Escáner Cultural, Revista Virtual.

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Love Parade (el Desfile del Amor)

Grupos ecologistas y moralistas del gran Berlín y sus alrededores, como cada año, pusieron el grito en el cielo con el fin de que las autoridades municipales evitaran

que se realizara la ya tradicional LOVE PARADE, la que atrae "turistas" de casi toda Europa y otras latitudes. Lo que inicialmente comenzó como una revolución del "destape total" hoy se ha convertido en una danza de millones de Marcos, ya que al son de la música techno, al raps e imitaciones incluidas, se han entrado en juego una gama de intereses, los que van desde la venta de simples e inocentes gaseosas hasta fabulosos contratos con las televisiones del mundo.

En la cultura general de los pueblos, los germano - sajones (al igual que los latinos, griegos y otros) han dado a la sexualidad un culto especial, el que incluso se ha ido mezclando con otros intereses de la psiquis, incluyendo a la religión en todo esto, en son de mofa, ¡pero igual!; y si no lo creen dénse una vueltecita por Berlín durante la gran marcha.

Junto a la montaña de envases vacíos de todo tipo de bebidas y de todo tipo de desperdicios y sobras están incluidos los preservativos, los que son utilizados durante la marcha (a que hora y cuando, nadie lo sabe con precisión). Esto demuestra que las costumbres se van renovando, a pesar de que el mundo trata de quedarse estancado en sus tradiciones más conservadoras. Pero a la hora del ingenio popular no hay Ley ni reglamentos que eviten que las masas populares salgan a las calles aprovechándose de que los trigales están madurando por doquier.

Los cuerpos desnudos van danzando por kilómetros de largas avenidas y durante interminables horas. Todo el sudor del mundo destila por estas alamedas, por las mismas en las que en épocas pasadas marcharon las hordas barbaras, las huestes prusianas y luego las hitlerianas, después las del socialismo real y, por último, la democracia virtual nacida tras la caída de los Muros que dividían el mundo en zonas de influencia ideológica y económica (sin mencionar lo militar).

Dominan la marcha el látex, los látigos, los trasvestis (vestidos de mujeres u hombres, de monjes lujuriosos o monjas castizas, de angelitos y de lascivos demonios o, simplemente, de evas y adanes, en transito por un paraíso más ficticio que la política del Vaticano a la hora de la verdad. Y como no, cruces, escapularios y otros símbolos de la tradición cristiana adornan cuerpos que van derechitos a morir en el intento de transformar la ciudad de "berlinomorra", en el santuario de la orgía de masas y de la cultura fálica y vaginal del nuevo mundo del fin de la Historia.

Ya no será Berlín la que mantenga la privacidad de la LOVE PARADE (el Desfile del Amor), sino que las multinacionales, quienes dirigen a los "pinchadiscos" del planeta, han decidido comprar los derechos a esta ciudad, para repetir la experiencia en París, Ginebra y en Amsterdam, y quizá donde más!

Génova, una noche á la "chilena"

Con la rapidez del agua que se derrama desde un embalse, la tranquila e idílica ciudad italiana de Génova se fue llenando de gentes, las que venían desde los cuatro puntos cardinales de esta vieja y guerrera Europa; vinieron en trenes especiales, en ómnibuses (costeados por las bases sindicales y los grupos políticos de todas las ideologías del descontento universal), en vehículos propios y de cualquier manera.

Era un turismo de nuevo cuño al que temían los dueños del comercio mundial. La mayoría eran jóvenes sin una ideología muy definida que digamos (desde luego, la izquierda tradicional y revolucionaria también estaba allí presente con su artillería de papel impreso, sus sacos de dormir y sus lienzos para protestar y convencer); también estaban los más radicales, los que no creen en nada, ni organización, programa ni dirección. Todo esto a un lado de la barricada.

Al otro lado estaban esperando unos 20 mil policías, aferrados a sus armas automáticas de predecir el futuro, para imponer el orden burgués cueste lo que cueste y para defender las gélidas cajas fuertes, las que atiborradas de oro y de dinero contante y sonante, que se hacinan en las panzas de los bancos en las metrópolis de las grandes urbes, mientras las dos terceras partes de la humanidad se muere de angustias y hambres heredicas de un paso colonial aun presente.

Por las calles de la ciudad de Génova, la cuna del Gran descubridor de continentes, marcharon unos 150 mil mujeres y hombres, todos enemigos encarnizados de la política de globalización. La gran mayoría lo hicieron de manera pacífica, la minoría anarquista, que no pasaron de unos 4 mil, sin dios ni ley, sacó la cara por los desposeídos de la tierra y entregó una nueva víctima a los dioses de la opresión y explotación.

Carlo Giulani (23), un estudiante a medio camino, la víctima fatal, ese día de gloria, de lágrimas, sudor y sangre, corrió detrás del Jeep de los esbirros para lanzarles, según parece, un extintor de incendios, vacío, como toda arma provocadora e intimatoria; recibió dos balazos en la cabeza, los que acabaron de una vez y para siempre con sus ilusiones libertarias. Su cuerpo quedó estampado en las mentes electrónicas de los medios de comunicación.

Detrás quedaron las calles de la ciudad y dos perros abandonados, quienes eran su compañía de soledades subproletarias.

Durante la noche, después de esa larga juerga de sangre e intrigas de banderas multicolores, el gobierno de Silvio Berluconi, cuyo gabinete es una cloaca fascista, dio rienda suelta a los "cuchillos largos", y la policía (los Carabinieri) anunció una noche á la "chilena".

Varias decenas de policías (la mayoría sin uniformes, pero bien armados) pateó las puertas del Foro Social en donde se habían cobijado una buena cantidad de pacíficos manifestantes y periodistas. A la voz de "viva el Duce" (Benito Mussolini, ex dictador fascista en Italia, entre 1922-1945, el que fue ajusticiado en la Plaza de Milán por los partisanos), y dando porrazos, culatazos, torturando y maldiciendo, pusieron, a los que aun podían mantenerse en pie, contra la muralla e hicieron amagos de fusilarlos.

No se llegó a tanto, pero la vergüenza de Génova corrió como reguero de pólvora a lo largo y ancho del mundo.

Dos aspectos irreconciliables han hecho experiencias en esta Europa barrida por un verano caliente, cuya distancia, la que dicta entre Berlín a Génova, es la que separa la injusticia con la pobreza sideral de los llamados tercermundista.

Más información: www.ecn.org y www.noglobal.org.

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Frankfurt a.M. / Alemania Agosto 2001
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