Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 37.
12 de Enero al
12 de Febrero de 2002.

   

UTOPÍA NEOLIBERAL Y NUEVA NOCIÓN DE MERCADO.

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

 "Los sueños, hijos de la sombra y la fantasía, nunca son presagio de los dioses".
PETRONIO

PARA EMPEZAR

     La lista de asuntos que vamos a tratar de desplegar aquí, no es ni con mucho exhaustiva, pero con ella intentamos al menos, traer al tapete algunos de los motivos de reflexión más embrollados que el lector promedio pueda imaginarse. Se trata de que, en el momento mismo en que uno aspira a mantenerse relativamente bien informado, la masa de datos, publicaciones y nuevas fuentes de conocimiento ha llegado a tales niveles, que es prácticamente imposible para un ser humano de edad mediana, sostener un ritmo razonable de actualización y por lo tanto, uno opta por la reflexión casi simultánea con los documentos que recibe. Es decir, conforme la información vaya llegando es conveniente criticarla y compartirla de inmediato. Para los que somos profesores, esta labor se nos facilita enormemente al participar al estudiante con nuestras inquietudes y preocupaciones. De tal manera que, en esta ocasión haremos algo parecido con los lectores que tengan la paciencia y la gentileza de seguirnos hasta el final. Lo que estamos diciendo es que este capítulo es eminentemente didáctico, y con él tenemos la intención de hacer llegar al lector que todavía lo ignora, algunos aspectos de esencial importancia para comprender algunos de los nuevos esquemas ideológicos que el pensamiento conservador ha sido capaz de elaborar, para atender sus nuevos requerimientos culturales, de cara al siglo XXI.

DISCUSIÓN I.

Nuestro trabajo tratará sobre la "utopía neoliberal" y la nueva noción de mercado que la Globalización, como proceso de gran alcance del capitalismo superdesarrollado, ha puesto en marcha desde el momento en que, los sectores dominantes del mercado mundial se percataron de que el contenido de las palabras está en relación directa con la realidad que éstas quieren retratar. Nunca como ahora ha sido tan cierto aquello de que las palabras son verdaderas instrumentos al servicio de los intereses de los hombres en sociedad. Y es que, desde la segunda parte del siglo XVIII la noción de mercado se volvió un asunto de la más urgente importancia, para los analistas y los teóricos de la economía capitalista. Era imposible que fuera de otra manera, pues en pleno despegue de la Revolución Industrial, los hombres empezaron a reflexionar sobre las tremendas transformaciones que la misma estaba trayendo a la luz ante sus propios ojos. El mercado en el que Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823), o el mismo Karl Marx (1818-1883) estaban pensando, todavía está muy sujeto a las discusiones sobre el espacio y sus expresiones geográficas específicas. En el caso del último autor, y en particular de su socio intelectual Friedrich Engels (1820-1895) , el concepto de mercado viene a ser elaborado desde de los descubrimientos hechos por los romanos (de la época imperial)  respecto a la plasticidad del espacio, pasando por los anuncios que hacen las geografías alemana y francesa con relación al determinismo del ambiente sobre la dinámica económico-social que construyen los hombres en el tiempo. De otra forma no podría entenderse que algunos científicos en esos países hablaran de "pueblos sin historia" al referirse a la América Latina, Afrecha o Asia. Y menos aún, que hombres como Lenin (1870-1924) hablaran de "exportación de capital" para explicar la expansión imperialista, cuando en realidad el capital no se exporta, sino que cambia de lugar si tenemos en cuenta que los espacios abiertos por el capitalismo en su proceso de internacionalización irían a estar sujetos a la misma dinámica o, mejor dicho, al mismo proceso de acumulación a escala mundial, sólo que en escenarios distintos 2.

DISCUSIÓN II.

El sueño del mercado perfecto, del mercado tan esencialmente armonioso que fuera imposible la intervención humana, no es nuevo. No les pertenece al menos a los ideólogos delirantes y gratuitos que le han salido al proceso de Globalización; en particular de los últimos diez años. Ya en los primeros y rudimentarios textos de los fisiócratas franceses (siglos XVII y XVIII) se encuentran los primeros trazos de lo que sería una idea que luego, con Adam Smith, y sobre todo al despegar la Revolución Industrial,  alcanzaría niveles de abstracción pocas veces visto desde que Aristóteles hablara de economía por primera vez en la Grecia de la Antigüedad3 .

Lo que a la mayor parte de la gente le cuesta entender es que la noción de mercado perfecto es enteramente burguesa. Ni los esclavistas, ni los señores feudales, ni la aristocracia o la nobleza teorizaron nunca sobre la noción de mercado. No por razones estrictamente sociales o políticas, sino antes que nada por motivos básicamente económicos e ideológicos. Pero por encima de todo, históricos. La burguesía se dio cuenta con la Revolución Francesa que reemplazando el viejo régimen de producción, se podían obtener diferentes expresiones políticas y sociales del viejo problema que heredara el feudalismo temprano: la ideología tiene fuerza providencial. Y la idea del mercado perfecto en realidad ha sido providencial para el pensamiento burgués de los últimos doscientos años.

DISCUSIÓN III.

Durante ese tiempo, todo el pensamiento económico burgués ha girado en torno a la mejor forma de idear instrumentos, teorías y métodos para comprender, controlar y vaticinar sobre el mercado. Es prácticamente imposible entender a la ciencia económica liberal-burguesa de estos dos últimos siglos, sin pensar en que la utopía del mercado perfecto ha sido la columna vertebral de sus explicaciones sobre el arte del buen gobierno, sobre los pronósticos hechos a los humanistas acerca de la posibilidad de un mundo mejor, y a los hombres y mujeres de la calle respecto a la felicidad y el goce que posibilita el consumo indiscriminado de bienes y servicios.

La utopía del mercado perfecto encontró salidas y explicaciones para legitimar los desmanes de la Revolución Industrial, así como de los desplantes imperialistas desplegados con la totalizadora expansión capitalista de los últimos cien años.  Es curioso, pero detrás de toda formulación imperial utilizada por los países capitalistas centrales, desde que sus burguesías tomaron conciencia de la utilidad de explotar el trabajo ajeno a escala mundial, ha estado siempre una noción del mercado perfecto que hace posible justificar toda acción emprendida a favor de la consolidación del ideario de la mercancía.  Este es sólo un instrumento para explicar por qué la burguesía se aferra hoy más que nunca a una concepción del mercado perfecto que tiene dimensiones políticas, técnicas y humanísticas decisivas para entender el presente. Desde esta perspectiva, la sobre vivencia del mercado como elemento-agente esencial, en la dinámica del quehacer cotidiano de una burguesía que ya comprendió la innecesaria presencia del componente nacional  en sus afanes por controlar las riquezas del planeta, viene a ser un pre-requisito ineludible en la nueva agenda político-cultural de los grupos dominantes de la economía mundial.

 DISCUSIÓN IV.

La noción de mercado perfecto supone entonces, en el contexto de la Globalización, que la democracia puede ser autoritaria. La paradoja es sólo aparente, pues el capitalismo es un sistema económico cuyos fundamentos radican en el totalitarismo. La civilización burguesa es inabordable si no explicamos cómo la democracia que propone gira en torno a la categoría de mercancía que esté utilizando en un determinado momento. Por eso la democracia burguesa es totalitaria, porque resulta impensable cualquier otro sistema político que no se sustente sobre el predominio de la mercancía.

Ahora bien, si la producción y consumo de mercancías, la distribución de las mismas, y la forma como controlan nuestras vidas, son los parámetros articuladores del discurso cultural de la burguesía (no necesariamente democrática, sino profundamente aristocrática),  resulta baladí cualquier discusión sobre el mercado perfecto. Pues la realidad es la mercancía diría David Ricardo.

Pero precisamente, la gran discusión de Marx con él, se orienta en la dirección de que la realidad es precisamente algo diferente4.  La realidad no es una mercancía, y puede ser entre otras cosas, sobre todo la relación que sostienen los hombres entre sí para producir esas mercancías, y no precisamente la realidad que posibilita tal producción. Ahí estuvo durante años la discusión sobre si era posible que el socialismo superara el funcionamiento de la ley del valor-trabajo. El socialismo real pudo haber hecho abstracción de la realidad capitalista (de la cultura burguesa), pero no necesariamente debe haber modificado el mecanismo fundamental de la misma: la producción de mercancías. La revolución socialista sólo alcanzó a reemplazar una metafísica por otra5, y quiso explicar (teorizar) sobre el mercado sin haber remontado ni siquiera a la noción misma de mercancía.

En ese sentido, el capitalismo fue más efectivo: mantuvo intacta la relación metafísica mercancía-mercado,  y fortaleció considerablemente sus expresiones instrumentales: hizo saltar en pedazos el concepto de mercado nacional, y redujo la democracia a las posibilidades individuales de los hombres para producir tales mercancías. Es decir, nutrió a los hombres con una nueva articulación de viejos factores: la burguesía es más democrática en el tanto haga posible que tal democracia esté únicamente orientada hacia la producción de mercancías. Este tratamiento totalitario es nuevo, porque la antigua doble moral burguesa con dificultades hubiera reconocido que sus prácticas democráticas sólo tenían esa orientación.  El nazismo nunca fue aceptado como la expresión superior de la moral (esencialmente necrófila) de la burguesía. Y fue el capitalismo a ultranza el que hizo posible al nazismo.

Hoy, la burguesía se ha tornado más cínica, porque sus motivaciones democráticas están más en armonía con la aspiración fundamental del capitalismo: producir mercancías para que sean unos pocos los que puedan pagar por ellas. El elitismo consumista de la Globalización tiene como norte entonces la democratización del sistema productivo, a cambio de que la mercancía sea el eje en torno al cual giren las aspiraciones básicas de los hombres, es decir, hay que crear posibilidades de adquisición de mercancías, aunque la realidad indique lo contrario. De esta manera, otra vez, una nueva metafísica sustituye a la anterior. El gran juego de la Globalización es manipular las posibilidades, aunque no las realidades. Por eso los intelectuales de la burguesía han resucitado a Hegel, y no a Hume. Se han apurado a enterrar a Marx y a resucitar a Ricardo. 

DISCUSIÓN V. 

Este juego de entierros y resurrecciones hace la labor del humanista más ingrata que nunca, puesto que si en algún momento su agenda estaba repleta de denuncias, lamentos y contra-propuestas a la labor que intelectualmente realizaba la burguesía en el poder, con la caída del socialismo real, tal agenda se evapora y viene a ser reemplazada por un listado de cabos sueltos, perplejidades y frustraciones que ni la misma burguesía todavía alcanza a comprender. Es decir, a ella incluso el suicidio de alguna izquierda la tomó por sorpresa. El problema está en que si insistimos en analizar la crisis del socialismo real como un mero hecho histórico, estaremos cometiendo el mismo error que es posible cuando se estudia cualquier proceso verdaderamente revolucionario: sea Francia (1789); Rusia (1917); México (1910); o Nicaragua (1979). El socialismo real nace y se desarrolla en estado crítico, porque al ser un experimento dialéctico de los aspectos más negativos del capitalismo, dejó intacta la aspiración fundamental de todas las burguesías históricamente registrables: la producción de mercancías debe ser perfectamente coherente con las expresiones totalitarias del régimen político que alcance a establecer: llámese monarquía parlamentaria, república, o democracia popular6. En estos casos, el pegote indescifrable es el Estado.

Ninguna revolución puede ser analizada como un mero hecho histórico. Y lo que sucedió en Europa central y oriental (entre 1989 y 1991) no es una cadena inconsecuente de meros hechos inconexos, aislados, sin relación posible entre sí. Precisamente ahí, en la comprensión de lo contrario, debería residir toda explicación razonable de lo que tuvo lugar. El humanista de nuestro tiempo se quedó con las manos vacías porque se las quieren llenar de acontecimientos 7, y le niegan las explicaciones. El mismo no puede construirlas, porque ignora las respuestas. Si se le dice que fue entre esos años que el socialismo se desplomó, se le está escamoteando toda la explicación de lo que venía sucediendo  (en Rusia por ejemplo) desde el momento mismo en que Lenin sube al poder en 1917, cuando se dedica ferozmente a perseguir toda expresión de disidencia. La Perestroika es el epílogo, no el prólogo de un proceso que tomó setenta años madurar. Y se puede jugar con la lógica sosteniendo que Gorbachov y su gente sólo estaban retomando lo que quedó inconcluso en 1924. Si así fue, el socialismo real comprende entonces una etapa indistinta en el desarrollo institucional del Estado burgués. Fue su caricatura. Y lo que hace la Perestroika es abolir la caricatura para abrirle paso a la realidad.

DISCUSIÓN VI.

Pero el escenario es grave, es problemático, porque ahora la burguesía está relativamente equipada para enfrentar cualquier propuesta que discuta su hegemonía. Aunque a veces no lo hace tan bien como se esperaría, debido a las dificultades que tiene el pensamiento burgués para armonizar la realidad con la teoría.   Es más triste la situación cuando alguna izquierda ya reconoció sin discusión ni contra-argumento su derrota. En estos momentos, una teoría del mercado perfecto no pareciera muy novedosa desde su perspectiva instrumental, pero sí lo es por el lado de la reformulación de los paradigmas. Me temo, en consecuencia que si el pensamiento sistemático de la izquierda entró en crisis, exactamente lo mismo le ha sucedido al pensamiento burgués. Este ha tenido que adaptarse, ha tenido que evolucionar para encontrar nuevas respuestas a la situación en que lo ha dejado la temporal retirada del humanismo radical. Si colapsa la noción de la dictadura del proletariado, hace colapso también la noción de dictadura burguesa, pero ésta viene a ser sustituida por un nuevo tinglado de factores, entre ellos, el mercado perfecto, que hoy se ha vuelto más real que nunca. El mismo supone, antes que nada, la abolición del estado (decimonónico), la transformación de la textura de la noción de frontera, que cada día se torna más cristalina respecto a las verdaderas aspiraciones imperialistas del capitalismo (para poder sobrevivir históricamente); y por encima de todo la formación de un tipo de ser humano que no se atreva a criticar el entorno, que se limite a reproducirlo, que sea efectivo, eficiente, en la reintegración constante de la realidad burguesa. Esa es precisamente la pretensión seminal de la Globalización como proceso, y no como simple acontecimiento.

DISCUSIÓN VII.

Por otro lado, si la Globalización no es un acontecimiento, si constituye la fase superior del "mega capitalismo"  (un proceso que viene desplegándose desde la Guerra de Corea-1950/1953), al pensamiento burgués más lúcido (mencionemos a P. Kennedy, A. Toffler, S. Huntington y otros), le resulta perfectamente digestible sostener que el futuro de la Humanidad será una sociedad sin fronteras, sin estados, con hombres y mujeres tan eficaces que ni siquiera piensan, porque el perímetro establecido por el mercado perfecto será tan plástico que las nuevas civilizaciones habrán logrado lo que buscan desde el despegue de la Revolución Industrial: un ser humano perfectamente feliz, sólo por el hecho de que puede consumir lo que se le antoje sin pensar en nada ni en nadie más. Se habrá conquistado el individualismo perfecto y absoluto. Para las pitonisas de cierta historiografía fascista, la Revolución Industrial fue una desgracia, porque introdujo una aberración en el desarrollo de la Humanidad: la aparición del movimiento obrero, y con él de la solidaridad.  Siempre que ésta se expandió y se sistematizó demasiado, apareció el Estado, aparecieron las masas, emergieron grupos humanos racialmente inaceptables y finalmente, la más absoluta y total de todas las imperfecciones sociales imaginables: el socialismo.

Ahora bien, si Utopía significa "sin lugar", el sueño de la burguesía de un mercado perfecto es esencialmente utópico en el tanto en cuanto su necrofilia supone que sólo un grupo muy limitado de consumidores "heredará la tierra". Y se trata de una utopía necrófila porque para que tal mercado exista habrá que eliminar a las dos terceras partes de la población del planeta. Son los fundamentos básicos de la utopía nazi también. Los mismos que han regido las acciones de la burguesía desde que la expansión internacional de los mercados (allá por el siglo XVI) le hicieron ver, comprender y sistematizar la idea de que sólo el individuo que consume tiene derecho al estatuto de ser humano. El indio americano no lo era, porque ignoraba la existencia del mercado. Cuando empieza su adquisición de chucherías industriales, empieza a ser persona. Y si se esfuerza ganándose un salario tal vez, sólo tal vez, alcanzará a ser humano. Algo similar harán los Estados Unidos con sus negros: la liberación de la esclavitud (durante y después de la Guerra Civil-1861/1865), significó fundamentalmente convertir a la población negra en asalariados, para que participaran activamente en el proceso de acumulación que tanto necesitaban los estados industriales del Norte articular al mercado mundial. En estos casos el mercado es perfecto para el explotador, no para el explotado. Para el primero éste es una persona sólo a partir del momento en que se pueda cuantificar su nivel de articulación al mercado, su poder de compra. Cuando es mínimo es menos persona. Al final del día, es el consumo el que legitima nuestra existencia sobre este planeta 8.

DISCUSIÓN VIII.

Pero todavía hay algunos elementos más que completan la tragedia de lo que realmente significa la necrofilia de la utopía del mercado perfecto. Hasta un serio intelectual de izquierdas como Adam Schaff dijo alguna vez que más temprano que tarde la categoría económica salario desaparecería para bien de la Humanidad9. Hoy como entonces, una afirmación así sigue significando que la urgencia es que desaparezca la clase trabajadora. Son las urgencias de los teóricos de la eficiencia, que siguen creyendo que la única forma de descargar los costos del capital, es mediante una reducción drástica del costo de reproducción de los asalariados. Schaff nunca teorizó sobre la metamorfosis del salario. Pero sí lo hicieron los técnicos e intelectuales de la burguesía. Para ellos el salario es un instrumento generador de consumo, y en ese tanto será muy difícil que la burguesía estruje su acariciado sueño del mercado perfecto. Sin embargo, para ella sí es notablemente factible la conversión del salario en un medio de pago del desgaste de la fuerza de trabajo. Hoy, como nunca, es esto cierto: porque las distintas formas en que en nuestros días se expresa tal desgaste, obligan a la burguesía a crear una cantidad proporcional de medios para extraerle al trabajador lo que le paga. Se da el lujo incluso de pagarle por su "derecho a la pereza"10. Los "tigres de la nueva industria" asiática han introducido el subsidio al ocio de sus trabajadores. Se les paga por un ocio socialmente necesario, cuando la burguesía sabe que es socialmente necesaria también la existencia y prolongación de la categoría salario, a pesar de las modificaciones que se le hayan aplicado a su naturaleza social, aunque no así a su naturaleza económica. La burguesía siempre supo que el salario nunca le perteneció realmente al trabajador.

DISCUSIÓN IX.

De cualquier manera ya Rudolf Bahro lo había pronosticado hace un tiempo: sería en el socialismo real donde se pondría en evidencia la naturaleza exacta de la explotación asalariada y no en el capitalismo superdesarrollado11. Esta aparente extraña paradoja es el resultado de las lecciones mal aprendidas a raíz de las frustraciones ocasionadas por revoluciones burguesas inconclusas: en Rusia, en China, en Vietnam, en Cuba, en Nicaragua...12. Eventualmente el estalinismo sustituyó al bonapartismo cuando éste ya no encontró soluciones en la esfera de la economía política, para problemas que sólo la teoría del valor-trabajo podía explicar. En el socialismo la política reemplazó a la economía. Y la ideología lo hizo con la sociología. Finalmente el plan hizo lo suyo con el socialismo como proyecto. En la noche del 9 de noviembre de 1989 es al Plan al que destruyen los jóvenes alemanes, cuando a fuerza de martillo se traen abajo al siniestro muro de Berlín. En este caso, la Historia abolió al Plan. A partir de entonces, Alemania se ha vuelto a hacer cargo de su propia historia, pues durante mucho tiempo estuvo hipotecada en manos de un aparato que jamás creyó en el ser humano, una aspiración muy apreciada por la utopía burguesa del mercado perfecto. Esa noche rodó por los suelos la ecuación apocalíptica soñada por todos los apologistas del totalitarismo: a un mercado perfecto le debe ser consecuente un plan perfecto.

DISCUSIÓN X.

Cierta sabiduría oriental gusta decir que "donde hay un orden perfecto, no hay amor"; de tal manera que, para que halle un perfecto amor debe haber cierto desorden. Este es un epigrama que recoge con regular precisión los más recónditos anhelos de algunos obsesivos cultivadores neoliberales de la idea del mercado perfecto. Este, para que sea la pieza maestra del capitalismo posindustrial, debe seguir de cerca aquel principio que Marx llamaba de "la anarquía de la producción", donde no es posible ninguna participación de algo ni siquiera semejante al Estado, o a cualquier maquinaria de características estatales. Se trata entonces de que, entre más amor halla por el mercado, menos orden será capaz de introducir el Estado o sus engendros. La estrategia de la Globalización llevó este asunto a extremos insospechados, porque ahora el perfil del mercado ya no lo definen ni siquiera los bancos (como alguna vez sucedió con la economía norteamericana, por ejemplo, entre los años de 1950 y 1975), cuando terminaron como los administradores de los fondos de la fatal alianza entre industria militar y poder político en los Estados Unidos. Una alianza que parece haberse deshecho de Kennedy en su debido momento.

El énfasis terminó entonces por desplazarse de la estructura financiera de grandes proporciones, aún vigente, hacia las manos del pequeño ahorrante de la calle. Esto lo comprendieron muy bien los empresarios japoneses de última generación, al darse cuenta de que en los Estados Unidos, cuando a Reagan y a Bush (1980-1992) se les ocurrió que la única manera de salvar la economía de ese país era desmantelando el sistema de pensiones, la educación y la salud públicas, iniciaron un proceso de inversiones masivas en esos sectores y hoy lo tiene totalmente acaparado. De centavo en centavo el pequeño ahorrante estadounidense les está dando a los japoneses unos seis billones de dólares anuales13.

En estas circunstancias, el amor por el desorden viene a ser vindicativo de la conducta económica de una burguesía que dejó de creer hace rato en las bondades del orden que trajo consigo el Estado Benefactor. Pero se trata de un desorden que impreca a las cosas no a las personas. Estas no cuentan, a no ser como consumidores de inercias. Por eso es que hoy el consumo es más que nunca en la historia de la Civilización burguesa, un factor decisivo para comprender mejor el desarrollo vertiginoso hacia una concepción necrofilita de las relaciones de la producción. La manía por el consumo de lo inerte hace a los hombres y mujeres de hoy aparecer como sujetos en un permanente estado de suspensión: la creatividad de la tecnología está al servicio del inmovilismo.

Al consumidor de la posmodernidad se le hace consumir desde su casa, se le lleva el conocimiento, el gusto, los placeres, lo que debe pensar, lo que debe sentir, y hasta el sexo que debe tener. La civilización de la "realidad virtual" es aquella que le ha robado a los individuos hasta sus aspiraciones y sueños más secretamente esperados. Basta con encender la pantalla de una computadora para que todos los logros de la civilización se acomoden a las cuatro paredes de su casa. En este caso, el "factor caos" como supuesto sustituto del orden paralizante en sociedades estatizadas, abre paso a la presencia de un mercado cada vez más uniforme en el consumo de chatarras. De esta manera, la burguesía habla hoy orgullosa de haber introducido un régimen democrático que funciona por la fuerza de la convicción, y no de la represión. Es la sistematización del consenso de los cementerios.

Hoy, más que nunca los hombres y mujeres que piensan y sienten verdaderamente, en concordancia con lo que sucede en la realidad de sus vidas cotidianas, deberían tomar conciencia de que se les está robando precisamente esa cotidianidad. Ya no es posible vivir los sueños en su misma calidad de sueños. Pues cuando éstos son transmitidos por un computador, a los sujetos del presente histórico se les está merodeando la imaginación. 

La burguesía posmoderna, la que predica el "factor caos" como eje fundamental de sus esfuerzos para reinstalar el utópico reinado del mercado perfecto, sabe a ciencia cierta que tal perfección sólo es factible en la medida en que recupere el desorden, la anarquía de la producción de mercancías. Es ahora, más que nunca, cuando la burguesía disfruta de haberse deshecho no sólo de sus propias aberraciones estatistas, sino también de las que quiso construir el socialismo.

El hombre y la mujer críticos del siglo que viene, deberán tener bien claro que ahora la lucha para los humanistas será no tanto (como en el pasado: por cierto tipo de reivindicaciones socio-políticas) sino sobre todo porque no nos roben la imaginación. Los delirios de los psicoanalistas, y de algunos pensadores herederos de la Escuela de Francfort, no recibieron la atención que merecían. Por eso valdría la pena volver a leerlos. Porque ellos ya nos lo venían anunciando: la perfección del mercado es la utopía de un pensamiento burgués esencialmente diseñado para servir a la idea de la muerte. A eso aspira la Globalización: a transformar la idea de la vida en algo repugnante. Y cuando tal burguesía confunde el desorden con el amor, se trata de un desorden regido por los criterios de un campo de concentración: usted puede hacer todo lo que quiera, pues tarde o temprano terminará en un horno de cremación. Los nazis acompañaban tales exterminios con música culta, como una forma de hacerse creer a ellos mismos que la única salida para las necedades de la civilización era la muerte. Un campo de concentración era la perfecta versión del desorden equilibrado por el infalible funcionamiento de un pequeño mercado diseñado al servicio del consumo, y nada más que por el consumo, puesto que el objetivo básico era la supervivencia. En definitiva, la Globalización no es más que la disciplina de un campo de concentración aplicada con saña particular a los pueblos del Tercer Mundo, y a los pobres de los Países Ricos.  En estos casos, hay que morirse de hambre oyendo música culta.

UN BALANCE FINAL.

La burguesía, el fascismo, el Nazismo, toda forma de expresión totalitaria también tiene derecho a soñar, me decía un estudiante recientemente. Ese estudiante no sabe que por su reflexión me he sentado a escribir este artículo. Cuando un hombre joven como éste, sano, inteligente, le dice a un viejo como yo semejante cosa, uno se prepara para un siglo XXI donde el amor por la vida será sustituido por una vida sin amor. La peor tragedia que le puede acontecer a un ser humano es que sus sueños se hagan realidad, decía alguien por ahí. En el ejemplo de los nazis eso es cierto. Y lo fue para el resto de la Humanidad. Ahora bien, ¿se trata entonces de que la idea del mercado perfecto es sólo un sueño de economistas alocados, que esperan la llegada de un sistema tan libre que el desorden más bien parecerá una virtud?

El "factor caos" es un concepto surgido en los campos de concentración. Dicho factor hace su aparición cuando ya no queda nada del principio de solidaridad. Pero hoy, el "factor caos" forma parte de la utopía neoliberal: la configuración de un mercado tan perfecto que el desorden llegue a ser más bien una condición de su reproducción. En estas situaciones, el grupo humano tiende a jerarquizar las funciones, con el solo propósito de garantizar la supervivencia. Por eso se puede decir que hoy la burguesía está más asustada que nunca de perder su hegemonía histórica. Jerarquiza para evitarse la desagregación de un proyecto socio-económico que se parece mucho al que alguna vez se soñó en el mundo socialista. Su aparente éxito histórico contra éste,  se ha convertido más bien en una pesadilla, porque ahora la burguesía ha perdido lo poco de fe en la vida que le quedaba: combatir al socialismo real al menos le daba sentido de legitimación histórica a sus luchas. Hoy ni eso le queda ya. De aquí que los sueños de la burguesía en el presente,  sean más necrófilos que nunca. Y en este sentido, mi estudiante tiene toda la razón.

Citas

1 Historiador costarricense. Colaborador permanente de ESCÁNER CULTURAL.

2 FOURSOV,  André "Communism,Capitalism, and the Bells of History". REVIEW. THE FERNAND BRAUDEL CENTER. (Vol. XIX. No.2, Spring 1996) Pp.103-130.

3  FINLEY, Mosses. LA ECONOMÍA DE LA ANTIGÜEDAD (México : FCE. 1973) Capítulo 1. Páginas 15-41.

4 OLLMAN, Berthell. ALIENACIÓN. MARX Y SU CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN LA SOCIEDAD CAPITALISTA (Buenos Aires : Amorrortu. 1973) Páginas 230-237.

5 HOBSBAWM, Eric. HISTORIA DEL SIGLO XX. (Barcelona : Crítica. 1996) Páginas 11-26.

6  FURET, Francois. EL PASADO DE UNA ILUSIÓN. ENSAYO SOBRE LA IDEA COMUNISTA EN EL SIGLO XX (México : FCE.1996) Páginas 10 y ss.

7  PAGÉS, Pelai. INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA. EPISTEMOLOGÍA, TEORÍA Y PROBLEMAS DE MÉTODO EN LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS. (Barcelona : Barcanova. 1983) Páginas 260-268.

8 HINKELAMMERT, Franz. CULTURA DE LA ESPERANZA Y SOCIEDAD SIN EXCLUSIÓN (San José :DEI.1995) Página 296.

9 SCHAFF, Adam. MI SIGLO XX. CARTAS ESCRITAS A MÍ MISMO (Madrid : Editorial Sistema. 1993) Página 89 y ss.

10 GLICKMAN, Norman y WOODWARD, Douglas P. LOS NUEVOS COMPETIDORES. LOS INVERSORES EXTRANJEROS CAMBIAN LA ECONOMÍA NORTEAMERICANA. (Barcelona : Gedisa. 1994) Páginas 35-51.

11  BAHRO, Rudolf. THE ALTERNATIVE OF EASTERN EUROPE (Londres : Verso Press. 1978) Tercera Parte. Capítulo 10. Páginas 253-304.

12 HOBSBAWM, Eric. Op.Cit. Capítulo XIII. Páginas 372-399.

13 GLICKMAN, Norman y WOODWARD, Douglas. Op. Loc.Cit.

Si usted desea comunicarse con Rodrigo Quesada Monge puede hacerlo a: histuna@sol.racsa.co.cr

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