Por: Carlos
Yusti
La
historia de la pintura moderna, parafraseando a Octavio Paz, fue
la de una contienda. Sus protagonistas más destacados asumieron
el arte desde la desmesura, el furor y la creatividad. Querían
que sus telas, aparte de hacer tabla rasa con el pasado pictórico,
tuvieran la facultad de asombrar, escandalizar, de sacar al espectador
de ese mundo sin fervor solidificado en frases hechas y certidumbres
tridimensionales carentes de magia. Deseaban con ardor que sus propuestas
plásticas más que una loable continuación del
pasado artístico fuese un ajuste de cuentas, una bofetada,
una lucha, un desgarrón de la sensibilidad y los sentidos.
Los artistas modernos
tuvieron entre sus preocupaciones estéticas básicas
crear lo nuevo, lo jamás visto, lo personal, lo que marcara
pautas y señalara derroteros inéditos. Para tan ambiciosa
empresa consideraron como prioridad deslastrarse de los maestros
clásicos de la pintura, reinterpretarlos de una manera desprejuiciada,
y si se quiere irrespetuosa. Necesitaban emprender el vuelo sin
lastre alguno, necesitaban ser a toda costa y sobre todo el incendio
(en sentido figurado) del arte del pasado la vanguardia artística
de los nuevos tiempos.
Ser
considerado como vanguardista en materia artística era estar
en el tope. Estar a la vanguardia no era más que mezclar
talento, ferocidad imaginativa. ímpetu creador y rebeldía
con una actitud displicente (o crítica) hacia el arte clásico
en sus más variadas tendencias.
Pablo Picasso, pintor,
escultor, poeta, escenógrafo y publicista, fue uno de los
vanguardistas más geniales y decisivos del arte contemporáneo.
Sin él la historia del arte occidental en la actualidad no
tendría la complejidad y la plenitud que lo caracteriza en
la actualidad.
Escribir algo nuevo
sobre este artista paradigmático es una estupidez, empero
su sola mención nos lleva de inmediato al encuentro de una
personalidad artística compleja y avasalladora, sujeta a
las admiraciones y los denuestos más subrayados. A pesar
de todo, considerarlo como pilar fundamental de la vanguardia del
siglo XX es un justo reconocimiento a su audacia creadora.
Quizá se deba
escribir que Picasso fue un individuo complicado. Un conquistador
egoísta. Un artista consagrado a su trabajo con un ritmo
poco común. Todavía hoy sus adversarios y admiradores
por igual se sienten sumidos en la impotencia al no poder ignorarlo.
Paul Jhonson no le perdona su comunismo, así como agradece
que Pinochet tenga la costumbre inglesa, tan civilizada, de tomar
el té y, por ese motivo escribe de la siguiente manera: "...Andrew
Lloyd Webber admitió que fue él quien pagó
29 millones de dólares por el Retrato de Ángel
Soto (1903) de Picasso. Tal como viene se va: si uno amasa una
fortuna escribiendo melodías que evocan otras que la gente
oyó antes, ¿por qué no derrochar una parte en el estafador
artístico de mayor éxito del siglo? Webber, asombrosamente,
llegó a Picasso a través de los prerrafaelistas (...)
Se propone colgarlo junto a Burne-Jones. Picasso declaró
que admiraba a Burne-Jones y recibió gran influencia de su
línea y su color. Pero Picasso dijo muchas mentiras, por
diversos motivos, y creo que esto sólo era cháchara
andaluza. No veo la conexión. Burne-Jones era un gran artista,
que alcanzó su mejor actuación tardíamente,
después de ingentes esfuerzos. Habría despreciado
a Picasso desde el fondo de su corazón."
Una biografía,
"Picasso: creador y destructor" y una película "Sobreviviendo
a Picasso" buscan ahogarlo en la comidilla del anecdotario
personal, sacando a la luz su lado canalla y polémico.
Nació en Málaga,
España, un 25 de Octubre de 1881. Tuvo como primer instructor
de pintura a su padre. Pintor de bodegones y palomas de gran virtuosismo.
El mismo Picasso cuenta que un día su padre le asignó
como tarea dibujar las patas de una paloma. Su padre se fue al campo.
Cuando regresó, una hora más tarde, este había
pintado toda la paloma con una exactitud pasmosa. El padre revisó
con detenimiento el trabajo. Fue hasta su cuarto y regresó.
Traía sus pinceles y su paleta. Entregándoselas a
su hijo le dijo: "Esto ahora te pertenece". Desde ese
momento el padre de Picasso jamás volvió a pintar.
En
1898 ingresa en la escuela de Arte de Barcelona. Luego pasó,
durante un año, a la academia de arte de Madrid. Para el
año 1900 visita con regularidad París y en 1904 decide
residenciarse allí de manera definitiva.
Su estudio parisino,
cerca de la plaza Ravignac, se convierte en un sitio de peregrinaje
obligado para poetas, escritores, actores y otros pintores. En el
pequeño estudio se suceden los encuentros y las tertulias
con los personajes del ambiente cultural y artístico de París
como Max Jacob, Alfred Jarry, Andrés Salmón, Pierre
Reverdy, Guillermo Apollinare, René Dauhamel y el matrimonio
norteamericano Stein.
Picasso como pintor
desarrolló estilos diversos. A los veinticinco años
pintaba con una sabiduría clásica inigualable. Dos
épocas claves, la azul y la rosa, de su etapa juvenil conforman
la base fundamental de su deslinde definitivo con la pintura clásica
y el ensayo de nuevas visiones estéticas, del encuentro de
nuevos parámetros pictóricos o como el propio Picasso
lo expresó: "En pintura yo no busco, sólo encuentro".
La "época/etapa
cubista" es la más significativa, no tanto por el planteamiento
estético de asumir la tela en su sentido plano, sino por
la manera audaz de asumir la forma. Esta audacia pictórica
muy pronto conoció adeptos y seguidores tan audaces y creativos
como Picasso.
El preámbulo
del cubismo arranca con Cezanne (de este pintor Picasso siempre
dijo: "Ah, Cezanne, él es el maestro de todos nosotros").
Los estudios que realiza Picasso de Cezanne y de la cultura del
África Negra, lo conducen al empleo sistemático de
formas geométricas en sus pinturas. Picasso simplifica la
forma y la perspectiva tradicional (y embustera ideada por los pintores
clásicos de Flandes y Florencia) a giros ópticos enteramente
novedosos.
El
Cubismo, el término al parecer se le debe al crítico
de arte Louis Vauxcelles quien lo empleó en uno de sus escritos
para descalificar los cuadros cubistas, era una ruptura con la visión
pictórica del renacimiento, fue un corte brusco con la figuración
académica y correcta, pero sin alma. En suma, fue altisonante
rechazo contra el amermelado paisajismo y su engañosa perspectiva
de profundidad en un plano.
Para Picasso esa pintura
clásica que recurría a trucos ópticos, y que
tuvo su auge en el siglo XV, para presentar la realidad ya no tenía
nada que ofrecer. No por casualidad dijo: "Pinto lo que veo",
demostrando con sus paisajes que el hombre al mirar al mundo lo
hace desde ángulos distintos.
El cuadro que inaugura
la revolución cubista es "Les Demoiselles D'Avignon",
pintado de 1906 a 1907. Dicha pintura proporcionó de una
estética reveladora a la figura humana. El cuadro fue visto
por muy pocas personas. Entre quienes tuvieron ese privilegio se
encontraba Georges Braque, quien al detallar el cuadro exclamó:
"Ver esta pintura es como si a uno le dieran a beber gasolina".
La noticia se propagó con rapidez. Pronto "Las señoritas
de Aviñón" se convirtieron en un epicentro de
polémica y los auspiciadores de lo funesto vaticinaron sin
prorroga la muerte de la pintura.
El pintor Braque se
plegó de inmediato al cubismo con un estilo particular. Otro
tanto hizo Juan Gris. Con respecto al cuadro Picasso dijo: "...en
el principio se llamaba "El Burdel de Aviñón"
¿Y saben por qué? Aviñón siempre ha sido para
mí un nombre conocido, un nombre ligado a mi vida. Vivía
a dos pasos de la calle de Aviñón. Allí compraba
yo papel, acuarelas. Por otra parte como ya deben saber, la abuela
de Max Jacob era originaria de Aviñón. A propósito
de este cuadro hacíamos muchas bromas. Una de las mujeres
era la abuela de Max. La otra Fernande (Oliver). Otra, Marie Laurencin,
todas en un burdel de Aviñón".
La
leyenda de un hombre tacaño, ruin, obsesivo, machista y envidioso
no oscurece su obra. Como artista trastoca las teorías estéticas
y sus creaciones incesantes, geniales y desconcertantes no buscaban
complacer el gusto del público, ni darle a los críticos
papilla artística, fácilmente digerible, para facilitarles
el trabajo y granjearse con ello buenos comentarios. Picasso fue
un creador emotivo y sus pinturas, dibujos y esculturas buscaban
complacer a sus demonios personales.
Como hombre público
adoptó posturas políticas a contracorriente. Como
pintor jamás siguió lineamientos y con pulso firme
destajó la belleza tradicional, o comúnmente aceptada.
No sin razón Paul Eluard le escribió en un poema:
"Ha quemado el pan bendito de la belleza". Su genio no
se amilanó ante las nimiedades domésticas y su copiosa
obra, en conjunto, fue una combinación osada de burla y destrucción,
de juego y vitalidad en cuanto a forma y colorido. Para él
los preceptos de arte no tuvieron sentido alguno. Mucho menos fue
arte una melindrosa inspiración, sino más bien una
prueba compleja del espíritu y la inteligencia en estrecha
combinación con el esfuerzo vital.
Picasso no pasa por
los movimientos de vanguardia, sino que todos los movimientos de
vanguardia pasan por su visión y hasta se podría especular
que fue un antecedente primario del artista postmoderno. Todo cuanto
de paradójico tiene el trabajo artístico de Picasso
se ordena y adquiere visos de tonificante poesía. En otras
instancias sus pinturas poseen connotaciones de una manera muy personal
de investigación plástica. Hay un proceso creador
inteligente que trata de abandonar los trasnochados postulados de
la intuición y la inspiración, no obstante su obra
toda parece un sublime golpe de azar. El resultado inequívoco
de la sensibilidad.
Su pintura cuando abordó
el tema político no se limitó a ser un manido panfleto,
como lo estipulado el realismo socialista, ni una alegoría
reivindicativa a la manera de los muralistas mexicanos. Esto, por
supuesto, no lo recuadra en la nómina del partido, aunque
es bueno acotar que Picasso fue un pintor bastante politizado. La
pintura para él más que bandera de lucha fue una conducta
cívica, una propuesta ética.
Entre su amplio trabajo
pictórico apenas hay cuatro obras que anuncian su compromiso
moral y político con el tiempo que le tocó en suerte:
"Sueño y mentira de Franco", "Masacre en Corea",
"El Matadero" y "Guernica".
El
"Guernica" más que un cuadro político es
un emblema contra la violencia y el sin sentido de la guerra, es
una metáfora que evoca la creación artística
como un muro de contención lúdico contra la destrucción
y el horror bélico. Con el "Guernica", Picasso
no sólo buscaba una conexión visual novedosa con el
espectador, sino que intentaba removerlo, buscaba penetrar en la
arboleda de su conciencia y de sus emociones; intentaba trastocar
su visión de la guerra y del arte, quería que nada
quedara plácidamente en su sitio. Los colores blancos, negros
y grises, con los cuales esta pintado el "Guernica", acentúan
la nítida propuesta política del pintor, el cual antes
que agradar la retina del espectador busca atravesarlo como una
daga y que se sienta herido de odio, amor y dolor desgarrado.
Su obra escultórica
es un baile rítmico y poético de la forma, muchas
veces, ni más ni menos, es simplemente una humorada estilizada:
con un manubrio de bicicleta y un sillín crea una cabeza
de toro. Combinaba en sus objetos tridimensionales materiales diversos
como yeso y alambre. Los temas de sus esculturas son variados, pero
carentes de esa complejidad estética que trasmiten algunas
de sus pinturas. Fue un ceramista acucioso. Sus jarros, platos,
tazas y otros objetos de barro, porcelana y loza son decorados con
peces, palomas y lechuzas. Para él la cerámica como
actividad artística constituyó un respiro, un paréntesis
y en sí no es una obra para entusiasmarse demasiado. De igual
forma se interesó con fruición por la mitología
griega y romana. Muchos de sus grabados y aguafuertes tienen como
tema algunos mitos.
Reinterpretó
a los maestros clásicos. Los pasó el tamiz del cubismo
descubriéndoles nuevas características. Su versión
de "Las Meninas" de Velásquez, sobrepasa la sencilla
revisión. En cuatro meses de encierro con el cuadro realizó
cuarenta y cinco cuadros sobre el tema. Con este esfuerzo creador
evidenciaba su fortaleza creativa, siempre juvenil y plena de sorpresas.
Toda esta pujante vitalidad
de crear que durante toda su vida derrochó Picasso, nos habla
de ese supremo sentido de vida que posee la creación artística,
de esa vocación del hombre por humanizar su entorno social
a través de propuestas estéticas plenas mágico
fervor.
Su pintura al final
fue un anhelo por reencontrar la pureza del trazo infantil, de esa
torpe y poética línea que un niño traza para
dibujar lo que siente y descubrir así esa metáfora
de la emoción sin secretos.
Es irremediable la
deuda que muchos pintores tienen con Picasso, con su audacia plástica
y su incansable anhelo de novedad pulverizando todos los cánones
y tomando de otros pintores lo necesario para descubrir un discurso
plástico libre y vital.