LA MARCHA SOCIAL EN "MOVIMIENTO SUSPENDIDO", DE ISABEL SANTIBÁÑEZ (2013)
Isabel Santibáñez, "Movimiento Suspendido", MAC, 2013.
Fotografía de Nebs Pereira.
La marcha social en “Movimiento suspendido”, de Isabel Santibáñez (2013)
por Carolina Benavente Morales
www.therealcarolin.cl
En “Movimiento suspendido”, exhibición abierta hasta el domingo 24 de noviembre de 2013 en el Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal, Isabel Santibáñez nos entrega el resultado provisorio de una interesante investigación. La artista busca, en efecto, que el espectador participe de una obra que él mismo protagoniza, ya que en ella se tratan y retratan diferentes marchas sociales que han tenido lugar en Santiago en el último tiempo. Debido a la importancia que han adquirido, el arte chileno las está convirtiendo en una de sus instancias privilegiadas de elaboración, llegando incluso a titularse En marcha una reciente compilación de textos teóricos realizada por Carol Illanes (Santiago: Adrede, 2013). Dentro del corpus de obras relativas a este tópico, sin embargo, la propuesta de Isabel Santibáñez se destaca por articular un conjunto ampliado de problemáticas relevantes a la producción artística contemporánea; conjunto dentro del cual sobresale una complejización de la relación con el espectador que vuelve esta obra muy atractiva para el público asistente a la exhibición.
Es posible hablar, a lo menos, de dos grandes entradas al fenómeno de las marchas en la reciente producción artística chilena. Una de ellas, de carácter resueltamente contingente y activista, se suma a las marchas mediante diferentes obras con carácter de intervención objetual o performativa. En este vasto e inestable conjunto, es posible reagrupar todos los letreros, las consignas, las botargas, los cuerpos pintados, objetos alegóricos, comparsas, flashmobs, maratones, etc. que, desprendiéndose del mismo movimiento social, son de factura más bien anónima, colectiva y popular. Ello pese a que algunas de estas producciones sean el fruto de actores insertos en el campo artístico docto, especialmente por medio de las escuelas de artes visuales universitarias. Es el caso, por ejemplo, de la silla escolar gigante hecha en Santiago o del gran lienzo de “Valís one dollar” realizado en Valdivia el año 2011, entre muchos otros.
Lienzo realizado en Valdivia en el contexto de las movilizaciones estudiantiles del 2011.
Fotografía de Carolina Benavente.
La otra gran entrada artística a las marchas se lleva a cabo desde el mismo arte contemporáneo entendido en un sentido más restringido. Podemos incluir aquí obras como las de Hugo Cárdenas en pintura, Francisca Montes en fotografía o la misma Isabel Santibáñez en instalación. Las tres pueden calificarse de "contemporáneas" porque complejizan lo que de otro modo sería un mero registro visual representativo. En el primer caso, porque el tratamiento expresionista e ingenuo de las marchas se realiza como gesto rebelde de asimilación a la tradición del realismo pictórico, con un afán des-elitizador agudizado además por el uso de un lente fotoperiodístico propio del pop. Es así como figuran en la pintura de Cárdenas detalles como Camila Vallejo con el puño en alto, la acción de los carros lanza-agua o la misma multitud enaborlando lienzos. En el segundo caso, porque el registro cenital de la marcha desde un avión en vuelo conlleva el redimensionamiento panorámico y narrativo de una mirada usualmente horizontal y focalizada. Gracias al recurso tecnológico, podemos apreciar en la obra de Montes tanto la hormigueante compulsión geourbana del deseo social como su estallido y su dispersión producto de la activación del aparato represor del Estado.
Dentro de este conjunto, sin embargo, la propuesta de Isabel Santibáñez se hace cargo de problemáticas del arte contemporáneo que no relevan sólo de lo visual, por lo cual adquiere una especial densidad. La obra, en efecto, es una instalación de una gran pintura mural que contrapone dos tipos de marchas sociales. El mural está realizado en escala 1:1 sobre dos hileras de unas cien láminas de acrílico dispuestas oblicuamente y espaciadas entre sí. Un primer tipo de marcha apreciable es el de las personas que caminan en forma cotidiana por el Centro de la ciudad de Santiago; la otra, la que congrega políticamente a los ciudadanos en la reivindicación de sus demandas. Bolsas de supermercado y maletines de trabajo, en un caso; pancartas y disfraces, en el otro; evidencian la diferencia. Las imágenes urbanas capturadas primero por el ojo cronista de la artista y luego por su cámara fotográfica fueron recortadas, retocadas y re-ensambladas digitalmente en Photoshop. De esta manera, se condensaron fenómenos reales, pero filtrados por un imaginario social traducido en ficción pictórica.
Obras de Hugo Cárdenas (izquierda) y Francisca Montes (derecha).
Lo anterior tiene su propia relevancia visual y simbólica. En efecto, por una parte y al igual que en el caso de Cárdenas, se establece en la obra de Santibáñez la filiación con una tradición artística de raigambre social, que, aquí, es la del muralismo. Por otra parte, al igual que en la fotografía de Montes, se recurre a la tecnología para desplegar una visión panorámica del tópico icónico de la marcha, aún cuando esto se lleve a cabo por medio de la selección y el montaje de contenidos capturados horizontalmente y de perfil. Cabría, entonces, realizar una lectura de los personajes retratados, sus poses, gestos, actitudes, vestimentas, adornos y objetos en términos de su representatividad social. Sin duda, un motivo de asombro para quienes visitan esta obra se relaciona con la posibilidad de reconocerse potencialmente en cada uno de ellos, ya que se trata de gente común. La focalización en personajes recortados del invisible telón de fondo urbano, su dimensión proporcional al tamaño real de las personas y el tratamiento pictórico colorido y realista facilita este proceso. Así, se suscita una identificación que se complejiza al irse reconociendo los dos roles sociales representados y contrapuestos en esta escena, la que coincide con un período de "suspensión" del movimiento social que conoció su clímax el año 2011: el rol económico del consumidor y el rol político del activista.
Sin embargo, esta propuesta de Santibáñez se enriquece gracias a dos ingredientes que no relevan estrictamente de la visualidad. El primero de ellos es proxémico, justificando el desplazamiento desde el mural clásico hacia la instalación pictórica mediante la utilización de láminas acrílicas de unos 15 cm de ancho, oblicuamente dispuestas y espaciadas entre sí. Cabe hacer notar que la instalación es, sin duda, el procedimiento más recurrido por el arte contemporáneo reciente, al permitir la disposición en un espacio físico de elementos objetuales para la confección de una obra que, de esta manera, gana mucho en posibilidades estéticas. Usualmente, sin embargo, esta objetualidad es trabajada más bien en términos de su importancia simbólico-representativa, un poco a la manera de la escultura tradicional. De hecho, en la obra de Santibáñez la elección del acrílico como superficie a trabajar presenta ventajas en cuanto a dirigir la atención óptica hacia los marchantes, puesto que, gracias a la transparencia del material, ellos sobresalen en su movimiento suspendido sobre la pared blanca de la sala de exhibición, generándose además un atractivo juego de luces, sombras y colores que resalta el valor de la escena social representada. El efecto de joya iridiscente del conjunto alcanzaba su máximo esplendor en una etapa previa de la propuesta, exhibida en formato reducido en el Centro Cultural Estación Mapocho en noviembre pasado, pero en la actual muestra del MAC Forestal se reitera esta experiencia de un goce visual.
Isabel Santibáñez, "Proyecto Circular", Estación Mapocho, 2012.
Fotografía de Carolina Benavente.
No obstante, según decía, en ambos casos la propuesta de Santibáñez está atravesada por una preocupación adicional. Esta preocupación comunica con el arte minimal tal como lo conceptualizó Michael Fried por primera vez, al denunciar la salida de la visualidad hacia un plano dramático-teatral. En efecto, a diferencia de lo sería un mural tradicional o su trasposición escultórica, la composición fragmentaria de la pintura a la manera de una persiana americana horizontal conlleva la necesidad, para que el espectador recomponga visualmente la escena, de desplazarse por la sala de exhibición. Lo crucial es que este desplazamiento físico-corporal introduce al espectador a replicar, al interior del Museo, la experiencia de las marchas que se está representando. De esta manera, “Movimiento Suspendido” se constituye en una indirecta, estética invitación a que el espectador se sume activamente al fenómeno social de las marchas, asimilando y cuestionando su contradictoria participación en él. El efecto es altamente lúdico, pero también poético, crítico y político.
Existe además un segundo ingrediente no estrictamente visual que es necesario destacar, ya que involucra al espectador de otra sutil manera. Este ingrediente podríamos llamarlo ético, por cuanto incorpora al arte contemporáneo los códigos artísticos hegemónicos. Es relativamente conocida la crítica conservadora, por no decir reaccionaria, de la mexicana Avelina Lésper al arte contemporáneo, acusándolo de llevar a cabo operaciones banales despojadas de toda “belleza”. La posibilidad de que en los países latinoamericanos se aprecie socialmente la producción artística de avanzada es un objetivo que excede sin duda el campo artístico mismo, involucrando factores educativos y culturales en general. Pero la virtud de la obra de Isabel Santibáñez es que negocia una contemporaneidad artística continental que se construye sobre la base del más convencional y difundido gusto artístico por una pintura representativa. Este ejercicio de enlace y reconversión de la pintura hacia una instalación fragmentaria, proxémica, lúdica y relacional resulta estética y políticamente pertinente, en cuanto despierta el entusiasmo del público que asiste a conocer la obra sin hacer un sacrificio de su complejidad estética. Por sobre una valoración en sí de la pintura, emerge entonces la pintura como interfaz reconocible de relacionamiento socioestético, a lo que se une la valoración convencional de la técnica y el esfuerzo del artista. De hecho, realizar esta obra requirió meses de trabajo dentro del año sabático que se tomó su autora.
Isabel Santibáñez, "Movimiento Suspendido", MAC Parque Forestal, 2012.
Fotografía de Nebs Pereira.
Este dato no es menor teniendo en cuenta que el soporte acrílico trabajado hace de “Movimiento Suspendido”, si no una obra efímera, sí una producción de corta vida útil, ya que al cabo de algunos años la pintura comenzará a escurrir por la lisa superficie de plástico de las láminas. De esta manera, una de las obras tal vez más significativas de la actual producción artística chilena no es transable en el mercado del arte o, al menos, no lo es en los términos habituales de la compraventa de una obra. Isabel Santibáñez tenía originalmente contemplado regalar “Movimiento Suspendido” a una institución y, en caso que alguna entidad se muestre interesada en adquirirla, deberá incluir en su costo el valor de su depreciación temporal. En un sentido social, este costo es el que involucra cualquier opción política asumida por una producción artística que se resiste a convertirse en un objeto netamente comercial, privilegiando la experiencia performativa de un arte que acciona, activa y agita la realidad desde coordenadas ciudadanas inclusivas y democráticas.
Santiago de Chile, 18/10/2013
Agradesco a la persona que
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