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IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO
Pásele un pañito, ¡Mire que venir a cagarlo una paloma!
El héroe no se divierte, la seriedad es su fiesta patria. Su serio discurso es voz que calma y da bríos al festejo, es canto que insiste desafinado y empeñoso en aras de acordarnos de su vida, de su muerte. Nada de andar bromeando. El héroe advierte, allí nadie lo entiende, nadie lo escucha, le rehuyen. Más cuando revolotean asuntos que atañen o involucran su enmarmolada representatividad, su broncínea estirpe de guerrero sin guerras, sin ejemplo heroico, su sin trayectoria que desencanta, y son los tórtolos, aquellos que cagan en vuelo justo y raso su musgosa coloralidad, los encargados de confirmar que, por él, no doblarán ni las campanas y ni siquiera un paño blanco afranelado se hará presente para limpiarle toda su corrosiva humanidad. ¡Te vamos a cagar héroe! se escucha, se murmura, a lo lejos, al viento.
Y si bien el héroe está en su sitio, él duda, lo desconcierta tanta tarima impuesta, tanta obsecuencia, tan desmedido afecto lisonjero. El héroe es tristeza del alma, llanto profundo, acidez estomacal de pichones, lluvia ácida que lubrica sus faltas, que funciona como solvente, como detector de tanta penuria que aletea en su oculta alegría, en su gesto apenas cálido, demasiado inerte, nota la ausencia de carisma, se da cuenta de su carencia de dones, de ser un héroe demasiado impuesto, cree no merecer tanto beneplácito mirón, todos sus penares de estar pétreo le asfixian, y no es gratuita la performance bravía y gástrica de palomas, gorriones, loros, canes e incontinentes paseantes, llevan como mensaje, quizás, la odiosidad de algunos... de muchos, a su impoluta obra, allí el héroe se desencanta, no es para menos, tanto mierdal y orines, que circundan su ser, lo apestan, no es capaz de vivir en paz con tanto desprecio, con tanta acuosa y pestilente mezquindad que lo aborda.
El héroe se detiene, y no para de decirse (la autocrítica le nace, lo curte, lo nutre), el tiempo le sobra, y lo sabe, para cuestionar su estoica... su épica figura de prócer, su gallarda valentía de estar expuesto por tantos años y terminar siendo un indeseado, todas las melancolías de ya no ser nada son su opresión, su escarnio. El héroe es inmarcesible (la palabra lo obsesiona) nadie riega elogios en su ya descuidada estatua independentista, en su falso talante y tallo defensor patrio de ideas foráneas, de complotes políticos, de la inmensa necesidad de proyectar autodeterminación. –No somos nada- se atreve, se dice, pluraliza su mediocridad, generaliza su indefensión, masifica su mísero sitial otorgado.
El héroe está en su sitio, insiste, finalmente localiza su meta, su estado de sitio, grita al viento y a quién ose escucharlo lo malagradecida que es la vida con los héroes, y vuelan plumas en su sollozo, se revuelve el gallinero, más cuando las fecales penetran su coraza y le vienen a cagar la fiestoca, y se agita, se estremece, agudiza todas sus contradicciones, altera su pose, irrita su menoscabo, radicaliza y hace urgente su viril, aunque paupérrimo y ridículo, porte. Y sépanlo ¡Sí! sépanlo señores, el héroe levanta vuelo, nunca cae en errores, éstos lo hacen rebotar. El héroe nunca está solo, la soledad es su fiel compañera. El héroe es nuestra realidad y realmente se equivoca. El héroe es un bulto, se acomoda en cualquier parte.
Son sus últimos estertores, su finalísima magnanimidad estadista venida a menos, su encuentro con la realidad que lo desampara, su ándate pronto, su apúrate que la horda ya viene, con picotas y palas, su estáte atento ante las palomas que te mosquean a cada rato, su muévase joven no estorbe, su rapidito rapidito desalojando, su ya estuvo bueno, su hasta qué horas, su ya estuvo suave, su me cansé de rogarte que te vayas, su se me hace tarde y sigues aquí, su cómo le explico, su fíjese que hasta aquí nomás, su ya me tiene harto, su ah que me salió difícil, su ya estamos dados, su mire que lo acompaño a la puerta, su que le vaya bien, su que le vaya bonito, su mire que nos dio gusto conocerlo, su cuando quiera, ésta es su casa, su salúdeme a la familia, su vuelva pronto, su hasta luego, su le estamos agradecidos, su nos acordaremos de usted por siempre, su lo vamos a echar de menos, su no se canse mucho, su se lo merece, su que gran tipo que era, su sabemos que le irá muy bien más adelante, su que lo sentimos, su no se le hace que ya fue mucho, su sabe qué, nos inoportuna, su hasta cuándo será su cuándo, su púdrase que nos tiene hartos, su que insoportable se ha transformado, su que nos tiene hasta o más arriba de la coronilla, su ya no vuelva nunca más, su olvídese de nosotros, su qué tipo más indeseable, su que apestoso ciudadano, su por qué no se baja de una buena vez, su permítame decirle que nos tiene hasta la tusa, su déjeme insinuarle, su no se ofenda, su fíjese que nos tiene hasta la madre patria.
Y le insisten cortésmente -¡Pobre!- que aún hay tiempo para bajarse, con cierta dignidad, del sillón que lo cobijó, del tremendo aposento idealizado para la posterioridad, del monumental plinto que vio descansar su juanete y callosidades, del acorazado cajón de próceres sólo apto para próceres, del palacio de vidrio ofrecido sin miramientos y menos como negocio a futuro, del diáfano y transparente ci-miento que algún día lo transplantó, sin riesgo alguno, al sitial ése, encumbrándolo como el que más y hoy exige desbancarlo de a poquito, sin animosidades, sin odios y rencores, menos caras largas, a pesar de su cara fastidiada ya de tanto soterrado desprecio, de su cara larga ya de tanta soga que lo apuntala e insiste por echarlo abajo, de su cara larga ya de agresiones físicas. -¡Bájese oiga! sin resentimientos, allí el héroe es implacable, generoso y atinado, por su patria todo, hasta el busto, el pedestal, los tornillos, el cemento, la plaza, los jardines, su corona de flores, sus...sus.
El héroe se encumbra por última vez, echa a volar la imaginación y se imagina más arriba de, incluso, las palomas que interfieren su vuelo. El héroe da cuenta, (¡Por fin!) Andamos con suerte. Le pasaron la factura (el pago de la patria él se dice), no hay boletaje ni vuelta atrás, exigen su cambio, desean convertirlo en monedas, en asencillarle su estirpe sin peso, y con billetes (con su cara) en mano, vender (al contado) la plazoleta que lo acoge, usar la caja chica que lo sostiene, que lo empina, como depositaria, escupidero o guater exprés para una nueva generación de tiernos y palurdos pichones al acecho, de allí el dicho, más vale pájaro a cuestas, que tierno se pose en tu hombro, a cientos cagándote por entero.