Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 30.
12 de Junio al
12 de Julio de 2001.

LA PLUMA DE ORO

Por: Jorge E. Cancino

" Rrose selavy
Rose est la vie
Eros c'est la vie "
Marcel Duchamps

Adela Sender con paso seguro y pecho turgente tostado por el sol estival, luciendo una escotada y diminuta solera rojo veneciano con uno de los breteles caído más abajo del hombro derecho, se desplazaba con aire sensual por la Costanera ante los ojos libidinosos de los marinos que custodiaban la zona de "emergencia" según el Bando # emitido por la Superioridad Naval. Pero, los territorios rigurosamente vigilados, jamás inquietaron a la amante del Capitán General.

Ebria de extrañas sensaciones entró a su apartamento situado en el penthouse del condominio Hangaroa con eterna vista al mar. El calor era sofocante; la ducha fría resbaló fresca y acariciante por todo su cuerpo, calmando un poco las ansiedades causadas por la ruptura de su noviazgo con un hombre de exitosa situación conómica y personaje de extrema confianza en las altas esferas del gobierno militar.

Adela, sabía que estaba jugando con fuego, pero se dejaba llevar por su instinto femenino y esperaba el desarrollo de los acontecimientos como quien aguarda los txiquitos y la sidra en una Tasca de la calle Fermín Cabelton en una atardecer en San Sebastián.

Envuelta en una toalla "Cadwell Cotton Loops", salió del baño hacia el bar ubicado frente a un largo ventanal que ofrecía una espectacular vista panorámica, de la costa norte de la hermosa ciudad turística.

Cuatro cubos de hielo sonaron alegres al caer al fondo de un ancho vaso de cristal; que luego la Vodka Deneka que Adela bebía con placer los ahogó con lentitud.

En verano se hace más apremiante el deseo de evadirse de lo habitual y tomarse una merecida temporada relajante, era tan necesario como una burbujeante Alka-Seltzer, después de una noche de juerga, pensaba Adela con las vista tendida sobre el horizonte.

Después de las canículas de verano, viene el mejor momento para ir a
Egipto, visitar Assouan y disfrutar de la tranquilidad del Nilo. La temperatura es aún caliente ,pero el calor agradable. También podría irse a dormir al lujoso Hotel Tivoli de la avenida Liberdade en Lisboa, donde François Truffaut comenzó a rodar la primera secuencia de su filme "La piel suave". La campanilla del teléfono la volvió a la
realidad. Una voz lejana y angustiada le decía que tenía serios problemas. Adela, frunció el ceño y preguntó con vehemencia.

-Quién cambió el "programa"!?

-Teníamos un plan perfecto!

-Tú sabes quién cambia todo...respondió la voz distante.

-Ah! Debí suponérmelo, soy una estúpida, exclamó airada Adela, y agregó: llama
inmediatamente a "Hard". Eso es todo. Y con un seco adiós, cortó la comunicación.
La toalla que la cubría cayó al piso; malhumorada se tiró sobre un amplio sillón
de cuero echando la cabeza atrás, sacudiéndola con fuerza, con los ojos cerrados, como queriendo ahuyentar los malos presagios que significaba la llamada telefónica.

Abrió los ojos y los fijó sobre "L'Oeuf de L'Oeil" un óleo de Matta que había comprado en la exposición del Centre Georges Pompidou, cuando era modelo de afamados modistos europeos,y su vida diferente. Los recuerdos la tenían harta. Ahora más que nunca ansiaba la libertad para hacer realidad todos sus sueños, y sus deseos
de volar como una pájaro hacia lo desconocido; dando rienda suelta a ese mundo interior que por años no podía sacar afuera y expresarlo con toda la fuerza de su temperamento reacio a la sociedad en que estaba viviendo.

El calzón bikini de seda negra "Victoria's Secret" cubrió lo necesario para que Adela no se sintiese desnuda. Un blusón de lino blanco, diseño de Hiroko Koshino de New York,llegó justo hasta la mitad de los muslos bronceados y tersos de la delicada mannequin. Calzó finas babuchas de cuero negro opaco de Angelo Gucci. Un toque de la individual fragancia de Diva, dejó lista a Adela Sender para asistir a una ceremonia Oficial en el Palacio de Toesca.

Su esbelta figura reflejada en el espejo del vestidor le recordó la frase de su amigo Giorgio Armani en el Palazzo de Milano: "L'élegance dépase le temps".

Los guardias de seguridad, como medida de prevención, desayunaron antes que el Capitán General. Las frutas con miel, cereales y youghurt de bajas calorías, dejaron bien preparado para el resto del día el organismo del omnímodo militar. Luego comenzó a vestirse. Se quitó la bata de seda china, se puso calcetines grises de hilo mercerizado y zapatos negros .Camisa blanca y corbatín del mismo color; pantalones y guerrera de reglamento para las grandes ocasiones. Frente al espejo cepilló sus cabellos canos, mientras que su asistente tenía en sus manos la gorra de corte
germánico con laureles dorados en la visera. El celular sonó discreto, una acariciante voz femenina hizo sonreír con malicia al Capitán General que, en el breve plazo de quince minutos firmaría varios decretos ministeriales y algunas sentencias de prisión o
destierro para personas contrarias al régimen. Agradeció la llamada y el valioso obsequio recibido. Deslizó un suave "hasta pronto" y desconectó el teléfono.

El Capitán general franqueó el umbral del Salón Rojo y avanzó solemne hacia su escritorio de caoba de Curazao, regalo del Presidente de Filipinas. Todo su gabinete político, los altos mandos de las Fuerzas Armadas, Servicios Especiales de Seguridad, y policiales estaban presentes; también las carpetas con decretos y sentencias.

El autócrata militar, tomó la lapicera de oro, y pensando en Adela, la introdujo con voluptuosa lentitud en el tintero de plata hasta producir una hermosa explosión de color anaranjado, justo en el instante en que despejaba del aeropuerto internacional de Pudahuel, el Boeing 747 de Lufthansa, llevando a bordo a la hermosa Adela Sender que, llegando a Barcelona pensaba irse "de copas" por los bares de la ladera del Tibidado y mirar desde allí a la ciudad de Gaudí, en compañía de Wilkie Collins Jr., autor inglés del best-seller policial titulado: "The Golden Pen".

Nota del autor
Wilkie Collins (1824-1889) era bisabuelo del autor de The Golden Pen, y amigo íntimo de Dickens de quien se dice sería el padre de la novela policial.


Si quiere comunicarse con Jorge E. Cancino puede hacerlo al siguiente mail: AnaMaria.Pavela@bdeb.qc.ca
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