Cheo
Morales H.
Frankfurt a.M.- Alemania.
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Submarino Amarillo.
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A mediado de la década de los
sesenta, digo del siglo pasado, un submarino amarillo navegaba por los
mares del planeta; en su interior cuatro marineros musicales iban recalando
por las costas de los cinco continentes dejando un mensaje de amor y
paz. Fueron contagiando a toda una generación e impregnándole
la nobleza de vivir en un mundo floral lejos de las veleidades de una
"guerra fría", cargada de misiles apuntando a ninguna y a todas
partes. Por esto el emblemático submarino amarillo representaba
el desarme tanto de los espíritus como de las intenciones.
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Submarino Amarillo.
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Desde luego, desde las cenizas de aquella
simbología pacifista (¡haz el amor no la guerra!) nace una izquierda
revolucionaria dispuesta a todas, que del rojo de los claveles hace
el color de sus estandartes: maoístas, guevaristas, castristas,
trotskistas, etc..., que, desde luego no reniego, pero que saco a colación
ya que pese a prédicas de armas tomar en el fondo se anidaba
una forma de ocultar una verdadera paz por ganar a pulso y muy embuida
por una timidez capaz de no negar el amor a nadie al son de Yelow Submarine,
y de otras melodías entonadas por guardias rojos y anarquistas
de todo pelaje. Si bien es cierto que el mercado hizo su agosto con
las ganancias que producían a granel las ventas de los "elepes"
tanto de larga duración como los de ´45; la cuestión que
la industria de la música, pese a sus intereses, como dicen las
leyes del mercado vistas desde un punto de la dialéctica producían
progreso (o eran progresistas, como diría un joven marxista de
la época). A lo que voy, simplemente, es que gracias al ritmo
de producto de la electrónica, los que vivimos aquella época,
nos hizo ilusión que el militarismo gris, de cualquier bloque,
se transformara en la utopía de responder a los misiles y bombas
de Hirochima con flores, como un anticipo a la revolución de
los claveles en Portugal (1974). El Yellow Submarine, junto con hacer
una huelga de amor en cama durante muchos días predicó
que las armas las carga el diablo y hay que renunciar a ellas, ya que
estas producen los males de la humanidad. El mensaje de amor y pacifismo
de Lenon y sus acompañantes murió, no de muerte natural,
sino que por la violencia de sus propias utopías.
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John Lennon.
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Fue bastante triste ver por lo medios
de comunicación como otro submarino, esta vez no hecho de ilusión,
hecho de acero inoxidable, armado para una guerra de largo aliento y
tripulado por jóvenes oficiales y marineros de tropa, adiestrados
para aniquilar las ilusiones de los potenciales enemigos, orgullosos
de servir en una de las flotas más poderosas del planeta y con
la esperanza de morir en el sacrificio algún día, como
se iba al fondo del océano como una piedra, convirtiéndose
en un gigantesco ataúd sellado a pruebas de modernos abrelatas
y equipos de rescates. Los latidos del corazón de este gladiador
submarino, en sonidos morses, fueron escuchados como el grito desesperado
de esos muchachos que nacieron después de la revolución
que conmovió al mundo de los sesenta, por lo tanto no supieron
de las fantasías de un mundo fabricado de ilusiones que marchó
por un par de décadas al ritmo del corazón.
Durante los días de sobrevivencias
pensaron y soñaron con las praderas grises del militarismo grande
elocuente de un neo capitalismo fundado sobre las cenizas de un cuasi
olvidado estalinismo, y se vieron así mismos cargados de medallas,
de honores militares y regresando a sus hogares bajo las vistas envidiosas
de quienes no saben de navegaciones bajo las frías aguas cercanas
al Polo Norte. Pero esto no fue posible, ya que el nuevo Zar de todas
las Rusias no estaba para desvelar secretos nucleares. Que más
daba que 118 mártires se quedaran allá abajo si el prestigio
de ser temidos por media humanidad quedaba en entredicho?
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Kursk. Submarino
Ruso, hundido en mortal tragedia.
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Primero se inundaron las cámaras
que albergaban pesados torpedos de largo alcance, luego los camarotes
quedaron abiertos a la inmensa y avasalladora presión de las
mareas submarinas, por último el oxigeno que quedaba fue consumido
por los sobrevivientes, quienes a la espera del rescate oportuno, cuyos
pulmones fueron reventándose entre la espumadera viscosa de sus
propias bilis y silenciándose como fuelles viejos, el mundo entero
seguía pegado a las pantallas de los televisores a la espera
que el primer héroe, hasta que todo quedó en silencio,
un silencio de profundidades marinas, como sigo de una paz de muertes
para la Historia. El submarino ruso quedará sumergido bajo el
peso de los mares y las conciencias de una humanidad ya cansada, la
que se olvidará del caso del submarino, el que será sacado
a flote bajo el anonimato más estricto. Tan solo seremos testigo
de imagines de negativos desvelados. Seguramente, tal como en la década
de los sesenta, la conciencia pacifista que nos acompañó
durante esta tragedia, que no tan solo fue humana, que es lo que importa,
sino que es una muestra del fracaso estrepitoso de la ciencia al servicio
de la guerra. El coraje al servicio de la nada también nos desvela
la estupidez humana y hasta donde somos capaces de autodestruirnos y
de empujar a otros al sacrificio.
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Submarino Amarillo.
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En momentos de plena meditación
a través de los tiempos presentes, retomo la lectura de los textos,
que a pesar de ser exageradamente utópicos, por lo menos me devolverán
a la tranquilidad espiritual y al sosiego de luchar pacíficamente
por una libertad virtual y por la alegría de no verme encerrado
en un submarino que no sea Amarillo.
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Frankfurt a.M. / Alemaia Septiembre 2000
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