Por: María Soledad Mansilla
Clavel
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"Bienvenidos
a Valparaíso,Victor Castro"
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El
barrio de la Calahuala - zona brava porteña - y la Iglesia de San
Francisco del Cerro Barón, están ligados a la vida de Victor Castro.
Muy cerquita está la casa en que vivía su madre cuando él nació,
a principios de este siglo, el 7 de Octubre de 1907. Tal vez de esa
infancia es que proviene el amor incondicional del artista por Valparaíso,
sus cerros, sus personajes y costumbres, sus ropas tendidas al viento,
su litoral, atardeceres, embarcaciones, olas y temporales, amaneceres,
lluvias y en general el paisaje, que fue lo que pintó toda su vida.
Solía decir que Valparaíso ya estaba pintado. Solo había que recogerlo
con el lápiz o guardarlo en la memoria para dejarlo fluir a la tela
en cualquier momento en su taller.
Y
a pesar de que partió del Cerro Barón muy temprano y pasó mucho de
su vida lejos del puerto, éste permaneció en su corazón. Una de sus
últimas muestras pictóricas se desarrolló en esa iglesia de la niñez
e itineró a otros cerros porteños por centros de madres y clubes deportivos.
Victor Castro quería que los protagonistas de sus trabajos tuvieran
acceso a su obra y pudieran reconocerse en ella. Metaforizando con
sus sentimientos, la bautizó "Valparasiempre".
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"Paisaje
porteño, Victor Castro"
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EL QUE NACE CHICHARRA, MUERE CANTANDO.
En
este caso habría que decir: "El que nace pintor, muere pintando".
Y así no más fue. Victor Castro, recientemente fallecido el Lunes
20 de Agosto a los 93 años de edad, a causa de las complicaciones
que le produjo una caída en la vía pública, trabajó en el taller
anexo a su casa del Cerro Castillo - con un ritmo que cualquier joven
envidiaría - hasta el último de sus días.
Un poco a la broma,
un poco en serio, decía que dibujaba ya en la guatita de su mamá y
que este don con que Dios lo mandó al mundo era definitivamente su
destino. De hecho, recuerda que cuando aprendía el Silabario ya se
pasaba haciendo "monitos".
A
los 15 años realizaba su primera exposición de dibujos en el Círculo
de la Prensa de la calle Condell, cerca de la "Plaza de la Victoria".
Fue su primer fracaso económico porque regaló todos sus dibujos a
la crema de la bohemia de esos tiempos, sus amigos Israel Roa, Roko
Matjasic, Huelén (seudónimo de Juan Francisco González hijo, que gran
dibujante también, se dedicó a la pluma y la tinta, especialmente
en la revista Topaze), Pablo de Rocka, los hermanos Mosella, Pedro
Plonka, Macho Vásquez, Manuel Astica, Pedraza, Moisés Moreno y Alejandro
Galaz, entre otros. No vio ni un solo peso, entre todos hicieron
una vaca para poder ir a comer, pero nada le produjo mayor satisfacción.
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"Embarcaciones,
Victor Castro"
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AUTODIDACTA.
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"Ahi
viene la novia de Pancho, Victor Castro"
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En realidad, su capacidad de dibujo era innata y se puede decir que su evolución
fue cien por ciento autodidacta. Hubo un intento de perfeccionar el
dibujo, pero le duró una sola clase en la Escuela de Bellas Artes
de Santiago siendo profesor Don Augusto Eguiluz.
Croqueaba
demasiado rápido y esto perturbaba a los demás alumnos. A Huelén en
cambio, le debe sus enseñanzas cuando salían a croquear juntos por
los cerros y quebradas porteños. A su muerte escribió: ".........pero
así y todo lo que puede haber de aceptable en mi dibujo, lo debo a
Huelén, ya que él me llevaba casi de la mano a incursionar por los
maravillosos laberintos porteños y a seguir su mano diestra de dibujante
extraordinario: Tengo una deuda con él y quiero a poco de su partida,
brindarle este dibujo que lo hice estando él en vida."
EL DESTINO.
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"Calle
del Desencuentro, Victor Castro"
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Se
enganchó muy niño como gañan para las minas del Norte de Chile, pero
cuando le preguntaron que sabía hacer contestó la pura verdad: "dibujar",
y casi como milagrosamente quedó contratado para hacer los gráficos
de producción de la empresa norteamericana - Chilean Exploration Company,
hoy mineral de Chuquicamata - y más tarde para croquear los accidentes
que sufrían los trabajadores y transformarlos en carteles a todo color,
impresos en serie, que se pegaban en todos los centros laborales a
modo de prevención de riesgos.
El
destino le sigue marcando el rumbo cuando ingresa al Servicio Militar,
a los 17 años, donde pronto es eximido de sus deberes militares y
cumple su período obligatorio en el Regimiento Maipo, como dibujante
de material didáctico. Pocas personas saben que fue campeón de charleston
por esa época, en un concurso realizado en el Teatro Olimpo de Viña
del Mar.
De
repente, laborando en otra empresa norteamericana, Victor Castro aparece
en todos las portadas de los diarios. Había roto el récord mundial
de caligrafía microscópica, lo que le permite ganar nueva clientela
entre los comerciantes de Viña del Mar, confeccionándoles carteles
y letreros. ¡ Fue una humorada!... dijo cuando lo entrevistaron:
"Había un alemán que había escrito 526 letras en un palo de fósforo:
yo escribí dos Padrenuestros y dos Avemarías en un palo de fósforo
y, como me sobró espacio, me hice un dibujo del Combate Naval de
Iquique."
Mas adelante fue el departamento de estadigrafía del Hospital de Viña y luego
asumió como Jefe de Propaganda del Servicio de Seguro Obrero Obligatorio,
donde ofició de dibujante, pintor, grafista, fotógrafo e incluso cineasta
y organizador de eventos culturales. Pronto es trasladado por el servicio
a Santiago, donde permanecerá hasta 1955. Ese mismo año formó el grupo
"Temporal" con Fernando Kiel y Anibal Ponce de León.
Simultáneamente
colabora con muchos de los diarios de ese tiempo: "La Nación", "El
Diario Ilustrado", "Extra", "El Siglo" y otros. También en revistas
como "El Topaze". En ellos fue caricaturista, creador de chistes y
de tiras cómicas. "El Siglo" lo integró a su planta, y lo incorporó
a la Caja de Empleados Particulares.
Vuelve
a Valparaíso en 1956 donde continúa como Dibujante- estadígrafo, acogiéndose
a retiro en 1964. Desde esa fecha se dedicó totalmente a la plástica.
Recibió el Premio Regional de Arte en 1985.
CREATIVO Y VERSÁTIL.
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"Pancho
y su mater cuna, Victor Castro"
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Además
de la veta en el medio periodístico, Victor Castro trabajó por ejemplo,
el retrato y también el paisaje en la técnica de las tintas, especialmente
las sepias, el grafito, en acuarelas, óleos y acrílicos. Estos últimos
le acomodaban por su rapidez. En cualquiera de las técnicas se desenvuelve
con soltura y su versatilidad va desde las obras que requieren un
dibujo acabado de fondo hasta aquellas en que una pocas manchas son
capaces de definir una composición. También fue grabador.
Hay
que destacar que su obra, además de ser una crónica pintada o dibujada,
estaba cargada de una dosis de buen humor, una pizca de picardía
y otro tanto de ironía. Muy conocida su tela "Bienvenidos a Valparaíso",
que reproduce a su manera, por supuesto, un accidente donde un automóvil
se estrella contra la casa de un cerro.
Los
chistes del artista hicieron época. Su dibujo era perfecto y era poseedor
de un fino humor, espontáneo e irónico. Firmaba con el seudónimo de
"Kastro"
FORMAS Y LUZ
Para Victor Castro, todo lo que veía, en su mente se iba transformando, sin
poder evitarlo, en formas y el factor que más acaparó su atención
en cuanto a la plástica fue la luz, de la cual se reconocía esclavo.
Muchas de sus obras de los cerros se inspiraron en esa arquitectura
anárquica, precaria y típica porteña. No copiaba directamente del
natural. Observaba, metía en su cerebro los datos o trazaba un sketch
acromático que luego procesaba en su taller, lanzando todo al papel
o a la tela, inventado, pero conteniendo todos los elementos de lo
visto. Eso es creación.
Dicho
sea de paso, su taller era frecuentado por el Presidente Don Jorge
Alessandri Rodríguez y también por el Almirante Don José Toribio Merino.
Y jugaba a la rayuela con Don Salvador Allende, por cierto antes
de que este se dedicara por entero a la política.
AUTÉNTICA MODESTIA.
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"Valparasiempre,
Victor Castro"
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Victor
Castro pensaba y dijo muchas veces: "No soy pintor, sino dibujante.
Pintor es el que hace maravillas con el pincel". El color viene
después, expresó en una entrevista que tuvimos hace algunos años,
"y tiene relación con el alma misma". "El color también lo invento".
Todo esto era pura y auténtica modestia. Era dibujante por sobre todo,
su trazo era ágil y acertado, pero también era un buen pintor. Me
enseñó a trazar rápidamente los botes usando del signo infinito u
ocho acostado. A este proceso de fijar las formas de modo monocromo
en su mente y después aplicarles un color "interior" le llamó "psicocromatía".
Su creatividad alcanzaba también a los títulos de sus obras a las
que bautizaba: "Valparallá", "Valparacá", "Valparasube", "Valparabaja",
"Valparacolor", "Valparaviento", "Valparaballet",
"Valpanorama", "Valparaviejo", "Valparajoven",
etc.
Además
de lo figurativo, trabajó el automatismo cromático, aprovechando las
sugerencias de las manchas, también lo geométrico en excelentes composiciones
como "Flash" o "Remembranza". Algo de surrealismo también ha pasado
por sus pinceles, tintas, lápices o brocha. Como aquella composición
que fue una apología al reloj- control de los empleados que deben
marcar tarjeta cada mañana. Una ironía más para reflejar su crítica
a los inventos con que el hombre se daña a sí mismo. Igual dominio
en cualquiera de las tendencias que ensayó. Esto se llama talento.
PREMIOS.
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"Huelén
al lápiz, Victor Castro"
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Innumerables
fueron sus participaciones en el quehacer plástico del país, tanto
en exposiciones colectivas como individuales. Sus visiones porteñas
también conocieron el extranjero: Venezuela, Ecuador, España, Estados
Unidos y Alemania.
En
1972 fue distinguido por la televisión alemana con el rodaje de una
exposición de sus temas porteños, que fue mostrado extensivamente
en Europa y en Estados Unidos, a través de un cortometraje titulado
"Valparaíso y su pintura", dirigido por el cinematógrafista
y periodista Hans Kronzucker. En 1979, expone en Iowa, EE UU, en
la Sala Bettendorf. En 1982, una de sus obras más representativas
de Valparaíso fue seleccionada y obsequiada por la Ilustre Municipalidad
local al Ayuntamiento de Oviedo, España, pasando a formar parte del
patrimonio artístico del Museo de Bellas Artes de la provincia.