EL HOMBRE GRIS
Desde México, Gonzalo Santiago García
El Hombre Gris teclea suavemente en la inmensidad de la noche. A fuera los gatos han emigrado a otras bardas. El frío penetra los huesos del caos. En el jardín reposan los restos del Hombre Gris que esa noche escribe una historia absurda a una luna que ha emigrado del cielo. Nada existe en aquella noche fría, llena de murmullos, unas canciones de Chabela Vargas que acompañan al Hombre Gris.
Han sido días de intensa pasión con Remedios, de recorrer su oleaje con las mil lenguas del deseo. Han sido noches de alcohol al sentirse embriagado de tanto amor y miedo. El Hombre Gris siente miedo, se imagina envuelto en llamas en medio de unas calles oxidadas. La soledad es una mala consejera. En ésta noche no está la mujer que ama en casa. Los dedos del Hombre Gris están cansados de marcar un número telefónico. Solo Remedios sabe dónde ésta.
El Hombre Gris sigue tecleando, le duele una costilla...no falso, le duele el corazón. La mujer que ama se sumergió en la noche, se la devoró el fino silencio. El corazón en llamas hace arder otras partes del cuerpo. Ingiere de la anflora amarilla, el mezcal que hace más intensa la soledad y el vacío. Ha bebido mucho, las lágrimas no cesan de caer de las nubes del Hombre Gris. Ha escrito un poema que lee en voz alta al frío de sus huesos, pero que lleva una destinataria
La mujer que germinó del Alba.
"Tantas noches...tantos mares de mezcal
tantos hoyos negros en la piel
donde me sumergo a diario buscando una boca
un refugio de tu piel azul
un beso con sabor a tierra mojada.
Se apagaron los ecos de su reir sonoro/ Todo es mentira, mentira es el lamento/ hoy está sólo mi corazón/ como perros de presa las penas traicioneras/ escondida en las aguas de su mirada buena/ Mientras en la calle la loca algarabia/ el loco carnaval del mundo/
Se escucha en la habitación a Chabela Vargas que es la única habitante en el mundo que le canta al Hombre Gris. El hombre da tragos grandes a la botella del mezcal. Prosigue su intento de poesía.
En tus acantilados encontré la vida
que se me había extraviado en un bolsillo
Las avenidas de tu piel ayer exploradas
ardían de amor, sudaban poesía
que formaba caminos rumbo al mar....
III
¡Cuánto te ama el corazón en llamas!
¡ Cuánto te extraña el vientre del río de Las Mariposas
donde reconstruímos el cielo que se había caído!
¡Basta...este corazón es para una manada de perros!
Corazón oxidado en algún puerto
donde las aves de rapiña muerden pausamente
IV
¡Amor...me lloran los huesos del andamio de mi cuerpo!
siento que mil sombras de sal cavan mi tumba
en el último refugio de mis uñas...
Hoy no estás en la noche...en mis ojeras...en mis desiertos
Quisiera que mi cuerpo COLGARÁ de la habitación
y de las paredes surgieras, me desnudaras
y succionarás el último aliento del cadáver que te ama.
V
Hay noches en donde una niña navega en el cielo
juguetea con la luna de abril
entra por los ojos del Hombre Gris
y reinventan el amor todas las tardes
detrás de las montañas de la ciudad
VI
¿Dónde estás mujer-luna? -
-Estoy en tu corazón en llamas...amo tu cuerpo desnudo en medio de la llanura de la habitación habito en tu soledad...en tus desiertos...en tus lineas...
¿Quién escribe estás poesía...por que me hablas a través de las palabras?
-No sólo escribo, sino sueño en una luna sin intrusos donde caminemos sin prisas por tus cielos y nos alumbren otras lunas.
El Hombre Gris, arroja el poema sobre la mesa sucia. Sus ojos miran cada rincón del cuarto, de las paredes bañadas de soledad se desprende una luz intensa que lo ciega todo. El Hombre Gris está sorprendido...una voz nace de la luz.
-Soy yo amor, la mujer que amas que siempre he estado a tu lado palpitando, desangrándome, muriendo por ti. Amor, baje de la luna para estar contigo y llevarte a mi lado, para que por siempre nos amemos.
-¿Porqué me hablas de esa forma? ¿Acaso estás muerta?
-Siempre fuiste un depresivo...según tú los poetas son depresivos...es la materia prima para escribir su poesía?..Tonto, te hablo así porque fueron unas líneas que me escribiste una noche a la luz de la luna, cuando hicimos el amor en el Río de las Mariposas. Prometiste que ya no ibas a tomar...mira como éstas amor, me duele tanto verte así. Tus manos parecieran que les fueron enterrados clavos...están sangrando...pareces un cristo abandonado en la ciudad.¿ Por qué te has hecho daño...poeta de mi vida?
-Fueron tantos días sin ti...sin saber nada...ni una maldita palabra -El Hombre Gris llora como un niño desconsolado.
-Olvida todo...finalmente estaré siempre a tu lado...curándote las heridas de tu corazón en llamas.
-Mi niña-luna...mi niña Remedios.¿ Cuánto te ama, el loco que habita en este cadáver?
-No digas esas cosas amor..ven quiero hacer el amor contigo...en todos los rincones de la habitación, quiero que me poseas con la fuerza de mil mares, que me comas toda, como si fuera una fruta que cae del árbol a tus manos, a tu lengua.
Ella se acerca a él, y lo besa apasionadamente. El Hombre Gris, la besa en los labios, su lengua recorre su cuello. Ambos terminan en el piso, se desnudan tan apresuramente, que rompen casi la ropa. La última prenda que lleva encima ella, es una blusa del Istmo de Tehuantepec....
-Amor, llevas un jardín de flores amarillas, rojas, naranjas en tu cuerpo...no te lo quites, quiero perderme en los refugios de ese paraíso de tela.
La lengua de él toma por asalto los pezones de Remedios, los acaricia suavemente, los movimientos son circulares, de repente pequeños mordiscos. La lengua sigue la ruta de la luna desnuda baja por su ombligo, por sus caderas, por sus muslos. Él besa, el último dedo del pie de ella. La lengua nuevamente danza por la piel por su entrepierna. Él besa con desesperación el cielo clitoriano que ella guarda celosamente, la lengua humedece los acantilados de la mujer.
-Ven ahora quiero comerme tu cactus...-sugiere Remedios, con voz entrecortada.
Él accede y siente un enorme placer que lo embarga, al sentir los labios húmedos de ella en su pene erecto. Ahora su pene recorre cada centímetro de su cuerpo, sus pezones, su ombligo, su espalda...
-Amor, me estoy muriendo por ti -dice él excitado y la penetra al principio como si fuera una niña, con suavidad. Después los movimientos son cada vez más intensos, hacen el amor por todos los hombres y mujeres de la tierra.
En la mañana, el despierta entre la resaca mortal piensa que la presencia de ella fue un sueño. Voltea lentamente al lado izquierdo de la cama y Remedios dormita como una niña pequeñísima.. él la observa por varias horas y le besa con dulzura la mejilla.
Cuánta luz irradia de tu ombligo
Sembramos dioses en las azoteas
desnudas de las noches
fornicamos con ellos
en orgías acuáticas interminables.
Mil descargas consumieron la última taza de café.
¡ Cuánta luz irradia tu ombligo!
La luna
y tus ardores hacen el amor en un cementerio
debajo de mesas y de cables de alta tensión.
Tus dedos sonríen entre las piernas del mar excitado.
Hoy el cielo se cae a pedazos
ante tus orgasmos clandestinos.
Eres una nube perdida en las calles
tus manos tocan la luna
y forman un cuerpo mutilado.
El silencio de las imágenes
Tu vientre es un monitor
de imágenes urbanas
Una columna de insectos
incendia la última canción
a la niña desmembrada.
Estos silencios son una nube de locura
de este enorme campo psiquiátrico al aire libre.
Los vagones circulan por tu columna vertebral
escriben con su andar la despedida de los amantes,
de los dioses que fueron sorprendidos
asesinando al alba.
De nostalgias y trenes
Hay trenes que de noche
digieren las mareas de tu nostalgia.
¿Cuánta melancolía hay en los acantilados de tus ojos?
Han tatuado las lenguas del último vagón con tu historia
Lenguas, llamaradas
que buscan habitar en tus profundidades.
Hay trenes que juguetean con tus ojeras
atardeceres de accidentes y rumores.
Hoy tu nostalgia son los huesos rotos de las calles,
las despedidas prolongadas del alba.
La ciudad es una eterna orgía
Amanecen los muros bañados de sangre, poesía
y el cuerpo quebradizo de una adolescente.
Un loco escribió sobre las piernas de una barda
Dios es una mujer sumisa.
La estatua de sal de un poeta se desmorona
quedó como huella de la sacrílega tempestad.
Desde entonces:
La ciudad es una eterna orgía.
Sacrificio de fin de siglo
Alguien sacrificó una oveja en el andamio.
Era una mujer desnuda
con sus bahías siniestradas.
En el bolsillo de su corazón
llevaba trescientos sueños.
Tu cuerpo es un disparo en la oscuridad
Tu cuerpo es una serpiente marina
en el acantilado eternamente húmedo
de las pesadillas.
Tu cuerpo es un disparo en la oscuridad.
Una frase sin pronunciar que inflama los desiertos.
Es el orgasmo de la miseria humana
que sacude la vagina de la luna.
Escribí sobre tu cuerpo siete mentiras
te arrebaté mi cráneo agusanado
se lo di a las sombras
que transitan en el pentagrama olvidado.
Se lo ofrecí a los dioses que inventamos a diario
Gonzalo Santiago García: Periodista cultural, y fotógrafo de Oaxaca, México. Integrante del Consejo Editorial de la revista literaria Luna Zeta.
Correo electrónico lunazeta@starmedia.com.mx