Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 2
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 21.
12 de Septiembre al
12 de Octubre de 2000.

LA DANZA EMPIEZA POR LA PALABRA: POEMURALES

Desde México, Jorge Solís Arenazas.

De acuerdo con Nicanor Parra, la poesía es aquello que está en movimiento; todo lo demás es prosa. Esta frase es tanto retórica como significante y conceptual. La poesía está comprendida de binomios, en el más sencillo de los casos; siempre avanza con acuerdo a sus propias fisuras, productos de múltiples enfrentamientos, directos e indirectos, que en su terreno se viven. Herida y parto son las llaves del acontecer poético: lo móvil; lo estático.

La poesía se compone de diversidad y de unidad, de diferencia, oposición, crítica interna. De ahí su esplendor y paralelamente su decadencia. Actividad heterogénea, la poesía es capaz de adquirir dinámicas atomizadas. Es capaz de neutralizarse al tomar sólo una de sus opciones, cancelándose en la homogeneidad.

La forma concreta en que tal multiplicidad poética debe ser afrontada es una cuestión crucial, por ende. Así, una de las cardinales interrogaciones para comprender lo que, a guisa de objeto, los historiadores llaman "poesía contemporánea", dentro del arte de igual adjetivación, es ésta. Hemos sido testigos de ello. Por lo menos desde la crisis del romanticismo esta pregunta se proyecta como un hongo expansivo e ineludible. La reflexión estética, dentro de los hangares de la filosofía, la sociología y la historia del arte, hasta la hermenéutica se han planteado esto, cada vez de forma más abierta y sistemática.

Empero, aún hay que enfrentarse a una verbena enorme de problemas, inherentes o adyacentes. Por esta razón, la poesía actual sigue en estado de definición, y se trata entonces del movimiento que señala Parra. Pero al mismo tiempo, va conservando ciertos pilares, rasgos que se tornan generales paulatinamente hasta llegar a ser condiciones estrictas de la poesía.

De estos problemas, hay uno en particular que ha sido el más grave vericueto de la actividad poética: la opción por el lenguaje. Es ésta otra de las cuestiones que se han intensificado con la apertura del tiempo y el crecimiento intrínseco de la poesía. Algunos giros se pierden, otros empiezan a fusionarse, otros tantos se mantienen, se generalizan, etcétera. La poesía está, aquí, ante su talón de Aquiles, pero a la vez frente a la melena, sin corte alguno, de Sansón.

Esquemáticamente puede decirse que la crítica por un lenguaje estéril, homogéneo, que renuncia a la diversidad propia de la poesía, tiene ya mucho tiempo. De forma próxima podemos nombrar a la Europa del siglo pasado y a las vanguardias. De éstas, es Tristán Tzara quien logra la más alta compenetración entre lenguaje, juego, búsqueda, crítica, experimentación, apropiación, etcétera, formando una nueva unidad poética, bajo el sello del dadaísmo. Latinoamérica también ha tenido ejemplos grandiosos: Vicente Huidobro, César Vallejo, Germán Liszt, Pablo Neruda, Lezama Lima, Girondo, Nicolás Guillén, el propio Parra, entre otros.

El caso es que de una u otra forma, todas estas vanguardias, o simples búsquedas y creaciones de nuevas opciones por el lenguaje, no logran responder cabalmente a varias de las agudas respuestas de la realidad actual. En efecto, de todos ellos, además de muchos otros, se pueden conservar diferentes cuestiones, todas ellas actuales aún, válidas, complejas y, en cierto modo, suficientes. De ninguna forma se puede renunciar a la capacidad evocativa del lenguaje de Neruda; a la musicalidad y el ritmo, siempre lúdico, en Huidobro; a la profusión de significados, variedad de lenguaje, construcción impecable de estilo en Vallejo, ni al compromiso con la búsqueda histórica y la crítica social en Guillén, etcétera.

La cuestión es otra. ¿Tienen lugar, en la creación poética, los giros que en el lenguaje se han producido a partir del discurso de la mercadotecnia y la publicidad; de las nomenclaturas musicales o científicas; de los conceptos y las categorías de otras disciplinas; los elementos gráficos, visuales; las citas bibliográficas, textuales, etcétera?

El caso del discurso político es un ejemplo ilustrativo. Antes de noviembre de 1989, cuando aún el "mundo socialista" no experimentaba su derrumbe, e incluso a pesar de su inminente e inocultable crisis, la poesía tomó, en variadas ocasiones, conceptos del discurso político socialista, pensó con sus categorías y creó con sus formas. Ulteriormente, ya más allá del derrumbe de 1989-1991, la poesía no ha encontrado aún la unidad y la cohesión para formular un nuevo lenguaje político. Un problema análogo viven la ciencia y la filosofía políticas, al no tener sus categorías en un estado tan compacto, sin restar las diferencias y su diversidad.

Lo único seguro, que de suyo se comprende, es que las relaciones entre la poesía y los otros tipos determinados de lenguaje no son definitivas. La discusión en torno a la poesía visual es muestra fehaciente de lo mismo. Por una parte, las transformaciones que ocurran en el lenguaje en general, no enriquecen necesariamente a la creación poética, antes bien pueden limitarla. O puede ocurrir justamente todo lo contrario.

Este problema sirve para comprender la valía múltiple de la propuesta estética mayor que hoy está ante nuestros ojos, ante la situación real de América Latina: los poemurales, cultivados por el poeta mexicano, nacido en Chiapas, Roberto López Moreno.

Es necesario puntualizar brevemente tal propuesta.

El poemural, o "mural literario" no es simplemente un proceso de integración de diversos lenguajes al lenguaje general que elige la poesía. Se trata de una concepción de la cultura en América Latina y, en consecuencia, una forma específica de concebir el movimiento poético de la palabra. Más adelante se explicará un poco esto, ahora es el momento de que las miradas acudan nuevamente al problema introductorio: la elección por el lenguaje.

Este es un problema que constituye el nervio más sensible del problema. Las palabras no pueden ser reducidas a llanos conductos transmisores de la idea, ya significante de por sí, desde el momento mismo que el hombre no puede pensar siquiera sin palabras. Así, a cada palabra incluida en la creación poética le subyace una serie de ejercicios paralelos, anteriores algunos. Por citar sólo un caso, las palabras, el discurso, se incardinan en múltiples relaciones de poder. Sus posibilidades son amplias, pasan por ser operativas y funcionales con respecto a él, o bien se convierten en las herramientas primeras de su crítica.

Las palabras también pueden ser neutralizadas al anular ciertas cargas significativas. Es frecuente el ejercicio de reiterar una palabra hasta trivializarla.

En todo este panorama, los poemurales dan una respuesta completa, móvil. El poemural es un espacio que tiene la capacidad de albergar todos los lenguajes posibles, reafirmando sus significados, neutralizando otros tantos, re-semantizando algunos más. Es un espacio en donde se convocan los más áridos tratamientos lingüísticos, así como los más lúdicos experimentos a través de la palabra; ahí tienen lugar la cita textual; el lenguaje religioso; la exploración por las formas discursivas ejercidas desde el texto político, histórico, sociológico; la arquitectónica categorial, con su babel de conceptos, de la filosofía, con todas sus particularidades; las interjecciones; las notaciones del solfeo; la nomenclatura coreográfica; los silogismos y neologismos; los elementos visuales y plásticos; la prosa en general; algunas frases, refranes y dichos que son producto espontáneo de la sabiduría popular, que mantienen una naturaleza y tradición orales; datos históricos; onomatopeyas; la numeración, en sus distintas maneras: romana, árabe, egipcia, maya, etcétera; las fórmulas químicas, matemáticas; la simbología en general; los esquemas científicos sociales o naturales, y por supuesto, todas las formas posibles de metro y verso, desde el rigor del soneto hasta la libertad de las formas legadas por las vanguardias, como la hermeticidad en Lezama, considerando a éste como uno de las venas del paroxismo vanguardista en América Latina.

Esta pluralidad por la elección del lenguaje, empero, tiene elementos suficientes para no ser una burda y ecléctica congregación de formas de lenguaje dispersas. Así toma la relación con la palabra el poemural, esto es, de forma multidireccional y dinámica. Este dinamismo es, fundamentalmente, un estilo plural, que convoca a una serie inmensurable de estilos. Sus proporciones, entonces, abarcan más campos que los esperados; sus dilemas y aporías son, por esto mismo, más férreos y complejos.

En primer lugar, esta pluralidad de lenguajes debe entenderse desde el punto de vista de su ordenación, desde sus estructuras angulares hasta sus detalles más globales. Un ejemplo será más claro al respecto.

El poemural Morada del Colibrí, del mismo Roberto López Moreno, inicia con un septeto conformado por versos de Vallejo, Neruda, Huidobro y Sabines. Su ordenación es la de la apertura, la del introito para destacar lo que le interesa: su concepción del arte y la producción cultural en América Latina. Este septeto constituye, a su vez, un reto a la lectura, una forma críptica que precisa desentrañarse y sólo puede hacerse a partir de un elemento: la de-construcción de los campos semánticos y semiológicos, por el lector.

Posteriormente, se encuentran citas de Lezama Lima, o bien una quirúrgica descomposición de ciertas palabras.

En la ruta del sol está tu casa, Chupamirto,

la casa, en la ruta del Sol

del los

del ols

del osl

del slo

del lso

y después de suma varia

a la izquierda del sol está tu sitio,

ahí habrá que deshacerse el vuelo inútil de los

ángeles,

alas que no sirven como tus alas

alas que no vuelan como tus alas,

alas que no alas como tus alas.

(...)

Después de este fragmento, que representa, por sí, un manejo del ritmo análogo al que se encuentra en Altazor, aun cuando sus especificidades obliguen a tratarlos de forma separada, independiente, se encuentran algunos elementos que hacen pensar en un salto del poeta por diversos modos de manejo estructural de la célula del poema: la palabra. Por ejemplo, usa onomatopeyas para destacar el vuelo del Colibrí, que representa el andar complejo de la formación histórica de la cultura artística en el Sur, en América.

bizzzz ss

zummmm ssss ss

zummmm brrrrr

Este colibrí lo traje de Huixtla.

México-Tenochtitlán 1325.Huitzillin.


Huitzilopochtli, el fundador,

nace de un manojo de plumas de Colibrí

atado al vientre de su madre Coatlicue,

debajo de su enagua de culebras.

El diseñó el destino sobre un lago

"ahí donde el sauce blanco, la rana blanca, el pez blanco"

 

trenzando un nudo estremecido del cielo

con la tierra,

desde entonces, los que nacemos

en esta inmensa casa

somos un manojo de alas vibrando

en la izquierdez del pecho.

Tzintzuntzi Tzintzuntzi

Se ve, de forma diáfana, en este fragmento, cómo, además de las citadas onomatopeyas del vuelo y el canto del ave, se usan datos históricos y formas históricas particulares para otorgar nuevo sentido, nuevos símbolos, desde donde empieza a surgir una nueva hermenéutica del desarrollo y el acontecer históricos de la América Latina.

El siguiente cuarteto de este poema lo constituye una cita de la letra de una canción del proceso revolucionario de Nicaragua, y el FSLN, que da testimonio de la sutilidad silvestre del colibrí, de cómo puede transmutar su suave vuelo hacia una férrea actitud de crítica y rebeldía.

Y para cerrar estos breves fragmentos del poemural elegido, hay que destacar que lo que iniciaba como un septeto se repite más adelante, con una ordenación en cinco versos, de forma distinta y con una función también distinta, a la vez que sirviendo de nudo y nexo al poema, en donde salva su unidad y cohesión particular. Pareciera una obra sinfónica, en donde se retoma, ya en el último movimiento, un tema principal del primero, ejecutándolo ahora con variaciones, como punto de equilibrio y puente entre todo el cuerpo sinfónico, hacia el final, en algo análogo a un crescendo....

En efecto, la obra de López Moreno es correlativa a la ordenación musical no sólo por el ritmo ni por la notación musical, el solfeo o las letras de canciones populares, que tienen cabida en la forma múltiple del poemural, sino por su estructuración y su variedad de elementos, su orquestación, valdría decir.

Para observar una pieza más, sólo hay que observar el final de Morada del colibrí, cuya variación ahora se dirige al dato histórico, a la cita textual, y a la prosa.

En 1577 el doctor Francisco Hernández, después de su visita a América describió al Colibrí de la siguiente manera: "Es avecilla pequeñísima, adornada de pluemas de variados colores, con las que, atejidas y combinadas entre sí con suma delicadeza, y unidas con gran habilidad reproducen los artífices indios las figuras de sus dioses y toda suerte de cosas con un exacto parecido". En esta enorme morada nuestra, las cosas se parecen a su vuelo. Todos somos nuestra casa y de esta vocación estamos hechos.

Bien, ya después de este fragmentario y somero ejemplo pueden señalarse un par de cosas más.

La ordenación plural de formas y estilos en una misma pieza poética abre diferentes reflexiones. En primer lugar, la pregunta en torno a la validez del lenguaje. ¿Qué hace a un lenguaje válido dentro de un poema?, ¿es válido incluir en una creación poética elementos discursivos paralelos, e incluso contradictorios, a la literatura? Y por último, ¿cómo salvar la unidad poética a pesar de estos múltiples lenguajes?

La validez del lenguaje corresponde a todo un proceso de legitimación. No hay lenguaje que, de forma a priori, sea válido o inválido, sino que a partir de su elaboración, de su apropiación en la obra poética, alcanza la validez y la legitimidad. El lenguaje es comunicación. La condición primaria del lenguaje es el mantener una tarea comunicativa., por obvia consecuencia. Y así, la palabra, en su significación, mantiene los tres elementos elementales que logran comunicación: designación, emotividad y capacidad simbólica. Algo de esto trata Paz en El arco y la lira

Pero ocurre que aunque las palabras designen objetos permanentes (una puerta es una puerta), también opera transformaciones (ningún estímulo emotivo es susceptible de idéntica repetición), y en cuanto a su capacidad simbólica se refiere, hay que señalar que es su condición más maleable.

Esto es necesario anotarlo porque es la base general mediante la cual operan los procesos de legitimación, de validación del lenguaje dentro del poema.

Considerando que las palabras se insertan en múltiples relaciones de poder, y tomando en cuenta ésta, su triple condición, hay que insistir en que cuando se elige un lenguaje determinado para la creación poética, se está asumiendo una postura dentro de las relaciones de poder. De acuerdo con Foucault, el poder genera sus discursos, se ejerce, no necesariamente de forma negativa, y es multidireccional. La pregunta es la siguiente, ¿cómo se logra legitimar el poder? La respuesta es ambigua, pero, paradójicamente, exacta: a partir de las palabras. El poder genera saber, y esto sólo es posible a condición del lenguaje. Al mismo tiempo, el poder requiere cierto saber acumulado, y para esto otorga significado a ciertas palabras.

Ahora bien, esta concepción tiene el riesgo permanente de sustentar concepciones maniqueístas. La forma de evitarlo es observando, grosso modo, cómo ocurre la legitimación de un enunciado fundamental dentro del poemural.

El lenguaje que el poemural se apropia es legítimo por cuanto le da un orden lógico unitario y plural. Esto es, no se trata de una congregación híbrida, perdida en faces oscuras sin sostén ni cuerpo alguno. Al apropiarse de cierto lenguaje, se tiene en cuenta su primer elemento intencional, que abre su proceso de validación: el marco de la crítica frente al ejercicio de poder. Si esto es necesario ante la actual situación de América Latinas y demás países periféricos, también presenta el riesgo de tornar la creación en llana propaganda y sustentar un maniqueísmo antes advertido.

Los poemurales logran trascender esto. No se trata de una simple crítica, sino de un imperativo ético: optar por el desarrollo de la vida humana; la ética de la liberación lo ha formulado de la siguiente manera: el criterio de la producción, reproducción y desarrollo de la vida de cada sujeto ético en comunidad.

Pero esto no es suficiente para la apropiación de un lenguaje en el seno poético. Falta ejercer cierta comunicación, basado esto en las tres condiciones del lenguaje antes indicadas. El poemural cumple con cada una de ellas: por su capacidad dialéctica de síntesis y re-semantización; por su plástica evocación de imágenes, figuras, formas, etcétera; y por su capacidad de retomar las formas de los distintos mundos de la vida, teniendo en consideración los elementos coloquiales y los giros populares del lenguaje. Además, es un lenguaje que representa, como en toda poesía.

Del cumplimiento de estas tres funciones lingüísticas, se abre otro proceso: el de la construcción del consenso. Se trata aquí, ciertamente, de un diálogo. Toda poesía tiene interlocutor. Si la poesía es dinámica, requiere ejercicios del lector que significan forma activa de apropiación; no una simple lectura sino una recreación. Toma, entonces, la forma de un diálogo, que se da desde la forma consensual del lenguaje.

De esta última forma se cumple la condición básica de toda legitimidad: el criterio material de producción, reproducción y desarrollo de la vida humana, por un lado, y su capacidad consensual, por otro, que surge, primeramente, como capacidad comunicante y dialógica, por cuanto hace confluir activamente todos estos lenguajes, a guisa de diálogo, y exige, por parte de la interlocución, un ejercicio activo.

Es válido, por otra parte, utilizar todo tipo de lenguaje hacia la creación. Esto tiene dos consideraciones obvias: primero, la elección al momento de crear, con acuerdo a la capacidad significativa de todo lenguaje; después, la facultad de comunicación que ejerza en el interlocutor. No se trata, en este último punto, de dar un lenguaje claro y directo, necesariamente. La forma de hacer integrado al lector, dentro de un poema, es exigirle deconstrucción, investigación, apropiación, búsqueda. Un lenguaje claro, es inútil para esta tarea: no exige nada al lector.

Ahora bien, cuando se elige un lenguaje por lo que se desee formar como contenido de la significación no se está eligiendo algo definitivo. Hay siempre una tarea de apropiación mayor, más rigurosa y, por lo mismo, entrañadora de peligros más profusos.

Cuando el poemural convoca a lenguajes plurales está abriendo su cuerpo hacia el riesgo de permanecer en una dispersión atenuante. La única manera de salvar esto es la unidad de la significación y de replanteamientos conceptuales a partir de cada uno de los lenguajes.

Un ejemplo. El lenguaje comercial de la publicidad carece de legitimidad por cuanto es impuesto y excluye la posibilidad de cualquier consenso. Además, llevan la fundamental tarea de cumplir con los cánones del fetichismo en la mercancía. Luego entonces, se trata de una función alienante que impide uno de los criterios básicos de toda legitimidad: el desarrollo de la vida.

Pero el poeta López Moreno ha logrado integrar este lenguaje de forma analéctica, crítica y con un juego peculiar. Se trata de su poema breve Dístico, en donde deconstruye las funciones alienantes de la propaganda del Brandy "Presidente & co.", al decir:

Presidentes Presidentes

¿Cuántas vidas bebes?

Creo que es diáfana la situación aquí indicada.

Pero hay que señalar otro problema final. Los circuitos de una comunicación totalizada, y totalizante, siempre producen una dinámica de subsunción y de neutralización, de suerte tal que un ejercicio alterativo es integrado a una lógica intrasistémica y pierde, así, sus capacidades críticas.

Entonces, los poemurales deberán mantener su rigor dentro del riesgo, integrando formas cada vez más novedosas de experimentación lingüística. Deberán, además, encontrar su forma clara de apropiación. Todo esto debe de llevar el elemento dinámico que hasta ahora han sabido reservarse. De otra forma se diluirán en su propio movimiento y caerán, ineluctablemente, en el baúl polvoriento de los palimpsestos.

Quizá, a guisa de colofón, los poemurales deberán blasonarse con la paráfrasis del apotegma de Nietzeche, y decir: ¡Volveos danza! He aquí la nueva tabla, hermanos, que coloco por encima de vosotros.....

Si quieres comunicarte con Jorge Solís Arenazas, puedes hacerlo a: poiesis@prodigy.net.mx
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