Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Carlos Yusti

Carlos Yusti

Acabo de adquirir una nueva edición del Ulises de James Joyce, tenía una (seguro está extraviada en mi biblioteca) que consta de dos tomos. Quien me acercó a esta novela fue el escritor Vladimir Nabokov. Lector puntilloso y al cual le gustaba hurgar en el cuatro de traste de los detalles de las novelas, “Al leer, debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos”. Disfrutaba la literatura escudriñando sobre la forma que tenía el insecto en el cual se transformó el personaje de Kafka, que noveletas románticas hacían soñar a Madame Bovary y cuestiones por el estilo.

Nabokov veía las grandes obras de la literatura como obras de arte de la cuales no se sacaba nada útil sobre la vida, pero se podría aprender sobre la belleza de las palabras en la creación de un mundo especial. Para el autor de “Lolita” los verdaderos escritores comenzaban desde cero, para ellos no existían valores predeterminado y ellos lo iban creando a medida que escribían, el mundo real existía sólo como plataforma para el mundo creativo de la ficción literaria y por esa razón escribe: “El arte de escribir es actividad fútil si no supone ante todo el arte de ver el mundo como el substrato potencial de la ficción”.

 

Los granos se unen a los granos, uno a uno, y un día, de pronto, forman un montón, un pequeño montón, el imposible montón”.

(Final de partida- Samuel Beckett )

 

A Samuel Beckett lo leía a través del prisma del teatro. De joven era asiduo a una escuela de teatro. Iba como es lógico por las actrices. Me apasionaba ese desdoblamiento que hacían en escena, como se convertían en otros mujeres, pero de algún modo eran las mismas. En silencio las veía cambiar de piel. Eran otras, pero siempre eran las mismas. Estas actrices amateurs me llevaron de la mano hacia Artaud y Beckett. En ambos el fracaso se tejió de manera diferente, pero de todos modos ambos quedaron atrapados: Artaud en la locura y Beckett en el silencio; ese silencio donde las palabras se desgatan, se empobrecen. No por casualidad está ese proverbio árabe "No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir sea más bello que el silencio”.

MARTA TRABA. ESE DURO OFICIO DE MIRAR

Desde Venezuela, Carlos Yusti

¿Qué reacciones nos asaltan al mirar un cuadro? ¿Cómo vemos la realidad que recrea una pintura? ¿Cuál es nuestra posición ante obras que parecen burlarse de nuestra inteligencia? ¿Cuál pintor que se inicia será una luminaria en la historia del arte y el mercado? De seguro un crítico de arte se hace estas mismas preguntas que cualquier observador común de obras artísticas. Sin duda el ojo especializado de un crítico, a diferencia de nuestra mirada inexperta, no tendrá piedad con la obra expuesta. Nadie quiere estar en la piel del crítico de arte, nadie quiere semejante oficio que busca ser una guía y al mismo tiempo desentrañar el peculiar vínculo entre el arte y la existencia.

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ENAMORADO DE LA MAGA

Desde Venezuela, Carlos Yusti

La novela "Rayuela" de Julio Cortázar, ha sido recuadrada con algunos clichés, simplificada con muchas frases hechas. Sin mencionar que es la presa predilecta del lirismo abobado y salivoso de los gacetilleros culturales en domingo. Así tenemos entonces Rayuela como: "ejemplo insuperable de una portentosa contranovela", "inigualable caja china, muñeca rusa de vanguardia literaria", "su sentido lúdico permite a cada lector leer la novela que más le interesa", "inigualable trampa para nostálgicos irremediables y sensibles inteligentes", etc.

Cada lector puede develar sus abismos, transitar su laberinto humanístico y poético. Cada cual quedará atrapado por los personajes que entran y salen en la novela de a retazos, especie de rompecabezas que se irán armando en la visión del lector, según su sensibilidad e intelecto. Muchos no han podido descubrir su hechizo, no han podido pasar de sus frases iniciales como quizá les habrá sucedido con el Ulises de Joyce o Paradiso de Lezama Lima.

Cortázar explicó bastante los mecanismos que impulsaron a gestar la novela, no para justificarla, sino porque muchos de sus lectores descubrieron nuevos hilos en esa telaraña existencial y metafórica que es Rayuela. No sin razón Cortázar aseguró: "Mucho de lo que he escrito se ordena bajo el signo de la excentricidad, puesto que en vivir y escribir nunca admití una clara diferencia".

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TRES BREVES TENTATIVAS NARRATIVAS

Desde Venezuela, Carlos Yusti

La muerte del autor

Me sucede que a veces me siento como un personaje de cuento. El autor trata de matarme. Inventa tramas absurdas. Hasta ahora he logrado salir ileso de sus atentados. Para tratar de salir de este círculo infernal me he propuesto encontrar al individuo que me escribe.

Desde hace años recorro sucias buhardillas y cuartuchos baratos tratando de encontrarlo. Mis pesquisas han dado resultado luego de un sin fin de peripecias, que sé perfectamente que él ha escrito.

La dirección que anoté en una libreta me conduce a un viejo hotel en los suburbios de la ciudad. Pregunto al encargado. Subo a la habitación 5 del tercer piso. Abro la puerta. Allí está. En mi bolsillo llevo un cuchillo.

Allí está. Escribe como un desesperado. Las hojas se acumulan por el cuarto. Antes de que coloque el dedo en la tecla del punto final lo acuchillo por la espalda. Luego descubro horrorizado que todo lo ha escrito, incluso su muerte.

El pintor y su modelo

El pintor, luego de darle las últimas pinceladas al cuadro, se recostó en el sofá del rincón de su buhardilla, ubicada en la azotea de un horrendo edificio de seis pisos. Enseguida se sumergió en un sueño profundo. 

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PROUST Y LA PARODIA LITERARIA

Desde Venezuela, Carlos Yusti

A Marcel Proust se le asocia por lo general con la actividad literaria llevada al límite. Enfermizo desde niño estuvo de vago y bohemio gran parte de su vida. En esta etapa se dedicó a mirar pasar la vida a su alrededor sin perder detalle. Un día decide llevar todas sus observaciones al papel. Desde ese instante se convierte en un escritor metódico y constante. Su actividad como literato, a primera vista, parece alejada de cualquier requiebro superfluo, de toda peripecia relajada. No obstante Proust recurrió a la parodia literaria para darle rienda a su ingenio y a un peculiar sentido de humor.

En el año 1908 un fraude con diamantes se convirtió en la comidilla predilecta de los parisinos. Las anécdotas y chistes proliferaban como moscas irredentas en salones y tertulias. El fraude involucraba como protagonistas a Sir Julius Werner, director general de la De Beer's, una sociedad financiera dedicada a la explotación de minas de diamantes, y al técnico electricista Lemoine. Según se cuenta Werner y el técnico coincidieron en Londres. Lemoine le aseguró a Sir Julios que había descubierto un método para fabricar diamantes y el cual apenas requería solo de un horno, un crisol, carbón y algo de capital. Lemoine le hizo una demostración al crédulo Werner. Este introdujo un carbón en un horno, le agregó una sustancia, movió un interruptor y al momento tenía un pequeño diamante genuino. A Werner le brillaron los ojos de codicia y de allí a entregarle dinero al técnico hubo un solo paso. Sir Julius fue entregando pequeñas sumas de dinero hasta completar la cifra de sesenta y cuatro mil libras esterlinas de la época.

Lemoine, para hacer creíble su timo, mostraba nuevos diamantes a su incauta víctima, pero se cuidaba de no revelar su técnica. Entonces, Sir Julius decidió apelar a los tribunales. Lemoine fue interpelado en presencia de abogados. Su abogado defensor fue nada menos que el mismo que asistió en su defensa a Richard Dreyfus. El asunto de los diamantes Lemoine encontró eco a nivel mundial.

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CIUDADANOS DE SEGUNDA

Desde Venezuela, Carlos Yusti

Con el poeta Francisco Arévalo en ocasiones me encuentro en algún café de estos parajes de hormigón. Charlamos de la emputecida política. Hablamos con la jerga por delante y dejando la metáfora luminosa para el poema, la novela y el ensayo tramado a solas en nuestras respectivas guaridas. O sea que nos dedicamos a la literatura en soledad de alquimista y por puro gusto, por amor al arte como dicen los cursis que han llegado tarde a la reseda de las palabras. No recibimos calderilla alguna por nuestros gusanos tipográficos. Así y todo tanto Arévalo como yo hemos publicado algunos libros. Los escritores, al igual que muchos hijos de vecina, la pasamos cruda en esta inoperancia gubernamental. "Los escritores en este país somos sólo ciudadanos de segunda". Sentencia Arévalo, sin amargura, al tercer té de manzanilla. El navajeo literario no produce el estipendio necesario. Mucho menos reconocimiento, ni nada. Los escritores aquí apenas terminan como nombre de una calle, una escuela, una plaza para mendigos y perros callejeros. Algunos van a parar al cuarto de los trastes del olvido y otros van al pensum de estudios como materia para torturar estudiantes.

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SANCHO GOBERNADOR

Desde Venezuela, Carlos Yusti

En la primera parte del libro "Don Quijote de la Mancha", de Miguel de Cervantes, el peculiar protagonista de la historia le ofrece a su vecino y futuro escudero una ínsula, como pago a sus desvelos ( y a las palizas que recibirá), donde podrá gobernar o como lo narra el mismo Cervantes: "En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien-si es que este titulo puede dar al que es pobre-, pero de muy poca sal en la mollera. En resolución tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó a salir con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula y le dejase a él de gobernador de ella".

Sancho Panza ejemplifica, rasgos más rasgos menos, a los gobernadores que hemos padecido(o padecemos en la actualidad). En primer lugar porque carecen por completo de sal en la mollera, es decir que no tienen mucho saber/sabor intelectual. En segundo lugar porque los mueve un interés personal convirtiendo su cuota de poder en una ínsula rodeada de aduladores por todas partes. Ese sentido clientelar de Sancho se mezcla a su sabiduría alapatallana y ramplona, que va resolviendo los vaivenes de la vida a fuerza de refranes al igual que nuestros politicastros de saldo y oportunidad, quienes convierten los problemas del país es un slogan, en una frase hecha. 

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TRUMAN CAPOTE, BUITRE CON ADEMANES DE PALOMA

Desde Venezuela, Carlos Yusti

"Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy Homosexual. Soy un genio." Así se expresaba Truman Capote en un texto de su libro, soberbio y exquisito, "Música para camaleones". Pero aparte de todo eso fue un periodista con implacable talento, un gran observador de la vida, un perverso escrutador de lo cotidiano o como él mismo lo expresaba haciendo referencia al oficio de escritor: "Hay que aprender tanto, y de tantas fuentes: no sólo de libros, sino de la música, de la pintura y hasta de la simple observación de todos los días."

Era sin lugar a dudas un buitre que hurgaba en la carroña existencial de la gente adinerada. Era un buitre, con ademanes de paloma, que fascinaba a enemigos y admiradores por igual. No obstante Capote era displicente y sólo le interesaba vivir y escribir.

Mi primer encuentro con Truman Capote escritor sucedió con la lectura de su novela "A sangre fría", que relata un asesinato múltiple en una apartada localidad de Kansas. A pesar de lo truculento del hecho real la novela se desarrolla con morosa maestría y Capote, luego de una tortuosa investigación, narra los pormenores de un crimen absurdo haciendo gala de un sentido periodístico inigualable. 

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VOLTAIRE SIN MATICES

Desde Venezuela, Carlos Yusti

En el Índice de Libros Prohibidos que poseo Voltaire, aparece con una veintena de títulos, incluyendo sus obras completas en varios tomos. En vida este sempiterno autor de la ilustración francesa, siempre resultó un escritor salido del propio averno y sus libros fueron prohibidos, censurados cuando no arrojados a la hoguera. A él como pensador tampoco le fue color de rosa y cuando no estaba preso, exiliado (o golpeado por sus opositores) andaba siempre huyendo, abjurando de sus libelos y panfletos. Amó a las mujeres y a la vida de una manera exagerada. Fue un hedonista, un intelectual que nunca guardó su lugar; un trampista, un trepador, un advenedizo genial que no tuvo medida ética a la hora de hacerse con un dinero mal habido. Al final del capítulo de su turbulenta existencia toda Francia se rindió a sus pies. Honores, medallas y reconocimientos para un amasijo de años que parecía ya no hacerle daño a nadie.

Hoy su filosofía resulta un puñal sin filo y sin punta, un cuchillo, que dijera Lichtenberg, al cual le falta el mango y la hoja. Sus cuentos tienen más de fábulas pequeñoburguesas, que de lección profunda. Cuentos como Cándido y El ingenuo se leen como curiosidad literaria y como inigualables ejemplos de lo que no debe ser un cuento. Su teatro es irrepresentable por barroco y ampuloso. Su “Diccionario filosófico” y “Las Cartas Filosóficas” perduran de una obra desproporcionada, como era casi todo en Voltaire, comformada por más 50 volúmenes.

Voltaire no fue la figura más importante en la foto de la ilustración francesa, pero fue el que más ruido hizo, el más egocéntrico y quien primero se hizo de una audiencia, de un publicó que lo leyó sin regatearle admiración y respeto. Siempre fue a su aire y todo lo relacionado con él tenía la marca inigualable del jolgorio, de la francachela. 

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POÉTICA DEL OUTSIDER

Desde Venezuela, Carlos Yusti

He conocido una buena cantidad de poetas. Muchos tienen un ego tan leudante que a la larga esto los convierte en alimañas insoportables. Algunos otros son sólo unos chapuceros en eso de las metáforas y a veces su vida es lo realmente poético. Otros, muy pocos, asumen la poesía desde el asombro aciago de la sensibilidad. Cuando conocí a Francisco Arévalo supe que estaba en presencia de un artesano de las palabras, frente a un alquimista del lenguaje que se aventuraba por encontrar la piedra filosofal de esa metáfora desollada a media calle, que buscaba otros derroteros para asumir ese inefable oficio de poeta.
Francisco Arévalo tiene tantos libros de poesía escritos como barras de bares recorridos. Nadie pone en duda su capacidad etílica y mucho menos sus dotes de áspero poeta urbano. Destaco esto porque el poeta es en muchos aspectos un sensible catador de la vida más allá de ese papel celofán de apariencias y realidad que la envuelve. Un poeta tiene puntos de contacto con el santo gracias a su verbo y otras veces conecta con su demonio cuando intenta vivir su existencia con desinhibida espiritualidad.

Uno que trata de leer, vivir y beber mucha literatura a veces corre el riesgo en convertirse en personaje de sus andanzas, de que nadie tome en serio eso de trabajar con las palabras desde la concienzuda paciencia del artesano. En Valencia nadie daba un centavo por mí, nadie creía que algún día llegaría a escribir un libro y para colmo publicarlo. Sin duda con Arévalo ha ocurrido otro tanto en estos parajes de hormigón de Ciudad Guayana que él pregona y canta en sus poemas.

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LA BIBLIOTECA COMO PARAISO

Desde Venezuela, Carlos Yusti

Con el fluir de los días los libros se adueñan de nuestros espacios íntimos. Con pasmosa morosidad suelen desalojarnos de nuestros territorios domésticos, dejándonos a la intemperie. Sin previo aviso se ramifican como una hidra en rincones, en improvisados anaqueles y en esos otros sitios menos hospitalarios para el papel v la tinta, como el baño o debajo del fregadero. Cuando uno se percata es demasiado tarde y no hay remedio posible. De esa forma un número significativo de ejemplares se convierten en huéspedes cercanos e inseparables y que aparecen de improviso en el tarro del café, en la lavadora, en la gaveta de las medias, en la nevera o en el sitio donde van los zapatos.

En mi casa de Valencia los libros se adueñaron de un cuarto completo. No hay cama ni otro adminículo para la existencia y la comodidad, apenas una mesa convertida también en soporte de libros. A pesar de que mi capacidad de lectura ha disminuido, los libros no cesan de llegar, no dejan de acompañarme en cualquier empresa de vida que inicie.

Una pregunta que siempre suelen hacerme estudiantes, profesores, amigos o sobrinos es: ¿Por qué sigo leyendo libros?. Mi respuesta es por lo general esquiva y se adecua según la circunstancia: "Sigo leyendo tratando de ser mejor persona", “para combatir todas las pasiones analfabetas (el machismo, la intolerancia, el racismo, la xenofobia y todos los fundamentalismos políticos o religiosos) que nos circundan", "para conocer personajes increíbles como Don Quijote, Sherlock Holmes o Aureliano Buendía".

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ESCRIBIR LA CIUDAD

Desde Venezuela, Carlos Yusti

Tiendo a sentir, imaginar y pensar las ciudades en función de los personajes pintorescos que patean sus calles; me parecen imprescindibles sus artistas que se desgastan en el bar o el café, principalmente escritores y pintores. Una ciudad carece de significación si determinado pintor, callejero o de museo, no ha inmortalizado alguna de sus calles en un cuadro, si un poeta no le ha dedicado un verso a la iglesia y al burdel. Las ciudades tienen gran significado para mí si son edificadas también a través de la palabra escrita.
Mi primer libro es una biografía rabiosa sobre José Rafael Pocaterra, escritor al cual de alguna manera considero apéndice imprescindible de la ciudad de Valencia por muchas razones, pero sobre todo por un extenso poema que el escritor le escribió y debido a que muchos sitos de Valencia, donde nací y transcurrió mi infancia, son los escenarios de algunos de sus cuentos grotescos. Cuando escribía sobre Pocaterra, también caligrafiaba mi amor/odio, en una extraña mezcla, por una ciudad conservadora y plana la cual sólo adquiere vida y contorno gracias a sus artistas, del resto sería una ciudad mezquina, obtusa, preocupada sólo por los apellidos y las apariencias.

Viena es una ciudad que vinculo de inmediato a Karl Kraus y Peter Altenberg. El primero fue un verdadero azote contra la impostura de los vieneses, una espina mortífera clavada en la garganta de los escritorzuelos vendidos al mejor postor y de los cagatintas, diseminados como moscas, en semanarios y periódicos. El segundo fue también escritor, pero sobre todo fue un personaje de la vida bohemia. Fue un ocioso toda su vida y su existencia trascurrió entres hoteles de mala muerte y cafés. Sus libros están compuestos de aforismos, apuntes, impresiones breves de una contemporaneidad sin igual. Aunque nunca he estado en Viena estos dos escritores me la han presentado en todo su esplendor y miseria. Kraus amó mucho a la ciudad donde ejerció una influencia subrayada, pero también escribió: "Viena, es el lugar donde se fragua la destrucción de la humanidad".

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ENTRE EL SILENCIO Y LAS SIRENAS

Desde Venezuela, Carlos Yusti

En una etapa de mi vida me refugié en el silencio. Estaba convencido que mi terreno no era la escritura. Todavía hoy no estoy convencido del todo. Pero en esa etapa juvenil de mi existencia estaba frustrado. El horizonte de la literatura para mí no era una línea, sino una gran mancha informe. Comprobé, en el abismo de mis dieciséis años, que escribiendo no obtendría jamás oficio ni beneficio. Además aquella frase de Quevedo me agujereaba de manera risueña el animo: “El que escribe para comer, ni come ni escribe”.

Por esos días ya había publicado varios artículos y uno que otro cuento en algún periódico. También participaba con otros come flores en un grupo literario y ya habíamos editado el primer número de nuestra revista. Un buen día, ante el acoso familiar y ante la burla descarnada de parientes o amigos, decidí guardar mi máquina portátil. Dejar de lado la vagancia y la bohemia literaria. Hice mutis. Busqué un trabajo infame y durante tres años me entregue al silencio de las sirenas, por aquello que escribió Kafka: “Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas. En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quién sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción. 

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El CASO RAYMOND ROUSSEL

Desde Venezuela, Carlos Yusti

En la historia de la literatura abundan los escritores que han cruzado ese inquietante umbral de los espejos, metáfora manoseada aparte, es necesario admitir que la vida de algunos autores deja ver las costuras de su melodrama, de sus manías y vigilias creando monstruos a cada paso; vida con ribetes tan inverosímiles que en la mayoría de los casos desdibuja, deshebra su obra. Otras veces es la obra de ciertos escritores la cual se convierte en una patológica excentricidad, en una obra literaria limite en la que los defectos se yuxtaponen con los chispazos de insuperable genialidad. También sucede con frecuencia que vida y obra parecen traspapelarse en los abismos del exceso hasta convertir al autor en un museo que exhibe la miseria humana es su más descarnada transparencia.

El caso de Raymond Roussel colinda con lo onírico debido a que tanto su vida como su obra parecen machihembrarse a ese mundo blando del sueño. Su obra posee cierto toque de vigilia delirante, en tanto que su vida tiene modulaciones estrambóticas, vaivenes que coquetean con la locura.

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