Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 2
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 17.
12 de Mayo al
12 de Junio de 2000.

LOS EXCESOS DEL INDIO COLLIPÁN

Desde Chile: Gonzalo León

Cuando se habla de excesos ya sea para denominar a la típica borrachera o a la consabida drogadicción, o como diría la letra de la última canción de nuestro inolvidable Cristóbal cuando sabes que estás entre la cirrosis y la sobredosis..., no se tiene en cuenta antiguos excesos, más verdaderos, como los que cometió el ya mítico -pero injustamente desconocido- indio Collipán, cuando era jugador de la Primera División del club de fútbol Lord Cochrane, en Concepción. Un duro, como los de Norman Mailer, en el trhiller Los tipos duros no bailan.

 Antes de contar sus excesos es necesario aclarar que éstos no guardan relación alguna con excesos por así decirlo más intelectuales. Me refiero a que él no quería observar o presenciar, como Burroghs o como Juan-Agustín Palazuelos (nuestro William Burroghs), algunos ámbitos que sin droga o alcohol le eran imposibles de alcanzar; ni tampoco deseaba aprovecharse de ellos para construir futuras obras de arte.

 Collipán era un simple puntero derecho, un win como se les decía antiguamente, que fue llevado de Rangers de Talca a Huachipato y de ahí al club Lord Cochrane. Esta última transferencia fue hecha a finales de los años 50 sobre la base de consejos tales como:

 -Indio, en Concepción, vas a tener mucho más oportunidades que en la usina.

 -Bueno -respondía el hábil Collipán-, pero ¿hay algo de dinero?

 -Desde luego que no, pero yo me comprometo a conseguirte comida a buen precio o gratis; o quién sabe un buen trabajo, no para ti, pero sí para tu esposa.

 Jorge Dinamarca -comerciante avecindado en Viña del Mar- fue el encargado en su calidad de dirigente de conversar con el indio y llevarlo al Lord Cochrane.

Últimamente, el mismo Dinamarca ha sido víctima de sus propios excesos, que lo han llevado a permanentes arritmias cardíacas, poniendo de esta manera en jaque su vida.
 Pero volvamos a nuestro tema. Hoy se cuenta casi con escándalo que en el Entrenegros, Marcelo Salas y Miguel Piñera se colocan frente a una inmensa línea de cocaína, y se lo esnifan todo. Si esto fuera cierto y no afirmo que lo sea, estaríamos ante el nacimiento de nuestro propio Maradona.

 A propósito, hace poco vi al "empobrecido" Diego Maradona junto al mafioso de Copolla, llegando a Cuba para su ¿rehabilitación?. Veíamos la tele con mi hermano, y quedamos pasmados al ver lo deteriorado que está Diego, y es más, el aspecto de retrasado mental en que lo ha convertido la droga.
 -Yo creo que los dos van a rehabilitarse -dijo mi hermano con candidez.
-¿Tú crees? -le respondí.

En Chile, conozco amigos -pintores y fotógrafos, casi todos- que han estado metidos en la droga. En la misma cocaína, muchos, demasiados quizá; pero también en algunas drogas mucho más duras, inyectables como la ketamina (un tranquilizante para gatos, pero muy usado por los yonkis, en Estados Unidos y Europa, especialmente).

Sin embargo, todos los que conozco han salido de la droga, o al menos se han cambiado de vicio: entra alcohol, sale cocaína (o la keta), dice el locutor del estadio de la vida.

También recuerdo a escritores chilenos como Mauricio Wacquez y Juan-Agustín Palazuelos, quienes so pretexto de ir a visitar a Pablo Neruda a Isla Negra, se inyectaban no sé qué cosa frente al precioso horizonte de aquel balneario. Tiempo después, Wacquez escribiría un libro llamado Excesos y se marcharía de Chile, en tanto que Palazuelos moriría de un coma diabético a los 33 años.


Pero nada, ni Maradona ni Wacquez ni menos aquellos amigos pintores se comparan con los excesos que cometía el indio Collipán. Basta sólo un ejemplo.
Lord Cochrane había obtenido el segundo lugar de la Primera División Sur y, como premio, la directiva del club decidió llevar a todo el plantel a presenciar el partido preparatorio para el Mundial del 62 entre Hungría (el del gran Puskas y compañía) y Chile.

"Recuerdo que en esa época, Concepción -nos cuenta el ex dirigente Jorge Dinamarca- era uno de los pocos lugares que contaba con taxibuses, así que el club arrendó uno y nos fuimos a Santiago bien aperados. Llevábamos varias garrafas de vino, unos buenos kilos de pollo, doce o quince sandías y una bolsa de papel con cincuenta huevos duros."
Todo iba bien hasta que en Rengo, el indio Collipán, quien ya se había bebido una garrafa entera de vino y se había comido un medio pollo, infló la bolsa de papel de los huevos, la hizo explotar y, con toda la atención del taxibús, gritó:

-No hay más huevos duros.

Jorge Dinamarca miró extrañado al indio Collipán, y sólo ahí se dio cuenta de que la bolsa de papel en ningún momento se había separado del indio, por lo que él había acabado con todos los huevos.

-¡Te comiste todos los huevos! -exclamó.

-Sí -contestó el indio con aplomo-, y quiero más. De lo contrario, me bajo aquí mismo.

-¡¿Tú solo...?!

El indio Collipán por esa época tenía 26 años y era un hombre de pocas palabras. Buen jugador de fútbol pero de pocas palabras, por lo que sólo se remitió a agitar la cabeza como esperando a que alguien reaccionara rápidamente.

"Y como el indio era el emblema del equipo -continúa explicándonos Jorge Dinamarca, de ya 70 años-, algo así como el Zamorano de la selección, compramos unos huevos y le pedimos a una amable señora de  Rengo que los cociera."

Y fue sólo gracias a ello que el indio siguió viaje hasta Santiago. "Llegamos de noche, el indio venía muerto, pero al otro día igual fue a ver el partido, eso sí que durmió todo el segundo tiempo."

De vuelta a Concepción, y siguiendo su tónica, el indio Collipán pidió más huevos duros y se los consiguieron. El grupo estaba consciente de que estaba presente ante un DURO de a de veras. Sus excesos llegaban a lo suprahumano, y eso había que respetarlo.

Tiempo después, Collipán se convertiría en un pequeño empresario (compraría un quiosco y luego dos), dejaría el fútbol, como asimismo su afición por los huevos duros.
Se había convertido en padre y luego -durante su mayor prosperidad- en abuelo; y los abuelos como todos saben son lo menos duro que hay, por lo que eso y una rebelde enfermedad le han impedido comer aquéllo que él tanto disfrutaba.

-Pobre indio -sentenció finalmente Jorge Dinamarca, quien lo vio hace unos años-, si lo vieras ahora a los 60 años... Para mí resulta tan triste. -Meneó la cabeza y continuó con melancolía-: Ya no es el mismo de antes.

 

Si desea escribir a Gonzalo León puede hacerlo a: gozalo@ctcinternet.cl
Esperamos Su Opinión.
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

[Portada]·[Artículo]·[Entrevista]·[Vernisage]·[Perfiles Culturales]· [Cine]·[Teatro]·[Arqueo]·[UNIvers(o)]· [Poesía]·[Cuento]
[Música]·[Cómic]·[Reflexiones]·[Crónicas]·[Imágenes]·[Columna del Lector]·[Que se Teje]·[Emails]·[Links]·[Números Anteriores]

 

Las opiniones vertidas en Escáner CultIsabel Aranda - yto.cl ural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.