Clemente
Padín, Montevideo, Uruguay
La calle y los espacios urbanos
imponen un nuevo sistema de relaciones que la galería y los
museos hacen imposible: no sólo cambia el marco locativo
sino, también, el comportamiento de los espectadores y la
índole de las obras. La relación que propone la calle
impone una revisión de los esquemas y planteos estéticos
y sociales. El sólo hecho de salir a la calle es ya una crítica
y un cuestionamiento de la función del arte aunque, como
ocurre en muchas ocasiones, las propuestas suelen reproducir los
hábitos de consumo pasivo del arte galerístico. No
se trata, entonces, de "bajar a la calle" a colgar cuadros o a recitar
textos como en las galerías o tertulias, llevando el "arte
al pueblo" y dar fe del inconmovible compromiso social. Tampoco,
sin duda, "rebelarse contra el sistema" banalizando formas entrañables
de la iconografía urbana, sin cuestionarlas. De lo que se
trataría es de interferir esas expresiones, sobre todo sus
códigos, y ponerlas en situación de expresar los problemas
actuales. No a la manera del sistema cultural vigente que manipula
las expresiones simbólicas para perennizar sus estructuras
en la sociedad, congelando la comunicación en torno a significaciones
vacías: la cultura de "lo ya dado", del Museo, de la Biblioteca
Pública, de la Sala de Conciertos, de los Institutos de Enseñanza
Artística tanto públicos como privados, etc., ámbitos
que el sistema se adjudica para asegurar la hegemonía de
sus ideas; ámbitos, también, convertidos en templos
consagrados a la sacralización y veneración fetichista
de obras que representaron la conflictividad de sociedades del pasado,
tal vez eficaces y operantes en su momento, pero no en los actuales.
Hoy día, esas mismas obras,
con sus sentidos descontextualizados, son expuestos detrás
de vitrinas o en pedestales inalcanzables, como sino hubieran sido
el fruto del trabajo humano ni, tampoco, consecuencias de contradicciones
que conmovieron a aquellas agrupaciones. Aún suponiendo que
fueran neutras en sí mismas, como los lenguajes o la información,
en manos del sistema se convierten, junto a otras instituciones
más explícitas, en la cárcel sin rejas del
presente, en donde palabras, sonidos, signos y formas son constreñidos
a satisfacer las necesidades ideológicas del sistema para
construir un mundo ideal, inmutable, en el que nada suceda. Frente
a este panorama, reproducir los tópicos y los temas de los
pasados sesenta o setenta, puede ser tan funesto como desentenderse
de la segura distorsión que provocaría la simple transposición
de ámbitos: no sólo puede aislar del presente a sus
cultores sino que les puede hacer caer en la trampa de la ideología
cultural de izquierda. Expresiones del tipo "el artista está
al servicio de la comunidad" o "instaurar la cultura del hombre
nuevo" u otras de parecido tenor, si bien motivadoras en su contexto
histórico original, respondieron a una correlación
entre la funcionalidad ideológica y la representación
político - social de las fuerzas políticas de avanzada
en aquellos lejanos días. Recaer en esas actitudes puede
llevar al arte a cumplir un rol asistencial, acompasando directivas
partidarias que, a veces, pueden ser opuestas a los verdaderos intereses
populares al cual dicen representar. Por otra parte ¿quién
atribuye el don de determinar y expresar las necesidades de la gente?
Frente a estas actitudes existen
opciones no ovacionadas y que la crítica considera como sub-artísticas
o, simplemente, indignas de ser consideradas como "arte", opciones
que desmienten e interpelan la discursividad cultural entronizada.
Obras que, a veces, desmienten el aserto de que los artistas son
transmisores de la ideología del sector de la sociedad a
la cual pertenecen. Obras que pueden reafirmar a la ideología
como entidad organizadora del proceso comunicacional para el cual
la obra puede ser, o no, un objeto. Obras que enfatizan su índole
de productos de comunicación que permiten el "retorno", el
feed back, el diálogo social. Obras en donde pesa más
la funcionalidad y competencia para trasmitir mensajes que la mera
esteticidad. Obras que permiten el traslado de información
sin imposiciones ideológicas y sin el dictac de la crítica
vectorizada que señala qué es arte y qué no
lo es.
En vano se intenta que el arte fuera
un reflejo de la sociedad únicamente. La imposibilidad de
reducir lo artístico de lo social es evidente aunque también
es imposible operar en cada área de la sociedad por separado
sin involucrar a las demás. Por ello, incluso, se hace difícil
caracterizar cabalmente a la obra de arte en la calle, pudiendo
ser, fácilmente, confundida con manifestaciones políticas
o sociales. A veces son los propios actores sociales quienes modifican
sobre la marcha las reglas o el proyecto del artista aunque, también,
la propia índole de la actividad política o social
puede asumir rasgos artísticos al constatarse la existencia
de transferencias retóricas.
Modalidades del arte en la calle
De acuerdo a un temprano ensayo
de Néstor García Canclini (1973), las actividades
artísticas de esta modalidad pueden agruparse en cuatro áreas:
"1) las que procuran modificar la
difusión del arte trasladando obras de exhibición
habitual en museos, galerías y teatros a lugares abiertos,
o a lugares cerrados cuya función normal no está relacionada
con actividades artísticas; 2) las obras destinadas a la
transformación del entorno, la señalización
original del mismo o el diseño de nuevos ambientes; 3)la
promoción de acciones no matrizadas, o de situaciones que
- por su impacto o por las posibilidades de participación
espontánea que ofrecen al público - inauguran formas
de interacción entre autor y destinatario de la obra y/o
nuevas posibilidades perceptivas; 4) el último modelo comparte
con el anterior la producción de acciones dramáticas
y de sensibilización no pautadas, pero busca actuar sobre
la conciencia política de los participantes, y convertir
las obras en ensayos o detonantes de un hecho político."
En relación al primer punto
está claro que la simple transposición de las obras
de un contexto a otro, es decir, de la galería o tertulia
a la calle, no altera en nada su índole elitista y en todo
reafirma la relación de dominio del artista sobre el espectador,
es decir, la masificación del consumo sin poder justificar
el desplazamiento y acondicionamiento de las obras a lugares abiertos
porque los riesgos no condicen con el incremento de las operaciones
en el mercado del arte, ni siquiera con algún hipotético
aumento del saber social en torno a la pintura o al arte, puesto
que, hoy día, la asistencia a museos y galerías depende
de la promoción publicitaria.
En el segundo punto se agrupan aquellas
expresiones que intentan alterar lúdicamente los códigos
habituales del entorno físico y social de la ciudad. Así,
las obras que alteran el paisaje urbano poniendo el énfasis
en la expresión mediante las estructuras sígnicas
del medio; así, las realizaciones emparentadas con el arte
ecológico que tiene que ver con la recuperación de
ambientes deteriorados por la polución, haciendo hincapié
en la salud de los ciudadanos y en la preservación de la
naturaleza. En este punto son paradigmáticas las Campañas
de Pintura Mural y las Campañas de Sensibilización
Visual llevadas a cabo por los alumnos y docentes de la Escuela
Nacional de Bellas Artes del Uruguay, tanto en Montevideo como en
otras ciudades, desde la década de los 60s, no sólo
intentando una mayor difusión (incluyendo ventas populares
de los productos manufacturados por la Escuela) sino, también,
procurando hacer conocer a los grandes maestros del arte (pegando
reproducciones de Picasso, Greco, Van Gogh, Léger, etc.)
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Alumnos
de la Escuela Nacional de Bellas Artes, antes de la pegatina
en plena Campaña de Sensibilización, Montevideo.
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El mismo espíritu anima a
obras similares realizadas en aquel período. Así la
"pintada en verde" de elementos arquitectónicos y del paisaje
urbano en Córdoba, Argentina, en 1966,a cargo de Roberto
Jacoby y Eduardo Costa; así, las coloraciones de vías
de agua realizadas por Nicolás García Uriburu o las
obras conceptualistas de Carlos Ginsburg cuando escribe la palabra
"tierra" sobre tierra o cuando proyecta escribir "humo" con humo
en los cielos de Buenos Aires, hacia 1969.
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En
la Campaña de Sensibilización se pintaron 7.000 metros cuadrados
en el Barrio Sur de Montevideo.
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Más reciente es la obra del
Grupo Escombros de La Plata, Argentina, llamada Sutura, un corte en
la tierra de 30 mts. de largo "cosido", cual si fuera una larga herida,
con una gruesa soga, realizada en el proyecto Ciudad del Arte, en
la propia La Plata,1989.En "La Estética de lo Roto", elaborada
por sus integrantes Horacio D´Alessandro, Luis Pazos, Héctor
Puppo y Juan Carlos Romero, se lee:
"Una plaza, una fábrica abandonada,
una playa de estacionamiento, una esquina cualquiera, es nuestra
galería de arte. Ocupamos todo espacio que la desidia, el
capricho o el simple afán de destrucción, quitó
a la ciudad para entregarlo a la nada. La ciudad es nuestra galería
de arte."
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Sutura,
obra del Grupo Escombros, realizada en La Plata, Argentina.
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El cuestionamiento del arte
La constatación de formas
interactivas de producción y consumo, tal cual se señalan
en el punto 3 de la clasificación de García Canclini,
amerita precisar la función del arte en la sociedad.
El arte, ¿debe permitir la participación
del espectador? O bien, ¿debe continuar siendo el sujeto pasivo
destinado a la fruición estética únicamente?
En caso de aceptarse la participación, ¿cómo debe
orientarse? Aceptar esta modalidad del arte urbano, tal vez, implicaría
aceptar la socialización de los mecanismos de producción
y consumo de la obra, aunque, sin caer en dramatismos, puesto que
la socialización no asegura ni la funcionalidad ni el nivel
estético (exigible prioritariamente). Por una parte la obra
no cambiará porque la haya creado un artista o un equipo
multidisciplinario y, por la otra, el consumo pasivo y/o alienante
no cambiará por el número de participantes.
Estas formas irregulares ("no -
matrizadas" al decir de García Canclini) que provocan, a
veces, situaciones irremediables no previstas por el autor, alteran
las formas convencionales de relación, tanto de las gentes
con su entorno físico, la ciudad, como con sus semejantes.
Existe toda una gama de posibilidades de participación que
van desde la mayor permisividad como, p.e., en el happening, al
control absoluto de la obra, pasando por situaciones intermedias
en las cuales los espectadores se ocupan de ciertas áreas
de la creación, de acuerdo al proyecto del artista.
Precisamente, una de las formas
que más se avienen a ser realizadas en la calle son los happenings,
en los cuales los límites entre la realidad y la ficción
no existen y la categorización acción/representación
desaparece en aras de la desarticulación de los referentes.
Todo es imprevisto y predomina la libre asociación, tanto
física como psíquica. La indeterminación del
discurso existe en tanto se genera y se consume. Ese consumo inmediato
y conspicuo y la dificultad por establecer sentidos provocó
su agotamiento en tanto forma expresiva.
En la Argentina, un precursor de
estas formas fue Alberto Greco quien, a comienzos de la década
de los 60s. ya realizaba señalamientos artísticos
en plena calle (p.e., encerraba a los transeúntes dentro
de círculos y les declaraba "esculturas vivientes"). Así,
desaparecían las diferencias entre las artes, operada por
el espíritu iconoclasta de Greco y, también, por el
marco de referencias que imponía la calle, en tanto soporte.
Luego, el happening se desarrollaría y desaparecería
rápidamente dejando, como hitos históricos de su existencia
entre nosotros, El Batacazo y La Menesunda, realizados por la artista
argentina Marta Minujin.
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Marta
Minujin,en pleno happening, en Buenos Aires, Argentina.
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Similares a éstos son las
obras en la calle del venezolano Diego Barboza aunque pone un mayor
énfasis en lo popular y lo folklórico. Barboza se
suma a la tradición simbólica de su pueblo dándole,
apenas, un carácter más sistemático a las formas
de expresión popular en sus obras. Así, en Cachicamo
(expresión popular para llamar al armadillo o tatú,
animalillo campestre), la gente se refugia y juega bajo una larguísima
tela que oficia de caparazón de cachicamo.
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El
Cachicamo, obra de Diego Barboza, en Caracas, Venezuela.
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Para Edgardo Antonio Vigo, el arte
debe exigir la participación creativa de los espectadores,
proponiendo, incluso, cambiar el nombre a los otrora consumidores
pasivos de arte por el de "creador" para destacar su integración
tanto como autor como consumidor (Vigo,1971). Su propuesta es sustituir
las imágenes "alienantes" por el "señalamiento" visual
que permitiría al "consumidor creativo" decidir su experiencia
artística de acuerdo a "claves mínimas" que el "proyectista
- programador" sugiera. Su primer señalamiento data de 1968
y se realizó en La Plata, Argentina, junto a un semáforo
en un cruce de avenidas: Manojo de Semáforos e intenta la
recuperación de significaciones perdidas por el uso y la
habituación social
Como se ve, el estrecho margen que
separaría a la obra de arte del evento político o
el acontecimiento social obstaculiza la comprensión del proceso.
De hecho, para los que piensan que las estructuras que compactan
a cualquier agrupamiento, son indisolubles e interinfluyentes, esta
discusión no se plantea, puesto que el arte en tanto expresión
simbólica de la sociedad no puede dejar de remitir a su realidad,
tanto social como económica, tanto política como institucional,
etc.
Uno de los criterios, válido,
para precisar una actividad de otra, sería observar en dónde
recae la determinación del lenguaje artístico empleado,
es decir, cuál es la función del lenguaje que predomina
sobre los demás. Si predomina la función poética
(al decir de Jakobson) o la función retórica (como
prefiere el Grupo M de Lieja) es arte. En caso contrario, aunque
se constaten metonimias y/o metáforas, los textos pudieran
corresponder a actividades políticas y/o sociales. A veces,
la discusión se plantea cuando los manipuladores de opinión
pretenden valerse ideológicamente de estas formas de conciencia
social privilegiando contenidos tendenciosos, diluidos en formas
de expresión conocidas y aceptadas por el establisment.
El arte como denuncia y sensibilización
Por una parte, el arte, haciendo
que la injerencia y participación del espectador sea crucial
en la expresión artística final, generando hábitos
de acción social sostenidos. Por la otra, a nivel de contenido,
proyectando y realizando obras tendientes a crear conciencia sobre
temas puntuales. También, se supone, el artista concurre,
en estos ámbitos, con su arte, a luchar por los postulados
político - sociales que, en su concepto, mejor expresen sus
aspiraciones, sean progresistas o no según el punto de vista
o tendencia bajo los cuales se juzguen. Por la otra vía,
se piensa, el artista debe participar desde su obra, implícitamente,
en aquellos proyectos. Para aquéllos, el arte es un instrumento
más (un arma más) para el logro de sus propósitos
políticos (sean revolucionarios o no, según el punto
de vista). Para éstos, la obra integraría en sí
esos mismos propósitos, aunque privilegiando la expresión
artística.
Quedaría por precisar quién
establecería el correcto punto de vista frente al cual se
articulará el arte. Ciertamente no faltarán entidades
o individuos que quieran establecer esas directivas y que puedan
ser expresión genuina y valedera de esas urgencias sociales
pero, ¿quién asegurará su adecuación con la
realidad? Estas discusiones no han impedido al artista expresar
y denunciar la realidad aterradora en la que viven. Y, ciertamente,
lo han realizado no sólo usando lenguajes perimidos y formas
abrumadas por la tradición y el pasado, sino, además,
inaugurando nuevas formas de expresión artísticas
acordes con nuestra época, aunando tanto la participación
creadora de los espectadores como la generación de formas
de conciencia social en torno a los temas denunciados. También,
en muchas de esas obras, se dio, casi naturalmente, la unidad entre
las formas de expresión empleadas y el contenido final, sin
el habitual aire de artificiosidad o hibridez que este tipo de propuestas
suelen tener por inadecuación entre forma y contenido. Así,
p.e., algunas de las obras realizadas en la exposición al
aire libre organizada por el Centro de Arte y Comunicación
de Buenos Aires, en la Plaza Roberto Arlt, en 1972,en pleno auge
del conceptualismo rioplatense. Por ese camino, la obra de Luis
Pazos, Leonettti y Lafarriére, La Realidad Subterránea,
aprovechando unos pozos ya existentes en la Plaza, denuncia el asesinato
de presos políticos acaecido, poco tiempo antes, en la cárcel
de Trelew. También, la obra de Horacio Zabala quien enlutó
la Plaza con una cinta negra, convocando la memoria de los caídos
en la lucha con la dictadura.
Otra forma que demostró su
eficacia en la denuncia y la sensibilización popular en torno
a la defensa de los derechos humanos conculcados, fue la performance.
Surgida desde el momento en que se privilegió el "instante
creativo" por encima del producto final, la performance hace del
artista el verdadero instrumento del arte. Si en el happening los
sentidos se disparan en todas direcciones, en la performance el
significado suele precisarse indubitablemente. Lo que realmente
varía no es el inabarcable o estricto programa de ambas formas
sino la respuesta del espectador: lo que, por un lado, es terapia
y anarquía, por el otro, es rotundez estética y representacional.
La participación cobra, por esta excepcionalidad, mayor dimensión
y profundidad, siendo, por lo tanto, un instrumento idóneo
para la trasmisión de información, siempre que opte
por la comunicación, pues la performance, como cualquier
otro medio de expresión, puede ser absolutamente indeterminada
y confusa, jugada a sí misma.
Así, Por la Vida y por la
Paz de Clemente Padín, realizada en innúmeras ocasiones
entre 1987 y 1988 en las calles de Montevideo se sumó a los
varios eventos de todo tipo que se organizaron para lograr las firmas
necesarias para convocar un plebiscito popular que derogara la Ley
de Caducidad para los delitos de lesa humanidad cometidos por militares
y civiles de la pasada dictadura que asoló al Uruguay. En
la performance se presenta el tema de los desaparecidos políticos
y se apela al compromiso de los espectadores obligados a aceptar
o no, simbólicamente, la realidad de la brutal y feroz represión,
a través de un trozo de papel que representaba a aquéllos.
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Por
la Vida y por la Paz, performance realizada en las calles
de Montevideo,1987-1988.
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Otra performance paradigmática
fue la realizada por el artista venezolano Juan Loyola, en las rampas
de entrada del edificio de la 18a. Bienal de San Pablo, Brasil,
en 1985,llamada Fondo Monetario Internacional, Andá a la
Puta Madre que te Parió. Allí, "un mar de tinta roja"
inundó las vías de entrada a la Bienal en el día
de su apertura y Loyola y sus ayudantes y, también, algunos
ocasionales visitantes a la Bienal, cayeron, rodaron, se pusieron
de pié y volvieron a caer. etc., en una clara referencia
a los "baños de sangre" que se venían llevando a cabo
en Venezuela y otros países con motivo de las represiones
populares y las durísimas restricciones al consumo que provocaba
el compulsivo pago de la deuda externa y sus intereses.
Arte revolucionario y búsqueda
formal
Se puede hablar de arte revolucionario
bajo dos puntos de vista. Por un lado, los cambios radicales que
una obra puede proponer a partir de su inmanencia, es decir, en
cualquiera de sus instancias : creación, difusión,
consumo, soporte, códigos empleados, etc. Como es sabido,
los contenidos tienen un carácter histórico y "están"
en el seno de la vida social. Lo que concreta el cambio o la evolución
reside en la forma de expresión de aquellos contenidos, sobre
todo cuando se adecuan. Por otra parte se habla de arte revolucionario
cuando éste se pone al servicio de la "revolución".
Al llegar a este punto se trataría de precisar qué
es lo revolucionario y bajo que punto de vista se encara (social,
artística, etc.). Como, sin duda, esta connotación
dependerá de quien se exprese o imponga la "tendencia", la
discusión correrá los avatares propios de la lucha
ideológica. Tal vez examinando la estructura de la obra de
arte bajo un punto de vista material (funcional) sea posible alguna
conclusión. Por este sendero se cita a Alvaro de Sá
(1977) :
"Producción y comunicación
pasaron a integrarse dialécticamente y, esta última,
también actividad productiva, se incorporó íntimamente
a la vida de las sociedades, tornándose en uno de sus principales
aspectos. En cuanto actividad de relación, la comunicación
refleja el carácter de las relaciones de producción,
los antagonismos sociales resultantes y las contradicciones que
estas relaciones de producción presentan con las fuerzas
productivas. Es, entonces, en este nivel, y sólo en él,
que la comunicación asume el carácter de ideología".
Es decir, en tanto producto de comunicación,
eficaz para la transmisión de sus contenidos (no importa
cuáles), la obra de arte debe valerse de los medios más
competentes para su función relevante: la comunicación
de información, nueva o ya establecida en los repertorios
del saber social. En tanto "auxilio" de aquella producción,
no puede dejar de expresar todo aquello que rodea la operación
creadora: los medios, la situación del artista, las formas
de difusión, la sociedad en la que se crea, sus relaciones
con las demás áreas de la sociedad, incluyendo el
poder, etc.
Así, ninguna obra puede dejar
de expresar su época y el lugar en donde fue realizada aunque
su contenido parezca desmentirlo. También puede establecerse
el doble discurso cuando la forma y el contenido se contradicen,
llegando, incluso a la situación en que ocurran paradojas
del tipo de contenidos explícitamente revolucionarios expresados
en formas perimidas, lo que, formalmente, los desmienten o viceversa.
Otro criterio para determinar el
carácter revolucionario de una obra de arte es el expuesto
por Walter Benjamin (1973), para quien el arte de avanzada o revolucionario
es aquel que impulsa a las fuerzas productivas. Sobre todo, a los
modos y formas de producción más eficaces en relación
a las del pasado. No acompasar ni menos oponerse, sino ayudar a
desarrollar, en todas las formas posibles, tanto los instrumentos
de producción como las formas sociales que permitan un mejor
aprovechamiento de las capacidades humanas. Y esto significa, bajo
el punto de vista del artista, impulsar los nuevos medios de comunicación
a través de su ejercicio y experimentación creativa
no sólo de los nuevos materiales o soportes sino, también,
de las nuevas formas de interrelación humana. No se apologiza
la actitud supuestamente objetiva o prescindente del arte o del
artista frente a la realidad social. Como ya se observó tal
objetividad es imposible, aunque el ancho abanico de posibilidades
intermedias entre ambos polos amerita todo tipo de actitudes.
Por este camino se examinarán
tres experiencias que, de acuerdo a la clasificación de García
Canclini "(...) busca(n) actuar sobre la conciencia política
de los participantes, y convertir las obras en ensayos o detonantes
de un hecho político."
La acción estético
- política realizada en 1968 por un grupo de artistas argentinos,
conocida como Tucumán Arde, quienes, tratando de encontrar
los caminos hacia un arte volcado a la consecusión de mejoras
para los sectores más desposeídos de la sociedad argentina,
en tanto iban conformando la fuerza social para el cambio de estructuras,
se abocaron a desmitificar la acción del gobierno militar.
Eligen, para tal propósito, la situación totalmente
angustiosa de los trabajadores agrícolas de la norteña
Provincia de Tucumán, explotados por las refinerías
de azúcar que, en connivencia con el gobierno, habían
lanzado la "Operación Tucumán" con el inconfesado
propósito de liquidar los sindicatos tucumanos que impedían
una explotación mayor.
Frente a este panorama, el grupo
urde su táctica artística, creando un circuito informacional.
Primero llamó a una conferencia de prensa en donde informó
falsamente acerca de las actividades del grupo al mismo tiempo que
artistas y técnicos viajaron a Tucumán para recoger
en directo testimonios de la miserable vida que padecía el
pueblo de aquella región. La parasitación de los medios
de comunicación masiva terminó con una segunda conferencia
de prensa en donde el grupo puso en claro sus propósitos:
la denuncia pública y masiva de un sistema de producción
obsoleto basado en la explotación y el hambre de los trabajadores
agrícolas tucumanos.
Aprovechando el aire inocente de
una "1er. Bienal de Arte de Vanguardia" (nunca realizada), pegatinearon,
en las calles y lugares públicos, obleas con la palabra Tucumán,
a la cual, más tarde, agregaron la palabra Arde e inauguraron,
en Rosario, Santa Fe y en Buenos Aires, una exposición con
todo el material recogido en aquella Provincia: filmes, fotos, documentos,
grabaciones, estadísticas, propaganda gráfica de los
sindicatos azucareros, audiovisuales, etc. Al día siguiente
hubieron de levantar la exposición apercibidos por el poder
militar. Entre muchos otros artistas participaron Juan Pablo Renzi,
Graciela Carnevale, León Ferrari, Roberto Jacoby, Rubén
Naranjo, Jaime Rippa, etc. La acción se completó con
la compilación, análisis y publicación de los
documentos y la fundamentación teórica de la propuesta
artística, de la cual se extracta:
"Nosotros queremos restituir las
palabras, las acciones dramáticas, las imágenes en
donde puedan cumplir un rol revolucionario, donde sean útiles,
donde se puedan convertir en armas para la lucha. Arte es todo lo
que moviliza y agita. Arte es lo que niega este modo de vida y dice:
hagamos algo para cambiarle."
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Exposición
Tucumán Arde, prontamente clausurada por los militares golpistas
en Buenos Aires, Argentina.
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La siguiente experiencia tiene que
ver con la solidaridad internacional en relación a los trágicos
sucesos ocurridos en el contexto de una movilización popular
por la vigencia de los derechos humanos en la Plaza Tienanmen, en
China. El 14 de Julio de 1989, en Buenos Aires, decenas de ciclistas
se desplazaron por diversos barrios y enclaves céntricos
de la ciudad con detenciones en lugares de gran concentración
pública en donde realizaron actuaciones de diverso tipo:
pantomimas, danzas, esculturas vivientes, etc., para atraer la atención
de la gente e informar sobre la represión que sufrieron los
estudiantes chinos. La obra, cuyo instrumento expresivo fue la bicicleta,
medio de transporte usual en China, fue catalogada de "Ready - Made
Social" por sus autores, Fernando Bedoya y Emei, junto a la asistencia
del grupo Capataco y otras instituciones. También fue definida
como "(...) la apropiación de la calle como soporte del arte
y el juego como elemento de transformación de dogmas." (1989)
La obra denominada Bicicletas a
la China se propuso, explícitamente, superar desde el discurso
cultural el divorcio con lo político. Las escenas plásticas,
llamadas "esculturas heroicas", que se realizaron con las bicicletas
fueron el modo operativo para connotar lo "chino" y la protesta
de los jóvenes estudiantes, en un esfuerzo por superar la
mera representatividad que suele ocultar los hechos y la realidad
(porque los sustituye) bajo un manto de signos banalizados e inoperantes,
tratando de establecer las bases de un lenguaje de la acción.
Por último se detalla la
acción colectiva realizada por el Grupo de Artistas Plásticos
Uruguayos en relación a la Guerra del Golfo Pérsico
dirimida entre los Estados Unidos de Norteamérica, con el
aval de las Naciones Unidas, e Irak. La acción se realizó
el 15 de febrero de 1991 frente al Ministerio de Relaciones Exteriores
del gobierno uruguayo y consistió en una "acostada " en la
céntrica Avenida 18 de Julio de Montevideo, con detención
del tránsito y una "tapada con diarios", en tanto se oían
sirenas y se desplegaba un cartel en donde se leía: Gente
en Obra: Artistas por la Paz.
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Obra
colectiva realizada en oposición a la guerra del Golfo, Montevideo,
Uruguay.
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La demostración tuvo varias
facetas: se realizó para denunciar la violencia que se ejerce
para resolver los problemas políticos y sociales, tanto internos
como externos y, además, de cara a la frivolidad y falta
de sensibilidad de los medios de comunicación masivos, para
los cuales no existieron bajas ni muertos y todo el exhaustivo despliegue
de la maquinaria de guerra de última generación reducido
a las apariencias de un juego electrónico. Y, también,
frente a la onnubilización y negación de la realidad
de los gobiernos, para los cuales no existió una situación
beligerante, es decir, no hubo guerra aunque murieran cientos de
miles de personas, entre civiles y soldados, casi todos de nacionalidad
iraquí. Los artistas no sólo hicieron "reales "a las
infaustas víctimas sino, también, denunciaron su inocencia
y la inutilidad de esas muertes "sin nombres", ocurridas en beneficio
de unas pocas transnacionales del petróleo y del prestigio
de algún político asociado a ellas.
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Otro
aspecto de la acción Gente en Obra: Artistas por la Paz.
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El arte y la calle
La calle, por sus características
y por su índole de centro de la vida social, se desentiende
de lo que es arte y de que no lo es, al contrario de las galerías
y museos que imponen su lógica de consumo, es decir, todo
lo que se expone en ellos es arte o asume ese carácter (si
no lo es).En cambio la calle enfatiza la relación comunicacional,
permitiendo que el arte despliegue toda su funcionalidad, su razón
de producto de comunicación y no de mera mercancía
sujeta a la leyes del mercado y del lucro comercial.
También, la calle al desgajar
al arte del conjunto de los mecanismos o aparatos de contralor del
Estado aplicados a cohonestar o legitimar su existencia, le devuelve,
a aquél, la función que tuvo desde el momento en que
el hombre tuvo acceso a sus facultades simbólicas y a la
comunicación. La calle, además, al desarticular las
oposiciones del tipo bueno/malo, lindo/feo, objetivo/subjetivo,
etc., hace posible la libre opción del espectador al permitirle
elegir el sentido o los significados que la obra le presenta, de
acuerdo a su repertorio de conocimientos y experiencias personales,
sin autoritarismos, ni imposiciones ideológicas.
Sin embargo, las situaciones no
son tan ideales como las descriptas ni tan reales y determinadas
que basten algunos algoritmos de acción artística
para, finalmente, lograr la pretendida unidad arte/sociedad. Tan
sólo se puede afirmar, provisoriamente, que la calle y los
espacios urbanos, favorecen esa esquiva relación, porque,
al no desgajar ni aislar al arte de sus productores/consumidores
(es decir, la sociedad en su totalidad), mantienen incólume
la trama de sus relaciones interpersonales.
Tal vez, pareciera un mecanicismo
torpe afirmar que la galería o el museo, al romper aquella
relación, fruto de la funcionalidad del arte, descalifiquen
absolutamente a la obra. En verdad, no impiden el proceso comunicacional,
sólo trasladan la determinación y la desvían
hacia su función auxiliar, intrínseca, de trasmisora
involuntaria de ideología, para neutralizarla y ponerla a
su servicio. Los sectores sociales preponderantes en la sociedad,
dueños de las galerías y administradoras de los museos,
se adueñan de toda la producción simbólica
de la sociedad (aún aquella que los cuestionan) y la descontextualizan
en esos ámbitos exclusivos. Allí, las obras no sólo
significan lo que en ellas quiso expresar o sugerir el artista sino,
también, connotan el poder de sus actuales custodios.
Allí nace la descalificación
o el silenciamiento de todo el arte que se realice en la calle (salvo
aquel que reitere los vicios del consumo galerístico). Allí
el arte no afianza ni legitima el poder vigente ni cohonesta ninguna
acción político - social que se emprenda en nombre
de aquella pertenencia, fruto del omnívoro poder económico.
La calle va más lejos. No
sólo cuestiona el arte sino que, también, discute
la cultura y los fundamentos, al parecer inconmovibles, que la sustentan.
Claro está que entendiendo "calle" como derivación
metonímica de "vida social". Es en ella, realmente, en donde
los cuestionamientos artísticos pueden superar sus límites
simbólicos y acceder a los cambios radicales no sólo
a nivel de la representación sino a nivel de la realidad
misma.
Bibliografía
consultada
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como objeto, revista Manuscritos, nro.4, Buenos Aires,1989.
Benjamin, Walter - Discursos interrumpidos
I, Taurus, Madrid, 1973.
Centro de Arte y Comunicación
- Arte de Sistemas II, CAYC, Buenos Aires,1972.
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- Declaración, revista "OVUM 10",nro.9, Montevideo,1971.
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de lo Roto, Escombros, La Plata, Argentina, 1989.
Escuela Nacional de Bellas Artes
- Una experiencia Educacional 1960-1970, ENBA, Montevideo, 1970.
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- El Conceptualismo o el Sentido
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Proceso a la Poesía para y/o a Realizar, Diagonal Cero, La
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Yuliani, Jorge - Artistas Manifestaron
por la Paz, diario "La República", Feb.16,1990, Montevideo.
(Esta nota
es ampliación de la ponencia del mismo nombre presentada
y publicada en el Primer Encuentro Bienal Alternativo de Arte Tomarte,
organizado por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad
de Rosario, Santa Fe, Argentina, del 29 de Abril al 1ro. de Mayo
de 1990.)
01- Indice
02- Tucumán
Arde
03- El
Conceptualismo o el Sentido Ideológico de la Vanguardia Latinoamericana
04- El
Arte Correo en Latinoamérica
05- El
Network y el Rol del Artista
06- Multimedia
y Poesía Experimental en América Latina
07- El
Arte en la Calle
08- Las
Opciones del Artista Latinoamericano
09- Las
Huelgas de Arte