Desde Chile, Marcela
Viviana Díaz Sanhueza
Como
si se hubiera querido poner a tono con los próximos estrenos
de la industria estadounidense, la guinda de la torta de este gran año
para el cine chileno está pronta a aparecer. La primera película
de terror nacional, Angel Negro, llega para inquietar las mentes de
los fanáticos y los no tanto de este género.
Y es que los oscuros instintos de
la mente humana, ahora nuevamente explorados con filmes como The Cell
- con una sobreexpuesta Jennifer López que intenta probar sus
dotes ahora actorales-, American Psycho, la ultracomercializada Blair
Witch Project II e incluso un poco en The Hollow Man, han sido protagonistas
de miles de películas desde que se inició el uso del celuloide.
Cómo encontrar la razón
de los comienzos de este ya consolidado género cinematográfico...
quizás fue para aprovechar las innumerables leyendas que antaño
se creaban colectivamente para encontrar causas a fenómenos sin
razón aparente, o por la condición de misterio que envolvía
a la magia de las imágenes en movimiento en una pantalla gigante.
La cosa es que esa adrenalina y revoltura de tripas que produce el miedo
generado por un filme ya casi es pan de cada estreno para los espectadores,
toda vez que los astutos productores cinematográficos se percataron
de la cantidad de fanáticos que suelen repletar las salas cada
vez que se les anuncia sangre, muerte, maldad y monstruos envueltos
en mucho suspenso. Ya en el temprano 1910 se pudo ver la primera adaptación
de Frankenstein de Mary Shelley, que más tarde sería una
de las historias más filmadas junto con la de Drácula
de la novela de Bram Stoker. Ésta tuvo su primera incursión
con Nosferatu, el Vampiro, de Murnau en 1922.
En
los años treinta es la Universal Film Manufactory Company la
que se encarga de producir y comercializar la serie de éxitos
con estos mismos personajes; como el Drácula de Bela Lugosi,
o el Frankenstein de Boris Karloff, haciendo de estos filmes una saga
interminable que años más tarde comienza a aburrir a sus
espectadores. Precisamente para complacerlos es que se juntan Lugosi
y Karloff por primera vez en la película Satanás en 1934,
con lo que se inicia una serie de títulos supuestamente el doble
de terroríficos.
Momias y Hombres Lobo en el intertanto,
se crea la clasificación H para las películas del género
en 1937, por la gran oleada de suspenso y horror que seguiría
con La Guerra de Los Mundos de Orson Welles un año más
tarde.
Los
desesperados intentos de los productores especialistas en engendros
llegaron a hacer que el hombre lobo, Frankenstein, un jorobado y el
mismísimo Drácula se mezclaran en la película La
Zíngara y los Monstruos en 1944. Es sabido también el
intento del cándido y entusiasta Ed Wood en tener a Bela Lugosi
en su Plan 9 del Espacio Exterior, pero cuando éste ya había
muerto para realizar la mejor película de su vida, que se tornó
en la peor de la historia.
Mientras los monstruos abrían
paso a los extraterrestres y a los gigantes como la tremenda El Ataque
de la Mujer de 50 pies, Alfred Hitchcock, el director británico
que emigra a los Estados Unidos le otorga al género del horror
y del suspenso la inteligencia que los poco creíbles engendros,
luego de tantas repeticiones, no tenían. Obras maestras son Vértigo
en 1958 y dos años más tarde Psicosis con Janet Leigh
y Anthony Perkins.
En tanto, el gore hace su aparición
por primera vez con su exceso de sangre en 2000 Maníacos de Hershell
Gordon Lewis en el '64, fecha en que algunos comienzan a rendir culto
a lo excesivamente asqueroso y repugnante.
Ya
a comienzos de los setenta es El Exorcista el film que rompe records
de taquilla, irrumpiendo con fuerza lo demoníaco -inolvidables
las escenas de una Linda Blair dando una vuelta completa a su cabeza
o vomitando una abundante cantidad de bilis ultra verde-, mientras La
Matanza de Texas de Tobe Hooper hizo vomitar esta vez a quienes se atrevieron
a verla completa en las salas de cine.
Viernes 13 y La Noche de Halloween,
con todas sus secuelas vuelven al terror causado por la mente enferma
de seudohumanos que acosan a jóvenes norteamericanos de clase
media, su público objetivo.
En los '80 Stanley Kubrick hace vibrar
a sus espectadores con El Resplandor, que adaptada de la novela de Stephen
King, cuenta con una de las actuaciones más geniales de Jack
Nicholson, pero son más bien los años en que Freddy Krueger
de Pesadilla entra a competir con las secuelas de Jason y Michael Myers.
Los
'90 no fueron tan prolíficos en cuanto a cine de terror masivo;
un Drácula de Bram Stocker llamó la atención, y
ya en 1996, Scream, Vigila Quien Llama vuelve a los dementes asesinos
de décadas anteriores, junto con Sé lo Que Hicistéis
el Verano Pasado. Es que con el sistema DVD, el horror se ha personalizado
para los seguidores de este género que además les gusta
estar sentados frente a un computador para ver un film de calidad, con
una oferta aún más diversificada.
El año pasado la vedette fue Blair Witch Project, que con demasiado
bombo y
platillo consiguió remover de su asiento a uno que otro espectador
que realmente se tragó lo del documental del trío de jóvenes
gringos -muy gringos- que se pierden en un bosque lleno de elementos
de brujería.
Ahora es el turno tan esperado para
nuestro querido chilito, que entremedio de tanto suspenso y terror norteamericano
mucho puede sacar en limpio. La historia de Angel Cruz (Blanca Lewin),
una niña bien que viaja una madrugada de noviembre a Valparaíso
con su grupo de amigos del Santiago Royal School,
que desaparece en el acantilado Piedra Feliz, y cuyo cuerpo nunca fue
hallado -cosa no tan rara para nosotros... - promete buena factura,
aunque novedad no mucha, ya que su joven director no rehúye a
las influencias de Blair Witch en su film. Esperemos eso sí que
a ningún avezado especialista se le ocurra comparar su taquilla
con la de la ya tan famosa El Chacotero Sentimental, la película.