Jorge Z. Humaña, desde Toronto, Canadá.
¿Cuál sería la auténtica forma de expresión teatral?
Es una pregunta que se viene haciendo la gente de teatro por siempre. Durante
mucho tiempo la representación teatral tuvo normas rígidas, por las cuales se
regía casi todo quien hacia teatro, algunas de esas formas aún mantienen esas
estructuras rígidas. Sin embargo, sectores no tradicionales se van separando
de esas formas estructurales y crean nuevas formas de expresión, que, a mi
juicio, enriquecen esta expresión artística, pero claro, no faltan los
detractores.
Muchos de los ortodoxos de esta expresión artística solamente respetan las
formas tradicionales y aborrecen las expresiones que se rebelan. Una de esas
formas, es lo que yo llamo Teatro Espectáculo, que se separa bastante del
teatro tradicional.
Quizás si una de las más características de esas manifestaciones lo sea el
teatro de Andrew Lloyd Webber. Este se caracteriza fundamentalmente por su
presentación operática y un gran despliegue de efectos especiales en la escena,
tales como un helicóptero en Miss Saigón o la lámpara gigante que se destruye
en cada función, del Fantasma de la Opera, el neumático que vuela en Cats y el
gran despliegue de efectos especiales en "Los Miserables" y así tantos efectos
espectaculares que jamás se habían visto en el teatro y que eran muy propios
del cine.
Sin embargo y a pesar de todo el mérito que Lloyd Webber tiene en la creación
del teatro espectáculo, su obra más destacada, El Fantasma de la Opera, no
habría existido a no ser por una presentación previa de esta puesta en escena
de Ken Hill, quien la presentó en 1976, diez años antes de la obra de Webber.
La de Hill fue una adaptación en la cual incorporó arias de operas que se
habían presentado en la Opera House de París, durante el tiempo en que se
sitúa la obra original. Para adecuarla a la obra, Hill crea nuevas líricas
que cuentan la historia del Fantasma. Este musical reabre en 1984, con Peter
Straker en el papel del Fantasma.
Andrew Lloyd Webber asistió a la obra mientras Sarah Brightman hacía el Papel
de Christine. Allí Webber concibe la idea de producir la obra en gran
escala. Cuando Webber lee la obra original él piensa tomar una referencia
distinta y es así que escribe su nueva versión, basada en la obra original.
En 1987, antes de la puesta en escena de la obra de Webber en los Estados
Unidos, la obra de Hill hace una gira por los Estados Unidos y posteriormente
hace una exitosa gira por el Reino Unido.
La influencia de esa obra no le resta importancia ala obra de Webber.
Donde reside la importancia del Fantasma de la Opera de Webber es en la
introducción de efectos especiales además de un montaje operático en la cual
Webber mantiene la idea original de incluir Arias de operas, el escribe la
música y las letras para constituirse en una obra original de él, con
reminiscencias de la obra original del escritor francés Monsieur Gaston
Leroux.
Un ortodoxo sufriría intensamente ante una presentación del Fantasma, sin
embargo nadie puede negar la excelencia de su calidad artística visual y
musicalmente, aun cuando dramaticalmente no sea una excelencia. El propósito
de Webber, es entregar fantasía y entretenimiento a un público moderno y ya
acostumbrado a este tipo de espectáculos gracias a cine de Spielberg, de Lukas
o las presentaciones del Papa.
Lo que uno encuentra en la presentación de El Fantasma es una excelente
combinación de las principales características de las obras del autor de
Jesucristo Super Estrella: alto profesionalismo en el uso de la música y
escenografía y una relativamente pobre presentación teatral que se sacrifica
en función de la grandeza visual. Durante las diversas presentaciones, a lo
largo del mundo con distintos directores y en diferentes teatros, la obra
original de Webber se ha mantenido como una victoria del espectáculo sobre el
arte.
Para mayor deleite, la obra nos lleva fantásticamente al techo de la Opera de
París, con una elegante visión nocturna y visitamos los subterráneos del
Teatro, en los cuales el Fantasma pasea en góndola veneciana, con un lago
iluminado por docenas de candelabros y en medio de una neblina londinense muy
propia de una pieza maestra de una visión Hollywoodense del infierno.
La obra no está exenta de escenas de horror elegantemente escenografiadas
para una audiencia selecta y de buen gusto.
En el segundo acto la heroína visita la tumba de su padre por no otra razón
que interpretar una hermosa balada, más parecida a una postal musical que a
una obra musical.
Además de la espectacularidad escénica y los atrevidos cambios de escenarios,
el punto culminante de la obra lo presenta la aparición del Fantasma, en que
se luce con esplendor la Masquerada, el Hall del Teatro de Opera de París, que
abre el acto segundo de la obra. La magistral aparición del personaje
anticipada por la publicidad de la obra es lo que produce la mayor emoción.
Cubierto por su máscara, interpreta magistralmente su difundida aria "The
music of the Night", dirigida a conquistar a la amada que ha entrenado para
ser la mejor artista de la Opera.
Por el momento y quizás por mucho tiempo, Andrew Lloyd Webber es un genuino
fenómeno, no sólo una invención de la prensa o de la comercialización del
espectáculo, no es casual que el Fantasma lleve casi 12 años de presentación
ininterrumpida en varios lugares del mundo al mismo tiempo, desde Toronto a
Hong Kong, todos los públicos incluidos más de muchos ortodoxos y algunos
argentinos, celebran sus magníficas obras, que incluyen entre muchas ya
conocidas a Evita.
Todavía no sabemos que depara al Teatro Espectáculo este próximo siglo. Pero
mientras tanto mi recomendación es que las obras de Andrew Lloyd Webber son
dignas de su alto costo y bien vale la pena viajar a Nueva York para ver un
espectáculo que difícilmente podrá verse en nuestros países, por las
limitaciones de locales adecuados para su presentación.