Por: María Soledad Mansilla Clavel.
Pablo Ruiz Picasso es considerado el artista más completo del siglo XX. Desarrolló a temprana edad un dominio excepcional del dibujo y la pintura, y es lógico pensar que el lápiz fuera un pasatiempo normal de su niñez siendo su padre profesor de esta especialidad y porque su obra, en cualquiera de sus etapas, demuestra una increíble soltura en su uso. Aquellas de la infancia y de una temprana juventud son poco conocidas y se asocia al artista únicamente con el cubismo, desconociendo esta veta riquísima que se evidencia en telas como "Ciencia y caridad", de 1897, cuando el artista contaba con apenas dieciséis años y ya intentaba una obra de alto vuelo, profesional, que obtiene Mención de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Lo cierto es que de tiempo en tiempo, Picasso regresó a la expresión figurativa y académica, con lo que podemos asumir que lejos de despreciar u olvidar esta vertiente con el suceso que desde un principio ocasionó el cubismo, consideró al dibujo y a la pintura de este género, como parte integral de su preparación y trabajo artísticos.
Nacido en Málaga en 1881, inicia sus estudios de Arte en la Coruña, pero su espíritu inquieto lo lleva a acercarse a la bohemia barcelonesa donde frecuenta a los artistas de su tiempo en la cervecería "4 Gats" y se entera del proyecto artístico francés. Allí es donde funciona su primer taller, desde 1896, en la calle De la Plata, N°4.
No es de extrañar entonces que en 1901 hiciera un primer viaje a París, una primera exposición en dicha capital al año entrante y dos años más tarde se instalará en el barrio de Montmartre, tiempo en que su obra se distingue como los "períodos azul y rosa", que no son otra cosa que la misma pintura de buen trazo gráfico y clásica que le era propia, con un fondo monocromo en los colores mencionados. Una marcada estilización, una cromática con acento en los tonos fríos, además de un cierto patetismo en el sentido de que la elección de sus temas encuentra preferencia en los seres más desolados, son las características de sus figuras por estos años, indicios que nos llevan a pensar en una segura influencia del Greco.
Antes de entrar en una investigación plástica que lo llevaría por los insospechados caminos del cubismo, experimentó con casi todas las tendencias nuevas y modernistas de la época. Fueron la retrospectiva de la obra de Cézanne, - ante la que Picasso expresa: "Si la hubiera conocido antes, me hubiese ahorrado 20 años de trabajo" - y las figuras y máscaras africanas del Museo del Trocadero, de donde aprendió la representación de lo esencial de la forma y rostro humanos, los que llevarían a Pablo Picasso a cambiar radicalmente su pintura y que queda de manifiesto en su obra de 1907 titulada "Les demoiselles de Avignon". De las cinco mujeres presentes, dos portan máscaras primitivas, mientras las otras tres (lado izquierdo) han sido llevadas a una esquematización geometrizante con predominio de las formas triangulares. El fondo y la naturaleza muerta del primer plano, han sufrido igual transformación.
Este traducir de las formas a las básicas geométricas fue un cubismo inicial "poliédrico". Fue practicado hasta 1909 y en su evolución dio origen al cubismo analítico y posteriormente al sintético. Cuando el cuadro llega a ser un conjunto de líneas que citan la figura en planos que han perdido toda intención cromática y las pinceladas adquieren un valor constructivo, hablamos de cubismo analítico. Las formas eran realmente sometidas a un análisis, coherente con el discurso cubista al que Picasso y Braque dificultosamente daban vida y que se concreta en pleno cuando pintan juntos en Horta del Ebro en el verano de 1909. Esto indica, por otra parte que ambos artistas tenían conciencia cierta de que creaban algo nuevo.
Los papeles pegados aparecen en 1912, en una obra de Braque. El mismo año Picasso incluye trozos de objetos pegados en la obra, dando origen al collage y transformando la pintura en un objeto específico y autónomo.
El cubismo analítico había prácticamente pisado los terrenos de la abstracción. Se había perdido el objeto y también el cromatismo. El collage es como un grito de liberación que trae de vuelta el color. Siempre en planos, pero representando ahora lo esencial de las formas desde todos los ángulos necesarios para que nos entreguen una idea completa del objeto, es como nace el cubismo que llamamos "Sintético", de los cuales "Arlequín" o "Los tres Músicos" son un buen ejemplo. Se da prácticamente hasta el primer cuarto del siglo. La representación más característica y ejemplarizante de esta época es la de la cara, a la que ya no basta con trazar de frente, sino que al mismo tiempo, muestra el perfil.
Se había creado así, una nueva forma de ver y de dibujar, una nueva perspectiva, la cubista, que quedaría integrada para siempre en la obra de Picasso y de los demás artistas del siglo. Quizás sea este el hallazgo cubista de mayor relevancia.
Paralelo a las investigaciones de los cubistas, otro artista, de origen ruso y viviendo en Alemania, sintetizaba cada vez más las formas, especialmente del paisaje, dando otro salto gigante en la pintura de este siglo. Es Wassily Kandinsky, que saca a la luz la primera acuarela abstracta, en 1910. El valor de la abstracción total, de una pintura que no tenía relación con la realidad y cuyo mérito estaría en los valores cromáticos y composicionales, rozó tangencialmente a Picasso y pasó de largo.
Tras la Primera Guerra, y durante la segunda, el artista toca de nuevo el realismo, incluye elementos fantásticos en su obra que lo ligan con el surrealismo y se acerca al expresionismo en una mezcla con cubismo, con objeto de reflejar el horror que le producen las escenas del bombardeo alemán al pequeño pueblo de Guernica, espanto que queda grabado a fuego en la obra del mismo nombre y que se convertiría en su obra cumbre. De ahí en adelante la libertad en la pintura será total, y con ella se adelantará nuevamente a los tiempos hasta el punto que por muchos no es comprendida hasta el día de hoy.
La fama no cambió su espectacular capacidad creativa y de trabajo, que mantuvo hasta su muerte en 1973. La misma energía dedicó al grabado, con evoluciones paralelas a las de la pintura. Entre su innumerable legado artístico, se cuenta con más de 1000 planchas de grabados, que abarcan una variada temática, desde la serie de los saltimbanquis de 1904-1905, bodegones, bacanales, escenas mitológicas y de corridas, la tauromaquia, representaciones eróticas, retratos, el taller del pintor, series para ilustrar diversos libros, etc. Durante su existencia practicó el grabado en madera, en metal, al buril o a la punta seca, litografía, linograbado y monotipo.
Hace algunos años tuvimos en Chile una parte de su obra grabada, la Suite Volard, una colección de 100 estampas que hizo el artista entre los años 1930-1937, y que toman el nombre de su propietario. La conforman varios temas clasificados en cuatro grupos: El Taller del Escultor, El Minotauro, Rembrandt, y La Batalla del amor. En esta última entran temas diversos y cinco estampas llamadas "El Viol", que pertenecen al recinto del erotismo del artista. La serie "Rembrandt" se basa en la obra tenebrista del pintor español del mismo nombre "El taller del escultor", uno de los temas preferidos de Picasso, es la historia de la doble aventura que en esos momentos vive el artista; tiene una nueva modelo, a la que ama, cuya belleza lo inspirará a hacer escultura. En la obra grabada aparecerán las grandes cabezas esculpidas del año 1931, aclarándonos el diálogo paralelo existente en su creación entre la pintura, la escultura y el grabado. En la Serie del "Minotauro", se aprecia un ser mitológico monstruoso, un hombre con cabeza de toro, que representa la brutalidad y también al propio autor. Es un símbolo de la parte animal del hombre, pero que también es susceptible de fragilidad, hasta el punto que es mortal y que debe, ciego, dejarse guiar por una niña, que a su vez, personifica a la inocencia.
Hoy, en el Museo de Bellas Artes de Santiago, Chile, se presentan 138 trabajos de Pablo Picasso, propiedad de uno de sus nietos, que corresponden a diversas épocas de las mencionadas, aunadas por la temática: los toros. A un dibujo a la tinta china de la adolescencia, se suman uno del período azul, a lápiz y otros tres de los años veinte. En resumen, hay una cincuentena de obras referentes a las corridas y alrededor de veinte centradas en El Minotauro, entre pinturas al óleo, gráfica, gouache, grabados (puntas secas, aguafuertes, aguatintas litografías, linografías), afiches, esculturas en bronce y cerámicas.
Entre las esculturas, se encuentra la muy conocida "Cabeza de toro" que Picasso construyó con piezas de desecho, - como le era habitual - de una bicicleta y que manifiesta clara influencia dadaista. Entre los grabados, destacan los once estados que se inician con el toro apegado a la realidad y van avanzando en la síntesis hasta prácticamente la abstracción y los 26 de la tauromaquia de 1956. De las pinturas, en menor cantidad, un pequeño formato tiene la fuerza de su autor, titulada "Corrida", del año 1958. La muestra, que itinerará en el verano a Viña del Mar, es un privilegio cultural.