Santiago de Chile.  Revista Virtual.  
Año 3 
Escáner Cultural. El mundo del Arte. 
Número 25.
12 de Enero al
12 de Febrero de 2001.

   

EN EL CENTENARIO DE ARIEL (1900).

DEL "OPTIMISMO PARADÓJICO" EN AMÉRICA LATINA. LA HERENCIA DE ARIEL.

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

¿EL ARIELISMO ES UN "ARISTOCRATISMO"?

Para empezar, un concepto.

José Enrique Rodó.

José Enrique Rodó decía en 1900: "Hay pesimismos que tienen la significación de un optimismo paradójico"2. Para el eminente escritor uruguayo, nacido en 1871 y muerto en 1917, el pesimismo es un ajuste duro y realista a los datos de la vida cotidiana. Podía sostener ésto desde su ilustrada ingenuidad, aunque los datos de su biografía puedan con frecuencia ser una triste contradicción de lo expresado tan bellamente con palabras. Con todo, el realismo de Rodó es antes que nada lírico.

Pero escribir sobre Rodó en estos momentos, es especialmente significativo para el autor de este ensayo, porque, habiendo publicado en varias revistas de América Latina y de Europa3, un extenso trabajo sobre Oscar Wilde (1854-1900) en el centenario de su muerte, el olvido del correspondiente a la publicación de ARIEL (1900) es sintomático de lo alienada que puede estar a veces la labor intelectual en nuestros países. O al menos de las deformaciones académicas que porta el autor de este trabajo.

Ésto es un mea culpa, como habrá podido notar el lector, pero también es una oportunidad que, aparte de permitirnos rasgarnos las vestiduras, nos permitirá también reflexionar con Rodó sobre las ilusiones optimistas que podemos hacernos sobre una realidad plagada de pesimismo y frustración, como lo es la de América Latina. Es precisamente en ese "optimismo paradójico" donde reside tal vez una importante provocación para el pensamiento radical en nuestros países. Porque junto a la exquisita prosa de Rodó están también algunas de las más brillantes intuiciones analíticas hechas en América Latina, sobre el futuro de las relaciones de estos pueblos con el mundo moderno, el sistema capitalista, y sobre todo, con los Estados Unidos.

CALIBÁN O ARIEL: ¿UN ASUNTO DE ÉNFASIS?.

Rodó nos resume con gran precisión el ideario de Ariel de la siguiente manera:

" Ariel triunfante, significa idealidad y orden en la vida, noble inspiración en el pensamiento, desinterés en moral, buen gusto en arte, heroísmo en la acción, y delicadeza en las costumbres"4.

Qué hiciera tan famoso a este pequeño trabajo de escasas sesenta y tres páginas, es un asunto que todavía está por resolverse en la historia intelectual de América Latina, pero nos resulta más apremiante tratar de entender por qué, con un ideario tan claro como hemos visto, sigue teniendo tantas y tan diferentes lecturas. En ese sentido nos dice Benedetti: "Rodó no fue un adelantado, ni pretendió serlo. Es cierto que penetró en el siglo XX, pero más bien lo visitó como turista, incluso con la curiosidad y la capacidad de asombro de un turista inteligente; su verdadero hogar, su verdadera patria temporal, era el siglo XIX, y a él pertenecía con toda su alma y con toda su calma"5. Por su parte, añade Pedro Henríquez Ureña: "No vacilemos ya en nombrar a José Enrique Rodó entre los maestros de América. Rodó es el maestro que educa con sus libros, el primero, quizás, que entre nosotros influye con sola la palabra escrita"6. Finalmente, el prestigioso escritor cubano Roberto Fernández Retamar, anota de manera contundente: "Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Calibán"7.

Mientras que Benedetti nos indica con exquisita elegancia que Rodó pertenece al siglo pasado, y es poco lo que puede darnos para entender el siglo XX, Retamar es claro en oponerle (desde Calibán) una lectura distinta de la obra de Shakespeare en la que supuestamente Rodó se inspiró para escribir su ARIEL; para Henríquez Ureña el quehacer del intelectual uruguayo es en esencia pedagógico.

Hagamos algunas aclaraciones importantes antes de continuar:

1. Junto a la genialidad indiscutible de la obra de Shakespeare, no debemos olvidar que es uno de los más conscientes creadores de ideología imperial con que podía haber contado el reinado de Isabel I de Inglaterra (1553-1603). Nada en la literatura de Shakespeare es inocente, y menos en sus trabajos iniciales como LA TEMPESTAD8, cuando todavía alguna crudeza en el tratamiento de los temas nos revelan abiertamente cuál era la dirección que tomaría al fin el Renacimiento inglés. Esta pieza dramática es un claro ejemplo de la perplejidad que produjo a los intelectuales y a los sectores sociales dominantes en la Inglaterra isabelina, la "llegada inimaginable del Nuevo Mundo"9. En las obras de madurez la noción de "imperium" adquiere una textura de mayor delicadeza, donde es menos notable la vulgaridad de las aspiraciones "imperialistas" británicas, permanentes hasta la actualidad, incluso en hombres como Tony Blair, a quien el historiador Eric Hobsbawm califica como una Margaret Tatcher en pantalones10. Incluso, ni el mismo historiador británico escapa a las nostalgias imperialistas, cuando sostiene que Gran Bretaña "nunca pretendió dominar el mundo"11.

2. Con ese contexto, uno duda seriamente de que un escritor con la sensibilidad y la cultura de Rodó, no se haya percatado de que la escogencia de LA TEMPESTAD como inspiración para escribir su ARIEL, tendría implicaciones y generaría preguntas ineludibles. La respuesta fácil podría ser que tal elección fue meramente estética, en vista de la evidente ingenuidad política de Rodó, probada en diversas ocasiones. Sin embargo, como parece insinuarlo Benedetti, los silencios de Rodó son más elocuentes que sus discursos altisonantes y agotadoramente retóricos12. Al revisar la lista de influencias intelectuales y espirituales que Rodó pudiera haber recibido, el sesgo eurocentrista es abrumador. "Mis dioses son Renán, Taine, Guyau, los pensadores, los renovadores de ideas, y para el estilo, Saint-Victor, Flaubert, el citado Renán"13.

3. No pretendemos encontrar una sistemática actitud antimperialista en Rodó, pero tampoco su actitud crítica ante los Estados Unidos debe evaluarse más allá del perímetro estrictamente moral que él le asigna. "En los diversos escritos de José Martí (1853-1895) y en los ensayos o artículos de José Enrique Rodó, El Ariel (1900); de Manuel Ugarte, El Peligro Yanqui (1901); de José María Vargas Vila, Ante los Bárbaros (1903), y de Manuel González Prada, Míster Root (1906), ya se pueden atisbar las ideas gérmenes que solventaron la lucha contra el emergente imperialismo norteamericano. Pero estas valoraciones carecieron de aptitud teórica para comprender y registrar el complejo proceso de pugna interimperialista por el control económico de América Latina. Estos autores fueron impactados principalmente por la sucesión de intervenciones norteamericanas en Cuba y Puerto Rico en 1898 y en Panamá en 1903. Luego vendrían nuevos desembarcos de marines yanquis en Nicaragua (1912), México (1914), Haití (1915) y República Dominicana (1916)"14.

4. Aparte, muy aparte de estos hechos históricos incontronvertibles y de su impacto moral en una figura como Rodó, queda intacto un ideario de civilización que toma como norte el acontecer cultural europeo y es apuntalado por la creencia de que sólo unos pocos elegidos pueden seguir de cerca las enseñanzas de ARIEL. El futuro pertenece a la aristocracia del pensamiento. Con incuestionable sabiduría Retamar le opone entonces a CALIBÁN, el símbolo telúrico por excelencia de la realidad latinoamericana.

EL IDEARIO RODONIANO: LAS PARADOJAS DE LA ESPERANZA EN AMÉRICA LATINA.

Las dimensiones de un sueño.

Podemos recoger en seis postulados la aspiración fundamental del sueño rodoniano, veámos:

1. Idealidad y orden en la vida.

2. Noble inspiración en el pensamiento.

3. Desinterés en moral.

4. Buen gusto en arte.

5. Heroísmo en la acción.

6. Delicadeza en las costumbres.

Ahora bien, como el asunto entre ARIEL y CALIBAN no es de énfasis, sino de la forma en que asumimos el haz de factores que explican la agresión norteamericana hacia la América Latina, es decir, se trata de una cuestión de clase, estudiemos entonces uno por uno los ingredientes del ideal rodoniano, porque, como todo en Nuestra América, están repletos de contradicciones.

1. Idealidad y orden en la vida.

La aristocracia del conocimiento con frecuencia, como está históricamente registrado, en épocas de crisis termina por creer que las ideas en sí mismas pueden modificar la realidad. Tal exceso de racionalismo tiene a grandes representantes en la historia de la filosofía de cualquier parte del mundo. En América Latina, durante la segunda parte del siglo XIX, que para algunos podría ubicarse entre los años de 1870 y 1930, muy dentro del siglo XX "corto" según Eric Hobsbawm15, las cosas cambian con tal rapidez que el desorden es inevitable. Más aún, el imperialismo norteamericano sabe, porque es un agente activo en ello, que el desorden político, social, económico y cultural en América Latina le será beneficioso a la larga. "Hay que ser idealistas y ordenados" nos insinúa Rodó, con un idealismo y un orden que son propios de lo más selecto de la agenda revolucionaria de la burguesía francesa posnapoleónica. Entre 1815 y 1871 se lucha en Francia por encontrar un orden, una disciplina social, una estabilización que los grupos sociales en conflicto están dispuestos a pagar a cualquier precio, sin que ello signifique arriesgar, como bien anotaba Marx en EL DIECIOCHO BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE16, a la civilización burguesa misma. "!Antes un final terrible que un terror sin fin!"17. Sin embargo, la pequeña burguesía radicalizada, la clase obrera y partes del campesinado, creían que el desorden revolucionario era inevitable para cambiar las cosas en Francia. Entre tanto, otros como el filósofo francés Ernest Renán (1823-1892), sostenían que era posible cambiar el mundo sólo con tener confianza en la ciencia. Y Rodó pensaba lo mismo: era posible remontar las severas contradicciones sociales y culturales en América Latina, con sólo tener fe en la educación. Porque nada aterroriza más al racionalista incorruptible como el desorden que trae consigo la canalla. Sobre todo si esta canalla es la chusma materialista que está en poder de una país tan grande, próspero y agresivo como los Estados Unidos. "Los admiro, pero no los amo" decía Rodó, porque la brutalidad de su progreso está seduciendo también a muchos que en América Latina encontraron en la "nordomanía" una salida para el desorden y la falta de ideales18. Pero la oposición entre lo latino y lo sajón, con Rodó se hace más desde la perspectiva gala que ibérica. Los severos conflictos que desangran a la América Latina por esos años, en su empeño por construirse una identidad, frente a la burda y torcaz insolencia imperialista, son para Rodó parte de la herencia ibérica, un asunto que al menos se amortiguaría si nos acercaramos más a la latinidad de inspiración francesa. Nunca habló Rodó del mestizaje que en América Latina tiene tronco ibérico, pero con fuertes ramificaciones indígenas y africanas. El mestizaje es inconcebible para un afrancesado decimonónico como él. Francia es uno de los poderes económicos y culturales paradigmáticos del siglo XIX, de tal forma que asumir poses de afrancesado no debe ser tomado con sarcasmo o en sentido denigrante. Darío también lo era. En el caso de Rodó, lo que él llama latinidad emerge al establecer el contraste con la vulgaridad materialista del capitalismo norteamericano. Por eso creemos que a veces está más cerca del romaticismo de Sarmiento que del realismo de Martí19.

2. Noble inspiración en el pensamiento.

La nobleza de pensamiento y la honradez son dos de los elementos más atractivos en el quehacer pedagógico de Rodó. En ARIEL y en los MOTIVOS DE PROTEO20 la ingenuidad y el candor de los temas escogidos por Rodó para hacer pedagogía sólo nos hacen pensar en que el escritor creía, a pesar de su aparente escepticismo, en un hombre fundamentalmente bueno, que ha terminado corrompido en su contacto con los demás. Los ecos que nos evocan a Rousseau son muy evidentes, pero en Rodó el vitalismo fáustico tiene un claro asiento racionalista para el cual las buenas ideas sólo son posibles a partir del estilo, vehículo incuestionable para darle forma y orientación al pensamiento. La espontaneidad de la chusma no tiene cabida en este tipo de concepción.

Quien haya leído a Rodó con detalle habrá notado "las volutas" estilísticas como las llama Benedetti21, pero además su enorme preocupación por la originalidad de las ideas y por su labor de orfebre de la palabra. Cada uno de los párrafos de ARIEL está esculpido con un cuidado y una meticulosidad que al rato resultan agotadores. Porque en Rodó aparentemente no hay angustias ante la escogencia de determinado argumento o propuesta analítica, el hombre tiene casi siempre una certeza estilística y una probidad argumental fastidiosas. Todo ello lo hace un pensador latinoamericano clásico del siglo XIX, pero no un escritor globalizado, homogenizado como hubiera querido el imperio en el siglo XX. Algunos escritores del presente todavía tienen mucho que aprender de Rodó.

3. Desinterés en moral.

Ariel.

En sus ensayos sobre Bolívar, Darío y Montalvo22, Rodó despliega una sensibilidad y una claridad en el retrato de sus autores, que este tipo de trabajo bien puede ser considerado ejemplar para todos aquellos que tenemos intereses intelectuales. La perfección de estas piezas menores es simplemente extraordinaria, tanto así que hoy siguen siendo punto de referencia en lo que respecta a su ponderación, elegancia, ecuanimidad y buen juicio. Los aspectos eminentemente biográficos se hacen a un lado, y se pone el énfasis sobre la capacidad de entrega, la potencia moral y las lecciones que se podrían obtener de los autores estudiados. El desinterés moral como postulado central en cualquier práctica altruista o artística de los autores y políticos latinos, se perfila en agudo contraste con el utilitarismo de la cultura y el interés siempre mediatizado por el cálculo de los norteamericanos. No puede haber grandeza moral sin una entrega definitiva a las ideas por las que se combate. "Grande en el pensamiento, grande en la acción, grande en la gloria, grande en el infortunio; grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes, y grande para sobrellevar en el abandono y en la muerte, la trágica expiación de la grandeza. Muchas vidas humanas hay que componen más perfecta armonía, orden moral o estético más puro; pocas ofrecen tan constante carácter de grandeza y de fuerza; pocas subyugan con tan violento imperio las simpatías de la imaginación heroica"23. La figura de Bolívar sale de esta forma tan enriquecida y mitificada, que todos los aspectos totalitarios de la misma terminan obnuvilados, para darle al lector un héroe que está muy por encima de las glorias y miserias del común de los mortales. Sin embargo, para Rodó el desinterés en la entrega por la causa, hace de Bolívar un gigante moral digno de imitar en cualesquiera circunstancias. El aspecto heróico será retomado posteriormente, envigorizado con la noción de paradigma que le imprime el pensamiento de Thomas Carlyle24, como veremos.

4. Buen gusto en arte.

El buen gusto en arte se educa, se cultiva, se expande y se comparte. "El buen gusto es una rienda firme del criterio"25, nos decía Rodó. Pero agregaba: "La civilización de un pueblo adquiere su carácter, no de las manifestaciones de su prosperidad o de su grandeza material, sino de las superiores maneras de pensar y de sentir que dentro de ellas son posibles..."26. La individualidad artística es muy propia del siglo XIX, y ésto en Rodó adquiere nivel de estatuto. Le asusta la masificación que propone una cultura materialista para la cual la eficiencia es el último criterio de civilización. "Una sociedad definitivamente organizada que limite su idea de la civilización a acumular abundantes elementos de prosperidad, y su idea de la justicia a distribuirlos equitativamente entre los asociados, no hará de los ciudades donde habite nada que sea distinto, por esencia, del hormiguero o la colmena"27. Cualquier lector avezado encontrará en citas como ésta intuiciones atractivas sobre el futuro proceso globalizador, al que viene aspirando el sistema capitalista desde el siglo XVI.

Para hombres como Rodó el buen gusto en materia artística lo define la originalidad no la homogenización.

5. Heroísmo en la acción.

El culto al héroe es un requisito valioso para comprender muchas de las afirmaciones de Rodó sobre la originalidad vitalista en las figuras decisivas de la historia. Para Henríquez Ureña este vitalismo es de fuerte inspiración bergsoniana28. Para nosotros es más parecido al fuerte y agudo perfil del héroe que hace Carlyle. Dice Rodó que uno de los vórtices del heroísmo es la capacidad de hacerse dueños de las acciones en el presente, para poder diseñar el futuro. "La fe en el porvenir, la confianza en la eficacia del esfuerzo humano, son el antecedente de toda acción enérgica y de todo propósito fecundo"29. Y agrega: "Aun dentro de la esclavitud material, hay la posibilidad de salvar la libertad interior: la de la razón y el sentimiento"30. El héroe que no tenga control sobre sus emociones y sus ideas puede ser un hombre sensible al fin y al cabo, pero no podrá hacerse cargo de dirigir a grandes grupos humanos, como Bolívar; o como Napoleón según el pensador inglés que citamos.

Anota Carlyle: " El culto de los héroes es para nosotros, en las actuales circunstancias, un hecho preciosísimo: un hecho consolador, en que puede el pensamiento humano satisfactoriamente solazarse en estos momentos críticos de la mundial historia"31. Todavía es posible entonces en tiempos de Rodó pensar en los héroes, imaginarlos, crearlos, individualizarlos, tanto así que, su estudio sobre Bolívar es casi nada menos ni nada más que una disección de la tarea del héroe, como diría Savater32.

La invitación de Rodó a las juventudes de América para que sigan de cerca las acciones del héroe no es mera retórica. El cree ciertamente en el heroísmo de profunda evocación greco-latina, y parte de la base de que no existe ninguna otra forma de heroísmo ante la desconcertante incógnita que ofrece la grandeza del materialismo capitalista. Es la grandeza del monolito: gris, uniforme, inmóvil.

6. Delicadeza en las costumbres.

Un buen aristócrata del pensamiento como Rodó no podía dejarse abrumar por la vulgaridad materialista y su evangelio. Todos sus argumentos referidos a este tema tienen que ver con la forma en que se trata al ser humano, principal receptor de sus preocupaciones humanísticas. Cuando nos habla de buenas costumbres no nos está proponiendo un nuevo "carreño"; Rodó detesta a los imitadores. "En sociabilidad, como en literatura, como en arte, la imitación inconsulta no hará nunca sino deformar las líneas del modelo"33. No sorprende entonces que al no encontrar un tratamiento justo y estimulante a las tradiciones en un pueblo como el norteamericano, al hombre le asustara su desarrollado sentido del presente y del simple progreso material. Si se intentaba aplicar dicha fórmula en sociedades como las de América Latina, donde el sentido de la historia, para bien o para mal, estaba y está tan desarrollado, el riesgo de violencia y desorden era inevitable. "Sensibilidad, inteligencia, costumbres-todo está caracterizado, en el enorme pueblo (los Estados Unidos-- R.Q.), por una radical ineptitud de selección, que mantiene, junto al orden mecánico de su actividad material y de su vida política, un profundo desorden en todo lo que pertenece al dominio de las facultades ideales"34. Delicadeza en las costumbres, es una expresión con la cual Rodó trata de hablarnos por otra vía de su profundo humanismo, cuya vigencia en América Latina algunos se atreven a discutir. El asunto es que, mientras el imperialismo norteamericano siga igual de fecundo como en época de Rodó, la evaluación que éste hace de la cultura de aquél tiene su vitalidad intacta. A pesar de que Rodó nunca teorizó sobre el imperialismo como tal.

Punto final.

Un escritor uruguayo de principios del siglo XX al que se le ocurre escribir un ensayo titulado ARIEL, creía con honesta ingenuidad que la educación, el heroísmo, la moral y el arte podían sacar a la América Latina, de algunos de sus puntos de letargo. Junto a eso, hoy creemos que se requieren otros ingredientes para hacerle ver al imperialismo en cualquiera de sus expresiones, que en América Latina además del sentido de la dignidad latino, de la discresión solapada del indio, y de la vital arrogancia del negro, hay también lucidez, osadía y un devastador humanismo que serán las armas de la crítica con que los pueblos de América Latina se preparán para luego pasar a la crítica de las armas, como diría el recordado Che Guevara, cuando la historia así nos lo indique.

José Enrique Rodó entonces es un eslabón más en esa cadena por la decencia que preparó el ingreso cierto de América Latina en el siglo XX.

San José, Costa Rica, 23 de diciembre del 2000.

1 Historiador costarricense (1952) con publicaciones en diversas revistas del continente. Premio nacional (1998) de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica.

2 RODÓ, José Enrique. ARIEL Y OTROS ENSAYOS (México : Porrúa Eds. 1983) P. 8.

3 «Oscar Wilde (1854-1900) : del arte por el arte a una cena con panteras ». Se encuentra en varias revistas electrónicas como ESCÁNER CULTURAL (Chile : 2000. No. 19), CIBERAYLLÚ (Perú : 2000. No. ), ESPÉCULO (España : 2000. No. ), HETEROGÉNESIS (Suecia : 2000. No.), DIÁLOGOS. REVISTA ELCTRÓNICA DE HISTORIA (Costa Rica : 2000. No.3) ; y la revista impresa FRONTERAS (Costa Rica : Instituto Tecnológico de Costa Rica. 2000. No.8.).

4 RODÓ, José Enrique. Op. Cit. P. 57.

5 BENEDETTI, Mario. « Rodó, el pionero que quedó atrás ». EL EJERCICIO DEL CRITERIO (Madrid : Alfaguara. 1995). P.195.

6 « La obra de José Enrique Rodó ». ENSAYOS (San José : Universidad de Costa Rica. 1998. Colección Archivos No. 35. ) P.223.

7 « Calibán ». PARA EL PERFIL DEFINITIVO DEL HOMBRE (La Habana, Cuba : Editorial de Letras Cubanas. 1981). P. 237.

8 SHAKESPEARE, William. « The Tempest ». THE COMPLETE WORKS. (New York : Gramercy Books. 1975) Pp. 1-23.

9 PAGDEN, Anthony. LORDS OF ALL THE WORLD : IDEOLOGIES OF EMPIRE IN SPAIN, BRITAIN, AND FRANCE, 1500-1800 (New Haven, Yale University Press. 1995) P. 27 y siguientes.

10 HOBSBAWM, Eric. ENTREVISTA SOBRE EL SIGLO XXI. (Barcelona : Crítica. 2000) P. 90.

11 Ibidem. P. 71.

12 BENEDETTI, Mario. Op. Cit. P. 183.

13 Ibidem. P.191.

14 MELGAR BAO, Ricardo. EL MOVIMIENTO OBRERO LATINOAMERICANO (Madrid : Alianza. 1988). P. 98.

15 Para Hobsbawm el siglo XX « corto » es aquel que se extiende entre los años de 1914 y 1991. Op. Cit. Pp.15-16.

16 MARX Y ENGELS. OBRAS ESCOGIDAS. (Moscú : Ed. Progreso. 1971). Tomo 1. Pp.226-323.

17 Ibidem. P. 304.

18 RODÓ, José Enrique. Op. Cit. P. 35.

19 ZEA, Leopoldo. « Identidad e integración latinoamericana ». CUADERNOS AMERICANOS. (México : Enero-Febrero de 1987. No. 1.). Pp. 64 y ss.

20 (Montevideo : Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos. Dos tomos. 1957).

21 Op. Loc. Cit.

22 (México : Porrúa Eds. 1983).

23 RODÓ, José Enrique. « Bolívar ». En Op. Cit. P. 173.

24 LOS HÉROES. EL CULTO A LOS HÉORES Y LO HEROICO EN LA HISTORIA. (México : Porrúa Eds. 1986) .

25 RODÓ, José Enrique. ARIEL. (Ed. Cit.). P. 20.

26 Ibidem. Op. Cit. P. 26.

27 Ibidem. Op. Cit. P. 51.

28 HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Op. Cit. P. 227.

29 RODÓ, José Enrique. Op. Cit. P. 8.

30 Ibiem. P. 12.

31 CARLYLE, Thomas. Op. Cit. P. 164.

32 « Héroe es quien logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza y excelencia ». SAVATER, Fernándo. LA TAREA DEL HÉROE (México : Destino Eds. 1994) P. 165.

33 RODÓ. Op. Cit. P. 36.

34 Idem. P. 43.

Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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