rodó son más elocuentes que sus discursos
altisonantes y agotadoramente retóricos12.
Al revisar la lista de influencias intelectuales y espirituales que
Rodó pudiera haber recibido, el sesgo eurocentrista es abrumador.
"Mis dioses son Renán, Taine, Guyau, los pensadores, los renovadores
de ideas, y para el estilo, Saint-Victor, Flaubert, el citado Renán"13.
3. No pretendemos encontrar una sistemática
actitud antimperialista en Rodó, pero tampoco su actitud crítica
ante los Estados Unidos debe evaluarse más allá del
perímetro estrictamente moral que él le asigna. "En
los diversos escritos de José Martí (1853-1895) y en
los ensayos o artículos de José Enrique Rodó,
El Ariel (1900); de Manuel Ugarte, El Peligro Yanqui (1901); de José
María Vargas Vila, Ante los Bárbaros (1903), y de Manuel
González Prada, Míster Root (1906), ya se pueden atisbar
las ideas gérmenes que solventaron la lucha contra el emergente
imperialismo norteamericano. Pero estas valoraciones carecieron de
aptitud teórica para comprender y registrar el complejo proceso
de pugna interimperialista por el control económico de América
Latina. Estos autores fueron impactados principalmente por la sucesión
de intervenciones norteamericanas en Cuba y Puerto Rico en 1898 y
en Panamá en 1903. Luego vendrían nuevos desembarcos
de marines yanquis en Nicaragua (1912), México (1914), Haití
(1915) y República Dominicana (1916)"14.
4. Aparte, muy aparte de estos hechos
históricos incontronvertibles y de su impacto moral en una
figura como Rodó, queda intacto un ideario de civilización
que toma como norte el acontecer cultural europeo y es apuntalado
por la creencia de que sólo unos pocos elegidos pueden seguir
de cerca las enseñanzas de ARIEL. El futuro pertenece a la
aristocracia del pensamiento. Con incuestionable sabiduría
Retamar le opone entonces a CALIBÁN, el símbolo telúrico
por excelencia de la realidad latinoamericana.
EL IDEARIO RODONIANO:
LAS PARADOJAS DE LA ESPERANZA EN AMÉRICA LATINA.
Las dimensiones de un sueño.
Podemos recoger en seis postulados
la aspiración fundamental del sueño rodoniano, veámos:
1. Idealidad y orden en la vida.
2. Noble inspiración en el
pensamiento.
3. Desinterés en moral.
4. Buen gusto en arte.
5. Heroísmo en la acción.
6. Delicadeza en las costumbres.
Ahora bien, como el asunto entre ARIEL
y CALIBAN no es de énfasis, sino de la forma en que asumimos
el haz de factores que explican la agresión norteamericana
hacia la América Latina, es decir, se trata de una cuestión
de clase, estudiemos entonces uno por uno los ingredientes del ideal
rodoniano, porque, como todo en Nuestra América, están
repletos de contradicciones.
1. Idealidad y orden en la vida.
La aristocracia del conocimiento con
frecuencia, como está históricamente registrado, en
épocas de crisis termina por creer que las ideas en sí
mismas pueden modificar la realidad. Tal exceso de racionalismo tiene
a grandes representantes en la historia de la filosofía de
cualquier parte del mundo. En América Latina, durante la segunda
parte del siglo XIX, que para algunos podría ubicarse entre
los años de 1870 y 1930, muy dentro del siglo XX "corto" según
Eric Hobsbawm15,
las cosas cambian con tal rapidez que el desorden es inevitable. Más
aún, el imperialismo norteamericano sabe, porque es un agente
activo en ello, que el desorden político, social, económico
y cultural en América Latina le será beneficioso a la
larga. "Hay que ser idealistas y ordenados" nos insinúa Rodó,
con un idealismo y un orden que son propios de lo más selecto
de la agenda revolucionaria de la burguesía francesa posnapoleónica.
Entre 1815 y 1871 se lucha en Francia por encontrar un orden, una
disciplina social, una estabilización que los grupos sociales
en conflicto están dispuestos a pagar a cualquier precio, sin
que ello signifique arriesgar, como bien anotaba Marx en EL DIECIOCHO
BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE16,
a la civilización burguesa misma. "!Antes un final terrible
que un terror sin fin!"17.
Sin embargo, la pequeña burguesía radicalizada, la clase
obrera y partes del campesinado, creían que el desorden revolucionario
era inevitable para cambiar las cosas en Francia. Entre tanto, otros
como el filósofo francés Ernest Renán (1823-1892),
sostenían que era posible cambiar el mundo sólo con
tener confianza en la ciencia. Y Rodó pensaba lo mismo: era
posible remontar las severas contradicciones sociales y culturales
en América Latina, con sólo tener fe en la educación.
Porque nada aterroriza más al racionalista incorruptible como
el desorden que trae consigo la canalla. Sobre todo si esta canalla
es la chusma materialista que está en poder de una país
tan grande, próspero y agresivo como los Estados Unidos. "Los
admiro, pero no los amo" decía Rodó, porque la brutalidad
de su progreso está seduciendo también a muchos que
en América Latina encontraron en la "nordomanía" una
salida para el desorden y la falta de ideales18.
Pero la oposición entre lo latino y lo sajón, con Rodó
se hace más desde la perspectiva gala que ibérica. Los
severos conflictos que desangran a la América Latina por esos
años, en su empeño por construirse una identidad, frente
a la burda y torcaz insolencia imperialista, son para Rodó
parte de la herencia ibérica, un asunto que al menos se amortiguaría
si nos acercaramos más a la latinidad de inspiración
francesa. Nunca habló Rodó del mestizaje que en América
Latina tiene tronco ibérico, pero con fuertes ramificaciones
indígenas y africanas. El mestizaje es inconcebible para un
afrancesado decimonónico como él. Francia es uno de
los poderes económicos y culturales paradigmáticos del
siglo XIX, de tal forma que asumir poses de afrancesado no debe ser
tomado con sarcasmo o en sentido denigrante. Darío también
lo era. En el caso de Rodó, lo que él llama latinidad
emerge al establecer el contraste con la vulgaridad materialista del
capitalismo norteamericano. Por eso creemos que a veces está
más cerca del romaticismo de Sarmiento que del realismo de
Martí19.
2. Noble inspiración en el
pensamiento.
La nobleza de pensamiento y la honradez
son dos de los elementos más atractivos en el quehacer pedagógico
de Rodó. En ARIEL y en los MOTIVOS DE PROTEO20
la ingenuidad y el candor de los temas escogidos por Rodó para
hacer pedagogía sólo nos hacen pensar en que el escritor
creía, a pesar de su aparente escepticismo, en un hombre fundamentalmente
bueno, que ha terminado corrompido en su contacto con los demás.
Los ecos que nos evocan a Rousseau son muy evidentes, pero en Rodó
el vitalismo fáustico tiene un claro asiento racionalista para
el cual las buenas ideas sólo son posibles a partir del estilo,
vehículo incuestionable para darle forma y orientación
al pensamiento. La espontaneidad de la chusma no tiene cabida en este
tipo de concepción.
Quien haya leído a Rodó
con detalle habrá notado "las volutas" estilísticas
como las llama Benedetti21,
pero además su enorme preocupación por la originalidad
de las ideas y por su labor de orfebre de la palabra. Cada uno de
los párrafos de ARIEL está esculpido con un cuidado
y una meticulosidad que al rato resultan agotadores. Porque en Rodó
aparentemente no hay angustias ante la escogencia de determinado argumento
o propuesta analítica, el hombre tiene casi siempre una certeza
estilística y una probidad argumental fastidiosas. Todo ello
lo hace un pensador latinoamericano clásico del siglo XIX,
pero no un escritor globalizado, homogenizado como hubiera querido
el imperio en el siglo XX. Algunos escritores del presente todavía
tienen mucho que aprender de Rodó.
3. Desinterés en moral.
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Ariel.
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En sus ensayos sobre Bolívar,
Darío y Montalvo22,
Rodó despliega una sensibilidad y una claridad en el retrato
de sus autores, que este tipo de trabajo bien puede ser considerado
ejemplar para todos aquellos que tenemos intereses intelectuales.
La perfección de estas piezas menores es simplemente extraordinaria,
tanto así que hoy siguen siendo punto de referencia en lo que
respecta a su ponderación, elegancia, ecuanimidad y buen juicio.
Los aspectos eminentemente biográficos se hacen a un lado,
y se pone el énfasis sobre la capacidad de entrega, la potencia
moral y las lecciones que se podrían obtener de los autores
estudiados. El desinterés moral como postulado central en cualquier
práctica altruista o artística de los autores y políticos
latinos, se perfila en agudo contraste con el utilitarismo de la cultura
y el interés siempre mediatizado por el cálculo de los
norteamericanos. No puede haber grandeza moral sin una entrega definitiva
a las ideas por las que se combate. "Grande en el pensamiento, grande
en la acción, grande en la gloria, grande en el infortunio;
grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los
grandes, y grande para sobrellevar en el abandono y en la muerte,
la trágica expiación de la grandeza. Muchas vidas humanas
hay que componen más perfecta armonía, orden moral o
estético más puro; pocas ofrecen tan constante carácter
de grandeza y de fuerza; pocas subyugan con tan violento imperio las
simpatías de la imaginación heroica"23.
La figura de Bolívar sale de esta forma tan enriquecida y mitificada,
que todos los aspectos totalitarios de la misma terminan obnuvilados,
para darle al lector un héroe que está muy por encima
de las glorias y miserias del común de los mortales. Sin embargo,
para Rodó el desinterés en la entrega por la causa,
hace de Bolívar un gigante moral digno de imitar en cualesquiera
circunstancias. El aspecto heróico será retomado posteriormente,
envigorizado con la noción de paradigma que le imprime el pensamiento
de Thomas Carlyle24,
como veremos.
4. Buen gusto en arte.
El buen gusto en arte se educa, se cultiva,
se expande y se comparte. "El buen gusto es una rienda firme del criterio"25,
nos decía Rodó. Pero agregaba: "La civilización
de un pueblo adquiere su carácter, no de las manifestaciones
de su prosperidad o de su grandeza material, sino de las superiores
maneras de pensar y de sentir que dentro de ellas son posibles..."26.
La individualidad artística es muy propia del siglo XIX, y
ésto en Rodó adquiere nivel de estatuto. Le asusta la
masificación que propone una cultura materialista para la cual
la eficiencia es el último criterio de civilización.
"Una sociedad definitivamente organizada que limite su idea de la
civilización a acumular abundantes elementos de prosperidad,
y su idea de la justicia a distribuirlos equitativamente entre los
asociados, no hará de los ciudades donde habite nada que sea
distinto, por esencia, del hormiguero o la colmena"27.
Cualquier lector avezado encontrará en citas como ésta
intuiciones atractivas sobre el futuro proceso globalizador, al que
viene aspirando el sistema capitalista desde el siglo XVI.
Para hombres como Rodó el buen
gusto en materia artística lo define la originalidad no la
homogenización.
5. Heroísmo en la acción.
El culto al héroe es un requisito
valioso para comprender muchas de las afirmaciones de Rodó
sobre la originalidad vitalista en las figuras decisivas de la historia.
Para Henríquez Ureña este vitalismo es de fuerte inspiración
bergsoniana28.
Para nosotros es más parecido al fuerte y agudo perfil del
héroe que hace Carlyle. Dice Rodó que uno de los vórtices
del heroísmo es la capacidad de hacerse dueños de las
acciones en el presente, para poder diseñar el futuro. "La
fe en el porvenir, la confianza en la eficacia del esfuerzo humano,
son el antecedente de toda acción enérgica y de todo
propósito fecundo"29.
Y agrega: "Aun dentro de la esclavitud material, hay la posibilidad
de salvar la libertad interior: la de la razón y el sentimiento"30.
El héroe que no tenga control sobre sus emociones y sus ideas
puede ser un hombre sensible al fin y al cabo, pero no podrá
hacerse cargo de dirigir a grandes grupos humanos, como Bolívar;
o como Napoleón según el pensador inglés que
citamos.
Anota Carlyle: " El culto de los héroes
es para nosotros, en las actuales circunstancias, un hecho preciosísimo:
un hecho consolador, en que puede el pensamiento humano satisfactoriamente
solazarse en estos momentos críticos de la mundial historia"31.
Todavía es posible entonces en tiempos de Rodó pensar
en los héroes, imaginarlos, crearlos, individualizarlos, tanto
así que, su estudio sobre Bolívar es casi nada menos
ni nada más que una disección de la tarea del héroe,
como diría Savater32.
La invitación de Rodó
a las juventudes de América para que sigan de cerca las acciones
del héroe no es mera retórica. El cree ciertamente en
el heroísmo de profunda evocación greco-latina, y parte
de la base de que no existe ninguna otra forma de heroísmo
ante la desconcertante incógnita que ofrece la grandeza del
materialismo capitalista. Es la grandeza del monolito: gris, uniforme,
inmóvil.
6. Delicadeza en las costumbres.
Un buen aristócrata del pensamiento
como Rodó no podía dejarse abrumar por la vulgaridad
materialista y su evangelio. Todos sus argumentos referidos a este
tema tienen que ver con la forma en que se trata al ser humano, principal
receptor de sus preocupaciones humanísticas. Cuando nos habla
de buenas costumbres no nos está proponiendo un nuevo "carreño";
Rodó detesta a los imitadores. "En sociabilidad, como en literatura,
como en arte, la imitación inconsulta no hará nunca
sino deformar las líneas del modelo"33.
No sorprende entonces que al no encontrar un tratamiento justo y estimulante
a las tradiciones en un pueblo como el norteamericano, al hombre le
asustara su desarrollado sentido del presente y del simple progreso
material. Si se intentaba aplicar dicha fórmula en sociedades
como las de América Latina, donde el sentido de la historia,
para bien o para mal, estaba y está tan desarrollado, el riesgo
de violencia y desorden era inevitable. "Sensibilidad, inteligencia,
costumbres-todo está caracterizado, en el enorme pueblo (los
Estados Unidos-- R.Q.), por una radical ineptitud de selección,
que mantiene, junto al orden mecánico de su actividad material
y de su vida política, un profundo desorden en todo lo que
pertenece al dominio de las facultades ideales"34.
Delicadeza en las costumbres, es una expresión con la cual
Rodó trata de hablarnos por otra vía de su profundo
humanismo, cuya vigencia en América Latina algunos se atreven
a discutir. El asunto es que, mientras el imperialismo norteamericano
siga igual de fecundo como en época de Rodó, la evaluación
que éste hace de la cultura de aquél tiene su vitalidad
intacta. A pesar de que Rodó nunca teorizó sobre el
imperialismo como tal.
Punto final.
Un escritor uruguayo de principios
del siglo XX al que se le ocurre escribir un ensayo titulado ARIEL,
creía con honesta ingenuidad que la educación, el heroísmo,
la moral y el arte podían sacar a la América Latina,
de algunos de sus puntos de letargo. Junto a eso, hoy creemos que
se requieren otros ingredientes para hacerle ver al imperialismo en
cualquiera de sus expresiones, que en América Latina además
del sentido de la dignidad latino, de la discresión solapada
del indio, y de la vital arrogancia del negro, hay también
lucidez, osadía y un devastador humanismo que serán
las armas de la crítica con que los pueblos de América
Latina se preparán para luego pasar a la crítica de
las armas, como diría el recordado Che Guevara, cuando la historia
así nos lo indique.
José Enrique Rodó entonces
es un eslabón más en esa cadena por la decencia que
preparó el ingreso cierto de América Latina en el siglo
XX.
San José,
Costa Rica, 23 de diciembre del 2000.
1 Historiador
costarricense (1952) con publicaciones en diversas revistas del continente.
Premio nacional (1998) de la Academia de Geografía e Historia
de Costa Rica.
2 RODÓ,
José Enrique. ARIEL Y OTROS ENSAYOS (México : Porrúa
Eds. 1983) P. 8.
3 «Oscar Wilde
(1854-1900) : del arte por el arte a una cena con panteras ». Se encuentra
en varias revistas electrónicas como ESCÁNER CULTURAL
(Chile : 2000. No. 19), CIBERAYLLÚ (Perú : 2000. No.
), ESPÉCULO (España : 2000. No. ), HETEROGÉNESIS
(Suecia : 2000. No.), DIÁLOGOS. REVISTA ELCTRÓNICA DE
HISTORIA (Costa Rica : 2000. No.3) ; y la revista impresa FRONTERAS
(Costa Rica : Instituto Tecnológico de Costa Rica. 2000. No.8.).
4 RODÓ,
José Enrique. Op. Cit. P. 57.
5 BENEDETTI,
Mario. « Rodó, el pionero que quedó atrás ».
EL EJERCICIO DEL CRITERIO (Madrid : Alfaguara. 1995). P.195.
6 « La obra de
José Enrique Rodó ». ENSAYOS (San José : Universidad
de Costa Rica. 1998. Colección Archivos No. 35. ) P.223.
7 « Calibán
». PARA EL PERFIL DEFINITIVO DEL HOMBRE (La Habana, Cuba : Editorial
de Letras Cubanas. 1981). P. 237.
8 SHAKESPEARE,
William. « The Tempest ». THE COMPLETE WORKS. (New York : Gramercy
Books. 1975) Pp. 1-23.
9 PAGDEN, Anthony.
LORDS OF ALL THE WORLD : IDEOLOGIES OF EMPIRE IN SPAIN, BRITAIN, AND
FRANCE, 1500-1800 (New Haven, Yale University Press. 1995) P. 27 y
siguientes.
10 HOBSBAWM,
Eric. ENTREVISTA SOBRE EL SIGLO XXI. (Barcelona : Crítica.
2000) P. 90.
11 Ibidem. P.
71.
12 BENEDETTI,
Mario. Op. Cit. P. 183.
13 Ibidem. P.191.
14 MELGAR BAO,
Ricardo. EL MOVIMIENTO OBRERO LATINOAMERICANO (Madrid : Alianza. 1988).
P. 98.
15 Para Hobsbawm
el siglo XX « corto » es aquel que se extiende entre los años
de 1914 y 1991. Op. Cit. Pp.15-16.
16 MARX Y ENGELS.
OBRAS ESCOGIDAS. (Moscú : Ed. Progreso. 1971). Tomo 1. Pp.226-323.
17 Ibidem. P.
304.
18 RODÓ,
José Enrique. Op. Cit. P. 35.
19 ZEA, Leopoldo.
« Identidad e integración latinoamericana ». CUADERNOS AMERICANOS.
(México : Enero-Febrero de 1987. No. 1.). Pp. 64 y ss.
20 (Montevideo
: Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos.
Dos tomos. 1957).
21 Op. Loc. Cit.
22 (México
: Porrúa Eds. 1983).
23 RODÓ,
José Enrique. « Bolívar ». En Op. Cit. P. 173.
24 LOS HÉROES.
EL CULTO A LOS HÉORES Y LO HEROICO EN LA HISTORIA. (México
: Porrúa Eds. 1986) .
25 RODÓ,
José Enrique. ARIEL. (Ed. Cit.). P. 20.
26 Ibidem. Op.
Cit. P. 26.
27 Ibidem. Op.
Cit. P. 51.
28 HENRÍQUEZ
UREÑA, Pedro. Op. Cit. P. 227.
29 RODÓ,
José Enrique. Op. Cit. P. 8.
30 Ibiem. P.
12.
31 CARLYLE, Thomas.
Op. Cit. P. 164.
32 « Héroe
es quien logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza
y excelencia ». SAVATER, Fernándo. LA TAREA DEL HÉROE
(México : Destino Eds. 1994) P. 165.
33 RODÓ.
Op. Cit. P. 36.
34 Idem. P. 43.