Por: María Soledad Mansilla Clavel.
La pintura de Rodolfo Opazo se desarrolla en torno al ser humano, pero no en esa parte corpórea del hombre que estamos acostumbrados a ver, el aspecto conocido y cotidiano, sino que en esa otra dimensión humana, la del espíritu. Así es como veremos en sus telas al óleo, la presencia permanente de varias figuras blanquecinas, grisáceas, desposeídas de sus cabezas y lo suficientemente sintéticas para recordarnos que el autor se mueve plásticamente en el campo de las ideas y ellas en el plano de la esencia del ser humano.
Cuenta sin rodeos que su infancia estuvo marcada por una tartamudez que obligó a sus progenitores a cambiarlo de su colegio de los Padres Franceses de Viña del Mar y de Santiago para ingresar a una Escuela Especial primero y más tarde continuar sus estudios en casa con profesores particulares. Su autoestima infantil dañada hubo de ser el inicio del aislamiento voluntario de Rodolfo Opazo, que a pesar de haber tenido dos esposas y cuatro hijos, hoy por hoy se reconoce de un carácter ermitaño que se refleja en un vivir solitario en un paisaje de campo en Lampa, donde es propietario de algunas hectáreas que lo reconfortan lo suficiente como para seguir pintando.
Sus "esencias" flotan en espacios amplios en los que la descontextualización de elementos es la tónica, de modo que encontraremos asuntos constructivos, trozos de mar, planos de cielo y en general de paisaje, algunos objetos, sumados a otras imaginerías propias, todos coexistiendo en un mismo espacio o en espacios superpuestos entre los que las figuras se mueven cómodamente. Otras dos características de estas formas que nos confirman su calidad de espirituales son su muy pequeña o nula diferenciación sexual y la dinámica que alcanzan, que proporciona la idea de que han perdido el molesto peso corporal.
En las formas humanas, lo acéfalo podría inducir a diferentes lecturas, una de ellas, la más simple, es que obedezcan al deseo del artista o a su convicción, que implica no otorgar a ninguna de ellas una identificación plena, de modo que se hagan universales, válidas para todos los hombres en general y en particular y también de manera que se alejen de toda característica que los asocie a la calidad de humanos de carne y hueso. Desde allí, otra lectura se hace interesante ya que citaría a estas presencias esenciales como parte de un solo todo, ingresando la obra así a los terrenos ónticos y metafísicos. En resumen, de todo lo que comunican las figuras humanas presentes en la obra de Rodolfo Opazo, se va desgranando su filosofía personal, su pensamiento acerca de la trascendencia del ser humano con lo que su vida de ermitaño está muy acorde. Es de antaño conocido que el hombre en la quietud de la soledad, encuentra las grandes verdades de la existencia en su propia interioridad.
Parte de su forma de pensar entonces, es lo que queda claramente explícito en cuanto al espacio en que las figuras se sitúan. La presencia simultánea de sus entes espirituales y las escenas de paisajes u objetos de nuestra realidad o de nuestra naturaleza, obedecen al creer en la coexistencia simultánea de dos o mas diferentes dimensiones, factor que coopera a la ambigüedad y "rareza" del aspecto de la obra, que llevará a definir a primera vista su trabajo como surrealista, mientras una mirada profunda nos sitúa frente a una pintura de tipo metafísica, en la que se despliega todo un vocabulario plástico creado para hacer posible la exposición de estas ideas. La tela es su espacio de reflexión. Con el resultado el artista está "alertando" al visitante en algunas de sus verdades que siente necesario compartir. El que quiera entender que entienda, parece ser el planteamiento.
Parte de este léxico metafórico, los ángeles o nubes amarillas "regando" como con gotas - trazos de colores las escenas, los corazones, las formas tubulares, sinuosidades, la forma terrosa del personaje salido del monumento público, el terno colgado, en fin, sus creaciones, que por repetición se convierten en una suerte de semiótica personal. Podríamos también mencionarlo como autoreferencia o cita a sus propias creaciones iconográficas presentes en obras anteriores, lo que indica un trabajo sistemático o en series. Series que atañen a un tema determinado, abordado desde diferentes ángulos o posibilidades hasta que el artista lo considere agotado, lo que será difícil en un campo tan amplio y novedoso, por cierto hoy de moda, como el abordado.
Tempranamente definido por la pintura, entra a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile a los 18 años, 1943, en la que solo permanece durante año y medio por lo que a sí mismo se considera autodidacta. Mas tarde se prepararía en The Pratt Graphic Art Center de Manhattan, New York. En cuanto a influencias reconoce especialmente la de Francis Bacon aunque en los comienzos se sintió atraído por los planteamientos de Roberto Matta y de Enrique Zañartu, Practicó también la docencia en la cátedra de pintura en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile por varios años.
Su obra reconoce algunas etapas como la inicial en Roma en 1957, con paisajes de corte abstracto y formas orgánicas provenientes de un mundo infrahumano, mas bien antropomorfas. Una segunda etapa puede citarse cuando estas formas acceden al centro de atención de la obra en la medida que la abstracción va quedando atrás y apareciendo la figuración.
Por los años 60's, ellas se han convertido en las figuras blanquecinas que recuerdan la humana, pero que por sus condiciones de etéreas refieren a la parte espiritual del hombre, a su esencia. Para el período 66 - 67, estas figuras se encuentran en una situación determinada y han aparecido los altares o cajas, para defenderse de la melancolía según lo expresa el propio artista.
La necesidad de una ruptura da paso a la contingencia que expresa a través de los deportes ( hasta alrededor de 1975) y finalmente la gran toma de conciencia de la situación humana en el contexto universal, que es el centro de su quehacer hasta los días de hoy. La incorporación de la gráfica a la obra se inicia en 1990.
Colores y formas han variado también desde una fuerte austeridad cromática y de elementos, a una libertad aún algo medida, algunas veces, muy pocas, un tanto saturada. Este cromatismo nuevo acerca al espectador a la obra de R. Opazo mejor que antes, lo que le otorga la posibilidad de apercibir con una mirada mas detallada la gama de elementos que el autor le propone. Se podría decir que en el transcurso de su evolución plástica, el pintor ha ido ganando interioridad, haciéndose cada vez mas seguro de ella y de sí mismo y es lo que su obra refleja actualmente.
La música, la poesía y en general la literatura son sus grandes compañeras. Cuenta en su currículum con una gran cantidad de exposiciones a nivel nacional como internacional, tanto en colectivas como individuales. Ha recibido también numerosos premios entre los que destacan el Premio Guggenheim, Nueva York, USA, el Premio de Adquisición South American Art Today, Dallas, USA, el Premio Dirección de Cultura de la II Bienal de Córdova, el Premio Codex y Premio Benson and Hedges del Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina, Premio Internacional de Pintura en la Bienal de Montevideo, Uruguay, la Medalla de Plata de la Bienal de Valparaíso, el Premio Esso del Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago, entre muchos otros.
PARA ESCANER CULTURAL.
DERECHOS RESERVADOS.