blog de carlos osorio
SE DESFLORA UN MANCEBO SALTAMONTES
Carlos Osorio
Finalmente, este pichón futuro de grande, este ya regordete ciudadano, esplendor del globo terráqueo, que más que paloma parece buitre al acecho, es recibido casi con honores de jerarca por la asustadiza y ansiosísima enamorada canchanchana, encargada de introducirlo en la materia misma de la carnalidad y que lo sacará, definitivamente, de la sedentaria rutina de comer y ver la tele, además, ella cuenta con alguna experiencia; es más grandecita, entradita en carnes. Hasta saca pecho, se sabe una adelantada. Se dice dispuesta y decidida a darle sincera cabida al noble y mañoso pajarito éste, mancebo e hijo pollerúo que, entre las atractivas gracias que posee, suele comerse los mocos que su mazacotuda nariz le obsequia; se le metió la idea que, masticarlos, fortalece la libido, protegiendo la pared estomacal y las probables afecciones del intestino, evitando, incluso, la desagradable hemorroide. Y no hay caso quitarle semejante absurda creencia, menos ofrecerle pañuelos, de allí su afición desmedida a introducirse los dedos en busca de alguna noble masa de costras.
Globos, guirnaldas y flores fresquitas recién recogidas del huerto familiar, alfombran el camino de tierra, son parte de la escenografía perfecta para el nido fogoso instalado allá tras lomita, allí vereda arriba junto a los árboles frutales, en la inmensidad e intimidad del follaje campestre, locación presta a recibir al en edad de merecer y vinagroso ciudadano que, ansioso, cual picle virginal, ya se encamina al encuentro con la carne misma, allí verá cumplido su sueño del pibe, su panacea misma de alcanzar el climatérico goce, de hacer realidad tanta información sexual codificada de revistas caseras, de llevar a la práctica la pornografía familiar acumulada, de hacer efectivo el disfrute gracias al arrebatado entusiasmo que, Margot, la hija del eficiente jardinero, le ha sugerido.
Pese a la estirpe de pavo que porta y a las plumas descoloridas que la vida demasiado enjaulada le han otorgado, de tanta desdicha a la que ha sido sometido, donde el celibato es su condición y condón que lo sujeta, que lo encadena más bien en contra del pecado, su personalísimo y siempre añorado vuelo del cóndor por fin se hará realidad y, sino, sino fuese posible tal hazaña, el pollito pastando será su plan be según su experiencia en el abecé del sexo a una mano.
Raudo intentará aprehenderse, hasta con los dedos engarrotados de la emoción, del momento justo que la vida le pone enfrente. Será su entrada a las grandes ligas, al primer equipo, a la reserva misma de la fertilidad para cuando la patria lo reclame y vitoree, para cuando sea necesario reproducir la insigne especie y mantener el gen al día, para cuando hijos como él sean los llamados a no confundir el sino de los grandes, para cuando sea necesario aclararle al mundo que no es un mal nacido mercachifle hecho a destajo y menos de parecerse, siquiera una gota, al resto.
NIÑO CON PIOJOS BUSCA NOVIA
Carlos Osorio
Es un niñito bañado en leche y miel, son su jarabe que va hidratando el perfil que se requiere. Sus desayunos son el nutriente exacto para permitir que explote sus habilidades. La colación de mediodía procura evitar la continencia y es responsable que, miguelangelito, puje de lo lindo, para que arregle la digestión del espíritu. La comida si bien lo abruma, permite que fortalezca su cuerpo social, su estirpe humana llamada al servicio y así salvar la adelgazada moralidad que porta el mundo. El éxtasis viene ya para la hora de la merienda, no es de los que cena, nadie cena en ese hogar, es parte del ahorro energético que procuran y, por tanto, aquí el mocoso se revela y acaba con todo lo que le ofrezca María, la asesora puertas adentro, que ya luce joroba y vejez de tanto servirle al prójimo, a este próximo excelso de exuberante barriga sedentaria que, por lo demás, no lo amilana, se dice un perfecto y, un perfecto, no le teme a la diabetes ni a nada por el estilo.
Ya luego de la arrebatada tragadera, del lonch rutinario, el postulante a prócer complementa su final de día con la dieta exacta de avemarías que su padre insiste en que los rece en voz alta, de ese modo supone, desde el cielo escucharán y tendrán clarito de quién se trata, incluso, hasta el cura rector de su colegio, allá a lo lejos y acurrucado a la monja novicia, atento para la oreja en señal de satisfacción propia, porque sabe que su pupilo está cerquita de dios y muy retirado de la maldad. Y se enorgullece de la enseñanza introducida, porque es capaz de arremangarse la sotana para enseñarle todos sus valores. Está preparado para lo que sea, y lo que se pueda, en pos de los nuevos integrantes de la capilla ardiente, que es en lo que se ha convertido este bello y altísimo barrio que habita miguelangelito.
Y, al igual que sus vecinos, es de los ciudadanos que no se educa en colegio público, por más prestigio que tengan algunos, por más cuna de la república, de presidentes, de ministros, de jueces, que insisten en la monserga que la educación no tiene fines de lucro, que pura sabiduría nomás. De ahí que su padre teme, por un segundo, que su patán sufra de aquella rara enfermedad popular que cuestiona la buena fe educativa, que se le aparezca la paganería y aprenda chistecitos de mal gusto en contra de los curas, de los principios, de los valores, de las últimas tentaciones que le nota, que le pueda dar por hacer de la sociedad algún asunto más igualitario, que se vaya a codear con vándalos y pobres de otras clases y uno que otro marginal becado, por miedo al piojo lumpen que acecha recreo tras recreo, y ahí si que se arrebata, como que hasta urticaria le provoca imaginarse a estos desgraciados bichos subiendo por el cuerpo del licuado crío, porque piensa –rascándose la cabeza en señal reflexiva- es posible infecten su alcurnia, su higiene de clase, su estirpe de caudillo, su historial inmaculado, su fina proyección estatuaria. ¡Piojentos de mierda!
SI NO ES TAN BURRO EL OREJÓN ÉSTE
Carlos Osorio
Así crece este muchachito llamado a preservar la tradición. Hijo y fruto del dilatado y hueco vientre dinástico, de la erección del linaje, del estirón de las circunstancias, de la elongación al azar del cuerpo con ralea, del alargado rebuzne que intenta el arrugado poder. Hoy más grande, distribuye su tiempo entre el monasterio casero, rodeado de servicios y comodidades (si hasta parece hijo de zánganos reyes) y el prestigioso colegio de curas, ubicado allá arriba de la montaña... más allá del cielo incluso y que, desde su claustra recámara, temeroso, miguelangelito observa concentrado y en transe.
Cofrádicas instituciones que congregan a la grey más granada y que ofrece a cada ciudadano inscrito, a cada ciudadano forzosamente parido, la j-aula de oro precisa para el calándrico aprendizaje de asuntos, sobre todo los que atañen al cómo desenvolverse en sociedad, al cómo hay que mandar, de cuánto se puede lograr e incluso ahorrar, y que oferta en módicas sumas, tal como si se tratase de un santo y áureo paquete de crédito, el don y dicha de la mentira, la gracia de ser embustero, el angelical carisma de ser caradura, la simpleza del egoísmo, la riqueza del oportunismo, que irán caracterizando, matizando más bien, a estos a-dorados y verdaderos hijos de dios aquí criados.
Son su cárcel exclusiva, su probeta divina, su prisión del amor, un establo de paz, del cariño, de la bondad, de la dicha, hasta de plena armonía se habla a veces, porque abarrotan su existencia y encadenan la vida, como que la sujeta con fuerza, evitando que, en este caso, miguelangelito, se deslice por caminos equivocados, que pueda errar el designio. Y aquí el martirio es parte de la responsabilidad pre púber, ni siquiera juan bautista queda exento de pensarse y no es novedad que éste símil de san vicente y sexto de los hijos, que lleva tanta carga y no la siente, sea comparado con el profeta, y si bien no tiene mucho de qué hablar, ni de qué predicar, da lo mismo por último, con el jesús en la boca hasta cierto parecido le notan, es considerado un bien nacido, un proficuo de su propio destino y ya se atreven a proponer que será un santo en toda la extensión de la palabra, un ventajoso ganador preparado para adivinar hasta el esplendoroso presente, ni hablar del futuro que le toca.
Y en esta su corta edad se cruzan todas las insinuaciones posibles, y no hay día que pase que no recuerde el llamado de ejemplo a seguir. Así, este novel del clan, ya adquiere obsesivos gestos, entre que similares a un mesías, no le sale mal tampoco el de prócer, son sus maneras que gestionan su pase automático a la liga de los grandes, al de los pocos convocados a determinar, en forma serena y con ayuda del más allá, el rumbo preclaro que requiere la patria y evitar así, el descarrilamiento probable de los valores, el fatal derrame de la sangre con linaje, para cuando no exista más posibilidad que un ciudadano como él.
UN CHANCHITO REGALÓN SE ASOMA
Carlos Osorio
Esta ejemplar familia se caracteriza por hacer de la tradición una costumbre y, por sobre todo, hacerla parte de la cotidianeidad. Aquí la herencia de gestos son ritos incapaces de quedar en desuso, no se botan en el cochinero de la vida, tan basural de las buenas cosas y de la decencia. Si hasta el pijama afranelado y apolillado del más viejo se conserva, y se conserva porque se encarga de vestir, generación tras generación, a los afortunados y flojos machitos descendientes y a sus muchas debilidades y deficiencias.
Ni hablar de las pantuflas de la abuela que son tremendas y tremendo patrimonio. Recuerdan que, con ellas, su paso matriarco veló todos y cada uno de los pasitos de las hijas e hijos del hogar. Su tranco fuerte fijaba límites, lijaba callosidades, espolones y todas las máculas que por allí pretendieran pisotear la moral. De que no se fuera a desvelar tanta educación rigurosa, por ningún motivo a trasnochar el insípido y rancio linaje. Si hasta de madrugada ejercía su liderazgo panóptico; vigilar y castigar el desvío del origen gracias a la casi angular piedra pome que masajeaba el juanetero líquido sanguíneo y que hoy todos los suyos sudan y portan dignamente.
Observar aquel retrato ya desgastado de la parentela en pleno, esa vez del funeral del recordado pater abuelo, odiado por algunos, querido por otros (y otras), y que fue la ocasión obligada para convivir y limar asperezas anteriores, es observar fijamente la debacle de un clan venido a menos y, entre otras cosas, de probar el trago amargo, de sentir la decepción al testamento garabateado por el viejo. Encuentro que a su vez permitió memorizar la estirpe de aquellos hijos de caudilla mueca triste, acaso por el cariño al difunto, acaso por las migajas que éste les dejaba o acaso porque son así de tristes en el ocaso.
Aquella postal malhumorada es la excusa eterna para culpar a la bella nodriza, la agraciada y excitante dama de compañía de los menores deslechados y que aparece radiante y protuberante al borde inferior de la foto: Si hasta se va de lado el retrato. Despechados gritan en desorden su furia. -¡Si fue ella quién se quedó con casi todo! – ¡Si terminó y acabó con el viejo putamadres de un santiamén! -¡Oiga! si es la responsable de su muerte. Si le paró y hasta el corazón enamoradizo dejó de latir en el revolcón ése, aquella vez que la ardiente empleada alimentaba, a pecho descubierto, al nieto, al padre y al querido abuelo respectivamente.
Que tal bajeza no les hizo mella, que no importa, que siempre existen mujeres así, pérfidas capaces de todo en pos de la herencia ajena. Que igual el tata requería atenciones especiales, que su mano tiritaba si no era atendido con urgencias, nada de negarle el deseo pese a su pañal de incontinente, si era un fértil a su edad, un regador innato de la semilla aristocrática, era su personalísimo chorreo para combatir la pobreza de otros... de otras en este caso. –Si hartas canas tenía como para oponerse a que las echara al viento o en una almohada ajena a la suya. Ejercía una especie de juego bancario cada vez que andaba con la maldad y entusiasmo acumulado. Depositar su, a esas alturas, escuálida millonada reproductora, en algún maculado deposito externo, era su inversión a plazo fijo, por lo demás, era cosa de cruzar hacia la estancia doméstica y ser acogido, con beneplácito, con cálido cariño y puertas abiertas, por la ejecutiva y siempre dispuesta pechugona dama.
QUE NO HAY CASO, ES UN HIJO DE TIGRE
Carlos Osorio
Y su vida sigue y los altibajos son su carisma. Insisten en planificarle cada uno de sus modales y ya se estudia, como si se tratase de un negocio a futuro, cuál será su modo de desenvolverse para cuando cruce el umbral de criatura indefensa, cuando comience a valer-se por si solo.
Su familia es previsora y no se anda con el cuento de improvisar, menos cuando ya tienen claro que miguelangelito requiere y debe ser depositario de mayor atención, de los cuidados más intensivos. Ni pensar en dejarlo por su cuenta, sería como entregarle una chequera en blanco, darle navaja a un mono o simplemente poner al gato cuidando la carnicería, porque, pareciera, dejar al azar todo su gesto, podría ser desastroso para tanto interés planificado y, desde luego para lo más importante, las finanzas familiares.
Si ya no le falta nada, su desarrollo primario pareciera le sobrevino y hasta se ve como un niño mayorcito. -Si creció de sopetón. Comentan sus cercanos, convencidos que la madurez del crío, su escarmiento por el orden, es a base de puro entrenamiento fuerte y, desde luego, férrea disciplina. No en vano se jactan que la familia, desde sus ancestros, ha pertenecido a los institutos armados, no hay generación que se pierda el primer llamado patrio, su segunda cuna por lo demás en este su paso por la vida, corralito que tierno los acoge para centrarles tanta desviación, su montón de debilidades. Es ahí en donde se han moldeado y envanecido sus taras, y sienten agradecimiento infinito porque así haya sido.
Es allí donde floreció la raíz de su mueca dura, su risa férrea, su cariño entumecido, su entusiasmo seco, su firme estirpe, su sospechosa honestidad, su académica capacidad mental, su confianza camuflada. En fin, el sinónimo antónimo que calza perfecto, cual bototo, para relativizar la frialdad que hará del mocoso un tremendo súper héroe, un ciudadano como corresponde y, sobretodo, hará de ellos unos perfectos y meritorios baluartes de cómo se debe criar, de cómo debe ser, de verdad, el individuo que la patria reclama. Insisten y están convencidos que así será.
Si hasta el tío militar, ese casi general, ni pensar en un cualquiera, fue quién sugirió, suelto de cuerpo, en posición de descanso, un operativo… una estrategia y planes en pos del futuro alférez y paradigma patrio, su degradada capacidad -arguye- que a los niños debiluchos y algo impávidos, más que nunca es necesario ingresarlos, a la mala si fuese necesario, por la razón y a la fuerza incluso, en alguna academia de guerra. Y se siente atendido en su demanda porque es de aquellos que han entregado hasta la decencia en aras de la república. Es más, se siente secreto de la seguridad nacional. Degenerado en sus ideas, supone tener clarito que hasta los palos más doblados se enderezan, porque allí los resultados mejoran, y en corto tiempo, en un rape instantáneo, en un casquete de días, es posible darle sentido al paso de pavo y mustios reflejos que adornan a éste proyecto de cadete, de entregarle poderosas herramientas de sobrevivencia al, a esta hora, ya casi reclutado sobrino, para que de una buena vez y por todas, enderece el torpe tranco físico e intelectual que lo aqueja.
A SU JAULA PAJARITO
Carlos Osorio
El ciudadano ejemplar conquista el mundo. Los suyos ya lo han hecho y él es su reflejo, su proyección toda. Su primera experiencia fuera del nido casero lo inflama de dicha y napoleónico vislumbra el horizonte que lo ha de acurrucar y amanerará su pose. Tanta locura casera ya lo sobrepasa, y si bien dan ganas de internarlo en algún centro de alto rendimiento, de enjaularlo con mochilas, petacas, almohada y pañales incluidos, su primer ciclo educativo será en el jardín infantil de una de sus tías, la más pechoña, especialista en acoger pichones de ralea con la monserga del rezo duro, parejo y de ese modo espantar, eso cree y se siente invocada para ello, las malas vibras y sacrilegios que la criatura pudiera portar.
Lo de la tía, es la mejor obra para dios y el mundo que se haya visto. Un verdadero paraíso del saber. El suyo, es el hueco apropiado para ir rellenando de divina sabiduría al nuevo y pujante ciudadano. De hecho, hasta la autoridad agnóstica, aquella que desde su beatica oficina ministerial no escatima en burlar los trámites, por miedo a dios entre otras cosas, aprobó sin reservas el proyecto educacional propuesto con la esperanza de tapar el tremendo hoyo y déficit atencional al que podría estar expuesto el clan y su criatura, su bodoquito y querubín que, pareciera, anda con sus alitas a flor de piel y prestas para empinarse sobre la vida.
Allí el ciudadano se resigna al mandamiento. Su corta existencia ya sabe de represiones, manipulaciones y sobre todo de imposiciones. Será este santificado sitial del saber, este reino en la tierra misma, su correccional por largas jornadas, su rehabilitador segundo hogar, su primera oficina pública para orientar su vocación y servicio, su posta terapéutica para enderezar tanta desviación, tantas fragilidades, tanta complejidad idiomática inclusive. Al paso de los días serán los números y las letras su santa escritura, su inicio de la vocalidad perfecta para el correcto devenir que deberá atragantarse.
- Si ya se nota su rumbo.
- Mírenlo, sin tan sólo falta que –escriva balaguer- correctamente.
En esta casa pedagógica de las castas se han formado con dignidad, gracias al dios legionario que los vigila, los angelitos del clan, de la grey vecina, los mejores y más exitosos ciudadanos de elite, los prohombres de apellido de manzanas y peras, vinos, bancos, calles, avenidas, monumentos, edificios, aeropuertos, provincias señaladas.
SE MOLDEA UNA ESPERANZA
Carlos Osorio
El ciudadano se equilibra ya en la andadera, en el riel prematuro que sabrá guiarlo durante el largo trayecto que le toca, pese a los varios aterrizajes forzados, de hocico el pobre, en la loza de la realidad chiquita que lo sostiene. La temprana edad es generosa y auspiciosa. Si bien es el último de los ciudadanos nacidos con la buena estrella, lo ilumina y patrocina el cielo, por cierto de los primeros, junto a su santa familia, que se esmera en su cuidado (que no se note pobreza terrena) y que no deja de prenderle velas, agradecida por la sensibilidad del altísimo y su buena idea de regalarles a este ciudadano de adeveras.
Su cuna desde ya se remece, un arrumaco suave pareciera, con el auspicioso motor poderoso del patrimonio. Sus padres se jactan y entonan rondas de felicidad.
-¡Somos la riqueza en vida y más encima inmortales!
-¡Que no hay nadie que nos alcance, ni siquiera nos iguale!
-¡No hay dudas, nacimos para esto!
Se les metió en la cabeza, pareciera capricho, convencidos por lo demás, que miguelangelito merece no sólo lo mejor de ellos mismos, harto que suponen tener, él fue tocado con la varita mágica, especie de termómetro que regulará su calculado crecimiento. -Con eso estamos servidos, salvados y solventados, listos para explicarle al mundo de lo que somos capaces.
Su arrullo será la historia misma, su gatear será la sociedad rendida a sus pies, su agú primario, una guturalidad y flatulencia reservada tan sólo para la patria, porque es ésta la que sigue sus pasos y urgente lo reclama, llamándolo fuerte, voceándolo desde los más altos valores, gritoneándole la necesidad plenipotenciaria de hacerlo suyo, entonándole su dicha.
-¡Despiértate niño, deja de flojear con tus pelotas, que la felicidad te anda buscando, te quiere saludar!
-¡Levántate extraordinario ejemplo de ciudadano único, jamas existido, que de verdad la patria te requiere!
Es la mejor apuesta imaginada
-¡Chúpense ésa los que no fueron los elegidos!
NACE UNA ESTRELLA
Carlos Osorio
clom99@gmail.com
Y nace eyaculado apenas, rapidito a ocupar el sitial más universal que se pueda, la cuna de los ideales de la patria para ser más exactos; sobre el oropel y sábanas blancas que la tradición exige, que la buena crianza amerita. En el linde justo con lo correcto, en la higiene y pulcritud de un hogar bien nacido y constituido, y que no se conforma con dejar pasar la historia, porque la arma, calza o viste según sus necesidades.
Y su cordón se corta justo allí sobre el colchón de poderoso resorte social, herencia del mismíto cara de catre y patriarca del clan. Vestirá la ropita elegante que zurcirá sus probables errores, tejida por la tía rica, siempre existe una que insiste en su sello personalísimo. Su reposo será sobre la almohada que cuidó los sueños de grandeza y que la abuela babeaba y abrazaba cada tanto, hoy será su más-cara pública, su babero plácido, su cabecera perpetua, su despertar sin sobresaltos para así amanecer como corresponde, presto, con lo mejor de si mismo en aras de la bostezada patria.
Bordadas y bondadosas características, que le pertenecen desde ya, y que son las requeridas para ser realmente un ciudadano de a deveras. No como las del montón plebeyo y andrajoso, que casi siempre nace como repujado, como reforjado, en la resignación de nacerse, neonato de verse como nuevo pobre que poblará la tierra, proyectado con el forcep que sujeta la miseria, que no la suelta nunca, con tremendo esfuerzo por lo demás... o-varios más bien, con una necesidad insospechada de no parirse siquiera, y más que engendrarse, expulsarse al mundo como si se tratase de un aborto en término, como si se tratase de un hijo promiscuamente no deseado. -Oye mamá ¿por qué he nacido? -¡Por la puta, nadie te pidió que nacieras! -¡Si naciste solo! -¡Mal nacido! -¡Mal parido!
Desde ya, este ciudadano ejemplar, es engendrado para preservarse inmaculado, para ser congelado ad eternum junto a todas las buenas costumbres y taras de algún manual carroñero, herencia y tradición de los de su clase, auto inculcados en la pomposa idea de familia proba, de esas que acuñan y oran su propio rito de clan en la cúspide, bajo el manto protector de alguna iglesia o algo que se asemeje. De esas tribus que graban en cada uno de sus integrantes el sello o escudo de armas, el apellido conforme a sus interesados ideales y que, gracias al cielo que emana tanta dicha, se instalan en la tierra, en el pedazo de terreno incautado -vaya uno a saber- como un obsequio para la humanidad entera. Designio todopoderoso, que hace de albaceas para esta familia con linaje y que con cruz en su mano diestra y guadaña en la otra, agradece la elegía de ser los Yo Meritos y de poder mutar como los mejores y más aptos, y no como esos parias de la patria que, justamente, hoy no nacen, se les prohibe, un feriado que la patria demanda, tan sólo para ver nacer al perla, al bruto ciudadano éste.
A HÉROE MUERTO, CIUDADANO IMPUESTO
Carlos Osorio
Un ciudadano de verdad es el que a la patria importa. Esa es su demanda cada vez que los ilustres se acaban o están a punto de extinguirse. Y exige, por lo demás, encuentra que es su deber, al símil de verdad, que proyecte lo que ésta se merece. Nada de andar inventando super héroes de poca monta, lidercitos de pacotilla, harto que ha sufrido con la imposición de caudillos extraídos de cualquier parte y bastante complicada que se ha visto cuando la han pillado ensalzando bodrios y avivando esmirriados paquetes sin carisma alguno, sin nobleza o gallardía siquiera, sobrados de malas mañas, excedidos en sinvergüenzuras, ni de cierto arraigo, por lo menos en apariencia, que los identifique con lo popular o algo que se le parezca.
Agobiados y a la rastra, con pose estatuaria, como agotada, la proba familia seleccionada por mandato patrio (que no falta el porfiado clan que cree ser el único beneficiario) se esmera por dar en el clavo, con tal que nada falle en este martirio y trance de procrear un hijo ilustre para su curioso bien común, sería capaz de solicitar, a martillazo limpio si es posible, los espermas de cuanto idealizado hombre de prosapia y estirpe encuentre más a la mano o, si ya el asunto adquiere mayor prolijidad, que se torne complejo el esmirreado perfil elegido, no queda otro remedio que buscar en alguna enciclopedia de lideres mundiales que adornan sin pena ni gloria el librero familiar, al modelito a conseguir, al exacto príncipe heráldico, al refinado y carismático gobernante, al noble y circuncidado benemérito de algún país amigo, y hasta del más enemigo, total, qué importa, si el asunto es de interés nacional, y cuando está en juego tamaña responsabilidad, pos nada cuesta bajarse los alcúrnicos pantalones, para el caso las pantaletas, en aras del semental adecuado, que dé la medida exacta, que calce apretadito y en rigor, que por lo menos no desentone.
Y se esmera en que este verdadero hijo de las circunstancias, se ajuste a los cánones y a las reglas, como el que más noble del buen comportamiento, con altura de miras, de insigne y caballeroso talante, con dinástico y ungido gesto, de que sea un servidor, en toda la extensión del término, apto para la nación que ya ansiosa espera y clama en publicar y hacer de su nacimiento todo un jolgorio, sin importar que el cordero a degollar no de el ancho, por más que no encuadre en la solicitud, por más que los espermas no consigan su objetivo, que si nace con cierta normalidad, que si por cualquier motivo no llegase a repetir el estándar de generaciones anteriores -todo pasado fue mejor se apresuran en aclarar- por lo menos esperan que sepa comportarse a la altura y exigencias requeridas por su dinástico abolengo y así mantener a trote la ascendencia.
SI AL FINAL, TAN MALO NO ERA... ¡POBRE!
Carlos Osorio
clom99@gmail.com
Si hasta las palomas ya se habían encariñado, familiarizado con el hierático personaje, sentían del héroe el afecto necesario, solemnidad extrema pese a la oposición de la columna subversiva de livias caseras que, cada tanto, regaban con su ácida protesta la humanidad del prócer, su cara dura de fierro allí expuesta. ¡Tírenle más migas de pan al añejo prócer! –Ironizaba la multitud que pedía su cabeza a cualquier precio y, sobre todo, a falta de piedras que aventarle. -Entre más le tiremos, más cagado terminará. Innovador y sutil metáfora a modo de ir alimentando la odiosidad contra el sabandija erguido de tanta heroicidad de héroe, tan hinchado de patriotismo, tan repleto de temple, tan sobrealimentado de orgullo, tanto pedo con el líder para cagar tan aguada su obra.
Con el tiempo, el borde de sus regordetas orejas se inflamaban en señal clara de molestia por el grosero desprecio pese a que, su oído sordo, y hueco, en más de alguna ocasión recibió palabras de agradecimiento y de ánimo ante la lluvia de insultos del respetable que lo abucheaba en comparsa con la bandada de dúculas voladoras que, ave-ce-s, odiaban su santuaria estirpe por la poca tranquilidad donada, hasta la palomita blanca, esa del cuentito de la paz lo detestaba, nunca fue capaz de decirle nada, nunca se atrevió a cruzar alguna palabra con el mudo testigo del rechazo ciudadano.
Ni hablar del copo de forjados pelos tiesos, junto a su amplia frente, allí no sólo se paraban detractoras y forajidas parvadas, allí también se paralizaban sus ideas, su autoimpuesta razón de ser, su imposición de estado. Qué decir de su escaso hombro en donde, los plumíferos, siempre descansaban, lo sentían su homo-plato y cumbre predilecta para la hora de la comida y para filosofar de la vida, sobre la retórica de su existencia. Ni hablar del monolito que, cual poso séptico, su mundo fraguaban, más de alguna dejó su huella, al mejor estilo roc-estar, cuando el cemento fresco apenas endurecía la pose eterna del caudillo de rocas en cuestión.
Granditud, gratitud, nobleza, ira, rabia y exabruptos obligados para el hijo de la patria. Suave y tersa humanidad casi comparable con pista de aviones, que permitía el suave descenso de cagones y guturales pichones, sin importar demasiado el ajustado y aerodinámico diseño del héroe, de su pobre, pequeño, escuálido y modesto ser espanta pájaros venido a menos, desde donde lideraba, proyectando la confianza y serenidad, iluminando con la luz adecuada a la bandada de kamicazes pajaritos que se le venían encima. Son lo mejor que sus vidas han tenido y, añorar ese tiempo, es su aleteado homenaje después del patético y desteñido destierro de la estatua.
BÁJENLO CON CUIDADO, NO SE NOS VAYA A OFENDER.
Carlos Osorio
clom99@gmail.com
El héroe enmudece, se acuerda cuando alzaba la voz carrasposa, de verdad, más allá de los cerros y el recóndito territorio. Recuerda, de paso, el dolor de pecho, de su busto, de su integridad, que a mal traer lo tienen (pareciera no basta con verlo desterrado del domo), con terribles afonías otorgadas por el implacable clima, bronquitis y anexos donados como charreteras, como medallas a su mé-rito de prócer hoy cuesta abajo en la rodada, y se estremece de calofríos (su coraje es termómetro que aviva su esmirriado destino) y añora e implora toda fiebre de haber sido, toda terciana de ya no ser. Cefaleas que nunca se olvidan, memoria ardiente que urgente le reclama.
Tiempo o temperatura para un mortal héroe inmortalizado, un muerto en vida, prócer pasado de modas, pasado al baúl de recuerdos, pasado para la punta de la picota, del no-va-más ciudadano, que ya lo astilló por completo, por el colador de los grandes chascos -era bonito pero ya chole con su rara hermosura- por el cedazo de púas que ahorcaron su escotado y sublime caparazón, por el canto general que es elegía y capitanea a estas horas su degollamiento, por la canción carioca de Guillén, del llanto sin pañuelo, del pecho sin escudo, de la trampa y el vuelo, de la soga y el nudo, en donde cada palabra, cada gesto, cada insignificante mueca, enmudecía el ambiente, casi palabra de dios que entibiaba, cálida palabra de ley que desmoronaba auditorios, palabras de macho (las estatuas no son muchas pero son recias), que abrigaban la desesperanza y resarcían las derrotas, palabra de héroe que protegía la buenaventura y segregaba las calamidades, resumidero de palabras al viento y un tiempo pétreo como mudo testigo. Allí el héroe corrige, el héroe se ufana aún de ser héroe, no se avergüenza de su historia e historiales, allí nadie lo vuelve a escuchar y toda palabra que vocifere será usada en su contra.
El héroe se equilibra, fue un caudillo de renombre y se considera merecedor de insistir con sus bondades y desequilibrado legado. Que se lo habla todo, eso sí, que no hay forma de acallarlo, que hasta dicharachero se le ve a veces, que su lenguaje de señas es santo en el pecho, busto de humanidad con nudo en la garganta, en el cuello, en... Pese a todo insiste, el héroe siente que la penuria lo universaliza, el héroe está sobre nosotros y ya eso, eso cree, lo transforma en guía planetario y estrella que orienta, línea y pauta a seguir, sin dar cuenta siquiera que terminará atomizado, estrellado, desecho, completamente liquidado, licuado con otros metales ya corroídos.
E insiste una vez más, porque el héroe es un retrógrado hincha pelotas, un animal del discurso bonito que tararea con pasión su arrebato y siente que, el suyo, es nuestro propio discurso, un mudo reflejo de anhelos, un disco rayado de boleros o voladores coleópteros de amor propio, hedonista, ególatra, narcisista. El héroe se distrae y no atina, no es su tonada hacerlo, su espejo ya no lo observa, ni de reojo. El héroe es un músico sin partituras, sin orquesta, sin compás ni tiempo exacto, su bravata y cantaleta no trascienden. El héroe se resigna, ya llevan a enterrar su escuálido alter ego, junto a su estirpe, altares y convicciones, junto y, apenas, con un disonante réquiem de voces muy bajas.
IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO
Pásele un pañito, ¡Mire que venir a cagarlo una paloma!
El héroe no se divierte, la seriedad es su fiesta patria. Su serio discurso es voz que calma y da bríos al festejo, es canto que insiste desafinado y empeñoso en aras de acordarnos de su vida, de su muerte. Nada de andar bromeando. El héroe advierte, allí nadie lo entiende, nadie lo escucha, le rehuyen. Más cuando revolotean asuntos que atañen o involucran su enmarmolada representatividad, su broncínea estirpe de guerrero sin guerras, sin ejemplo heroico, su sin trayectoria que desencanta, y son los tórtolos, aquellos que cagan en vuelo justo y raso su musgosa coloralidad, los encargados de confirmar que, por él, no doblarán ni las campanas y ni siquiera un paño blanco afranelado se hará presente para limpiarle toda su corrosiva humanidad. ¡Te vamos a cagar héroe! se escucha, se murmura, a lo lejos, al viento.
Y si bien el héroe está en su sitio, él duda, lo desconcierta tanta tarima impuesta, tanta obsecuencia, tan desmedido afecto lisonjero. El héroe es tristeza del alma, llanto profundo, acidez estomacal de pichones, lluvia ácida que lubrica sus faltas, que funciona como solvente, como detector de tanta penuria que aletea en su oculta alegría, en su gesto apenas cálido, demasiado inerte, nota la ausencia de carisma, se da cuenta de su carencia de dones, de ser un héroe demasiado impuesto, cree no merecer tanto beneplácito mirón, todos sus penares de estar pétreo le asfixian, y no es gratuita la performance bravía y gástrica de palomas, gorriones, loros, canes e incontinentes paseantes, llevan como mensaje, quizás, la odiosidad de algunos... de muchos, a su impoluta obra, allí el héroe se desencanta, no es para menos, tanto mierdal y orines, que circundan su ser, lo apestan, no es capaz de vivir en paz con tanto desprecio, con tanta acuosa y pestilente mezquindad que lo aborda.
El héroe se detiene, y no para de decirse (la autocrítica le nace, lo curte, lo nutre), el tiempo le sobra, y lo sabe, para cuestionar su estoica... su épica figura de prócer, su gallarda valentía de estar expuesto por tantos años y terminar siendo un indeseado, todas las melancolías de ya no ser nada son su opresión, su escarnio. El héroe es inmarcesible (la palabra lo obsesiona) nadie riega elogios en su ya descuidada estatua independentista, en su falso talante y tallo defensor patrio de ideas foráneas, de complotes políticos, de la inmensa necesidad de proyectar autodeterminación. –No somos nada- se atreve, se dice, pluraliza su mediocridad, generaliza su indefensión, masifica su mísero sitial otorgado.
El héroe está en su sitio, insiste, finalmente localiza su meta, su estado de sitio, grita al viento y a quién ose escucharlo lo malagradecida que es la vida con los héroes, y vuelan plumas en su sollozo, se revuelve el gallinero, más cuando las fecales penetran su coraza y le vienen a cagar la fiestoca, y se agita, se estremece, agudiza todas sus contradicciones, altera su pose, irrita su menoscabo, radicaliza y hace urgente su viril, aunque paupérrimo y ridículo, porte. Y sépanlo ¡Sí! sépanlo señores, el héroe levanta vuelo, nunca cae en errores, éstos lo hacen rebotar. El héroe nunca está solo, la soledad es su fiel compañera. El héroe es nuestra realidad y realmente se equivoca. El héroe es un bulto, se acomoda en cualquier parte.
IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO
¡Oiga! el prócer es como cortito ¿se fija?
Por Carlos Osorio
El héroe no encaja en el molde común de los mortales. -¡Es corto y qué! Allí el héroe no tiene nada que hacer, no le alcanzó nomás, así nació, así murió. -Nunca fue grande pues, ni a la altura de las circunstancias. -Fíjese usted, ni el plinto le ayuda a empinarse sobre la media y, más encima, el artista (no faltan al llamado de la patria) sobredimensionó, pero como al revés, su estatura de líder, sus circunstancias incluso. -Quedó como rebajado lo noto, como que pareciera se redujo su humanidad entera de estadista, hasta el ego se percibe minimizado, más enano, inclusive su autoestima se ve acomplejada. ¡Pobre! -Se le achicó hasta el coraje.
El héroe es un pequeño patrimonio, nos casa con su potestad y apresa nuestras conciencias, el respeto al derecho ajeno no es su lema, él se apropia y hace suya nuestra urgencia y, no hay caso, no sólo contempla lo que fuimos, pese a la dificultad de su porte estadístico, la intensidad de su obra (gruesa) se permite vislumbrar más allá del devenir y, más allá de su escaso horizonte, traduce y prepara lo que la vida nos depara. Su altura de miras pitoniza el momento, porque sépase, su monolito, no sólo lo convierte en mito-mitómano; la falsa clarividencia se le viene de una vez, la perspectiva de ésta lo sobrepasa, no en vano la horda lo acompaña, lo sigue, lo adora y, por sobre todo, le cree.
Y es allí en donde el héroe convoca y el besamanos se multiplica, hasta el besa pies se hace urgente, más aún, no faltan aquellos fanáticos que trepan sobre su humanidad y allí, ni hablar, el solo de trompeta, de corneta, son su miel, porque así es el héroe, proclama lealtades y no traiciona ante el mamón arrebato que sus huestes saborean.
IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO
¡Uy, que lindo que se ve desde aquí abajo!
Por Carlos Osorio
El héroe se impone, se legitima, la legalidad lo absorbe, es su decreto supremo que lo llama y estruja. Su busto es su coraza y de allí nadie lo saca. A su estirpe, a su clase de prohombre, nadie la mueve ni zamarrea de su condición oficial. El héroe saca pecho, lo infla, detenta el raro orgullo de pertenecer a la enciclopedia, aquella de los héroes por encargo, esa que lustra y pule su señorial imagen con letras inacabadas, de color áureo. Así, su fachada, su frontal pose, esculpida en el nicho o cama, en el taller de urgencias que la nación detenta, ya luego de ser cubierta con la mortaja que aprueba su asunción o debacle, su vida o muerte al foro cívico de altares, es su caballo de Troya que, sin rumbo cierto, lo trasladará con todo y petacas, a galope y a pasodoble si se puede (esa tonada rememora su brioso corcel que, seguramente, nunca será estatua) a emanciparse, a contrapelo, a su sitial del honor, al justo espacio que otorga la serena y antojadiza reflexión de hombres sabios, que saben de antemano (las blancas canas o crin suplen la inteligencia) de cómo pasarse de listos y hacerse los vivos con el insigne muertito.
El héroe es pétreo, por la patria no se arruga, menos ante las lapidarias turbas que, en algún momento, puedan denostarlo e incluso ac-echarlo. Al héroe los peñascasos lo legitiman, porque una piedra en su humanidad es una piedra en su sinuoso camino por ser prócer y eso es sinónimo de aceptación y, también, de envidia de quienes ven en él, lo que nunca serán. El héroe no tiene quejas, porque quejarse es aflojar, soltar las riendas de la historia. Ablandar es simplemente mostrar la hilacha de su elección de ser erigido, dudar siquiera es soltar la prenda obsequiada, que recuerda sus años de vida, su aplomo de desconocido pre-héroe, de eterno mancebo hermoso por más feo que lo han de ver. Su legado, grabado con cincel, es su tarima abonada sobre suelo patrio, que no se inquieta ante el escupitajo, ante la irreverencia de subversivos salivales, ante el arrojo urinario de canes y de incontinentes borrachines.
Por Carlos Osorio
clom99@gmail.com
El héroe se gesta y germina en la soledad que el ejercicio del poder necesita. En la oscuridad célibe, asexuada y onanista que algún asesor de la patria propone a secas y en seco. Nace para algunos y se hace el muerto para otros, porque se cría y crece odiosamente planificado; lo preparan para ser adulto, para que guíe nuestro calámbrico paso, nuestra inocente e inmadura necesidad de contar con héroes, una especie de orientador preciso, que señale el rumbo exacto y, si se puede, nos acompañe o nos lleve, eternamente, sobre su robusto y forjado lomo.
El héroe se fortalece, su bronce se asolea y no hay duda que la protección que porta lo hace más héroe. Estoico quizás, porque nadie sería capaz de soportar tanto bronceado que obsequia la débil capa de ozono o esa mácula climática cuando el frío arrasa. Son su cáncer de piel a vista de todo mundo, cuidado sin ungüentos, sin sombrillas, que no hace sombra a su recio y patinado porte. El héroe se halla héroe, para eso nace, por eso se desvive. Nadie le cuenta cuentos. Nadie le oxida su pasado, menos su paso terreno. Su miel romana es su maquillaje y ropaje de mil batallas, el irreverente estiércol palomero su única derrota y mancha, que bien cuestiona su exagerada hoja de vida.
El héroe es un anónimo antónimo, es conocido de todos y de nadie, eso pretende. El héroe no tiene nombre, se lo buscan en la guía de sociedades anónimas o en las lápidas señoriales exitosas; su bautizo se planifica en la pileta que baña a los de su clase, haciéndolo más a-dorado, más epitáfico, menos mundano. Se encuentra en la historia porque la historia reclama que sea el indicado, su yo merito, se esmera en la demanda que así sea, y la historia, que antojadiza se escribe, le obsequia el perfil benemérito con robustos escritos, con interminables loas, porque no es sencillo, ¡No! El héroe no inventa ser prócer, sus intermediarios derrochan coraje y uno que otro billete, con su rostro dorian gray, en aras de resarcir o de costurear toda filigrana que lo hará más retrato de héroe, más paño que cubra el polvo de la tierra o delicado sudario patrio infalsificable.