Por: Yto Aranda
Sergio Cerón es un escultor chileno. Es licenciado en Arte de la Universidad de Chile. Con un espíritu de búsqueda, de solucionar problemas en vez de quejarse, se ha abierto camino con su trabajo, llegando a ser muy querido y respetado en la plástica nacional y de a poco en la internacional. Su historia es entretenida e inspiradora.
Cuéntame, ¿cómo eras cuando niño?
Bueno yo cuando niño era observador. Eramos siete hermanos y a mí me tocó ser el del medio. Habían tres mayores y tres menores, los cuales jugaban entre ellos, y yo me quedaba solo. Dentro de una familia tan grande, yo me sentía hijo único.
¿Y esto te gustaba?
Me gustaba, porque al final era el juez. Tenía el poder de ser el mediador. Yo era el personaje de la conversación, del dialogo, a quién consultaban. Mis padres me preguntaban a mí cuando habían dudas acerca de mis hermanos. Era yo el que poseía las recetas. Era muy pensante, incluso tenía una amiga que me decía que pensaba demasiado. Y lo peor era que las cosas que meditaba no las comunicaba, porque no le daba un sentido, digamos, escribir, expresar de alguna manera mis pensamientos. Pensaba, reflexionaba, pero no ejecutaba cosas para sacar fuera esos pensamientos.
Cuando niño me encantaba hacer mapas. Hacía todos los mapas, del mundo, de razas, de iglesias, de guerras, de ríos, de bosques, etc. Otra cosa que me fascinaba era cuando llegaba el mes del mar. Me preguntaba como podía representar el mar, que era algo que se movía, el agua, por qué un pez tiene que estar fijo, plano, lo ideal sería que se moviera, para dar una sensación de brillo, de agua.
¿Eras muy buen alumno?
No. Era un alumno regular, pero habían cosas que me inquietaban.
¿Y cuando descubriste que tu camino era el arte?
Yo tuve el arte dando vueltas cuando ya era adolescente, tercer año medio. Una profesora nos hizo un test de vocación. Ahí salía investigación, ciencia y arte, y a mí me gustaba la investigación. Me gustaba el desarrollo de cosas. El arte había adquirido una faceta de dibujo, me gustaba copiar fotos, reproducciones. Lo encontraba entretenido. Tenía un buen manejo tanto gráfico como de valores. Cuando me tocó la prueba de Aptitud, puse arte primero, y luego otras cosas, incluso quedé en ingeniería en Valparaíso. Pero ese año no entré, ese verano lo único que quería era arrancarme, y cuando supe que tenía que presentarme en Santiago a la prueba especial de arte, estaba en Tongoy. Cuando volví no pude ir a estudiar a Valparaíso tampoco, por problemas económicos de la familia. Al final opte por entrar a Inacap, y estudié dibujo técnico en estructuras, me encantó.
¿Ahí te enamoraste de la escultura?
Ahí me enamoré de la estructura, yo no tenía idea lo que era la escultura. Fue curiosos porque estudié un mes. Luego me dio una hepatitis fuerte que me tuvo ocho meses en cama. Entonces dibujé, en formato chico y leí, leí mucho. Los libros que más recuerdo son Subsole, Subterra y Cien años de Soledad, y Don Quijote, también. Ahí me di cuenta de que tenía alma de artista, que algo pasaba con el arte. Cuando me recuperé decidí dar la prueba de aptitud otra vez. Y agarré el Proshle, el famoso libro de ejercicios de matemáticas, y lo hice entero. Me fue estupendo en la prueba. Quedé en varias carreras. Pero quise estudiar arte. Más por hacer una carrera más tranquila, sin tanto esfuerzo físico, para no desgastar mi salud, que no era tan buena. Y mi padre me dijo, bueno, yo te puedo ayudar con la plata para la micro..., me tocó entrar con Osandón. Ahí me di cuenta de que no sabía dibujar, uno cree que sabe dibujar, pero se da cuenta de que no sabe. Uno cree que sabe algo de color, tampoco, no tiene idea. Un día me dijeron, hay que ir a "Volumen uno" y eso es escultura, eso son estatuas, así de enterado era. Me recibió Eugenia Ugarte y Héctor Román y ahí me enamoré de la escultura... No la solté más.
¿Podrías hacer una breve historia de lo que ha sido tu escultura, de tus procesos creativos?
Cuando enfrenté que quería ser escultor, me fui al norte, a pasar la fiesta de Andacollo en Navidad, fue un acto de rebeldía, por primera vez un hermano pasaba la Navidad lejos de la familia. Quería marcar más mi independencia.
Ahí comencé a redescubrir cosas con las que siempre estuve en contacto, los clavos oxidados, piezas de engranaje, motores viejos, maderas descascaradas, cosas que han ido dejando tiempo, y esos elementos, piedras, pedazos de piedras, me fueron seduciendo, pero nunca lo supe enfrentar, sino hasta cuando estuve en tercer año, sabía que lo tenía, pero no sabía como moldearlo. Primero aprendí el trabajo de la piedra, de la fragua, de la madera, de la arcilla directa, entonces en 4º año pensé que no podía dedicarme a fundir, porque no tenía plata para fundir, no podía mandar a hacer piezas, yo lo único que tenía en ese momento era mi capacidad de estudio, mis bluejeans y mis zapatos. Y la beca alimenticia que era un tesoro.
Enfrenté mi situación, hablé con Patricia del Canto, y le dije que tenía mi propuesta escultórica, ella me dijo, bien, y comencé a trabajar con estos materiales, desde un punto de vista investigativo, más que de resultados, en este proceso investigativo nació la escultura que comencé a generar.
En ese momento era nuevo ese tipo de escultura..., no existía como ahora...
Nadie existía, y de ahí nació toda una generación de artistas, que han seguido diversos caminos, de ese concepto del quiebre con el material tradicional, han ido lejos pienso yo. Por nombrarte a algunas personas, están Leo Moya, Ana María Wynecken, Paula Rubio, Norma Ramírez, Zinia Ramírez, esto fue entre los años 85 al 88.
¿Ellos han sido más conceptuales?
Sí, lo han llevado por un plano más conceptual, pero partieron de ahí, del quiebre con el material, la Francisca Nuñez tenía algo parecido, pero ella usaba otro tipo de material, ella tenía otro concepto, que iba por el lado del desecho de la industria, y usaba el color. A veces usaba los mismos materiales, pero luego los cubría y los pintaba. Y a partir de eso, de la pintura iba ordenando los volúmenes.
Yo pienso que se formó una escuela después de eso. Comenzaron a aparecer muchos escultores jóvenes con material que antes no se usaba...
Bueno, a mí me decían que mi escultura era pétrea, primitiva, el cavernícola, incluso, me llamaban. En ese momento tuve un gran éxito, en una exposición a la que me invito Francisca Nuñez, que se llamaba "Contingencia Psicodélica", en la Galería Bucci. Me dieron una sala completa. Trabajé en la casa de mi papá, que estaba llena de árboles, en el tiempo de la poda. Mi padre me ayudó a juntar las ramas que yo iba seleccionando, y comencé a armar formas, como ojos entrelazados con ramas, pero en vez de usar alambre para tensar usaba ramas y contratarugos del mismo madero, y como estaba todo verde, al secarse se formaba toda una tensión. Y al final en el medio de ese ramaje, hice como una especie de ojo, que era un montón de piedras, incrustado. Esto fue el año 86.
Me imagino que te sientes muy orgulloso de haber inventado una forma de trabajo que ha tenido tanto alcance...
Sí, exactamente. En esa exposición, además de la escultura grande que iba al fondo de la sala en una muralla blanca, puse hileras de hachas, hechas de madera y piedra, por porte de menor a mayor, en el suelo. Cuando llegué a la inauguración, fue impresionante el entusiasmo de la gente, les gustaba tanto, porque era pétreo, y no tenía que ver con nada de lo que se veía en ese momento, ni con la concepción de arte que teníamos. Aquí la gente se encontraba con la materia misma. Ese fue mi comienzo y he seguido en eso, con distintos matices, y formas, he vuelto atrás, pero básicamente mi trabajo sigue esa línea de la materia misma. Mi propuesta fue esa, trabajar con elementos que yo encontraba, como recolector. Recolector del siglo XX. Pero nunca me gustó el plástico, no por una postura ecológica, simplemente no me satisface. Era como un hombre primitivo en el siglo XX.
¿Vendes tus esculturas? ¿Sobrevives del arte?
He vendido 4 esculturas, de esas series. Yo me he batido a proyectos, he ganado el Fondart 4 veces, solo o en grupo. He ganado la beca "Amigos del Arte" y así... Y trabajo como profesor.
Debes tener personas que te respaldan...
Sí, absolutamente...
¿Y tu experiencia como profesor?
Es muy buena, los alumnos te dan muchas satisfacciones, cuando ves que a algunos les va bien, ganan premios o hacen obras que superan las expectativas que uno tiene es verdaderamente alucinante.
Supe que hace poco viajaste a Alemania...
Sí, fue un proyecto que venía trabajando hace tres años, comenzó en una exposición que hicimos en Valparaíso que se llamaba Plástica Emergente, en ese entonces vino un crítico alemán que era el director del museo de Bochum, a través de él me conocieron en Alemania. Luego vino una serie de artistas alemanes y europeos, fue una muestra que se expuso en varios lugares. Entre ellos venía un escultor, Ludger Hinse, que quería ver lo mío. Me habló de la posibilidad de hacer algo en Alemania y le dije que sí, que me gustaría. A fines del año pasado me confirman que está todo listo... y que ¿qué necesitaba?. Les dije que quería hacer una escultura, al final me fui sin saber nada de alemán. Allá fue muy bueno, me pusieron un traductor, la fábrica era como una maestranza. Y me dieron un equipo de ayudantes. Luego ofrecieron la escultura a I.G.M, que es como la CUT acá, algo que tiene que ver directamente con los trabajadores, esto fue financiado por Tissel Krupp, que es una empresa del acero. La cosa es que hice una escultura de 6 toneladas, de 5 metros de alto, y fue trasladada a una Universidad Sindical de la I.G.M. En una ciudad que se llama Sprokofel.
¿La escultura más grande que has hecho?
Sí. Y ellos quedaron felices.
¿Cuándo comenzaste con tus bluejeans, tus zapatos y tu beca alimenticia, soñaste todo esto que has ido logrando?
No, nunca lo soñé...