Desde Argentina, Daniel
Noseda
No
se como puede hacer para reconstruir la vida, toda una vida, cuando
se cuenta solo con retazos, trozos deshilachados, aqui junto a esta
precaria tribuna del
Foro por la Memoria del 24 de marzo que se me hace tan inmóvil
pero latiendo a mil, y no sé porqué salí con eso
del 1ª de Mayo de la crónica de José Martí, debe
ser porque habla de eso, de la memoria, de trabajadores, de estudiantes,
del trabajo que se
necesita para activar esa glándula y tal vez por desubicado nomás
yo no debería estar aquí, tal vez, debería estar
escuchando cosas mas interesante que canciones de Zitarroza, y enredarme
con Eminen por ejemplo y festejar su insolencia social con un rap que
en vez de hablar de la memoria hablara de la búsqueda de Slim
Shady y nadie tiene los huevos para pararse y decir yo soy y escupir
junto a los demas esnseñándole al mundo como le contagió
una venérea a Eminem y fijarme si alguno se pone de pie cuando
Eminem gana el Grammy mientras disfruta o la detrata a Cristina Aguilera,
o goza con el lomo de Britney Spears o entabla relaciones sentimentales
con Shakira sin que Antonito se ponga celoso y Bono U2 no me mire con
cara de orto si le pregunto jugando a periodista cuando va a estar otra
vez en concierto con las Madres de Plaza
pero si las Madres esta vez están con Milanes, Serrat, Jaime
Roos y Heredia todo va a estar como siempre, bien , es decir que si
no me alcanza la memoria y no aterriza forzosa como el avión
espía que venía de espiar a los chinos desde Taiwan y
fue interceptado, sin querer queriendo fue chocado por un piloto chino
y el piloto se perdió en el mar y los chinos están calientes
porque quieren que les devuelvan Taiwan como ya le han devuelto Hong
Kong y Macao pero todavía no, y se embalan con otra más
del avión espía que siempre aparece y los yanquis no se
hacen los prepotentes y
cabreros porque los chino le dieron armamento Saddam, bueno si esta
historia no es como mi memoria, mejor la dejo y aterrizo en mi país,
mejor dicho en esta plaza,
en el centro del Foro por la Memoria y me pregunto que les pasa a esos
dirigentes de agrupaciones por los derechos humanos que son fagocitados
por el gobierno y
tienen cargos que mas de uno se lo envidia, son fagocitados como las
células de la memoria cuando son atacadas por el cáncer
por un gobierno que ahí nomás cuando asumió trató
a toda la izquierda de demonios, uno de los dos que se enuncia en el
Nunca Más.
Y
haciendo memoria, aquí no hubo dos demonios, uno la extrema izquierda
y el otro la extrema derecha, y pobrecitos los que estaban en el medio,
pero bueno ahora que somos democracia y la dictadura quedó atrás
como también la izquierda diezmada por ellos, en verdad siempre
hubo un demonio, rebelde y heroico que desafió al poder, y no
fue que era tan malo, porque si lo creó un ser bueno y el salió
fallado, ese ser no lo
era tanto, tan infalible, tal vez fue porque en eso entraron los humanos
a tallar e inventaron el pecado para dar razon a su existencia.
Como sea, los muchachos se han pasado sin dormir y siguen aquí
en la plaza, seguimos en plena lluvia creando un espacio, un foro para
ella, triste y pobre
MEMORIA QUE VIVE SUFRIENDO VEJACIONES, NARCOTIZADA
SIEMPRE PARA QUE SEA INCAPAZ DE RESUCITAR LA HISTORIA.
Tal vez mi memoria como las de otros consiga abrir archivos guardados
de otros tiempos, con datos de los que no están o están
pero no aparecen, mujeres, obreros, estudiantes, bebes...
Una guitarra levanta la mano y toda la tribuna responde a la convocatoria,
que clara que sale, que nítida frente al ruido, frente al quilombo
que se escucha hace siglos.
La guitarra dice: "mi país" y fluye el adagio y la memoria
En
mi país
que tristeza
la pobreza y el rencor
Dice mi pueblo
que puede leer en
su mano de obrero el destino
y que no hay adivino ni rey
que le va a marcar el camino a recorrer
En mi país somos duro
el futuro lo dirá
En mi país
que tibieza
cuando empieza a amanecer
(Alfredo Zitarroza)
ALFREDO ZITARROZA
Una biografía inconclusa
Alfredo Zitarrosa nació en Montevideo
el 10 de marzo de 1936, trasladándose al interior de Uruguay
y viviendo en diversos poblados hasta la edad de 12 años.
Se ha señalado que esta experiencia
infantil lo marcó para siempre, notándose en su repertorio
la inclusión mayoritaria de ritmos y canciones de origen campesino,
como las milongas.
En
su juventud trabajó como vendedor de muebles, de suscripciones
a una sociedad médica y de oficinista. Luego incursionó
en labores de locución y en el teatro. Conjuntamente se inició
en el periodismo, colaborando en diversas publicaciones, entre ellas
el semanario "Marcha". Escribió sobre cibernética, enfermedades
infantiles, física nuclear y una gran variedad de temas científicos
y técnicos.
Al mismo tiempo desarrolló su
vocación artística, produciendo canciones, cuentos y poemas.
La culminación de estos esfuerzos llegó en 1959, al recibir
el Premio Nacional de Poesía en Uruguay.
Encontrándose en Perú
en 1961, enfrentado a serias dificultades económicas, fue llevado
casi contra su voluntad a actuar en televisión. Zitarrosa relata
así su experiencia: "No tenía ni un peso, pero sí
muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, regenteaba una agencia
de publicidad y por sorpresa me incluyó en un programa de TV,
y me obligó a cantar. Canté dos temas y cobré 50
dólares. Fue una sorpresa para mí que me permitió
reunir algunos pesos."
A partir de ese instante realizó
varios programas de Radio Altiplano de La Paz, en Bolivia, debutando
posteriormente en Montevideo, allá por 1964, en el Auditorio
del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica).
Su participación en este espacio le sirvió de peldaño
para ser invitado al Festival Folclórico de Cosquín, en
Argentina.
Ya
en la cúspide, tuvo a su cargo el programa de televisión
"Generación 55", donde difundió la labor de jóvenes
artistas uruguayos. De ahí en adelante se inició la cosecha
de premios. Premio Artigas de la Asociación Folclórica
de Uruguay en 1965. Medalla de Oro por sus ventas de discos los años
1965, 1966, 1967 y 1968. Medalla de Plata en el Segundo Festival Latinoamericano
de Folclore en 1966, en Salta. Plaqueta y Disco de Oro en el Festival
Internacional de Montevideo, en 1969. Mención de Honor en 1972,
en Lima. Condecoración Francisco de Miranda, otorgada por el
Presidente de Venezuela, en 1978 y así sucesivamente.
Sus temas han sido grabados por intérpretes
de la talla de Mercedes Sosa, Jorge Cafrune, Nacha Roldán, Los
Andariegos, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Huerque Mapu, Cuarteto
Zupay y otros, en Argentina; María Dolores Pradera, Nati Mistral
y Maya, en España; María Teresa Chacín y Soledad
Bravo, en Venezuela; Chabuca Granda y Tania Libertad, en Perú;
Sanampay y Grupo Onta, en México; Miriam Ramos, Osvaldo Rodrigo,
"Chango" Nieto, Marga y Betty, en otras naciones.
Zitarrosa consigue lo imposible: gustar
a todo el mundo y en especial al público uruguayo que ve en él
al cantor largamente esperado, el que canta con las voces de todos.
Es difícil determinar qué
es lo más importante en la personalidad de Alfredo Zitarrosa:
su condición de autor y compositor privilegiado o la fuerza de
sus interpretaciones, la lucidez, la prodigalidad de sus imágenes
poéticas, su raíz inmensamente popular y cálidamente
universal expresadas en sus canciones, las que han hecho de él
una figura señera de la Canción Popular Contemporánea
Latinoamericana.
No
es instrumentista, aunque a veces se acompaña con la guitarra,
en cambio sí compone a favor de la guitarra que, según
él, es la autora de sus canciones. Esto merece una consideración
aparte, pues el acompañamiento elegido por Zitarrosa para sus
canciones se basa en tres guitarras y un guitarrón, lo que le
da a sus interpretaciones un original sonido, totalmente distinto al
de otras regiones de América, lo que ha llevado a los especialistas
a denominar "el sonido inconfundible y único de Zitarrosa".
Sus presentaciones en público
siguen la vieja línea en cuanto al acompañamiento guitarrístico
(los clásicos cuatro encordados de fondo, tres guitarras criollas
y guitarrón) como en su vestimenta: terno oscuro con chaleco,
camisa blanca y corbata, zapatos negros e impecablemente peinado con
partitura al lado.
En 1976, Alfredo Zitarrosa abandonó
su tierra natal, trasladándose a Argentina. A los pocos meses
salió de ese país rumbo a España donde siguió
componiendo y actuando esporádicamente. No resistió, sin
embargo, estar lejos de su continente, de sus hombres y costumbres.
Viajó a México en 1979 con su esposa y sus dos hijas,
habitando en Prados de Coyoacán, al sur de Ciudad de México,
hasta 1983, momento en el que regresó a Argentina.
La noche del primero de julio de 1983
se reencontró con el público porteño en el Estadio
de Obras Sanitarias. Al comenzar su actuación pidió permiso
para seguir cantando a nombre de su pueblo. Los asistentes lo acogieron
con una ovación que, dice, nunca podrá olvidar.
A comienzos del año 1984 regresa
a su país natal, Uruguay, donde pocos días después
es recibido por una multitud en el Estadio Centenario de Montevideo.
Continuó escribiendo y componiendo
hasta su muerte, el 17 de enero de 1989 en Montevideo.
El
poeta Washington Benavídez, uno de los pilares del Canto Popular
Uruguayo, dijo en cierta ocasión: "Siempre que pienso en Zitarrosa
me vuelve a la memoria una imagen que el gran cantor me provocó,
en un lejano recital, fervoroso de público, allá por Tacuarembó;
dije entonces que toda canción cobraba, como tocada por una magia
terrena, un algo, un no sé qué dorado y cordial, en el
envión sombrío y generoso de su voz".
* En esta síntesis biográfica,
seguramente falta una serie de datos acerca de su rica y agitada trayectoria
artística, pero al menos servirá para tener una idea de
lo que ha sido Alfredo Zitarrosa.
Guitarra negra
Cómo haré para tomarte
en mis adentros, guitarra. Cómo haré para que sientas
mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía. Cómo
se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre,
tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y
oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas.
Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin
manos que te ofendan. Cómo traspasarte mis hombres y mujeres
bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como
pocos. Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar
tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad
y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas.
Hoy anduvo la muerte buscando entre
mis libros alguna cosa. Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando
cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo
perdí, cómo escribía cuando había verduleros
que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un
lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión,
ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela
canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros
buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo
la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio,
asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi
abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches de café
Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando
a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplegia,
al Uruguay batllista, a Aristides querido, a mis anarcos queridos bajo
bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo
la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los
dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y
los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos
múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión...
Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre ni
a mi madre, ni a Marx, ni a Aristides, ni a Lenin, ni al Príncipe
Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie. Ni a los muertos Fernández
más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo
había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado
de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había
pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora,
y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con
su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa,
abiertas... Y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa,
por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de
todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas
de los hospitales... La noche entrará, cabeceando, saltará
para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... Y se echará
en el piso como un perro... Y aguardará hasta la madrugada...
Hoy... Dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas,
para siempre... Mi corazón está mejor situado que mi casa...
Mi casa, más cercada que mi barrio... Mi barrio, cercado por
mi pueblo... En mi barrio vive el Presidente, cercado por un muro casi
derrumbado...
Temblando, con el frontal partido con
el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada
como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el
cemento... Balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre
costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada
de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita...
Ahí se va alzando, como un pesadopingajo, atrapada por la pata
por un gancho que le salta arriba, que la alza por un hojal abierto
en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental,
en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo,
balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa,
mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué
duele qué parte de quien es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento
atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas
partes, tan extensas... Y que pastando nunca había dolido...
Haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta
viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente
como un sol cálido hacia sus adentros... Y nunca habían
dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan,
se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y
fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace
un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros
cien balidos, Dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos
para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera:
"Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo,
cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra
res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de
espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no
había pasto, alcanzó a comprender que había otra
res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... Y cayó
detrás, también, y el cemento tembló bajo esos
huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó
también, con un ojo reventado una guampa partida, deshecha, también
cayó y tembló la tierra, tembló el marrón,
tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor
y de miedo... De un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...
En la punta del agua, una flor blanca,
luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye,
chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita,
la catapulta en chorro de agua y sube como bola en el aire... Está
naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boite...
Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca,
acuosa, nostalgiosa en el aire... Subida en los aplausos como espitada,
hendida, empitonada... Gime y llora en la noche, tira estrellas bailando
bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como
si fuera planta que la cría -y que no es- ... y sin embargo,
así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose
y flotando, mientras dure la noche, su belleza infantil de ingeniería,
su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... El gringo,
el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras,
el mozo, esos señores...
Hace un buen rato ya que doy trabajo
y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón
del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres
de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras,
vos lo sabés, guitarra negra... Hoy reanudo en un cómico
enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia. Me hacen sufrir las
alas que me puse para volar, mas grito y se alzan, gimo y me acompañan,
río y baten de a dos, como que están amándose y
se odian, sin embargo mis dos alas se odian, se enderezan, se hacen
amigas mías para llevarme por todas partes: allá está
la canción, aquí la nada... Más allá el
pueblo y más acá el amor... Pero el pueblo está
también más acá... Y antes estaba allá también,
detrás del pueblo el pueblo... Hemos viajado por todos mis caprichos
y el pueblo hozando el piso, amándose con alas como las mías...
Odiando su destino, odiándome y amándome sin alas, con
millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... Y sus mil bocas dicen:
"Ahora, la suerte ya está echada..."
La mariposa viene hacia mí en
la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando,
por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... Y yo
vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte... Y que
no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la
cudad de hierro, ni nacida para eso, sino que era mariposa nada más,
en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... Buscando
en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen
en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que
muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por
su tiempo preciso, por su sórbito de vida ya bebida... Eso no
es tan triste... Triste es ver su cadena de huevos en el hollín,
depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas
paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda...
Hago falta... Yo siento que la vida
se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un
sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay
una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento
la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que
me aguarda lastimado... Falta mi cara en la gráfica del pueblo,
mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis
piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... Los 7 ojos míos
en la contemplación del mañana... Mis manos en la bandera,
en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el
gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.
Cómo haré para tomarte
en mis adentros, guitarra, guitarra negra... Dice Enrique, mi hermano,
que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose,
una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón...
Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga. Dice que amarte
con certeza, hacerte enteramente hembra, darte lo lque de vida tengan
mis urgencias será amar más y más a Jaime; amarlo,
más de veras... Por su alma, su propio perro mordedor bajo el
garrote, el cable, el puñetazo, la bolsa de arpillera, el plantón
y el insulto... La olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie
a golpear... Sino con hambre y Rita y José Luis, con Gerardo
y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio... Y por todos nuestros muertos...
Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste, ladrador, campesino,
a veces manso o vigilante, que roe su propio hueso en la penumbra y
gruñe... cual casi todo perro popular, vagará por tus
anchas veredas, tus milongas sangrantes... hasta morir también...
Tal vez un día... De soledad y rabia... De ternura... O de algún
violento amor: de amor. sin duda.
****
Creo que nuestro carácter
tiene que ver
con esa forma de ser
turbulenta y nostálgica del río que no canta, del río
que no pudo ser, del mar que no somos. Montevideo y Buenos Aires no
están ni frente al mar ni frente al río, estamos frente
a la vorágine y en la convergencia torturada de esos dos ríos
que, de cualquier manera, van al mar. Hemos desarrollado una sicología
de tránsito..