Al despertar, por un momento
hincado bebía del manantial
de mi cosmogenia amada,
justo en medio de sus piernas,
por sus manos acariciado;
fue entonces que caí en cuenta
que era mi deseo de re-nacer
lo cual me invitaba a seguir bebiendo,
en todo el ámbito metagaláctico
de mi imaginación.
Luego, lancé lejos lejos
la corona de relámpagos oríficos
al ver como la cosmogonía destilaba
su amor por el infinito!,
que iba abriendo sus ojos palpitantes,
pues la amada lloraba de placer
y de cada lágrima de su eternidad
se formaban estrellas plateadas!
Porque han de llegar eternos
a sembrar las cósmicas vaginas
de la melancolía, astrífera.
Para bañar los sueños de los
humanos, allá abajo de este espacio...
Pues la propia imaginación colectiva
del Universo ha de romper todas las fronteras
de la cosmohomogénesis,
y saldrán llorando de alegría
los Hijos de los hijos de los hijos.
Será esparcido el polvo interestelar
y nadie será nadie jamás,
pues ya no estaremos desintegrados,
todos seremos Uno Solo
en la Comuna Espacial!
Era por fin el soñar sin soñar;
despertaba de alegría,
todo se había hecho de Nuevo,
para Vivir, ¡vivir!, ¡vivir!...
Al mirar en el espejo cósmico
se vería una imagen eterna
aunque se deje de mirar.
(AL DESPERTAR ASTRONÓMICO)
El silencio... y de pronto la trapa!,
y nuevamente el silencio de la nada;
para que como en un descanso
volvamos a despertar del sueño
de no haber sido, y seamos nuevamente
sollozando, tiritando por la hermandad.
Todos los seres de todos los mundos y aun
los que no lo son todavía,
todos sollozando en el nacimiento
de la cosmogenia:
el recuerdo del infinóvulo fecundado en un
estrellamiento por uno de los perdidos
viajeros espermatocosmos,
y la certeza de ser y estar aquí y ahora
por siempre, hacia atrás eternamente
y hacia la inconmensurabilidad del futuro
del futuro, siempre...
Había que expandirse en el espacio del espacio,
dejar lugar a las nuevas materias
y la energía tenía que decimos su atómico discurso,
entre campanas azules rociadas de emoción natural,
en la parte del centro de las no partes
de los universos burbujeantes,
sentenciadores del caos y las tinieblas de mi ser,
que se resiste a la nada, mas
disolviéndose de
miedo en un rincón
de una metagalaxia, asido de los senos
de la misma de siempre, la primera madre de
las madres de la naturaleza,
que se mira absorta en el mar número cero
de la cosmológica pre mirada.
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La cosmogonía es una burbuja
que juega por mi cuerpo:
me abraza en arrebato y acaricia
mis hombros y mi espalda, y
dormita en mi pecho.
Luego, mirando sus ojos plenos
(que tiritan)
le beso los senos y
dejo olvidado un buz liviano
en su pubis eterno,
que suspira el amor nuestro
del sexo.
¡Ah inflado ego de la pasión primigenia!
¡Ah!, alivio de los que de perdidos
se encuentran.
Recuerdo el mañana;
los astros muertos en el viaje
no saben nada del ayer, mas sin embargo
viajan dejando huellas de su triste luz.
Cuando yo no era yo
que fue antes del antes del primer del primer antes
viajé de universo a universo, de un
abrazo a otro
y un nadar sobre el nadar de en medio
del océano estelar:
mi cuerpo no cuerpo dejaba sus estilaciones
en las playas de mi ser
y ya seco mi respiro sembraba
de infancias con un esparcimiento de polvo vocal.
Pero cuando mi corazón había salido de mi corazón
y latido tras latido se había olvidado de reír
las galaxias se chocaron, se entrelazaron y
orgasmiaron las leches y todas las humedades
del primer encuentro
a lo lejos, lejos, lejos, que dejo.
Pero vuelvo a amar, como un niño desnudo
frente a la cosmografía,
azul de sueños y blanco de esperanza.
Entonces he limpiado mi consciencia y vuelto a nacer
y al abrir los ojos esta vez no lloré.
No parpadeaba, abstraído como la orfandad
de la matriz rosa,
y con los lauros celestiales de la
cosmovisión universal -dulce vicio
de querer hacerlo todo, Todo de Nuevo-.
Porque vendrán a beber los quásares
montados en los equs de la noche flotante
sorbiéndolo como si fuera este mundo galáctico un
desconocido que se presenta,
(celofán alegremente triste).
