Desde Chile, Marcela Viviana Díaz Sanhueza
Era el paraíso. Ocho mil 500 personas vieron los largometrajes, documentales y cortometrajes chilenos que se exhibieron en el CineHoyts La Reina y los cine-arte Alameda y Lo Castillo sólo en un día.
Y es que el Día Nacional del Cine, este año realizado los días 5 y 6 de julio fue distinto. Las promesas de fomentar la cultura del nuevo gobierno de Ricardo Lagos hicieron que cineastas, actores y audiovisualistas, agrupados en la Plataforma Audiovisual, trataran de llamar más que nunca la atención de su público y del parlamento en cuanto a lo difícil que es hacer cine en Chile y a la necesaria tramitación de una ley que ayude a su producción.
Y en términos generales, la movilización fue un éxito. Los medios cubrieron ampliamente tanto la marcha por la calle principal de Santiago y las alternativas que ofrecieron los actos del cinco de julio, como las decenas de películas nacionales que fueron exhibidas el día seis a precio rebajado en Santiago y en otras ciudades, y la respuesta de la gente fue excelente.
Para explicar un poco el revuelo, basta con decir que Chile es uno de los pocos países en los que se hace cine sin apoyo directo del estado, por lo que los cineastas, si quieren utilizar un formato adecuado para una exhibición masiva y hacer una buena producción, deben apelar a concursos y a dinero de su propio bolsillo, más los escasos privados que se arriesgan a financiar en parte una inversión, a sus ojos, tan incierta.
Todo esto porque la actividad cinematográfica en Chile fue una de las más afectadas luego del golpe de estado de 1973. Los cineastas, casi en su totalidad de izquierda terminaron en el exilio o desaparecidos - como el caso del camarógrafo de La Batalla de Chile Jorge Müller, que fue detenido y desaparecido junto a su novia Carmen Bueno en 1975, y en cuyo homenaje se instauró este año un premio con su nombre. Las instituciones de educación y producción cinematográfica fueron clausuradas al ser consideradas por la dictadura focos de expresión peligrosos, y llegado el año 1975, fue derogada la ley 16.617, que otorgaba a los realizadores el beneficio de obtener el 20% de lo recaudado por la venta de entradas por concepto de impuestos, y subvencionaba el celuloide y otros materiales fílmicos.
La derogación de la ley dejó al cine a su suerte, o mejor dicho, a la suerte del mercado. De ahí en adelante el cine que se vio en Chile durante la dictadura fue el de Hollywood, y los pocos realizadores nacionales que se quedaron en el país se vieron obligados a utilizar el formato vídeo como forma de expresión y denuncia de la represión del gobierno del general Augusto Pinochet.
Con la llegada de la democracia sin embargo, este panorama no ha cambiado demasiado hasta ahora. Institutos y universidades volvieron a funcionar y los cineastas regresaron paulatinamente al país. Pero el cine en Chile no tiene el apoyo que tuvo en otros tiempos, y que por lo demás cada país debiera. Fondart y Corfo ayudan en algo, pero no es suficiente teniendo en cuenta la cantidad de realizadores que sueñan con filmar sus proyectos y que cada vez son más los alumnos que egresan cada año de carreras como Comunicación Audiovisual y Cine.
Por eso la implantación de este día. Por eso este año vimos de nuevo a los cineastas y amigos del cine marchando por las calles de Santiago con celuloides gigantes hechos de cartón y pancartas para que el Proyecto de Ley de Fomento a la Producción Audiovisual que plantean sea aprobado por el parlamento, donde lleva ya tiempo en tramitación.
El Presidente esta vez prometió gestiones para la pronta tramitación de la ley y para terminar con el actual sistema de Calificación Cinematográfica en el acto de clausura realizado en el fastuoso cine Hoyts de La Reina, donde se pudieron ver películas estrenadas desde 1990 en adelante, como Johny Cien Pesos, La Frontera, La Luna en el Espejo, y las más recientes como El Desquite, El Gringuito, El Chacotero Sentimental, Coronación y hasta documentales como Fernando Ha Vuelto, La Venda, y Aquí se Construye (o ya no existe el lugar donde nací).
Las caras sonrientes de los actores y audiovisualistas presentes en el acto hacen prever el término de un guión que lleva años escribiéndose y que todavía no puede llegar a su estreno, pero que todos esperamos que tenga un final feliz.