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A SU JAULA PAJARITO
Carlos Osorio
El ciudadano ejemplar conquista el mundo. Los suyos ya lo han hecho y él es su reflejo, su proyección toda. Su primera experiencia fuera del nido casero lo inflama de dicha y napoleónico vislumbra el horizonte que lo ha de acurrucar y amanerará su pose. Tanta locura casera ya lo sobrepasa, y si bien dan ganas de internarlo en algún centro de alto rendimiento, de enjaularlo con mochilas, petacas, almohada y pañales incluidos, su primer ciclo educativo será en el jardín infantil de una de sus tías, la más pechoña, especialista en acoger pichones de ralea con la monserga del rezo duro, parejo y de ese modo espantar, eso cree y se siente invocada para ello, las malas vibras y sacrilegios que la criatura pudiera portar.
Lo de la tía, es la mejor obra para dios y el mundo que se haya visto. Un verdadero paraíso del saber. El suyo, es el hueco apropiado para ir rellenando de divina sabiduría al nuevo y pujante ciudadano. De hecho, hasta la autoridad agnóstica, aquella que desde su beatica oficina ministerial no escatima en burlar los trámites, por miedo a dios entre otras cosas, aprobó sin reservas el proyecto educacional propuesto con la esperanza de tapar el tremendo hoyo y déficit atencional al que podría estar expuesto el clan y su criatura, su bodoquito y querubín que, pareciera, anda con sus alitas a flor de piel y prestas para empinarse sobre la vida.
Allí el ciudadano se resigna al mandamiento. Su corta existencia ya sabe de represiones, manipulaciones y sobre todo de imposiciones. Será este santificado sitial del saber, este reino en la tierra misma, su correccional por largas jornadas, su rehabilitador segundo hogar, su primera oficina pública para orientar su vocación y servicio, su posta terapéutica para enderezar tanta desviación, tantas fragilidades, tanta complejidad idiomática inclusive. Al paso de los días serán los números y las letras su santa escritura, su inicio de la vocalidad perfecta para el correcto devenir que deberá atragantarse.
- Si ya se nota su rumbo.
- Mírenlo, sin tan sólo falta que –escriva balaguer- correctamente.
En esta casa pedagógica de las castas se han formado con dignidad, gracias al dios legionario que los vigila, los angelitos del clan, de la grey vecina, los mejores y más exitosos ciudadanos de elite, los prohombres de apellido de manzanas y peras, vinos, bancos, calles, avenidas, monumentos, edificios, aeropuertos, provincias señaladas.
- Un verdadero milagro viera usted. - Se les prepara para ser linditos, grandes, regios, estupendos, ordenados, educaditos, buenos padres, excelentes esposos, tremendamente cristianos y si dios provee, perdone la muletilla, bien derechitos.
Sin ningún atisbo de vergüenza proclaman, que es allí en donde la génesis del poder toma forma. - ¡Por dios que asegura la pureza de las criaturas! su integridad, su rancio linaje, su devoción, su cristiana forma de admirar (ni siquiera de ver) el mundo y que ya se rinde y que también se admira en señal de pleitesía, apoyándose leal a sus pies abrigados, a sus manos prolijas recibe besos, a su futura voz ronca de patrón acaudalado, a su instinto inmarcesible de ser el llamado, el voceado, el requerido, el regado y nunca secado.
Se mantiene la tradición y con eso basta, y sobra. Todo ciudadano de bien lo agradece, y defiende, y no importa ser blasfemo. - ¡Al carajo con el estado laico y la herejía y la patraña de niños moritos sin bautismo, sin comuniones y pecados! - Aquí la regla es sagrada, y es el modo, sencillo por lo demás, la santa experiencia lo dice y reitera, porque se trata de servir a la patria, a dios y al excelentísimo que se ponga algún día por delante... y por atrás también.
Aquí se forman y ordenaditos van lavando su nacionalidad, su sangre, sus pecados, por cierto, su pureza que enderezan infatigables; que rece el niñito por la mañana, que rece antes de la colación, que rece por el control del esfínter, que rece cuando los dientes se lava, que rece cantándole a la virgen, que rece cuando juegue, que rece por la noche, que rece cuando duerma y sueñe que reza y que su cuerpo lo sienta, que rece por rezar, que récele que récele. - Que, en definitiva, órele con ganas porque a falta de hostias, con el ritalin vamos calmando la ansiedad del señorito, manteniéndolo en buena forma, quieto y a raya, como a todo desgraciado que apenas ing-resa a un recinto del bien como lo es éste.
- Que los himnos tampoco se olviden, que cántele a la patria, a sus valles, a cuanta tierra conquistada y a los indios usurpada a punta de urdir mentiras bíblicas y estocadas. - A la banderita; a sus colores que representan la república misma. Al escudo y sus zoomorfos personajes; animales a medias que no son más que la extensión natural y ejemplo ciudadano. - Al prócer; si no importa mucho de quién se trate, es nuestro y habrá que cantarle un temita. - Que a dios también; es nuestro deber, no vaya a castigarnos. - A la flor tradicional; y si está en extinción que nada importe. - Al traje típico ¡Ah que bonito cantarle al traje típico! - A la abundante comida; si para qué preocuparse de los que no comen, si su cantaleta es ayunar de hambre, y no comen porque son flojos y ladinos. - Al cielo brumoso ¿qué importa? ¡Le echamos su musiquita! - A las mismas estrellas si es preciso -si es la copia feliz de edén, si es cosa de estirar la mano y solitas se nos vienen encima. - ¡Ah, que goce con el récele-cántele! - ¡Oh, que disfrutar tanta refriega sacrosanta!
Allí nuestro ciudadano conocerá de las riquezas de la ansiada buena educación y, si no, ¡que se joda! si la letra, con sangre, a la vena por si solita entra. - ¡Ah, con la buena vida de educarse en este paraíso! - ¡Ah, por la dicha y jarana de sentirse erudito y astuto! - Si ya cuenta hasta diez de ida y vuelta, eso si, con ayuda de la varita de mimbre, que generosa latiguea su mano, la nalga, el lomo.
Y serán sus tías las que tratarán, a como de lugar, alivianarle la soledad y tantos baches y manías que ya posee. Y son simpáticas todas, a ninguna le falta dios, si son como vírgenes inmaculando angelitos; los sientan en su regazo, les limpian el culito, hasta la leche (de mamaderas) se toman los tiernos. –Si es cosa de verlos, son igualitos a esos querubines de la pintura de la Virgen de las Rocas. - ¡Ah, que lastima! - Si Leonardo captara este instante.
Y crece a estornudos, con hipos de susto, con el padre nuestro en la boca. Ya los amiguitos se ensañan con él, se sienten más poderosos, impunes; que déle con quitarle la manzana, que déle con arrebatarle el sandwich, el jugo de frutas de exportación. No hay día que no aparece golpeado y magullado. Si al final se percibe una piltrafa al servicio del despotismo, un esparring de la soberbia, un individuo del individualismo. Una especie de ánima constantemente amenazada y que tan sólo se calma gracias al azote educado de las párvulas hacia sus violentos compañeritos.
Y sí, pese a todo, permite que miguelangelito siga con su precario trayecto primario, con su traspié continuo que, según sus padres, quienes observan de reojo, sin involucrarse ni mucho ni poco ¡que flojera más grande! es parte del martirio de todo héroe, de todo hijo bien nacido, de todo personaje que trasciende a pesar de las dificultades, de los altibajos, que por lo demás es necesario tenerlos, porque todo será en beneficio del origen, del renombre y del apellido, de la herencia, de la patria, de la vida misma.
Y aprende de todo; la comunión ya se viene y se prepara una batería inagotable de rezos y prédicas, si hasta la fiesta en el club de golf, huelga decir, en el tremendo campo que la familia mantiene resguardado con fuerza pública por allá en el sur, cerquitas del mapa genético, que por cierto erupciona avisando su bronca, hambre y sed justiciera, que de paso arde y se muere por tanta infamia, ya se prepara para recibir mantelitos blancos, lechones, platos típicos, buenos vinos y escapularios en su honor y, así, echar en el ataúd de la identidad, con todo el desprecio, los nobles bordados de una nación, sus frutos y semillas de origen.
De memoria se sabe las semanas santas. Ni hablar, ya conoce a los personajes y, sus padres, ruegan disfrazarlo, ni siquiera vestirlo, de dios autóctono para llenarlo de escarmientos. La navidad y santa claus (se prohibe llamarlo viejo pascuero) es pan, con pasas y nueces comido, es donde junta todas las ganas y apetitos de consumo, porque sabe que los regalos son abundantes y de última generación, nada de juguetes artesanos, de madera, trompos.
Y se porta bien, porque sabe que lo contrario significa misas obligadas, que venga el hambreado cuco y se lo coma. Ya se imagina repleto de avemarías revoloteando en su inocente y lúdica cabecita. Y si bien la misión por llevarlo al supuesto jardín del edén consiste en sacarlo de sus autistas costumbres y desganos, en un santiamén el pequeño angelito se llena de santurrones legados, biblias, conceptos religiosos. Si hasta ganas de vestirse de virgen le han dado al pobre; se tienta con el martirio de San Sebastián, incluso le llama la atención, no mucha en todo caso, el costillar herido que éste porta. Es su manera, piensan, de irse amanerando... fogueando más bien, corrigen, con el conocimiento, con la sana costumbre de interiorizarce con la alta cultura.
Por lo demás, ven en ésta metamorfosis una especie de pilar de heroicidad para que su salud física y mental progrese. - Un hijo de dios lo requiere y si no lo requiere, se lo requerimos a la fuerza y un par de balazos nada nos cuesta. - Si siempre existen niños rebeldes a la comunión y consejería, a la tutela y autoridad, al estado, a la república, al poder. - Ahí se irá viendo cómo le acomodamos un pedacito del padre nuestro cada vez que sea necesario para que vuelva al redil de los santos inocentes y bueno, está en edad de las decisiones y si hoy anda, dele que dele, jugando con los muñecos, que peinándolos, que maquillándose de guerrero, no le demos tanta importancia, sencillamente repite el gesto y modo cariñoso que tienen las tías hacia él.
- Por último, para eso contamos con doctores en la familia quienes de seguro resolverán esas raras manías, además que, varios de la familia las portan y claro, si sigue insistiendo en sus maneras y si se le ocurriesen nuevas huelgas de hambre como cuando nació, y si siente algún déficit atencional, un ayuno de cariños, en un santiamén y con un buen coctail de sedantes lacrimógenas y la mitad de un ritalin se las quitamos. - Yo, por mis hijos, hasta me saco la comida de la boca. -¡Se los juro ante la tumba de mis hijos!