Cheo
Morales H.
Frankfurt a.M.- Alemania.
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Las modernas Olimpiadas, herencia de
los juegos griegos más importantes de la Era antigua, se están
desarrollando estos días, y con seguridad cuando usted esté
leyendo estas líneas los juegos sean ya historia, como todas
las cosas temporales. Pero de todas maneras conviene dejar algún
precedente o, por lo menos, decir algo aunque no sea estrictamente deportivo.
Más allá de las grandes competencias mundiales, especialmente
las de fútbol, las olimpiadas son un conjunto de juegos en que
se combinan las más varias disciplinas, las que van desde un
"simple" lanzamiento
de jabalina hasta un partido definitorio, en donde miles de espectadores
pujan por uno u otro equipo (léase país) y millones de
televidentes, lectores de diarios y revistas, oyentes de radio están
con las mentes en vilo y los nervios hechos trizas.
Ya no son los hombres y mujeres los que compiten entre si (no por sexos),
sino que las competiciones son por países, por lo tanto los que
pueden mantener mejores infraestructuras deportivas y de educación
física serán los que se lleven las ramas de olivos (las
que han sido cambiadas por medallas de metales nobles y jugosos cheques
como premios y contratos millonarios).
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Así es que de esto se desprende
que aquellas naciones con más poderío económico
estarán (están) mejor preparadas para poder enfrentar
estas pruebas, ya que disponen de muchos más medios, técnicos
y económicos. Por lo tanto, estoy casi seguro que un país
pobre, en que la media de ingresos per capita esté por debajo
de tan solo un par de miles de dólares al año, entonces
apenas tendrá plata para comprar los trajes para sus deportistas
y, así, poder presentarlos en las paradas oficiales. En el atletismo
se rompen las barreras, no tan solo de alta resistencia, como es el
caso de Etiopía, por ejemplo, en donde escuálidos competidores,
nómades que se han pasado la vida corriendo de un extremo a otro
en las grandes extensiones de pastoreo, tienen la ventaja de correr
a su antojo como si lo hicieran a favor del viento; pero el resto de
los deportistas provenientes de países paupérrimos ni
siquiera logran salir de sus comarcas, ya que allí tan solo practican
sus deportes favoritos por amor a la camiseta y los únicos honorarios
que perciben son escuálidos aplausos, y de vez en cuando salen
en las páginas deportivas de algún periódico local,
como si de un bicho raro se tratara. Pero ser campeón olímpico
y ganador de medallas a granel, ya es otra cosa; ya que la vida del
atleta cambiará radicalmente. Ya no será el simple corredor
de los cien metros planos o con obstáculos, en adelante será
una verdadera estrella de la televisión y modelo para las firmas
más prestigiosas. En resumidas cuentas será una máquina
humana de hacer dinero a montones.
Es
increíble como muchachitas que andan por los diecinueve años
parecen chicas de escuela primaria; lo que pasa es que ciertas disciplinas,
como gimnasia, barra, caballete, etc... requieren de agilidad, equilibrio
y de menor masa física, entonces, al contrario que en otras especialidades,
hay que achicar al máximo los cuerpos, y para esto se utilizan
técnicas que tal vez se hayan obtenido de fórmulas de
los indios jíbaros del Amazonas. Y con esto se obtiene al final
de cuentas, empequeñecer física y cerebral a mujeres,
especialmente, quienes llenas de gloria vegetan en un estadio de pigmeismo
irreversible. Y esto no es todo, otras pruebas requieren de cuerpos
gigantes, y para esto está la industria genética, la que
a base de química hace desarrollar los cuerpos hasta obtener
una explosión de músculos increíble, cuestión
que afecta a corto plazo el metabolismo de estos deportistas al servicio
de las empresas de laboratorios, las que acaparan éxitos en las
pistas de los grandes polideportivos. El lema de los deportistas del
siglo, por el que se desarrollarán las competiciones más
increíbles, el lema ya no será: en cuerpo sano, mente
sana, ni tampoco se dirá: lo principal no es ganar, sino competir.
Estos eslóganes serán de necios y de mentes vírgenes;
los nuevos tiempos nos dicen que mientras más sustancias metabólicas
contengan los cuerpos, mejores serán sus marcas.
Detrás
de toda marca corre una marea y un enjambre de intereses creados, que
no será extraño que en unas cuantas décadas más
rápido será desplazarse corriendo a ras del suelo que
tomar un taxi o viajar a través de un congestionado tráfico
urbano, etc... Las multinacionales, las que confeccionan las indumentarias
para los deportistas, especialmente para aquellos que destacan, están
haciendo el negocio del siglo, y marcas tradicionales, como Puma, Adidas
y otras (perdón, este aviso es sin lucro comercial) están
uniformando a la humanidad. Y ya son millones de niños que no
van a las escuelas si no van vestidos con estas marcas; ya los niveles
de superación y conquistas no se miden por cualidades sino que
simplemente, por lo que se viste, y mientras más deportivo, mejor!!
Y
continuando con lo estrictamente deportivo, que en estas últimas
olimpiadas - y en las recientes - esto ha estado casi ausente, y esto
debido a que ya no importa mucho como se gana, sino que lo importante
es lo que los deportistas digan y hagan fuera de las pistas. Lo de adentro,
en las pistas, dura tan solo minutos. Claro desde luego, mientras más
fulminante sea el éxito, más taquilla harán los
empresarios de los medios de comunicación, los vendedores de
imágenes y otros, que a la sombra de los grandes eventos se llenan
los bolsillos, gracias al triunfo ajeno.
Desde
luego, no solamente hay que ver estas olimpiadas de una manera muy crítica,
sino que también constructiva. Por ejemplo, gracias a las olimpiadas
millones de seres les entra la vena por los ejercicios, los clubes,
sean de fútbol y otros, ven engrosar las listas de quienes desean
participar de una manera organizada y minuciosa. Y esto es positivo,
ya que una vez pasados estos juegos mundiales (o globales, para no quedarse
desfasados) queda el sabor de que para una próxima no hay que
quedarse a la saga, sino que hay que prepararse concienzudamente. Tampoco
hay que salir a las pistas con el único propósito de ganar,
sino que hay que pensar que millones de ojos están haciendo de
árbitros y entrenadores. Por lo tanto todos tenemos algo que
decir. Y para darse cuenta que la generalización del deporte
ha avanzado más allá de los cuerpos sanos, hasta los minusválidos
compiten por una medalla. También tienen derechos, ¿porqué
no? Lo
importante que todos participemos; claro como no todos podemos inscribirnos
para participar en Sydney, como si de una competencia de barrio se tratase,
entonces hagámoslo desde nuestros predilectos puestos de observación,
como si parte del jurado fuésemos. Todo será historia,
y muy pronto, y la batalla por las plusmarcas terminará y nos
quedaremos a la espera de otros eventos, mientras otras marcas, que
son mucho más interesantes, quedarán batiendo sus propios
récords, tales como la mortalidad infantil, la desnutrición,
el hambre, la pobreza, el paro laboral, la prostitución, y un
largo maratón de secuelas sociales que no reciben medallas, pero
que están ahí, compitiendo como si nada.
Fotos:
http://www.olympics.com/
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Frankfurt a.M. / Alemaia Octubre 2000
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