Desde Costa Rica, Rodrigo
Quesada Monge
PROEMIO.
|
Rudyard Kipling
(1865-1936). |
Vamos a tratar de reflexionar con nuestro lector,
en torno al imperialismo británico, de la mano de uno de sus
más queridos escritores, y también uno de sus más
lúcidos ideólogos. Premio Nobel de Literatura de 1907,
Rudyard Kipling (1865-1936) puede ser un analista de gran utilidad
para comprender con cierta amplitud, las verdaderas intenciones del
imperialismo británico, durante la segunda parte del siglo
XIX, es decir entre los años que van de 1850 a 1920 ; aunque
en esta ocasión nos concentraremos en el estudio del período
1880-1914.
Puede parecerle extraño al lector que
hablemos de siglo XIX y nos estemos extendiendo hasta 1920, pero resulta
que para los historiadores las cronologías cumplen un propósito
académico, y el hombre de la calle no sabe de ellas, por lo
tanto, para él, el siglo XIX se inicia con el año 1900,
cosa sólo parcialmente cierta. Más todavía cuando
nos encontramos con el problema de que por estos años, los
imperios se dan el lujo de establecer cuáles fechas y cuáles
cronologías son las que realmente importan. Eso es hacer buen
imperialismo: redefinirle hasta el funcionamiento de los calendarios
a los pueblos bajo su control, como harían los británicos
durante la ocupación de la India 1.
De tal manera que llegado el momento, incluso las cronologías
pueden cumplir un propósito político. Un pueblo al que
se deja sin posibilidades de medir y controlar su propio tiempo, está
esclavizado en dos de los aspectos fundamentales de su cotidianidad
: el trabajo y el ocio 2.
Pues bien, nuestra idea en esta oportunidad
es tomar al caso británico como un excelente ejemplo de la
forma en que el imperialismo puede funcionar en el nivel de la lógica
del sistema capitalista, y en el de su historia. Rudyard Kipling sería
aquí nuestro anfitrión para orientarnos en el laberinto
de proyectos, metas y aspiraciones que tenía el imperio británico,
particularmente en algunas regiones del mundo. La India, Africa Occidental
y ciertos países de América Latina, bien pueden ser
estudiados con la inspiración "kipliniana", que reside en esa
distinción incuestionable para nuestro escritor, entre civilización
y barbarie 3.
Kipling, quien posiblemente nunca leyó a Sarmiento, es un ejemplo
claro de esa visión maniquea que tienen los imperios, y sobre
todo los imperialismos, respecto a los pueblos que consideran "bárbaros".
El asunto es que, en Kipling esto no siempre
está abiertamente expresado. En su poema de 1899, The White
Man´s Burden (o "La carga del hombre blanco", según una traducción
muy libre, dado que bien podría decirse también "La
responsabilidad del hombre blanco"), el célebre autor inglés
parte de la base de que es una obligación de los pueblos civilizados,
llevar la cultura y el progreso material a quienes carecen de ellos,
pues, generalmente, esta gente, es tan ignorante que no se da cuenta
de las necesidades que tiene (véase una traducción del
poema mencionado, al final de este ensayo)4.
Los temas entonces, serán los siguientes :
1. Conocer un poco al escritor británico,
nacido en la India (Bombay) en 1865, y tratar de explicar a través
de algunas de sus obras, tales como The Jungle Book (I y II : 1894
y 1895 respectivamente), y determinados poemas, escritos con propósitos
muy concretos, en momentos muy específicos también,
las verdaderas pretensiones del imperialismo británico en su
segunda etapa, es decir en los años 1850-1920. Más que
el motivo real de nuestras reflexiones y críticas, Kipling
será un anfitrión. El mejor tal vez, para acercarnos
un poco al imperialismo británico.
2. Siempre de la mano de Kipling, exponer y
criticar, hasta donde sea posible, los contrastes que se establecerían
entre ciertas teorías del imperialismo (decimonónicas)
y los verdaderos resultados de las prácticas imperialistas
en sitios muy bien definidos : la India, Africa Occidental y América
Latina.
3. Valorar la reacción provocada por
los trabajos pro-imperialistas de Kipling y las enseñanzas
que nos dejan ambos lados de la moneda, en el conjunto del pensamiento
anti-imperialista.
RUDYARD KIPLING Y LA LITERATURA PARA NIÑOS.
La obra de Kipling es una obra estética
importante, que abarca prácticamente todos los géneros
literarios conocidos. Escribió ensayos, hizo reportajes, libros
de viajes, cuentos, novelas cortas, poesía, y literatura para
niños 5.
Sin embargo, para muchos lectores y analistas ingleses y anglosajones
en general, Kipling fue sólo un escritor de literatura para
jóvenes y niños. Aunque alguien bien podría decir
que este no es un asunto por el cual sentirse desilusionado, si recordamos
la maravillosa literatura para jóvenes escrita por talentos
como Oscar Wilde(1854-1900), Saint-Exupéry(1900-1944) o Lewis
Carroll(1832-1898), sólo para mencionar a unos cuantos, con
Kipling la cuestión era distinta porque él sí
sentía incómodo cuando consideraban sus trabajos de
esa manera, pues se pensaba subestimado 6.
Sin embargo, la profundidad de este tipo de sentimientos era compensada
con lo bien pagado que era su trabajo, sobre todo cuando empezó
a interesar notablemente a directores cinematográficos del
calibre de John Huston (1906-1987)en Hollywood. El imperio siempre
ha pagado bien a sus ideólogos 7.
Kipling nace y hace su vida de escritor durante
gran parte de la era victoriana (Victoria reina en Inglaterra entre
1837 y 1901) 8.
El último baluarte de un criterio imperial que ya había
colapsado a finales del siglo XVIII en la mayoría de los estados
europeos de tradición monárquica, el reinado de Victoria
se llena de nostalgia, de inhibiciones, represión y gestos
rituales que ya se consideraban periclitados hacía rato, con
el afán ingenuo de recuperar las viejas glorias isabelinas
9.
En realidad, el reinado de Victoria es la larga crisis de la monarquía
de viejo estilo (el del siglo XVIII), y el anuncio de un nuevo tipo
de monarquía que se sabe servir bien de las delicias materiales
que puede ofrecer la burguesía. Kipling sabía bien de
estos asuntos, y un grueso importante de sus escritos quiere retener
el viejo sabor de la monarquía, mezclado con las obsesiones
materiales del mundo burgués 10.
Entre Charles Dickens (1812-1870) y Mark Twain (1835-1910), Kipling
recoge con su quehacer literario, los traumas sociales, políticos
y culturales que la revolución industrial hizo gravitar en
el primero, y las ambigüedades racistas del segundo11. Apreciado
entrañablemente por G.K. Chesterton (1874-1936) y Jorge Luis
Borges (1899-1986), en el brillante escritor inglés ellos también
hallaron al talentoso y fino ideólogo, que con sus ensayos,
novelas ,cuentos y poemas, supo cantar la aristocracia del intelecto
y de la civilización maquinista 12.
Pero es en Robert Louis Stevenson (1850-1894), donde Kipling encontrará
ese perfil ceniciento y vaporoso de la literatura de aventuras. Aunque
la habilidad para ocultarse, que aquel logró con años
de retiro en Tahití, jamás fue una virtud en el caso
de Kipling, a quien siempre se le notaron sus complejos, sus vergüenzas
y sus frustraciones infantiles 13.
Por eso es que algunos de los críticos sostienen que nunca
entendió a Stevenson, porque sólo vio en sus libros
la intriga de la argumentación, antes que el tremendo dolor
que le producía a un moribundo, saber que escribía intensamente
sobre algo que se le estaba yendo rápidamente : la vida 14.
El código estético de Kipling
tiene un enfoque maniqueo de la relación entre literatura y
realidad. La metáfora principal, el mundo de la selva, está
estrechamente amarrada a un argumento ideológico esencial :
los animales y las plantas deben pasar antes por un proceso de "antropomorfización"
, para que la civilización tenga sentido en aquellos lugares
donde se les acepta como son 15.
Esta aceptación es imperdonable, porque atenta contra la civilización.
Por lo tanto, civilizar al mundo de la jungla (con todas las implicaciones
que ello tiene), significa fundamentalmente, primero "antropomorfizar"
al niño salvaje, darle forma humana, porque debido a su desarrollo
en la selva carece de lenguaje, y de códigos de comunicación
social aceptables, es decir civilizados 16.
La parábola del buen salvaje, en Kipling tiene a un buen expositor
y defensor. Kim de la selva es el sueño del escritor británico
que aspira a que, la idea de humanidad que tiene el imperio sea puesta
en práctica lo más pronto posible, en todos aquellos
lugares donde la selva no deje crecer al hombre 17.
Pero hombres y animales se parecen y se comprenden
bien en las novelas de Kipling, siempre y cuando las pasiones humanas
den paso a la humanización que prometen la ciudad y el dinero
de la civilización burguesa 18.
El niño salvaje (Mowgli o cualquiera de su talante), es sólo
una excusa para graficar la urgencia que tenía Kipling de contribuir
al proceso civilizatorio en el que estaba involucrado el imperio británico
19.
Un proceso que no acaba ni termina con la reina Victoria, ni con el
auge o la expansión de la revolución industrial. Porque
la cultura burguesa ya había comprendido que los parámetros
de percepción del universo social y físico, en los que
venía trabajando desde el siglo XVII, podían ahora ser
impuestos sin la violencia o la brutalidad del pasado 20.
Resulta entonces que, de la forma en que Kipling
articula su metáfora de la misma forma la burguesía
está articulando su percepción de la vida cotidiana.
Es un salvaje todo aquel que todavía no haya aprendido la relación
posible entre objetos "antropormorfizados" y sujetos (o animales)
atrapados por la jungla 21.
En lengua inglesa los contrastes en la connotación de sentido
entre el término jungle (jungla) y forest (selva o bosque)
es considerablemente más fuerte que en español, donde
son substituibles. Un individuo atrapado por la jungla será
un individuo infeliz, limitado, abrumado por sus bajos instintos,
un yaju según la terminología inventada por Jonathan
Swift (1667-1745) en su obra Los viajes de Gulliver, para referirse
a la persona insensible, incapaz de disfrutar de los frutos de la
civilización 22.
El bosque estaría así más cerca del escenario
burgués que la jungla, la cual invoca la presencia de sólo
una regla posible : matar para sobrevivir.
El rescate de los pobres infelices que habitan
la jungla puede darse en dos direcciones, salvando del espíritu
primitivo que la invade cuando menos a una persona, llámese
Kim, Tarzán o Mowgli, o llevando la civilización a esos
umbrales de primitivismo, barbarie e ignorancia, con la fuerza de
la convicción primero, y sirviéndose de cualquier otro
recurso después, si se hace necesario. En este sentido, la
obra de Kipling es inigualable 23.
LOS MOTIVOS DE LA JUNGLA.
Kipling vivió varios años en
los Estados Unidos, durante la década de los noventa 24.
Fue en ese momento cuando, en razón de la invasión a
Filipinas por los norteamericanos y en los inicios de una cruenta
guerra que se prolongaría hasta 1902, se le ocurrió
escribir el célebre poema al que hemos hecho referencia más
arriba ("La carga del hombre blanco") 25.
Junto a otras de sus piezas líricas, tales como An American
(1894) y Recessional (1897), ese poema llegó a convertirse
en la expresión más acabada de las ideas imperialistas
británicas del momento, pero inevitablemente también
de los estadounidenses 26.
Aunque la Liga Anti-Imperialista de los Estados
Unidos arremetió de una manera feroz contra las propuestas
pro-imperialistas que hacía Kipling en su literatura, el apoyo
que recibió por parte de la gran prensa norteamericana fue
decisivo para justificar lo que los marines hacían en Filipinas
y otras partes del mundo 27.
Pero es muy curioso, en Gran Bretaña el trabajo literario de
Kipling era asumido con una gran naturalidad, tal y como le sucedía
a Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), el creador de Sherlock Holmes.
Para los británicos, desde el siglo XVI, a este tipo de apologistas,
bien pagados y protegidos por la Corona, se los veía como algo
institucionalizado, tan bien integrados en la maquinaria ideológica
del sistema que, cuando a un crítico del estilo de John A.
Hobson se le ocurrió escribir, en 1902, su famoso texto sobre
el imperialismo, el mundo académico británico lo repudió
y ridiculizó de tal manera que el autor prácticamente
se quedó sin empleo 28.
Hay que aclarar, antes de continuar, que los
supuestos antropológicos del imperialismo, estaban debidamente
asentados para cuando Kipling nos hablaba de los nobles proyectos
del imperio británico, por atraer hacia la civilización
burguesa a los pueblos de América, Asia y Africa 29.
Entre 1492 y 1850, podemos encontrar la primera etapa de ese proceso
de asentamiento teórico que mencionamos, entre 1850 y 1950
la segunda etapa 30.
Aquí, la supuesta teoría de los dos imperios abre paso,
más que nada, a un asunto histórico antes que eminentemente
teórico. Los ideólogos al estilo de Kipling, aplicaron
los resultados y las lecciones adquiridas en la primera etapa a la
segunda, y de esta forma colaboraron a diseñar un perfil imperial
que reposaba, junto a la explotación despiadada de los pueblos
sometidos, en el estilo de vida y en las componendas que pudieran
fraguarse entre los ricos imperialistas y los ricos subyugados 31.
Las autoridades gubernamentales, por llamarlas de alguna forma, en
la India por ejemplo, le pagaban grandes cantidades de dinero a los
británicos en su propio país, para que cuidaran y desarrollaran
sus instituciones. Cuando Kipling habla de la obligación de
los hombres civilizados por evitar las hambrunas en los países
colonizados, uno no puede dejar de pensar en lo ridículo que
ésto suena, sobre todo si pensamos en la que mató a
más de diez millones de personas, a finales del siglo pasado,
en la India que él decía amaba tanto32.
Mientras, los colonialistas no padecían este problema y engordaban
generosamente.
El enfoque providencialista del imperialismo
británico, sobre la obligación de los pueblos colonizados
de pagar por los beneficios que reciben del poder imperialista, no
es nada nuevo. Los romanos ya se habían servido del mismo tratamiento
33.
El problema es que, la Corona Británica, con su afán
mojigato por aparecer ante la comunidad mundial como muy preocupada
por el bienestar de las colonias bajo su tutela, se sirvió
de las armas solamente en el último trance, cuando las salidas
políticas o diplomáticas en el país sometido,
no dejaban otra alternativa 34.
Siempre le funcionó muy bien la táctica de "divide y
vencerás", como sucedería en América Central
35.
Para hombres como Stevenson, Kipling o Conan
Doyle, sólo para mencionar unos cuantos, el imperialismo británico
no era una realidad tangible, sino sólo en la medida en que
pudieran vivir bien en Tahití o Bombay, y dar rienda suelta
a los vicios urbanos de la Inglaterra victoriana, tales como la práctica
de un espiritismo frívolo, que sólo tenía solución
estética en los delirios snobistas por el psicoanálisis
de un Conan Doyle por ejemplo. Para ellos era perfectamente natural
que los nativos de Africa, América o el Pacífico pagaran
para que ellos pudieran beber, comer, y divertirse a plenitud, sin
los complejos y limitaciones que establecía una burguesía
gazmoña a quien lo mismo le daba condenar a Oscar Wilde por
sus inclinaciones sexuales, que a un rey aborigen de Samoa por las
mismas razones.
Estaba escrito que, desde el momento en que
Isabel I por ejemplo (en el siglo XVI), entraba en negociaciones bursátiles
con los piratas que vivían de saquear a los galeones españoles
que atravesaban el Atlántico, era posible articular un tipo
de práctica colonialista que sustentaría de manera impecable
todo el aparato ideológico, el cual la Corona británica
terminaría por heredarle a la burguesía del siglo XVIII
36.
En estas circunstancias, era bien visto tener gustos muy sofisticados
en la vida cotidiana, y al mismo tiempo vivir obsesionado con la impertinencia
y el irrespeto de los pueblos habitantes de las junglas y las selvas.
Por eso Marx sostenía que el colonialismo británico
cargaba consigo una contradicción insoluble en el corto plazo
: llevar la civilización burguesa a los pueblos primitivos,
significaba también explotarlos y participar con ellos, en
el proceso de acumulación mundial que, a la larga, suponía
tener que colaborar en su liberación, cuando otras potencias
entraran en el mismo mecanismo de explotación a escala internacional
37.
Para la Corona Británica, Gandhi fue un accidente, nunca un
adversario y mucho menos un proyecto político digno de tomar
en cuenta 38.
El nacimiento de Pakistán así lo confirma.
Los Estados Unidos no actuarían de
manera diferente, ni en el Caribe ni en el Pacífico. Por eso
le resultó tan placentero a Kipling escribir sobre "la carga
del hombre blanco". Las coincidencias que encontró entre la
situación de la India y las Filipinas fueron tales, que lo
condujeron a superponer los proyectos civilizatorios de su país
y el de los norteamericanos 39.
Este último no venía a estar justificado por las glorias
del pasado, sino por las del futuro. Para los Estados Unidos, el imperio
estaba por construir, y en ello Kipling quería ayudarlos, pues
los beneficios que Inglaterra había recibido de la India, de
Egipto y Sudáfrica eran tales, que no era posible dejar desamparados
a los pueblos pobres del planeta, sin la tutela generosa y humanística
del capitalismo imperialista 40.
Esto lo decimos sin ironía, porque resulta que Kipling realmente
así lo pensaba. No se le cantan odas a la Reina Victoria por
simple patriotismo, sin que éste repose ciertamente en toda
una construcción ideológica de inspiración nacionalista
poco común 41.
El poema Recessional (1897), compuesto en el jubileo de los sesenta
años de Victoria como monarca del Reino Unido, es la más
clara definición de lo que constituye una apología del
Imperio 42.
Es la santificación de todas sus consecuencias para el país
imperialista, menos para el que resulta perjudicado. Habida cuenta
de que todo es legítimo en este tipo de prácticas, para
Kipling la sacrosanta actividad del imperio inglés en diferentes
partes del mundo, nada tiene que ver con las objeciones que puedan
oponer los pueblos victimados 43.
Era el mismo principio utilizado por los romanos, en la medida en
que para éstos el mundo era el mundo romano y nada más.
De ahí en adelante, o fuera del perímetro establecido
por ellos, todos los demás eran bárbaros. Hacerlos ciudadanos,
convertirlos en "civiles", es decir en sujetos de civilización,
para los romanos suponía todo un largo proceso de educación
que implicaba luego, para los cristianos, y sobre todo para los españoles
en América, una sumisión absoluta a la autoridad de
Cristo y del Emperador, y una renuncia irrevocable de la propia cosmovisión.
Aún así, hombres como Bartolomé de las Casas,
Domingo de Soto, Diego Covarrubias y Leyva, y Fernando Vázquez
de Menchaca, en pleno siglo XVI objetaron con una seriedad y sensibilidad
humanística los meros fundamentos ideológicos de los
imperios de la época 44.
Resulta extraño entonces, sino ridículo,
que un hombre como Kipling, en pleno siglo XX nos argumente contrastes
entre "civitas" y "barbari". Pero si lo vemos de cerca, el asunto
no resulta tan sorprendente, desde el momento en que la "pax christiana"
, a partir de Justiniano, supuso el desconocimiento más absoluto,
civil y moral, de todos aquellos que no formaran parte activa del
"imperium". Y ser parte activa del imperio significaba, entre otras
cosas, renunciar a la posibilidad de ser uno mismo. Es eso precisamente,
lo que Kipling les está recomendando a los pueblos que son
"la carga del hombre blanco" para los grandes imperios del momento,
sobre todo el británico. La labor civilizadora, moral, y justiciera
de los ingleses en el siglo burgués por excelencia, el siglo
XIX, va unida a la expansión y consolidación del sistema
capitalista. A la luz de esta situación entonces, Roma es el
ejemplo a seguir, puesto que a la expansión geográfica,
la siguió la dominación económica y política.
Obviamente la evocación de Kipling es anacrónica, pero
es válida para la promoción de los valores de la civilización
burguesa. Y eso supo hacerlo muy bien 45.
CAPITALISMO E "IMPERIUM" : LA CONTRIBUCIÓN
DE KIPLING.
Para hombres como Cicerón (106-43 AC),
Roma era el mundo. En el siglo XVI de nuestra era, y con Carlos V
en el trono imperial español (al menos hasta 1556), la misma
idea sonaba descabellada para alguna gente. Para los monarcas de Francia
e Inglaterra de la época, tal pretensión era además
terrorista. Ciertos grandes juristas españoles del momento
(como los de Salamanca), algunos humanistas del Renacimiento (como
Erasmo de Rotterdam), varios políticos ingleses y filósofos
franceses, llegarían a pensar que la delirante idea de establecer
un imperio universal, sólo podía conducir al establecimiento
de un gobierno totalitario, y a la instalación de una intolerancia
religiosa sin precedentes 46.
Las riquezas materiales y humanas que América
le había brindado a Europa, eran una forma de retribución
por los dones espirituales que ésta le había facilitado.
Los mares, decían los antiguos, habían sido creados
por Dios para separar a los hombres, y mantenerlos a distancia unos
de otros, con el fin de que no se destruyeran mutuamente. Pero la
iniciativa, la inventiva y la inteligencia humanas harían que
estas barreras también saltaran en pedazos. La contradicción
aparecía entonces, anotaba Kant en el siglo XVIII, porque si
los mares fueron puestos ahí con dicho propósito, ¿cómo
impedir que los hombres de Europa conocieran a los de América
?47.
O Dios era anti-imperialista, o el capitalismo se abriría paso
aún contra las mismas disposiciones divinas. En el primer caso,
los curas católicos y los pastores protestantes, junto con
sus príncipes y sus reyes, llegaron a probar, durante las guerras
de religión que azotaron Europa durante el siglo XVI, que Dios
jamás fue anti-imperialista. Todo lo contrario, terminaría
por ponerse del lado de la injusticia y la opresión, como lo
prueba la impronunciable situación de América. Por eso
Bartolomé de las Casas terminó como un renegado.
Pero, si la idea del imperio universal entró
en franca decadencia para el siglo XVII, a la luz de las preocupaciones
de Felipe II por administrar bien América ; y si las riquezas
americanas eran una recompensa de los nativos porque los europeos
habían sido lo suficientemente inteligentes para descubrir
cómo comunicarse con ellos, atravesando mares y océanos,
¿qué sentido tenía el viejo sueño de algunos
políticos e ideólogos europeos de crear estados monárquicos
que crecieran territorialmente hacia afuera, pero sin que ello los
afectara interiormente ? Es que, ahora el crecimiento territorial
suponía modificaciones estructurales en los nuevos patrones
de acumulación a escala mundial 48.
Con la tierra no venía el indio necesariamente, pero sí
su fuerza de trabajo. Aquí ya estaba plantada la semilla del
nuevo imperialismo.
En efecto, cuando Kipling hablaba entonces
del aborigen agradecido, y del blanco generoso que evitaba ensuciarse
sus manos con las de aquel, no estaba diciendo nada nuevo. La esplendidez
del colonialista venía condicionada por la esfera de acción
vital que concedía al nativo, con el que estaba en contacto
cotidianamente. El aborigen debía agradecerle al colonialista
que lo hubiera dejado vivir 49.
Si en un principio el proyecto de la Corona española en América
pudo tener carácter de misión, para lo anglosajones
posteriormente ese propósito fue sólo la excusa para
levantar un edificio de brutalidad y saqueo tan bien articulado y
complejo, que sólo una ideología igualmente muy bien
dispuesta podía haber facilitado. Los dispositivos requeridos
para la consumación de dicha meta, únicamente estaban
en manos de una clase social que sabía detectar las riquezas
e iría por ellas a cualquier costo. Entonces, el lirismo de
Kipling otra vez, en estos momentos puede sonar vacuo, pero toda su
poesía gira en torno a la lección autobiográfica
que supuso haber vivido pendularmente en la metrópoli y en
la periferia, escamoteando los complejos de culpa y adobándolos
con la salsa del buen vivir promovido por la civilización burguesa,
pero facilitado al fin por el trabajo de los nativos.
Si esto no está claro, será
difícil establecer por qué ideólogos como Kipling,
no encuentran ninguna distinción entre imperio y monarquía.
La vieja confusión tomista, aunque parezca bizarro, encontraría
nuevas fuerzas en el siglo del imperialismo. Nos referimos al siglo
veinte, porque, notablemente, en su primera mitad, el imperialismo
como fase superior del capitalismo, se sirvió bien de las enseñanzas
instrumentales del viejo imperio romano. Para tal fin, la pax americana,
es meramente la expresión superior de la pax britannica 50.
Esto también Kipling lo sabía.
Cuando Manuel Ugarte en algunas de sus obras
insistía en que la medida de la opresión imperialista
sobre su país, Argentina, la establecían las relaciones
comerciales y financieras con los ingleses, no estaba anotando nada
que ya no se hubiera oído desde la segunda parte del siglo
XIX. Sin embargo, aún bien entrado el siglo veinte, ciertos
políticos e intelectuales latinoamericanos seguían insistiendo
en que tales relaciones imperialistas no existían, que sólo
eran delirios bolcheviques 51.
Algo similar se oiría también en Africa occidental y
Asia después de la segunda guerra mundial. A ese respecto el
caso de América Central es realmente patético.
Si hay una región donde los sueños
ingleses de "dominus mundi" se frustraron de una manera escandalosa,
esa fue la América Central. Aquí, los posibles parangones
entre dos de los grandes ideólogos pro-imperialistas, Tomasso
Campanella (1512-1569) y Rudyard Kipling no sólo se quedan
cortos en lo que se refiere a fantasías financieras y comerciales,
sino que rebasan los límites de lo razonable en relación
a lo que los instrumentos del imperio esperaban poner en práctica
en las sociedades centroamericanas.
A los españoles les costó mucho
llegar a darse cuenta, que vivir su vida en función del "afán
de conquista" era increíblemente arriesgado y costoso. Y aunque
los ingleses y franceses llegaron antes a esa conclusión, no
por más brillantes que los españoles sino por resentidos
con la riqueza que la diosa fortuna había puesto en manos de
éstos, verse obligados a trabajar la tierra y a comerciar (en
virtud de la ausencia de grandes contingentes de indios o de enormes
riquezas materiales), para ingleses y franceses fue una forma de acabar
tolerando el ahorro como compulsión. Aquí tiene su origen
el mercantilismo. Los centroamericanos por su parte, en nada se beneficiaron
de esa compulsión mercantilista hacia el ahorro, y mucho menos
del resentimiento inglés o francés contra los españoles,
que en otras partes del planeta se había traducido en grandes
plantaciones, ejércitos de esclavos, y construcciones masivas
de infraestructura 52.
¿Qué beneficios trajo entonces el imperialismo inglés
a los centroamericanos ?, le preguntaríamos nosotros a Kipling.
Con toda seguridad él nos contestaría que los beneficios
fueron enormes : un ferrocarril abrumadoramente costoso, las economías
del enclave bananero, y la mala costumbre de decir que sí a
todo lo que viniera del extranjero.
Posiblemente la obsesión por la conquista,
empujó a los españoles al saqueo, a la humillación
y a la devastación más aterradora que uno pueda imaginarse
en los inicios de la modernidad, pero los ingleses o los franceses
jamás podrán preciarse de haber hecho lo contrario.
Por eso la pose santurrona de Kipling resulta, para decir lo menos,
desalentadora. Con el nuevo imperialismo, es decir aquel que le pertenece
a la eclosión de la revolución industrial, ingleses
y franceses fueron capaces de un holocausto de iguales proporciones.
¿O la diáspora de los nativos africanos, para fines de esclavitud,
no debería llamarse así ? Un escritor como Kipling olvida
este tipo de cosas con mucha facilidad. La misma que posibilita un
lenguaje cargado de eufemismos patrioteros.
Muy cerca ideológicamente de Campanella,
como veíamos, Kipling y otros de estos supuestos utopistas,
con sobrada frecuencia a la larga, más bien, resultaban feroces
defensores de las aberraciones imperialistas en los países
sometidos. No es extraño, de esta manera, que la Revolución
Francesa haya descabezado prácticamente a este género
literario, el utopismo, puesto que sólo sufrimiento le había
traído a quienes irían a ser sujetos de los delirios
monárquicos. Ese es uno de los aspectos de la utopía
kipliniana que nunca se termina de mencionar. Recordemos que los Nazis
(1933-1945) también tenían sus sueños de dominación
universal.
KIPLING Y QUIROGA : EL CONTRASTE INEVITABLE.
Alguien dijo por ahí que Horacio Quiroga
(1878-1936) era el Rudyard Kipling de la literatura hispanoamericana.
Si la comparación le hace justicia o no, es un asunto que realmente
le compete analizar a los estudiosos de las letras en nuestro continente
53.
Lo que definitivamente es enojoso es el posible sesgo ideológico
que pueda tomar un juicio como ese, puesto que si de algo es difícil
acusar a Quiroga es de haber asumido jamás posiciones pro-imperialistas,
o en favor de ninguna manifestación de totalitarismo. De hecho,
varios dictadores de los dos países que lo reclaman como suyo
: Uruguay y Argentina, o lo ignoraron de una manera infame, o lo persiguieron
y lo obstaculizaron por su individualismo a ultranza 54.
Para Quiroga la selva era la fuerza vital
más decisiva en el desarrollo humano y natural del hombre americano.
Nunca fue un simple escenario, como sucede frecuentemente en el trabajo
literario de Kipling. Dicha fuerza no proviene de la simple expresión
instintiva de los hombres o los animales. Raramente, los animales
hablan en los cuentos de Quiroga, cosa que sí es frecuente
en los de Kipling, para quien es importante moralizar a los hombres
a través de los animales. En Quiroga, no existe esa preocupación,
los animales son aceptados y comprendidos en su medio, sin sacarlos
de ahí o reajustarlos para que los hombres aparezcan más
civilizados por contraste 55.
Muy lejos está el tratamiento de la
selva elaborado por Kipling, de aquel otro hecho por Jack London (1876-1916),
o por nuestro entrañable Quiroga. Algo parecido podría
decirse de los asuntos atinentes al mar, maravillosamente trabajados
por Joseph Conrad (1857-1924), o Herman Melville (1819-1891).
Para Kipling la selva, o la jungla como él
gustaba llamarla, fue sólo una excusa, con la que adornaría
literariamente su perimida apología del imperio británico.
En ningún momento, el hombre y la selva se articularon para
integrar un cuadro natural de vitalidad y crecimiento mutuos.
"La naturaleza es siempre reaccionaria" decían
algunos intelectuales del siglo XIX, pero en un escritor como Horacio
Quiroga una afirmación de ese talante es totalmente falsa 56.
Por eso el contraste es más violento cuando se piensa en que
Kipling, únicamente vio a la selva tras bastidores. Jamás
podría pedírsele mentalidad de pionero, a un hombre
que creyó que la selva podía doblegarse, con el simple
tintineo del dinero del industrial citadino.
Si aceptamos que la revolución industrial
produjo escritores que cantaban las bondades de la fuerza y del coraje,
como los que ya hemos mencionado arriba, no se debe olvidar que Kipling
no encaja ahí, puesto que su enfoque se sustenta en la creencia
de que la barbarie finalmente obedecerá a la civilización,
léase a la civilización capitalista. En los escritos
de London o Quiroga, este problema no lo es, ya que para ellos daba
lo mismo fundar un teatro de la ópera en la ciudad de Manaos
en Brasil, o silvar la Segunda Rapsodia de Liszt en lo más
profundo de las selvas del Uruguay. Estas paradojas eran intolerables
para Kipling, quien como buen ideólogo burgués, entraba
en pánico ante los desordenes de la vida de los emigrantes
y pioneros europeos, que se arriesgaron a viajar a las selvas de América,
en busca de una nueva vida, diferente a la que el capitalismo les
ofrecía, y que el imperialismo se encargaría de echar
por los suelos con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Esa tragedia
Kipling la vivió, pero no la imaginó, puesto que jamás
se le ocurrió que la ley de la selva terminaría por
ser el corolario con el que el imperialismo del siglo XIX terminaría
sus días. La ironía terminó por dejarlo casi
sin lectores. Junto a él, otros nombres como los de Emilio
Salgari (1863-1911), o James Fenimore Cooper (1789-1851), seguirán
siendo un reto para todo lector que no se contente con un tratamiento
de la selva que no va más allá de la simple dimensión
metafórica. Quiroga, con su obsesión casi bancaria por
el idioma, buscó tanto la economía expresiva que sólo
nos dejó la selva seca y ardiente, llena de angustias, sonidos
exóticos y esa perenne amenaza de locura y muerte que habita
en ella. Nada de ésto puede decirse de Kipling. Quiroga le
cantó a la vida que palpita en las junglas y los torrentes
de América del Sur. Lo tenía sin cuidado si su canto
iría a convocar a los dioses de la civilización o no.
Para Kipling la invocatoria de las divinidades de la civilización,
es decir aquellas alojadas en los jardines del Palacio de Westminster,
no podía posponerse más, al menos en el caso de la India.
Finalmente, la Primera Guerra Mundial lo obligó a cambiarle
los perfumes a los saumerios que preparaba, para un imperio que venía
en crisis desde hacía rato. En la India, el tiro de gracia
se lo dieron en 1947. Pero esa, como diría el mismo Kipling,
es otra historia.
EPÍLOGO.
Resumamos entonces:
1. Con el mayor candor del mundo, un escritor
del calibre de Rudyard Kipling nos recomienda, a raíz de la
invasión norteamericana de Filipinas y de los acontecimientos
de 1898, que la mejor vía para llegar hasta los aborígenes
de los países de Africa, Asia y América Latina, es haciéndoles
entender lo beneficioso que puede resultar estar al servicio de los
poderes imperiales.
2. El ilustre escritor británico, nacido
en Bombay, quien toda su vida dijo amar a la India entrañablemente,
compartía el criterio de algunos intelectuales europeos contemporáneos
suyos, en lo que se refiere al supuesto progreso que el capitalismo
inglés le había reportado a esa gran nación.
Aquí, el imperialismo resultó ser pionero del capitalismo,
como decía el recordado Bill Warren 57.
3. Desde sus controversias imperiales con los
españoles en el siglo XVI, los ingleses siempre sostuvieron,
como lo hacía Kipling, que la carga del hombre civilizado residía
en hacerle entender al bárbaro, lo equivocado que estaba de
amar tanto a la selva. A Kipling le hubiera encantado darle una lección
así a Quiroga.
4. La barbarie se encuentra en lugares y momentos
precisos, y se expresa a través de hombres y mujeres muy concretos
también. Por lo tanto, los medios para su conversión
deben ser de la misma naturaleza. Pero sólo imperios bien constituidos
puede asumir esa tarea con la debida responsabilidad, tal es el caso
de Inglaterra y de los Estados Unidos.
5. Es necesario estar recordando a Roma, puesto
que en sus enseñanzas radica la mejor escuela para la práctica
de un imperialismo efectivo y contundente. Este sería el ideario
mínimo de todo bien educado intelectual pro-imperialista.
6. La literatura, finalmente, cumple un propósito
esencial, dado que en su mensaje estaría lo mejor que puede
ofrecer un país como Inglaterra, al desarrollo de la civilización
en los pueblos bárbaros.
LA
CARGA DEL HOMBRE BLANCO.
Rudyard Kipling (1865-1936).
Tomad esta carga del hombre blanco.
Enviad vuestras crías mejores;
Forzad a los hijos al exilio
Para cumplir las urgencias de vuestros prisioneros,
Y para obedecerles, como un pesado yugo,
A unas tribus hostiles y salvajes;
A esos pueblos ariscos, apenas capturados,
Medio demonios y medio niños.
Tomad esta carga del hombre blanco,
Quien estoico resiste
Y oculta los apremios del terror,
Y refrena su orgullo
Con palabras abiertas y sencillas,
Y cien veces más simples,
Quien se esfuerza y quien busca
El favor y el provecho a los demás.
Tomad esta carga del hombre blanco,
Sus guerras ensañadas por la paz,
Saciad las bocas hambrientas,
Anhelad el fin de las enfermedades;
Mas cuando estéis muy cerca de la anhelada
meta
En pro de los demás,
Veréis a la Pereza y a la pagana Sevicia
Lanzar las esperanzas a la nada.
Tomad esta carga del hombre blanco.
Olvidad para siempre los reinos de artificio;
Y asumid el trabajo del siervo y el trapero,
La historia de las cosas cotidianas.
No accederéis a los puertos,
No pisaréis los caminos,
Tendréis que construirlos con vuestros
vivos
Y señalarlos con los muertos.
Tomad esta carga del hombre blanco,
Y así mereceréis ese maldito
premio:
La acusación de vuestros inferiores,
El odio de vuestros protegidos,
Las quejas de quienes conducís
(¡tan laboriosamente!)hacia la luz:
"Oh amada noche egipcia,
¿por qué nos libran de la esclavitud?".
Tomad esta carga del hombre blanco,
No oséis rebajaros,
Ni clamar demasiado por la libertad,
No más para ocultar vuestro cansancio.
Por todo lo que gritáis o susurráis,
Por lo que habéis dejado o habéis
hecho,
Aquel arisco pueblo silencioso
Juzgará a vuestro Dios y a vuestro ser.
Tomad esta carga del hombre blanco,
Olvidad esos tiempos de la infancia,
Los laureles ganados sin gran merecimiento,
Los fáciles elogios sin rencores.
¡Ya se acerca inquiriendo por vuestra madurez,
y durante estos años ingratos
de costosa sabiduría,
el impávido juicio de vuestros semejantes!.
(Traducción de Carlos Francisco Monge).
CITAS.
1 PATNIAK,
Prabhat. "Imperialism and the Growth of Indian Capitalism". En OWEN,
Roger y SUTCLIFFE, Bob. STUDIES IN THE THEORY OF IMPERIALISM (Londres:
Longman. 1972). Pp. 210-225.
2 LOWE,
Donald. HISTORIA DE LA PERCEPCIÓN BURGUESA (México:
Fondo de Cultura Económica. 1986) Pp. 71-117.
3 KIPLING,
Rudyard. THE JUNGLE BOOK (Volúmenes I y II) (Londres: MacMillan,
1894 y 1895). En cualquiera de los capítulos de estos libros
será fácil encontrar testimonios de este asunto.
4 La
versión que hemos usado es la publicada por ZWICK, Jim. ANTI-IMPERIALISM
IN THE UNITED STATES, 1898-1935 (http://www. accinet.net/fjzwick/ail
98-35.html).
5 TÉBAR,
Juan. Apéndice a la obra de Kipling EL LIBRO DE LA SELVA (Barcelona:
Anaya.1995) Pp. 227-250.
6 Idem.
Loc.Cit.
7 Idem.
Loc.Cit.
8 KARSHTEDT,
Dmitry. COMPLETE COLLECTION OF POEMS BY RUDYARD KIPLING. En POETRY
LOVERS PAGE (http://www.rif.edu/exb 1874/mine/kipling/kipling.html.1996).
9 Idem.
Loc.Cit.
10 LOWE,
Donald. Op.Loc.Cit.
11 Incuestionablemente,
la mejor fuente de información sobre este autor es el archivo
levantado por Jim ZWICK ya citado.
12 KARSHTEDT,
Dmitry. Op.Loc.Cit.
13 Idem.
Loc.Cit.
14 BORGES,
José Luis y VÁZQUEZ, M.E. "R.L.Stevenson en la literatura
inglesa". En A PROPÓSITO DE STEVENSON Y SU OBRA. Presentación
de la obra de Robert Louis Stevenson JUEGO DE NIÑOS Y OTROS
ENSAYOS (San José, Norma. 1990) Pp. 29-30.
15 KIPLING,
Rudyard. STALKY & CO. (Londres: MacMillan. 1899) Pp. 34-68.
16 Ibidem.
KIM (Londres: MacMillan. 1941) P.134.
17 Idem.
Loc.Cit.
18 Ibidem.
THE BOOK OF THE JUNGLE (1894) Loc.Cit.
19 Ibidem.
STALKY & CO. Loc.Cit.
20 THORNTON,
A.P. " Imperios de ultramar. El siglo de la hegemonía mundial
de Europa" En BRIGGS, Asa. EL SIGLO XIX. HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES.
Vol. 10 (Madrid: Alianza. 1989) Pp. 303-338.
21 KIPLING,
Rudyard. STALKY & CO. Loc.Cit.
22 SWIFT,
Jonathan. LOS VIAJES DE GULLIVER (México: Editorial Cumbre.
1985) Cuarta Parte. Capítulo I. P.223.
23 KIPLING,
Rudyard. KIM. Loc.Cit.
24 KARSHTEDT,
Dmitry. Loc.Cit.
25 Idem.
Loc.Cit.
26Volvemos
a recomendar la página Web mantenida por Jim ZWICK, como una
de las mejores fuentes disponibles en la red sobre este tipo de temas.
Loc.Cit.
27 Idem.
Loc.Cit.
28 HOBSON,
John A. IMPERIALISM (Londres: MacMillan. 1902).
29 FIELDHOUSE,
D.K. ECONOMICS OF EMPIRE, 1830-1914 (Londres: MacMillan. 1984) Capítulo
6 de la segunda parte.
30 Idem.
Loc.Cit.
31 Idem.
Loc.Cit.
32 KARSHTEDT,
Dmitry. Op.Loc.Cit.
33 PAGDEN,
Anthony. LORDS OF ALL THE WORLD: IDEOLOGIES OF EMPIRE IN SPAIN, BRITAIN,
AND FRANCE. 1500-1800 (Yale University Press. 1995) Capítulo
I.
34 Idem.
Loc.Cit.
35 QUESADA
MONGE, Rodrigo. RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMÉRICA
CENTRAL. 1850-1915 (Heredia, Costa Rica: EUNA. 1998) Sobre todo los
primeros tres capítulos.
36 FIELDHOUSE,
D.K.Op.Loc.Cit.
37 Idem.
Loc.Cit.
38 BOURTEMOURG,
Pierre. GANDHI (México: Renacimiento. 1963) Capítulo
XIV.
39 ZWICK,
Jim. Loc.Cit.
40 HOBSBAWM,
Eric. THE AGE OF EMPIRE. 1875-1914 (Londres: George Weindenfeld &
Nicholson.1987) Pp. 56-85.
41 KARSHTEDT,
Dmitry. Op.Loc.Cit.
42 Idem.
Loc.Cit.
43 Idem.
Loc.Cit.
44 PAGDEN,
Anthony. Op.Loc.Cit.
45 KARSHTEDT,
Dmitry. Op.Loc.Cit.
46 PAGDEN,
Anthony. Op.Cit. P. 63.
47 Idem.
Loc.Cit.
48 HOBSBAWM,
Eric. Op.Loc.Cit.
49 PAGDEN,
Anthony. Loc.Cit.
50 CUNLIFFE,
Marcus. "El desarrollo de los Estados Unidos. Oportunidades y problemas
de un mundo nuevo". En Asa BRIGGS. Op.Cit. Pp. 339-375.
51 UGARTE,
Manuel. EL PORVENIR DE AMÉRICA LATINA (Buenos Aires, Argentina:
Editorial Indoamericana. 1953)Pp. 78-86.
52 QUESADA
MONGE, Rodrigo. Op.Cit. Capítulos 6,7 y 8.
53 ORGAMBIDE,
Pedro. HORACIO QUIROGA. UNA BIOGRAFÍA (Buenos Aires, Argentina:
Planeta. 1994) P.254. El autor cita una nota necrológica publicada
por el diario NOTICIAS GRÁFICAS, donde se decía: "Horacio
Quiroga, nuestro Rudyard Kipling, ha muerto".
54 MARTÍNEZ
ESTRADA, Ezequiel. "El Hermano Quiroga". En A PROPÓSITO DE
HORACIO QUIROGA Y SU OBRA. HORACIO QUIROGA. EL HOMBRE MUERTO Y OTROS
CUENTOS (San José: Norma. 1990) Pp.11-20.
55 QUIROGA,
Horacio. ANACONDA (Cuento) . En el HOMBRE MUERTO Y OTROS CUENTOS (San
José: Norma. 1990) Pp. 49-92.
56 ORGAMBIDE,
Pedro. Op.Cit. P. 192.
57 WARREN,
Bill. IMPERIALISM, PIONEER OF CAPITALISM (Londres: Verso Press. 1979)
Véase Introducción.
Rodrigo Quesada Monge (1952), historiador costarricense con publicaciones
en diversas revistas del continente, tales como CASA DE LAS AMÉRICAS
(Cuba), EXÉGESIS (Puerto Rico), CUADERNOS AMERICANOS (México),
ABRA y REVISTA DE HISTORIA (Costa Rica). Sus dos últimos libros
RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMÉRICA CENTRAL. 1851-1915
(EUNA.1998) y GLOBALIZACIÓN Y DESHUMANIZACIÓN. DOS CARAS
DEL CAPITALISMO AVANZADO (EUNA.1998) han recibido una acogida muy
calurosa por parte de los académicos latinoamericanos.