SE DESFLORA UN MANCEBO SALTAMONTES
SE DESFLORA UN MANCEBO SALTAMONTES
Carlos Osorio
Finalmente, este pichón futuro de grande, este ya regordete ciudadano, esplendor del globo terráqueo, que más que paloma parece buitre al acecho, es recibido casi con honores de jerarca por la asustadiza y ansiosísima enamorada canchanchana, encargada de introducirlo en la materia misma de la carnalidad y que lo sacará, definitivamente, de la sedentaria rutina de comer y ver la tele, además, ella cuenta con alguna experiencia; es más grandecita, entradita en carnes. Hasta saca pecho, se sabe una adelantada. Se dice dispuesta y decidida a darle sincera cabida al noble y mañoso pajarito éste, mancebo e hijo pollerúo que, entre las atractivas gracias que posee, suele comerse los mocos que su mazacotuda nariz le obsequia; se le metió la idea que, masticarlos, fortalece la libido, protegiendo la pared estomacal y las probables afecciones del intestino, evitando, incluso, la desagradable hemorroide. Y no hay caso quitarle semejante absurda creencia, menos ofrecerle pañuelos, de allí su afición desmedida a introducirse los dedos en busca de alguna noble masa de costras.
Globos, guirnaldas y flores fresquitas recién recogidas del huerto familiar, alfombran el camino de tierra, son parte de la escenografía perfecta para el nido fogoso instalado allá tras lomita, allí vereda arriba junto a los árboles frutales, en la inmensidad e intimidad del follaje campestre, locación presta a recibir al en edad de merecer y vinagroso ciudadano que, ansioso, cual picle virginal, ya se encamina al encuentro con la carne misma, allí verá cumplido su sueño del pibe, su panacea misma de alcanzar el climatérico goce, de hacer realidad tanta información sexual codificada de revistas caseras, de llevar a la práctica la pornografía familiar acumulada, de hacer efectivo el disfrute gracias al arrebatado entusiasmo que, Margot, la hija del eficiente jardinero, le ha sugerido.
Pese a la estirpe de pavo que porta y a las plumas descoloridas que la vida demasiado enjaulada le han otorgado, de tanta desdicha a la que ha sido sometido, donde el celibato es su condición y condón que lo sujeta, que lo encadena más bien en contra del pecado, su personalísimo y siempre añorado vuelo del cóndor por fin se hará realidad y, sino, sino fuese posible tal hazaña, el pollito pastando será su plan be según su experiencia en el abecé del sexo a una mano.
Raudo intentará aprehenderse, hasta con los dedos engarrotados de la emoción, del momento justo que la vida le pone enfrente. Será su entrada a las grandes ligas, al primer equipo, a la reserva misma de la fertilidad para cuando la patria lo reclame y vitoree, para cuando sea necesario reproducir la insigne especie y mantener el gen al día, para cuando hijos como él sean los llamados a no confundir el sino de los grandes, para cuando sea necesario aclararle al mundo que no es un mal nacido mercachifle hecho a destajo y menos de parecerse, siquiera una gota, al resto.
¡Ah, que su primera vez! ¡Ah, que la dicha! Si ya está listo. Disciplinado y concentrado anda últimamente, si parece corredor de autos, memorizando cada una de las vueltas, las curvas, los hoyos. ¡Ah, qué tullido de nervios se nota! Presto, entre mareado y agitado, con su corazón latequelate, con temores, con angustias, hasta más turbado lo han visto. Supone haber leído lo suficiente como para llegar a buen puerto, a la meta, al métale y póngale sin más. Se siente preclaro, Y si bien nadie le ha echado una manito con el tema, él se las presta solito, más ahora con el tremendo mono-lito que se le vendrá encima, que ya estremece su ser, que sacude su existencia. ¡Oh Margot, oh Margot!
Luce bañadito, su olor a lavanda mata pasiones de veras que mata, porque más que echársela, se vació todito el frasco. Su padre, consciente e informado del suceso, dejó a mano el paquete de habanos y a todo pulmón impone -¡Nada de cigarros para miguelangelito! -Que no cohiba su virgen respiración. -Que de una vez inhale el humo que sólo los poderosos tosen. – Para que se rasque con sus propias uñas, si ya está grandecito. A propósito, la manicure y el pedicure brillan impecables pese a la uña encarnada que no hay caso corrija. Le preocupa verse acabadito, briosito, inmaculadito, como el marlonbrando ése del Último Tango, su película favorita, y que de tanto dedo limpio, terminó absorto y bailando chachachá con los mismos.
De la ropa ni hablar. Se planchó hasta los calzoncillos. Luce calcetines blancos, camisa y pantalón almidonados, inmaculados, son los mismos que ocupó esa vez de la extraña comunión en donde se negó a recibir la hostia, argumentando que era desabrida y sin chiste. No ha crecido mucho pese a todo intento porque así sea; insinúa un insípido bigote que según la tía juliana, lo hacen lucir más bello o vello o fello, para el caso da lo mismo, el viril éste parece chimpancé de tan peludo, gracias a tanta hormona del crecimiento inyectada y soportada a contrapelo de su voluntad.
Y ahí encamina su paso de piernas tiritonas, algo descompuestas y nerviosas, siente que hasta el mastique se le afloja, por los dolores de estómago que a cada instante contraen su pálida epidermis, supone es el retortijón que todo héroe o ciudadano de su estirpe sufre en estos casos, una señal del cielo quizás, que se ahorra el halo de luz divino y que sugiere, casi como si se tratara de una parábola, que el ruido pedorro que su cuerpo siente en este instante mágico, en este momento de constricción humana, de la diarrea del paradigma de la existencia, es el flujo de ser el llamado, algo así como el gorgoreo de la especie en pos de su hidalga figura, un pedo potente del universo en aras de compenetrarlo con lo suyo, un perfumado aroma de la vida misma que lo proclama sin más.
Y si bien la educación recibida ha trancado su naturalidad, como que ha retenido su crecimiento, se sabe candidato a pasarlo bien... y mal, a equivocarse incluso, a meter las patas justo cuando sea el instante preciso. La edad de merecer lo abruma y se siente estimulado, porque como que hace ratito la vena se le hincha y el vamos poniéndole al asunto no lo intimida, porque tiene claro, eso cree, que los de su ralea, pese a las constantes prohibiciones, merecen sacar a relucir sus encantos, porque son estos los que traslucen su marcialidad. Al final –reflexiona en pose heráldica- lo harán merecedor de estar parado en algún plinto, aparecer en algún billete, ser un héroe absoluto o, de perdida, aparecer en algún álbum de retratos de la patria.
Miguelangelito se introduce en materia entonces, y carga la cajita de condones más otra con las del día después, por siaca. Su madre, anticipándose, facilitó la artillería de preservativos porque no pretende que su tórtolo hijo salga con un domingo siete. Así de fácil, así es ella, por lo demás se trata de la hija del jardinero y no es aceptable un descuido para su rancio linaje podado con tijeras de oro. Y es precavida, a una madre le sobran las precauciones; de una fecha hacia acá se juró no seguir amamantando crías, optó a que la amamanten otras leches, además que le asienta muy bien a su cutis.
Rapidito entonces, casi como un águila planeando, el crucial y fertilizado angelito entra en contacto con la moza cortesana. Justo allá en donde la puesta de luna demora tan sólo un instante. Si hasta una frazada luce el duro terreno elegido, el sitio a pisar, esta apertura de bambú. Es allí en donde se concentra y desenrolla una artillería de insinuaciones - para ir calentando el ambiente se dice- con albures por lo demás: - que le juro juana que le tengo ganas es su primer piropo. - Que dos cucharadas y a la presa, su segundo. - Que aventémonos un palomazo, sugiere con entusiasmo. Hasta una cuchara desliza al suelo, en espera que la susodicha paisana entienda la analogía.
Y es de los que no tutean. -Que si quiere se agacha que vienen los indios o que mejor se para porque ya pasaron. - Que limemos nuestras asperezas, sugiere como invitando. -Que saquémosle punta al lápiz, que rayémonos el cuaderno, que corra que la pillo, que recojámonos el cemento con la llana, que esmerílemelo ahí, que comámonos la color, que magullemos las frutitas, que se viene tremenda zingueta, por qué no me la guarda un ratito, que agárrese del puñal, que la puntita nomás, limpiemos la alfombra, y la leche de súpalo, que mejor de mípalo. Indirectas que van enchinando al pulpo miguelangelito y a la, a estas alturas, acalorada Margot. ¡Oh Margot, oh Margot!
Comienzan a presentar credenciales, será su ceremonia de inicio en estos asuntos de remojar los elotes, del climaterio púber. Será el desfloramiento definitivo del petizo comején y que nervioso se esmera en el instante, junto a la pícara doncella. Se unen en románticas y acaloradas contorsiones, son unos verdaderos amantes, todo un cotejo para saborear la dicharachera dicha. -Que dígame algo y yo le respondo, que no se a-pene. Especie de pin-pon en aras de acabar con las vergüenzas y estrujar el confianzudo deseo, de ir afianzándolo más bien. Y ya se tocan y se revuelcan, que ruédele para allá, que no, mejor para acá, y la pasión se desata y se entierra, porque el polvo baldío es como un barro que fortalece, como el arado y el yunque para la tierra. Y siguen, embarrados hasta por el cicirisco, repitiendo movimientos, aumentando la precoz intensidad. Se sienten dioses.
Y cuales Urracas siguen. -Que no hay mejor remedio que la verdolaga, comenta miguelangelito con cierto tono misionero. Que echarse a perder sin miramientos será otro de sus tantos eslogan. Y siguen. -Que ahoguemos la sardina, que no está demás echar a ladrar los zaguates. Que matemos el oso a puñaladas y sin piedad o tan sólo doblémosle el pescuezo a la gallina. Una y otra vez, introvertido saca la voz, bastante escondida que la portaba. Se mira como un huracán del verso, su prosapia permite toda poesía en pos de poseer a la despeinada y bastante impresionada dama de compañía.
Se sienten top, en confianza. Se proclaman el amor y para ello el doble sentido es protocolo, porque envalentona el bichito. -¿Por qué no verle el ojo a la papa y ponerle jorge al niño? -Qué párele con el asunto. - Que guasquéame la urgencia. -Que arrúlleme el mastuerzo. - Que a ver la argolla. - Que quieresacarlo o quieresacarmela. - Que vamos haciéndonos camino al andar entonces. - Que de allá somos. - Que a cómo la cachantum. - Que pa´ luego es tarde. -¡Uy que polvareda más grande! - Que vamos regando el follaje, que remojemos el cochalluyo, que clavemos las tablas, que sáquemela para dentro, que mejor métamela para afuera, que midámonos el aceite, que chequeémoslo mejor, que chinguémonos un tamalito, que aplastemos el sapo, que sóbeme los aguacates, que vamos a los yuyos, que parchemos la cuneta, que hay que subirse al guayabo, que bombeemos sin cesar, que cójame desprevenido.
Cada vez se entusiasman y el albur no decae, como que se afianza. -Que echar pata, una canita al aire, rompamos el hielo, hagámonos tirita y trizas el chanchito, enterremos al muertito. Y sube la intensidad y el intercambio los alegra. -Que aventémonos un palo, que descartuchemos el instante, que vamos bautizando al niñito éste que ya se viene, que hagamos un caldo, que fajemos apretaditos, que bañemos al perro, que comámonos el biscochito, que ¿cómo le sienta la rosca? que póngale al trikitriki, que présteme el ñakañaka, que córrale que lo pillo, que déjeme ser su es-clavo, que apernemos sin cesar, que acoplemos el soyus, que singuémonos asere, que móntese en el himalaya, que marisquemos los sentidos, que matemos la gallina, que raspemos la polla, que pisémosla también, que hagamos cebo, que comámonos un pollito al velador.
Y se viene el tuteo, la confianza ya es mutua, son dos sauces armónicos. - Que vengámonos rapidito, que pisemos el que tu cachai, que ponte tú, que vamos a comprar huevos, que te jeringo el chico, que más abajo del trapiche, que a darle maíz al pajarito, que enchíleme la papa, que atornillemos el gusto, que comámonos la conchita, ¿en cuántos trozos te parto? que jálame la riata, que lapiztola, que ¿a cómo me das las canicas? que te cojo los tecojotes, que te pongo mi aquellito, que sin piedad por el sosiego, que hagamos cuchicuchi, que ahí nomás tras lomita, que echémonos un rapidín, que tome para que tenga, que cromemos la salpicadera, que mojemos la chaucha, que la puntita nomás, que rompamos la telita, que teladejoir y también venir, que amancebemos la dicha, que cepillemos la grasita. En definitiva - se arriesga Margot -¿por qué no te pones abusado y me das para mis tacos?
Es su hora de la calentura, su geografía corporal lo sugiere. Es su tallo perfecto, su loto exacto, listo para la tijera. -Que recógeme la libido, que cuando te veo pal-pito, que démosle veneno a la rata, que a la kentuky, una patita pa´llá, otra pa´cá y papas, que vamos a dallas tejas, que por detroit, y chicago, ya pues echemos a pelear los meones, que panochas pa´ la noche, que ráyame la pintura, que a cómo el anís, que bonita la ortografía, que préstame el chimuelo, ¡Ah que mi hija del coño sur! que hágame el mandado, una chaqueta y de paso dele a la manuela, que pónchame las llantas, que embárrame tu cosa, que-charca-chita, vámonos al cam-pito, hoyo aunque sea de pollo, que cualquiera es trinchera, que tapemos el evento, que no es coladera, que deja toquetearte el diú.
No está ausente la poética y los molinos de viento se anuncian, es el yin y el yan que los acopla definitivamente. -¡Ay reata, no te achicopales y revientes que es el último jalón! que transmíteme tu calor, que por el chico no hay chilpayates, que por el camino de ripio menos, que comámonos la torta antes del recreo, que apágame la velita, que un solo de trompeta, que acójame el reclamo, que quema-mucho el sol, que quema-más la luna, que mamadas al chile, que paquete-quiero-tuberculo- nervioso, que echemos a pelear los briosos, que siéntate en la parada, que agáchate que me escurro, ¿vas a estar mucho rato así?, que presta para la orquesta, que éso que no tiene hueso, que condóneme la dureza, que la conferencia de prensa, que el juicio oral, que la última y nos vamos, que arremétale y arrepóngale, que jálame la pitita, que galópeme este problema, que la cacharpaya con la zampoña por loyola. ¡Oh, mar-got! ¡Oh, mar-got!
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