Desde Chile: Gonzalo León
Los hombres X, héroes
de la Marvel -competencia de la legendaria DC, que a mediados del siglo
pasado impactó con historietas como Batman y Superman-, se enfrentan
a Apocalypsis, un hombre o un androide, no se sabe bien en verdad, que
viaja por el tiempo y el espacio, es inmortal o al menos eso parece,
y su único fin es la destrucción total de nuestro universo,
para así reinar para siempre en medio de la oscuridad total.
El Apocalypsis
de los X-Men es el antihéroe de la zaga, pero así como
él refleja la amenaza para nuestro universo, también en
la historia del arte ha existido otro tipo de amenazas muy similares.
Por ejemplo, entre este Apocalipsis y el Godzilla del cineasta japonés
Inoshiro Honda hay pocas diferencias fundamentales. De partida, y según
la escritora e intelectual hippie Susan Sontag, Godzilla -la invención
de Honda- es una clara alusión a la amenaza de la destrucción
total, una metáfora del Apocalipsis Bélico que una o más
bombas atómicas podrían traernos. Sin embargo, el Apocalypsis
de Los Hombres X es mucho más actual debido a que la Guerra Nuclear
dejó ya de ser la única amenaza para la raza humana.
Lo que plantean entonces
los creadores de los X-Men va mucho más allá, puesto que
Apocalypsis es el estado más perverso de la condición
humana. Dicho de otro modo, si no hubiese Bomba Atómica, de todas
maneras los hombres nos la ingeniaríamos para inventar otra amenaza,
e incluso mucho más definitiva y fatal. El Apocalipsis está
en nuestra naturaleza.
Eso en el mundo del
arte, pero refirámonos al Apocalipsis más conocido, al
que aparece en la Biblia. Allí se habla de guerras, de desórdenes
por todo el mundo, del Demonio ganando terreno, del Anticristo (a Juan
Pablo II se le ha sindicado por algunas sectas como AQUÉL) y
de unos jinetes -cuatro específicamente (aunque Larry Collins
y Dominique Lapierre añadieron un quinto en la década
de los 80: de nuevo, la bomba atómica)- que cabalgan sobre un
caballo blanco, otro color fuego, uno negro y otro de color pálido,
respectivamente, hacia el fin del mundo, repartiendo Guerra, Hambre,
Peste y Bestias:
Y cuando abrió
el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía:
"Ven." Y miré, y he aquí un caballo pálido
y el que lo montaba tenía por nombre "La Muerte"; y
el Hades seguía en pos de él; y se les dio potestad sobre
la cuarta parte de la tierra para matar con espada y con hambre y con
peste y por medio de las bestias de la tierra. (Cap. 8 del Apocalipsis)
Les propongo que
aterricemos bruscamente en Chile por unos momentos. En los años
80 también tuvimos nuestro Apocalipsis. Los 80 fue una década
triste y melancólica, por lo que pensar en el Apocalipsis no
resultaba nada de raro. Fue así como nació un colectivo
de arte denominado Las yeguas del Apocalipsis. Homosexuales,
2, Francisco Casas y Pedro Lemebel, espantaban a la ciudad de Santiago
con sus acciones de arte; como cuando en pleno Parque Forestal se encontraron
con Nicanor Parra y no hallaron otra cosa mejor que enseñarle
sus traseros.
-En esa época
-recuerda Lemebel con cierta vergüenza- nosotras creíamos
que todo lo que hacíamos era arte. Por otra parte, siempre cuando
escuchaban hablar de Las yeguas... la gente se imaginaba que
éramos hordas de homosexuales cabalgando, o dispuestas a ser
sodomizadas en cualquier calle de Santiago.
Y resulta cierto
lo dicho por Lemebel, pues la existencia de estas hordas sonaba
mucho más contracultural y amenazante que un par de pobres
maricones demode.
Chile también
entonces tuvo y tiene su Apocalipsis. Hoy, Pedro Lemebel es quizá
el escritor chileno -residente en el país- que vende más
libros, y eso para muchos es sin duda el Apocalipsis total, la DEBACLE...
Ustedes me entienden, al fin de las buenas costumbres, de la moral,
del Opus Dei... Tengo que parar, pues ya estoy escribiendo como Pedro...
Marlon Brando y Martin
Sheen también tuvieron su Apocalypsis Now, en 1979, en
los Estados Unidos, en pleno Hollywood, la meca de la vulgaridad,
como le llamaba J.D. Salinger.
Después de
una guerra perdida ante unos míseros vietnamitas, del
Hippismo que condenaba la intervención en aquel país,
del escándalo de Watergate, Estados Unidos no podía sentir
otra cosa que una particular y peculiar Apocalipsis. El país
de la Estatua de la Libertad perdió la guerra pese a contar con
sólo 50 mil bajas contra un millón del Vietcong. (Con
todo, es necesario precisar que a Estados Unidos llegaron cerca de 500
mil mutilados, y otros tantos más eran los mentalmente mutilados.)
Pero concentrémonos
en la película de F. Ford Coppola. Allí se narra el conflicto
entre un coronel -Brando- a quien todas sus tropas le tienen una fe
ciega, a lo más George Patton, y un capitán -Sheen- enviado
a Camboya, para comprobar las matanzas que este coronel ordenaba ejecutar
y también para eliminarlo por instrucciones precisas del Alto
Mando. En el fondo, la película es una crítica a la manera
en que Estados Unidos operó en Vietnam. Brando era la manera
en que realmente operó (y que curiosamente resulta la más
mágica en el filme) y Sheen era la manera que se pensaba que
se iba a actuar. Ingenuos los norteamericanos, porque si existe algo
predecible en una guerra es precisamente que no hay reglas, que será
sucia. Un ejemplo basta para ilustrar esto: los norteamericanos cuando
capturaban a un charli le cortaban los brazos y la cabeza, y
a ese procedimiento ellos le llamaban muy graciosamente la camiseta,
la famosa T Shirt.
Vietnam impactó
al mundo, El palacio de la Moneda en llamas también, la guerra
entre Irak e Irán, el atentando a Juan Pablo II qué decir,
la Guerra del Golfo, Bosnia, Kosovo, Chechenia...
Si esta enumeración
de guerras más el hambre en África y Asia y la pandemia
del Sida por todo el mundo no es el escenario previo -y bíblico-
para un Apocalipsis, ¿se puede saber qué es? Alguien me enseñó
cuando estudiaba en la universidad que la realidad es definida a través
del lenguaje. Si hablamos de Apocalipsis tanto en la realidad -noticias-
como en la representación de ésta -cómics, cine
y arte en general- precisamente éste debe ser el momento para
el Apocalipsis.
Lo cierto es que
los jinetes ya partieron, y en nuestro hipódromo esférico
nadie se ha percatado. Tal vez, porque los ciegos no ven y los sordos
nunca han escuchado.
1 Y que según
el artista Carlos Altamirano, tuvo su antecedente en el Colectivo Acciones
de Arte, CADA, fundado a finales de los 70.
2 Basada
en la novela de Joseph Conrad, Heart of Darkness, ambientada en los
mares del Sur.