Desde Chile, Gonzalo
León
Tengo una resaca acumulada de varios
días. En realidad, yo no debería beber. Soy epiléptico,
pero algo me mueve a destruirme. Y aquí no responsabilizo a mis
amigos ni a nadie en particular, sino que a mí mismo. La soledad
es difícil de soportar. Quizá por eso últimamente
me junto con idiotas de primera categoría. Al estar con ellos
me siento mejor, me olvido de mí. Creo que cualquiera es mejor
que yo, recuerdo que le dije a uno de los dos amigos que tengo, y recién
ahí él comprendió por qué me juntaba con
esos pelmazos, y por primera vez se dio cuenta de que yo también
sufría. Que me cuesta soportarme a cada rato, que los errores
me suceden y que no atino a nada. Estoy como pasmado, como aquella gente
de izquierdas que con el Golpe Militar de 1973 dejó de vivir
sin haber muerto. Para muchos, los relojes y los calendarios fueron
requisados o destruidos ese mismo 1973...
Esto no parece estar bien...
Después de seis meses llamé
a una puta a mi departamento. Estaba ebrio y caliente (no en ese orden
precisamente); y cuando la puta me hablaba -recuerdo que era poeta,
que escribía todos los días y que estaba intentando hacer
una obra de teatro con lo que realmente les pasa a las putas en el oficio-,
yo no le prestaba mucha atención, solamente la desvestía,
y cuando me dijo que muchas veces le habían dado ganas de matarse,
le terminé de quitar toda la ropa y la penetré una y otra
vez. La callé para siempre...
Esto parece que no está bien...
No soy un buen tipo. Pese a ser simpático,
alegre, chispeante, buen amante, culto y hasta compasivo, estoy podrido
por dentro. Algo en mi interior se deshace como un helado y en realidad
no sé qué es. Sólo me percato de que tiene un sabor
amargo. ¿Producto de mi incipiente alcoholismo? Puede ser, pero lo cierto
es que algo se pudre en mi reino. Me gustaría saber qué
es,... digo, para remediarlo. Pero si logro enterarme sobre lo que anda
mal, no creo que esté en condiciones mentales ni menos sentimentales
(la voluntad de la que hablaba Fitzgerald al sobrepasar los treinta
años) de remediar nada por el momento.
Lo más patético de todo
es que no se me notan las arrugas de la muerte. Soy un gordito buena
onda que recuerda cosas horribles, pero que no sabe si son ciertas...
Esto parece que no está bien...
Quizá, como dice uno de esos
tipos con quienes me reúno, si olvidas ese ser llamado Gonzalo
León, tan exigente con las mujeres, me sería más
fácil vivir con una buena mina, y eso, mi amigo León,
te haría muy bien. Pero lo cierto es que soy demasiado tímido
y cobarde (¡COBARDE es la palabra!) para enfrentar a la mujer que amo.
Pero no sé si alguna vez haya
amado a alguien; lo dudo. He tenido tendencias que en algunos
momentos de mi vida me han señalado a ésta o a esta otra.
Frente a ellas, dos o tres en mi vida, siempre he hecho lo mismo: me
he alejado... de Mónica, de Flavia, de Eugenia (aunque ella fue
la que, en definitiva, se alejó de mí)...
Esto parece que no está bien...
La otra vez hablaba con mi madre, quien
para su infortunio (siempre lo ha considerado así) no completó
sus estudios secundarios, y se preguntaba cuál era el rol de
los artistas porque, aparte de las teleseries y de vagar y tomar mucho,
no veía un aporte concreto y contundente a la sociedad. Le respondí
lo que siempre he creído que los artistas buscan verdad y belleza,
aspectos esenciales e inherentes a la naturaleza humana. Bueno, eso
y ese extraño afán por la autodestrucción...
-Esta búsqueda -recuerdo
que le dije a mi madre- es el carné de identidad para
ser humano. Es esto lo que nos diferencia a los demás animales;
porque ellos también piensan, pero eso sí son incapaces
de crear; no pueden convertirse en pequeños dioses con capacidad
para soplar vida a sus obras.
Mi madre se sorprendió con
mi respuesta y recuerdo que yo también. Por esos días,
yo estaba trabajando en esta novela (en transición, como
la llamé de un comienzo) y no sé,... me creía artista,
escritor, y por tanto hablaba con propiedad y hasta con aplomo del asunto.
En esos días estaba seguro de lo que estaba haciendo; hacia dónde
iba lo que estaba escribiendo.
Sin embargo, ahora, cuando pienso que
por fin está terminado esto, que es un libro de narrativa y no
precisamente una novela, se me viene a la mente una frase muy recurrente:
ESTO PARECE QUE NO ESTÁ BIEN. Sé que puede ser esa intuición
que todos tenemos y que nos hace decir frente a cualquier creación
propia Mmmhh, no sé, pero esto no está bien y segundos
después apretar la tecla Borrar de tu PC, pero también
esta frase puede ser fruto de la inseguridad con que todo artista -hasta
el más malo- enfrenta el final de su obra.
No sé. Pero la única respuesta
que se me ocurre a todas estas interrogantes que se me agolpan en la
mente ES que en este PRESENTE -en este verano que me derrite y con la
podredumbre que tengo aquí dentro- lo único que importa
es terminar o concluir lo que uno ha empezado. Y es aquí cuando
me doy cuenta de que uno siempre tiene algo que terminar, aunque
no sea la novela planificada, aunque se trate de un fracaso.