Desde Chile, Marcela
Viviana Díaz Sanhueza
Aunque
aún incomprendidos por muchos, los homosexuales, y las alusiones
a ellos, han estado presentes en las pantallas de los cines de todo
el mundo desde tiempos inmemoriales. Desde el temprano 1895, cuando
dos bigotudos bailaban un apretado vals en el experimental The Gay Brothers,
de Thomas Edison.
Estereotipados en un principio como afeminados o a través de
personajes que nunca tenían contacto sexual en pantalla, hoy
la imagen de los gays vende, y mucho más de lo que algunos creen
-sino pregúntenle a Rupert Everett-. Los ciclos de cine gay por
todo el mundo son presenciados por miles de espectadores, no necesariamente
de la tendencia sexual de los protagonistas, pero que sí son
apoyados en forma incondicional por las comunidades afines.
El primero de esos ciclos para Chile comenzó en el cine arte
Alameda, que en conjunto con el Movimiento Unificado de Minorías
Sexuales de Chile organizó la presentación de catorce
películas que van desde lo clásico hasta el preestreno
de Wilde, filme ganador de varios premios. Todo en el marco de la celebración
del Mes del Orgullo gay, que busca de romper con los prejuicios de la
sociedad chilena.
Y es que la tolerancia a la diversidad
sexual es un tema en el cual el cine tiene mucho que ver.
En los años veinte y treinta en Hollywood se impuso la Legión
de la Decencia, que además de catalogar las películas
amenazó con boicotear aquellas que le parecieran objetables moralmente.
Se cambiaban palabras, escenas y hasta los guiones, como el de The Lost
Weekend, que de tratarse de un alcohólico confundido con su sexualidad
pasó a ser la historia de un escritor alcohólico que ya
no podía escribir. Las reglas eran claras e inviolables; no eran
permitidas las perversiones sexuales -categoría en la que se
incluía a los gays y cualquier alusión o manifestación
de ellos en la pantalla-; los besos con la boca abierta; la desnudez
ni la seducción evidente...
Sin
embargo, la homosexualidad en Hollywood siguió presente, pero
entre líneas, por lo que los censores dejaron pasar a películas
como Ben-Hur años más tarde, por ejemplo.
En Europa en cambio, como siempre la historia ha sido distinta, e hizo
reaccionar a la comercial industria estadounidense con el film Victim,
cuyo protagonista es un explícito homosexual, cuando todavía
la Legión trataba de taparle los ojos a la típica familia
norteamericana. Pero mucho agua ha pasado debajo del puente, y hoy el
tema es tratado en forma más abierta, ya la imagen del gay raro,
confundido y demente, no es una norma desde el estreno de Birdcage y
gracias al cine independiente. La Jaula de los Pájaros demostró
otra mirada al mundo gay y Robin Williams también aportó
lo suyo al aceptar un papel que para muchos otros actores habría
sido un problema.
Sin
embargo, aún no hay películas acerca de las vidas normales
de los gays, de sus reflexiones como gente normal. Hasta ahora se les
ha mostrado casi exclusivamente como la parte graciosa de films de comedia,
o el problema con el cual tiene que lidiar cierto personaje, o la relación
de los homosexuales con el Sida, como el caso de la película
Philadelphia. En este sentido mucho más profundos han sido los
filmes de Almodóvar por ejemplo, que aunque ha llevado a un extremo
las caracterizaciones de trasvestis como en Todo Sobre Mi madre, por
último sus personajes se hacen más queribles y comprensibles.
Tampoco hay mucho acerca del lesbianismo, pero en todo caso su situación
es comparativamente mejor que la de los hombres homosexuales. La temática
es tomada con más profundidad, como en el caso de Criaturas Celestiales,
o por último es tratada como parte de la fantasía masculina
de mujeres jugueteando con su sexualidad, por lo que no se les ha ridiculizado
en la pantalla
grande.
Pero
de todo tiene este ciclo chileno y bien vale una pequeña sinopsis
de algunos de sus filmes para que nadie se sorprenda. Encontramos No
se lo Digas a Nadie, adaptación de la novela del peruano Jaime
Bayly, escritor que últimamente ha estado introduciéndose
en la farándula chilena y apareciendo en cuanto programa de televisión
quiera ganar sintonía con sus supuestas polémicas, pero
que en materia literaria tiene algo más importante que decir.
También y sorpresivamente a The Rocky Horror Picture Show, película
musical de 1975 que une a Susan Sarandon y a Barry Bostwick, como una
joven pareja que llega a un castillo en el cual se encuentran con un
doctor travesti que se comunica con sus pares de toda la galaxia, y
que acaba de terminar a su creación, una especie de Frankenstein
que se siente atraído tanto por hombres como por mujeres.
Más conocido es el retrato del glam rock que hace el director
Todd Haynes en Velvet Goldmine (1998), en el cual hace un recorrido
entre el pasado y el presente con entrevistas de un reportero a su personaje
principal, el cantante Brian Slade (Jonathan Rhys-Meyers), interpretación
"libre" de David Bowie y a quienes lo conocieron diez años después
de su apogeo. Es un intento de apología a una época que
sin embargo sólo logra retratar lo superficial de ella (las vestimentas,
el brillo y la defensa de la bisexualidad) y que ni siquiera logra abarcar
el gran talento de Bowie. Es una copia de la reconstrucción que
hace Orson Welles en El Ciudadano Kane. Destacable es su banda sonora,
con música de Pulp, Radiohead y Placebo entre otros que logran
darle a la película la atmósfera de los años '70.
Desde
Hong Kong hasta Argentina viajan los protagonistas de Happy Together,
Lai Yiu-Fai y Ho Po-Wing, quienes viven un romance tortuoso que les
impide paradójicamente estar felices juntos. La relación
de ambos y su sexualidad es tratada en forma abierta y austera, fue
filmada casi completamente en Argentina y es un buen ejemplo de cómo
debiera ser tratado el tema de la homosexualidad en un filme. Cuando
Cae la Noche (1995), de Patricia Rozema en cambio, es un débil
intento por adentrarse en la atracción entre dos mujeres. Es
la historia de una profesora protestante comprometida con un ministro
religioso, que se siente atraída por una artista de circo, y
cómo debe elegir entre su pasión y el recato de una vida
segura.
Menos interesantes son Lavado en Seco (1997), film francés acerca
de una pareja que ve alterada su vida luego de que alojan en su casa
a un travesti; Dulce Amistad (1996) de un adolescente británico
que se enamora de su vecino; y Vampiros Lesbos (1970) de Jesús
Franco, que narra las aventuras de una vampira insaciable en todo sentido.
Conocidos son Boys Don't Cry, El Baño Turco Hamam y El Ligar
sin Límites. La primera, con la excepcional actuación
de Hilary Swank, que le valió un Oscar. En ella, Kimberly Pierce
explora la crisis de identidad y de sexualidad de Teena Brandon al transformarse
en Brandon Teena. La segunda, coproducción española, italiana
y turca, revela las costumbres de Turquía y de un joven romano
que hereda este lugar, donde descubre un estilo de vida por el cual
deja a su esposa e hijos. Y la tercera, realizada en 1978, se basa en
la novela de José Donoso.
Se
preestrena Wilde, ícono para los gays en cuanto historia del
escritor y poeta frente a los prejuicios de la sociedad victoriana,
que llegó a arrestarlo por el cargo de conducta homosexual. El
ciclo finaliza en gloria y majestad con el despliegue escénico
y de vestuario galardonado por la academia de Priscilla, La Reina del
Desierto (1994), en la que tres travestis recorren el desierto con sus
performances, con una reina Bernardette interpretada por Terence Stamp.
Si bien es cierto no se puede hablar de un género de cine gay,
ejemplos como los de estas películas ayudan a que la diversidad
esté presente en el cine como reflejo del género humano.