Santiago de Chile.
Revista Virtual. 
Año 1
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 12.
12 de Diciembre de 1999
al 12 Enero del 2000.

EN BUSCA DE PALIPÁN

Por: Vivienne Barry

abía una vez un niño y una niña indígenas, que se llamaban Antu y Amancai. Ellos vivían en un hermoso y verde villorrio de la región andina de América del Sur, ahí donde el cielo es tan azul, que algunos dicen que por ese lugar la tierra respira. Su papá era Tumaro, un hombre muy singular, que durante toda su vida se había dedicado a guardar las más antiguas tradiciones. Él era el Representante Verdadero de una cultura milenaria basada en el amor y en el respeto a la naturaleza. Por eso a Tumaro, en una ceremonia muy especial en la Cordillera de Los Andes, los sabios le habían entregado una maravillosa flauta llamada Palipán, cuyas melodías tenían la virtud de preservar el ciclo de la vida y el orden de la naturaleza.

Antu y Amancai eran pastores y todos los días ayudaban a su papá a llevar el rebaño, cerros arriba. A los niños les encantaba acompañarlo y se iban jugueteando y corriendo con las llamas, alpacas y ovejas. Una vez en las alturas, y mientras los animales pastaban, Tumaro les contaba los antiguos conocimientos de su pueblo: cómo querer y respetar la tierra, y disfrutar de sus enormes riquezas. Mientras tanto Millaray, la mamá, les esperaba en la casita blanca trabajando el telar de cactus o tiñendo la lana de las ovejas.

Tumaro había tocado pocas veces su flauta maravillosa. Sólo había hecho sonar hermosas melodías para mantener unidos a los animales, en épocas de sequía o en momentos de peligro. Antu y Amancai la conocían, pero siempre se les había dicho que no podían tomarla hasta que fueran grandes. En realidad, los niños no sabían de sus poderes mágicos, pero sentían una gran curiosidad. Tumaro siempre la llevaba en el morral, sobre todo en esos días, en que había visto rondar la casa a un extraño perro de dos cabezas, y sospechaba de sus malas intenciones.

Una tarde en que habían subido a los cerros con el rebaño a pastar, Tumaro se quedó dormido y Antu aprovechó la oportunidad para sacar el hermoso estuche de su papá. Los niños quedaron maravillados. Nunca habían imaginado un instrumento tallado con tanta belleza. Pero, cuando se disponían a hacerlo sonar, apareció una extraña serpiente semi-metálica que, rápida como un rayo, huyó con el instrumento. Amancai y Antu, que se habían escondido detrás de unos matorrales para realizar esta travesura, miraron desesperados por entre las ramas a su papá, y se dieron cuenta que una especie de águila se lo iba llevando por el cielo. El pasto comenzó a secarse, las flores cambiaron de color, algunas empezaron a echar humo, y los animales se dispersaron.

Desesperados, Antu y Amancai trataron de unir el rebaño. A duras penas avanzaban, llamando en vano a su papá. Con gran dificultad subieron los cerros pero no lo encontraron. Quedaba poco verde y las flores estaban cada vez más raras. Algunos árboles tenían el tronco al revés, las nubes parecían esponjas y flotaban por el suelo. Los niños asustados siguieron buscando. Cayó la noche y, muy entristecidos, se durmieron abrazados de las pocas ovejas y llamas que les quedaban.

La luna llena apareció en el cielo e iluminó las caritas de los niños dormidos. Antu y Amancai se despertaron al escuchar una extraña voz que decía:

_ "Lunita, lunita. Mi mayor fantasía es algún día poder volar por el cielo para conocerte en persona".

Estaban presenciando este increíble espectáculo: un quirquincho conversaba con la luna. Le estaba declarando su amor y ella sonreía. Amancai y Antu se acercaron despacito a contarles lo que les había ocurrido.

_ "No se preocupen niños, les dijo el quirquincho, yo les ayudaré. En muchos años más seré un instrumento musical: un charango, y a lo mejor hasta tendré poderes mágicos como la flauta Palipán."

Antu lo levantó y Amancai tomó la llamita más chica en sus brazos. En ese preciso momento, la señora Luna emitió un fuerte rayo de luz y los cuatro se elevaron por el cielo hacia donde ella estaba. El quirquincho iba muy contento, porque estaba a punto de hacer realidad su sueño imposible de conocer en persona a la luna, de quién estaba profundamente enamorado. A medida que el grupo se fue acercando, la luna llena se volvió nueva para que todos pudieran sentarse en ella y conversar.

_" Niñitos, les dijo. Nunca deben desobedecer a su papá. Aunque no les haya explicado lo que la flauta Palipán significa para él y para su pueblo, Uds. deberían haber obedecido a la intuición".

Los niños se miraron asombrados, ellos no conocían esa palabra, entonces la luna les contó que ella misma está hecha de intuición: esa hermosa luz que hace que sepamos muchas cosas sin que nunca nadie nos las haya dicho.

_ "Por eso tengan confianza, les dijo la señora Luna , mis aliados y yo haremos todo lo posible por ayudarles a salvar a su papá y a recuperar la flauta Palipán. Si alguna vez se sienten confundidos, miren intensamente mi luz pues yo les estaré guiando desde el cielo."

Un rosado flamenco de los Andes llegó volando a buscarlos y los llevó hasta una gran planicie, en medio del desierto de Atacama. Amanecía, y a penas podían ver a través de la niebla y camanchaca. Los dos hermanitos se quedaron solos, entre cordilleras y volcanes de una belleza sobrecogedora, a esa hora en que el sol comienza a salir por las alturas.

De pronto, Amancai y Antu escucharon una voz profunda que venía desde las montañas. Atraídos por la dulzura de las palabras, se fueron acercando a un jeroglífico dibujado en el cerro.

_" Buenos días niñitos, les saludó. Hace miles de años que estoy en este lugar mirando todo lo que sucede a mi alrededor. Por eso sé muchos secretos...y aceptaría contestar alguna interrogante. A ver, a ver...."

Amancai le preguntó, entonces, quienes raptaron a Tumaro y cuales eran sus perversas intenciones.

_" Existe un grupo de seres, les respondió el señor jeroglífico, que no pueden soportar la armonía y la música, por eso se raptaron a tu papá, porque Tumaro es una persona que vive en armonía con la naturaleza, y se llevaron la flauta Palipán para desafinarla, pues esos seres no pueden soportar melodías encantadoras. Y es que, en el fondo, se mueren de envidia. Ellos nunca podrían llegar a tocar algo similar, simplemente, porque son malos".

Los niños escucharon maravillados al jeroglífico, que salió del cerro a conversar con ellos. Él les explicó que todas las formas de la naturaleza, como las flores, los planetas, las estrellas, la tierra, y el agua, están perfectamente coloreadas y formadas, y dan la idea de música y armonía .

_" La música, les contó el señor jeroglífico, es un arte divino porque es la ley que hace funcionar el universo y es también el lenguaje de la belleza. Este es uno de los tantos secretos de las culturas antiguas, que se guardan en estos cerros ubicados en lugares estratégicos".

También les dijo que sólo con una férrea voluntad, lograrían cumplir su propósito y que, por el momento, deberían caminar en dirección al espejismo. El jeroglífico se volvió a meter en la ladera del cerro y se quedó mudo e inerte, tal como había estado por tantos años.

Amancai y Antu se dirigieron, entonces, hacia donde él les indicara: el espejismo, esa especie de agua que se ve desde lejos y que es producida por la visión del calor. Caminaron derecho por el desierto, siempre llevando a la última llamita que les quedaba y buscando algún pasto donde ella pudiera comer.

Mientras esto sucedía, Tupac estaba atrapado en un corte de los cerros, resguardado por varias águilas semi-metálicas. Una de ellas lo picoteó, y en la herida le salió una pluma. Las águilas comentaron burlonamente, que Tupac se iría convirtiendo, poco a poco, en uno de ellos. Cerca de ahí estaba el Mundo de los Burdos. Un lugar donde no había vegetación, revoloteaban águilas, culebras y lagartijas semi-metálicas con cara de gallina, perros de dos cabezas, y otros animales extraños. En un trono estaba sentado el Sachja Puna, un hombre que había sido salvaje y más tarde se convirtió en el Rey de los Burdos. Estaba tocando la flauta Palipán, que sonaba muy mal, y gozaba mirando como, con el ruido que estaba emitiendo, sembraba el caos a su alrededor. A su lado tenía atesorados un montón de instrumentos musicales que le habían traído sus burdos ayudantes, los Ladrones y Rateros de Música, que tenían la misión de no dejar ningún instrumento a salvo.

Los niños iban caminando hacia donde se pone el sol, en esas hermosas tardes del desierto. Algunas águilas semi-metálicas circundaban el cielo y les iban espiando, dando vueltas y vueltas por sobre sus cabezas. Después de mucho andar llegaron hasta el espejismo y se dieron cuenta que éste no era más que una fuerte luz, que se estaba moviendo por el suelo.

_" Amancai, dijo Antu. ¿Te acuerdas que una vez el papá nos contó de un animal, con forma de maíz, que emite una luz muy potente y que no deja que nadie lo toque porque está lleno de oro? ¡Esto que estamos viendo no es un espejismo, es ese animal, es un Carbunclo!

Los niños se acercaron muy despacito y lo sorprendieron. Efectivamente era un Carbunclo, un maíz luminoso con varias patas, que caminaba suavemente por la tierra. Desde adentro de su cuerpo salían destellos de colores. Antu y Amancai lo saludaron pero él no quiso entablar una conversación y les dio la espalda. Amancai trató de convencerlo de que no le harían ningún daño, hasta que logró que les hablara.

_" Soy un maíz ermitaño, les contó, y por eso mismo no he podido hacer grandes cosas en la vida, sino reflexionar, lo que también es muy importante. Pero ahora sí voy a confiar porque los he reconocido. Uds. son los hijos de Tumaro quien me salvó un día de la muerte, con el hermoso sonido de la flauta Palipán."

El Carbunclo les aconsejó, que para vencer a sus enemigos tendrían que ser lo contrario de lo que él es, o sea, muy valientes. No dejarse paralizar por el miedo y arriesgarse.

_" Bueno, en realidad ya están demostrando el coraje que tienen al andar solos por este desierto tratando de alcanzar un espejismo", dijo el Carbunclo y desapareció por entre las rocas.

Volando apareció nuevamente el flamenco, y llevó a los niños a su nido donde les invitó a pasar la noche, a orillas de una hermosa laguna habitada por muchos flamencos, en lo alto de la Cordillera de los Andes. Antu, Amancai y la llamita se durmieron abrazados, mientras la luna y el quirquincho les cuidaban desde el cielo.

Mientras tanto, Tumaro trataba de liberarse aprovechando la oscuridad de la noche. Su horrible vigilante estaba durmiendo y pudo soltarse un poco las amarras, pero le sorprendió un lagarto semi-metálico. El águila guardián, en castigo, le dio a Tumaro varios picotazos. Su cuerpo ya estaba casi lleno de plumas.

Antu y Amancai amanecieron a orillas de la laguna de los flamencos y se dieron cuenta que el borde del agua estaba lleno de cañas. Entonces al niño se le ocurrió tallar una quena y el flamenco le ayudó. Cuando Antu la terminó, empezó a sacarle sonidos. De a poco, fue logrando una melodía. Los flamencos lo miraron felices y se pusieron a bailar al ritmo de la música. Amancai y la llamita presenciaron encantadas ese increíble espectáculo. Antu volvió a repetir los sonidos y la pequeña quena de caña sonó cada vez mejor. Unos perros de dos cabezas, que habían estado espiando a los niños, huyeron despavoridos.

Mientras tanto, Amancai se había puesto a mirar su reflejo en el espejo de las aguas. Se sintió muy atraída por ellas y, sin darse cuenta, cayó a las profundidades con su llamita en los brazos. Antu, que la estaba mirando, se lanzó al lago detrás de ella. Los dos fueron descendiendo cada vez más hondo. A su pasar, iban encontrando un mundo precioso de plantas, pequeños peces, estrellas, caballitos de mar y otros seres.

De pronto, escucharon una maravillosa voz de mujer que cantaba una extraña y bella melodía. Atraídos por ella, se fueron acercando a unas algas de donde la voz emanaba. Amancai le dijo a Antu que ella "intuía" que esa persona les ayudaría mucho. Entonces el niño tomó su quena, se puso a tocar y la mujer siguió la melodía con su canto.

_" Yo soy la Yurasi, les contó más tarde, la mujer-niña hechizada que nunca envejece. Habito en el fondo del lago. Si alguien acerca un instrumento musical a estas aguas encantadas, por arte de magia se afina al instante. Para las fiestas religiosas los grupos de música y baile vienen a templar sus instrumentos aquí."

Amancai le pidió que les ayudara y fuera con ellos a salvar a su papá porque ella , con su hermosa voz, lograría, sin duda, vencer a los enemigos. Pero la Yurasi prefirió ofrecerles un precioso regalo que tenía guardado en un cofre mágico: La concha del más grande caracol.

_" ¿Para qué nos podría servir esto? preguntó Antu.

_" Ya llegará el momento de saberlo", les explicó la Yurasi. "Uds. deben confiar y seguir avanzando, pero no por la superficie del lago, sino por las profundidades".

Los niños se alejaron flotando con su llamita y la quena, que sonaba mucho mejor desde que había tocado las aguas encantadas. Por su trayecto, les asecharon sauces carnívoros y mantas, dispuestos a succionarlos; Antu y Amancai les esquivaron y siguieron su rumbo muy alertas. También aparecieron hermosas sirenas invitándoles a salir a la superficie. Antu comenzó a seguirlas maravillado, pero Amancai le recordó que la Yurasi les había dicho que siguieran avanzando por las profundidades.

_"Amancai, contestó Antu, ¡ ellas saben cantar tan bien porque son nuestras aliadas!"

_" No Antu, le dijo Amancai, sujetándolo del brazo, ¡yo siento que estamos en peligro!"

Amancai no se equivocaba porque esas sirenas eran nada menos que los enemigos disfrazados, que no querían dejar que los niños se acercaran a una gran pasaje que conectaba el fondo del lago con el centro del Mundo de los Burdos. Por suerte, una corriente les arrastró hacia la entrada de ese pasadizo y Antu , Amancai y su llamita se encontraron, de pronto, en la Tierra de los Burdos, Ladrones y Rateros de la Música.

Caminaron extrañados mirando ese mundo lleno de peligros y de cosas jamás vistas: aberraciones y alteraciones de la naturaleza. Perros de dos cabezas les perseguían, águilas semi-metálicas rondaban el cielo, serpientes con cabeza de gallinas se asomaban a su pasar.

El Sachja Puna ya había sido alertado de la intromisión de estos intrusos y les estaba esperando, sentado en su trono, para burlarse de ellos. Los niños se presentaron ante el Rey de los Burdos, llenos de coraje e inocencia:

_"¡ Libera a nuestro papá y devuélvenos la flauta Palipán!, le ordenaron".

El Sachja Puna se rió a caracajadas, y todas sus mascotas guardianas le hicieron coro. A los perros de dos cabezas les llegó a dar hipo de tanta risa.

_" Les apresaré junto a Tupac y les convertiré en águilas", amenazó. Y todos los Burdos , Ladrones y Rateros de la Música repitieron estas palabras.

Entonces Antu tomó su pequeña quena de caña y se puso a tocar prodigiosamente. Asqueado, el Sachja Puna le pegó un tremendo manotazo, con el que el caracol mágico que Antu llevaba colgado en su espalda, salió volando. Al girar por el aire botó el agua encantada de la laguna que llevaba adentro, y mojó todos los instrumentos musicales que el Sachja Puna coleccionaba. Al instante, todos se afinaron y se pusieron a tocar preciosas melodías, principalmente el caracol.

Los Burdos no pudieron soportar tanta belleza y armonía. Daban vueltas en redondo, desesperados, tapándose los oídos. La música era tan potente, que las águilas, serpientes y lagartijas semi-metálicas, tuvieron que huir despavoridas. Las siguieron los perros de dos cabezas y las serpientes con cara de gallinas. Pero el Sachja Puna todavía se resistía.

Entonces Tumaro, que estaba escuchando este bello concierto, corrió a abrazar a sus hijos, ya que sus guardianes también habían huido. Cogió la flauta Palipán y empezó a tocar una melodía tan maravillosa que el Sachja Puna, Rey de los Burdos, no pudo seguir resistiendo y se metió a una bóveda en la tierra cerrando su pesada puerta. Antu aprovechó la oportunidad, para echarle llave a la cerradura.

La señora Luna y el quirquincho enviaron rayos de saludo desde el cielo. La voz de la Yurasi sonó fuertemente llamándolos desde la entrada del pasaje que conectaba con las profundidades del lago. Tupac, Amancai, Antu y la llamita fueron a su encuentro y la mujer-niña, con sus bellas canciones, hizo que el cuerpo de Tumaro perdiera todas las plumas.

Salieron a la superficie del agua donde su amigo flamenco les aguardaba y éste les llevó volando, de vuelta a casa. Desde el cielo saludaron a sus aliados: el carbunclo y el jeroglífico, quienes les estaban mirando. De pasada, agradecieron al quirquincho y a la señora Luna, que se habían quedado juntos en el cielo.

La mamá Millaray les esperaba emocionada en la puerta de su casita. Tumaro venía tocando la flauta Palipán, y Antú la quena, mientras Amancai resoplaba el caracol. Todos los habitantes del pueblo salieron a recibirles e hicieron una enorme fiesta para celebrar la liberación de Tumaro, el Verdadero Representante de su cultura y del orden natural. Cofradías de bailes religiosos llegaron a celebrar.

_"Nunca volveremos a desobedecerte papá", prometieron Amancai y Antu.

_"Eso espero hijitos, les contestó Tumaro, esta terrible aventura nos ha servido a todos para aprender muchísimas cosas y valorar todo lo bello que tenemos a nuestro alrededor. ¿No es cierto?"

Las flores volvieron a perfumar, las nubes subieron al cielo, los desiertos se volvieron praderas, las llamas, alpacas y ovejas se pusieron a pastar felices por los montes. Y nunca más se volvió a saber ni escuchar del Sajcha Puna ni de sus Burdos compinches, los Rateros y Ladrones de la Música.

AUTOR:

Vivienne Barry

Keller 1198

Providencia

Santiago- CHILE

Fono 56 2 209 74 29 - 56 32 796950 /Fax 56 2 343 06 07

vivienne@entelchile.net

El proyecto "En Busca de Palipán" fue enviado en dos oportunidades (1997 y 1995) al Concurso de Proyectos del Festival Internacional del Cine de Animación, de Annecy, Francia. En ambas ocasiones, fue seleccionado para ser expuesto al público.

Por otra parte, el cuento "En busca de Palipán" ganó la Mención Honrosa en el Concurso de Cuentos Chilenos para Niños: " Un remolino de Cuentos" 1998, organizado por Correos de Chile.

La historia es la base literaria para un film de 50 minutos de duración, en técnica de stop-motion, y filmado en 35 mm. Color.

Su contenido podría ser dividido también en cuatro capítulos de 10 minutos cada uno y vendido como una serie de televisión.

Sinopsis

Dos niños indígenas de la región andina de América del Sur buscan la flauta Palipán, un instrumento musical mágico que los sabios legaron a Tupac, su papá, quien es el verdadero representante de una cultura basada en el amor a la tierra y a la armonía. Seres malignos, llamados los Burdos, se la han robado para sembrar el caos en la naturaleza. En su búsqueda los niños encuentran varios aliados que los ayudan y los aconsejan para, finalmente, recuperar el precioso instrumento musical.

La base del film es este cuento que une varias leyendas y mitos de nuestra cultura y hace un llamado a fomentar los valores ecológicos.

Público objetivo:

Niños de 0 a 90 años.

Técnica de animación:

Animación tridimensional de muñecos hechos de látex, plasticina, metales, cueros y géneros. (Stop-Motion). El diseño de los niños y familia maya, estará a cargo de Mitzi Germain, (ver fotos adjuntas), Los burdos serán diseñados por Cristóbal López y son éstos quienes tendrán partes de cuero y otras metálicas. La escenografía tendrá un aspecto realista, basándose en imágenes del desierto de Atacama.

Bande sonora:

La música será compuesta especialmente para el film, por Víctor Rondón, virtuoso compositor e intérprete chileno de la flauta.

Si quieres conocer más del autor: vivienne@entelchile.net


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