Desde México,
Jorge Solís Arenazas.
De los medios físicos
de la poesía.
«Quiero mudar de estilo
y de razones»
Lope de Vega
Desde sus disertaciones
de juventud, Marx sostuvo que la formación de los cinco
sentidos era la obra de toda la historia universal anterior.
Esto implica que el hombre se lanza al mundo de forma proyectiva.
Aún más: ese mismo mundo es creado por el hombre. Esto
cobra bríos nuevos con Heidegger, mas lo fundamental se mantiene:
el hombre es fundamentalmente práctico. Su practicidad es intersubjetiva
por definición y no se limita a una simple operación
sobre la realidad natural dada, sino es también creativa.
Ya en el año de 1844 Marx defendió que el hombre
también crea acoplado a las leyes de la belleza o bien que
el hombre asume la realidad también de forma artística.
Esta producción bajo las leyes de una búsqueda por la
belleza o este enfrentamiento artístico con la realidad (que
es creación y recreación) es siempre la creación
misma de estos sentidos humanos. De una forma particular, la
poesía implica un nuevo modo de hablar, y de oír en
consecuencia. En el arte, pues, los sentidos humanos se encuentran
en plena formación y en ininterrumpida transformación.
El caso es que la
praxis artística mantiene en sí una proporción
objetiva múltiple. Una de las diversas formas de esto es su
relación inmediata e indisoluble con el cuerpo y con los sentidos
humanos. Un hombre se enfrenta a una obra siempre a partir de la vista,
del oído, del tacto, etcétera. Luego entonces, son lo
sentidos una condición sine qua none para la posibilidad
del arte. Por esto mismo, y como lo había previsto Hegel,
el arte debe resolver el problema intrínseco de la necesidad;
en este tenor, los problemas físicos son un paso menesteroso
para dar cuenta en torno a tal interrogante.
Si se conviene en
el carácter real de las anteriores aseveraciones debe asumirse
que el arte no sólo se dirige a los sentidos humanos sino es
creado a partir de los sentidos mismos (sin ser reductible a uno de
éstos, y ni siquiera al conjunto de los mismos). La plástica
es flecha ante el ojo y así, ante la visión humana.
La música es, análogamente, un pie sobre la senda del
escuchar mismo. En la poesía, y en la literatura en general,
se concatenan el oído y la vista. Por añadidura, una
esfera artística concreta no se limita en su dirección
a un solo sentido. Ciertamente no se conoce una composición
de Velázquez a partir del gusto, de la misma forma que no se
conoce por medio del tacto a Palestrina. No obstante, el hombre no
es divisible tajantemente. Se abre ontológicamente a la obra
en su totalidad con la totalidad misma de sus sentidos. Para acudir
a las herramientas proporcionadas por Heidegger: el hombre siempre
se encuentra en un mundo en donde sus sentidos son insoslayables.
Si bien es cierto que no se aproxima a las Meninas mediante
el gusto o si no aprehende el Canticum Canticorum por el tacto,
también lo es que mientras ve dicha pintura o escucha la citada
composición musical, perviven en él el gusto, el tacto,
la totalidad de sus sentidos. Y, en cierta medida, la capacidad evocativa
y emocional de estas piezas logran finalmente integrar otros sentidos
colaterales que los básicos para que un circuito significante
y comunicativo se dé.
Esquemáticamente
puede decirse que la universalidad del arte se empieza a conseguir
justamente desde ese vínculo con lo más particular del
hombre: sus sentidos; vínculo que, por lo demás, no
es unívocamente vehicular. Empero, es certero algo: el arte
ha evadido en gran medida este problema o sencillamente lo ha tocado
de forma exigua y poco eficaz.
Hoy día, conforme
a la marcha de los vericuetos del mundo contemporáneo, el problema
de la relación establecida entre los sentidos y el arte no
se derruye, antes bien se incrementa la necesidad de su planteamiento
y de sus propuestas de resolución. Pero este ahínco
no se da tanto en la forma de un acento colocado en la atención
al viejo problema cuanto por un viraje en la forma de plantearlo.
En efecto, la creación misma de los sentidos humanos a partir
del arte hoy puede atajarse desde la discusión por el problema
objetivo de los medios físicos constitutivos de una composición
artística cualquiera.
El soporte físico
de una pieza o composición artística fue tomado durante
un tiempo aproximadamente milenario como un asunto meramente técnico
y, en cierto sentido, exterior a los parámetros estéticos
del ejercicio creativo. Desde hace mucho tiempo el escepticismo prevalece
ante esta posición reducida de la correlación entre
la totalidad de elementos de una obra. Pero es desde hace más
de medio siglo que algunas prácticas artísticas definidas
han enterrado, según parece de forma definitiva, este prejuicio.
Y aunque prevalezca, se hace minuto a minuto más endeble por
cuanto carece de sustento. La obra de Duchamp con el rady-made
es fehaciente en cuanto a la problematicidad del material que
conforma cierta creación. De manera un poco más cercana,
la poesía concreta o el network principalmente han establecido
otro status a la crítica dirigida hacia la unilateral
negación del medio físico como problema esencialmente
estético y artístico. Otro ejemplo, contundente a todas
luces, lo constituye el movimiento mexicano de la Pintura Mural Moderna,
emanado de la revolución y en forma tajantemente oficial en
el año de 1921. De este último, Siqueiros deviene como
diáfano punto en donde todas estas preocupaciones cobran forma
y se organizan en una investigación mayor, cuyos resultados
prácticos artísticos son vitales no sólo para
la pintura mural sino para la plástica en general. Su uso sobre
la piroxilina, por ejemplo, no fue herencia que aprovecharon con exclusividad
los muralistas de generaciones ulteriores a él, sino incluso
un personaje tan disímbolo con respecto a Siqueiros como su
propio alumno Jackson Pollock, en su ejercicio del action painting.
Algo similar ocurre con sus apuntes sobre la perspectiva, etcétera.
Siqueiros, hablando
estrictamente de la pintura, señaló que los problemas
presentados en la era moderna sólo podían ser afrontados
con recursos objetivamente acordes al mismo tiempo. Así, él
innovó la forma de la elaboración del mural a partir
de herramientas que incluso habían sido utilizados en un marco
rigurosamente industrial. Esta es la línea central que recorre
todas sus nociones teóricas, con sus aplicaciones posteriores,
de la pintura dialéctico subversiva.
Con el salto de ruptura
e integración ejercido por el mural moderno no quedan neutralizadas
las anteriores vías de creación ni sus correspondientes
medios físicos. Se ha insistido que Magritte no sustituye a
Leonardo así como Godár no desplaza a Telemann. Esto
es comprensible en cuanto los medios y las formas concretas de creación
de cada uno de estos hombres no yace en una arquitectónica
lineal, sino en el modelo de la diferencia. No hay, en este
sentido, propiamente progreso, o por lo menos no en los términos
positivos que, con límites férreos, puede advertirse
en la marcha del conocimiento científico. En éste último,
una teoría sí puede anular a otras y aunque éstas
pueden surgir en otros campos (incluso en el cuerpo de aquellas que
emergen con nuevos planteamientos) ya no lo hacen como tales sino
operando ciertas transformaciones, principalmente conceptuales. En
el arte no es así, porque nada queda anulado por un nuevo descubrimiento.
Pero de esto no se sigue que todo es sempiterno. Ciertamente muchas
formas concretas de la creación o sus medios correlativos han
sucumbido, pero en virtud de otras causas. Lo importante es que aquí
una obra, por ejemplo, reaparece en otro lado de forma distinta a
lo que realmente es, pero al mismo tiempo se conserva.
Lo esencial ahora
es que este proceso abierto, que niega por definición misma
cualquier vía lineal y unívoca en el arte, se objetiva
sólo por medio del cuerpo real de la obra, de sus rasgos físicos
que la componen operando sobre los sentidos humanos, a la vez que
creados por éstos. Se inicia, así, una relación
codeterminante. (Además, se abren otros problemas que el mismo
Marx aborda en sus Manuscritos de 1844, imposibles de tocar
en este lugar).
Este elemental fenómeno
es tangible en el cine principalmente, lo mismo que en la arquitectura.
También en áreas como la escultura, la pintura, e incluso
en la música. Pero al trasladar la interrogante a terrenos
como la danza y la literatura se hace menos asequible el nervio central
de la cuestión. La música, por ejemplo, a partir del
invento de los medios en base a sintetizadores y programadores
analógicos, oscilaciones, sampler, entre otras cosas, ha
dado avances irrefutables. Con esto, no sólo se hace posible
un medio de ejecución distinto, sino se muestra la factibilidad
de emplear estos mismos medios desde la composición.
Hoy en día está el revelador y relevante ejemplo de
un concierto de jazz escrito para transductor de iones.
Pero la danza tiene
como medio físico primario e insustituible el cuerpo humano,
a la vez que la literatura, y de forma más puntual la poesía,
descansa sobre ese edificio invisible de la palabra. Esto imprime
vehemencia al problema. Para tratar de cercarlo de forma mínima
será necesario, de manera arbitraria, circunscribir todo a
la poesía, "la más inocente de todas las ocupaciones",
como Hölderlin la concibiera.
Es comprensible de
suyo el hecho de que la poesía utilice primariamente a la palabra,
que sea ésta su materia inmanente. Mallarmé lo defendió
cuando gritó: un poema se elabora no con ideas, sino con
palabras. El mismo Hölderlin trata como uno de sus hilos
temáticos en la poesía a la poesía misma a partir
de la palabra: ... Y los signos son, desde tiempos remotos, el
lenguaje de los dioses. Los dioses lo son entonces sólo
a partir de ese lenguaje encinto de signos que permiten su actividad.
¿Qué sería de estos dioses sin lenguaje? Nada: la palabra
vuelve a ser el punto de todo. Así, la poesía se ve
sólo mediante la palabra. Palabra y poesía llegan a
constituir una amalgama primaria, originaria, no susceptible de división
alguna. Baudelaire también había, lo mismo que Victor
Hugo, Perse, Huidobro, Dante y Lautréamont, viajado sobre problemas
paralelos. Es frecuente encontrar, por ejemplo, en Paz el tema de
la palabra desde sus primeras incursiones en su etapa lozana hasta
en trabajos por demás maduros como Piedra de sol o Libertad
bajo palabra. Inicia, por ejemplo, tomando a la palabra como "la
voz exacta, y sin embargo equívoca". Posteriormente su posición
se hace opulenta en esencia, se pierde en sí, adopta el tono
virulento lo mismo que el de la dulzura extrema. Les dice chillen,
putas; le habla al poeta sobre su sangre misma: la palabra. Hazlas,
poeta, haz que se traguen todas sus palabras. Para no hacer infinito
el catálogo basta un ejemplo más, el de Roberto López
Moreno, cuando en Habla palabra, le otorga la facultad mágica
a la palabra, se vuelve sobre ella con pasional acento, alentándola,
enalteciéndola y cercenándola, cerrando con la impertérrita
sentencia: vas a tener que demostrar que sirves para algo....
Lo anterior establece
que la relación de la palabra, su topología en el cuerpo
del poema, no es cosa definitiva. Su dinamismo no simplifica las cosas,
abre nuevas interrogaciones sobre sí. Pero con independencia
de la problematicidad de la palabra como primera condición
de una poiêsis, lo cierto es que hay un grado considerable
de consensualidad en torno a su lugar fundamental. Acaso hay pocas
nociones estéticas tan compartidas y generalizadas, por un
lado, y sin embargo tan oscuras, por otro.
Pero, ¿en qué
medida es la palabra un medio físico de la obra poética?
Esta interrogante es ardua. Incluso es reveladora: las fronteras entre
lo físico y lo psíquico (incluso lo espiritual) en el
contexto de la pregunta por la palabra misma son algo invisible, radicalmente
invisible. Primero: la palabra sólo puede ser aprehendida por
la palabra, así como el arte puede únicamente ser asequible
desde el terreno de la obra misma. Con esto, las delimitaciones rigurosas
entre objetividad y subjetividad se borran de forma definitiva. El
arte, como la palabra (y quizá por ella) no es reductible a
ningún estado de los mencionados, acaso porque el hombre tampoco
lo es. Es necesario conformarse con admitir que la palabra es el medio
primario, por excelencia, de la poesía. No obstante, esto es
insuficiente. Hay que adicionar algunas cosas.
Para empezar, la palabra
no es el único medio de la poesía. Cierto es que el
arte no es una cosa, como cualquier otra, esto es, no pertenece al
mundo cósico de forma llana. Pero tampoco puede separarse de
forma absoluta de él. Heidegger apunta que "los cuartetos de
Beethoven yacen en los anaqueles de las editoriales como las papas
en la bodega". Es decir, no debe reducirse la obra de arte a una cuestión
únicamente cósica, pero tampoco debe soslayarse su carácter
físico real: la arquitectura o la escultura, por ejemplo, ¿qué
serían sin la materia? La obra de arte dirige la conciencia
a su primer elemento: cierta materia prima que emana generalmente
de la naturaleza. Nuevamente esto en la poesía cae. La palabra
no es naturaleza en cuanto tal. Pero la poesía, por estar constituida
de palabras mismas, sólo es ante el otro, frente
a su interlocutor que la recrea, que le da el grado de poesía.
La creación poética encuentra su paroxismo ante el otro,
con la recepción (que no es únicamente pasiva). El mismo
Heidegger se cuestiona: "¿es la obra todavía obra cuando está
fuera de toda relación? ¿No pertenece a la obra, precisamente,
esto de estar en relaciones?" Y él mismo apunta una noción
que inicia toda respuesta: "¿Adónde pertenece una obra? La
obra, como tal, únicamente pertenece al reino que se abre por
medio de ella. Pues el ser-obra de la obra existe y sólo en
esa apertura".
La apertura que empieza
a desplegar a la obra misma es inicialmente su objetualidad. Pero
esa objetualidad, como se sabe desde 1844 gracias a Marx, sólo
es humanizada. Se trata no del objeto, sino de éste en su relación
humana. En el caso de la poesía este problema se volatiliza
porque la palabra no trasciende jamás lo humano y lo humano
no es concebible fuera de la palabra. Luego entonces, la apertura
significa interlocución. Esta interlocución revela el
mundo humano pero también abra el ojo ante otros medios físicos:
la poesía se cumple primordialmente gracias a la impresión
moderna, derivado del descubrimiento de la imprenta. Desde aquí,
la palabra no existe en sí, sino que lleva como vehículo
un medio impreso que no es exterior a la obra misma toda vez que es
la condición de su apertura, con lo cual la obra llega a ser.
En este sentido, la poesía se ha encerrado en un circuito tradicional
que hoy se descubre lleno de aporías: el libro.
El libro surge de
un primer conflicto: el poeta lo cree externo a su propia creación.
Por ende, el libro se considera como un medio secundario y exterior
a la creación misma. Por consecuencias obvias, el poeta no
ha tomado al libro como una condición de posibilidad de
la creación y ha visto exclusivamente su facultad para
la circulación de la obra. Por esto, no es inusitado ver que
el mismo proyecto del libro, por ejemplo en su diseño, es algo
disperso con la obra misma. El poeta ha avanzado en gran parte frente
al contenido y la forma, mas ha quedado enmudecido en la estaticidad
en cuanto al problema de los medios.
El libro tradicional
data de hace muchos siglos. Esto es una antinomia: mientras que la
palabra es tomada como el elemento dinámico por definición,
el medio de este medio que se supone móvil ha quedado encadenado
a un tradicional circuito que día a día se hace más
anacrónico.
Por otra parte, la
palabra no tiene propietario exclusivo. ¿De quién es la palabra
Palabra? Del hombre, en abstracto. Al optar por la palabra, el poeta
está optando por el camino más universal (por cuanto
a la significación y a la comunicación plurales se refiere)
ante los otros hombres. Pero hay que advertir otra antinomia más.
El libro ha quedado, bajo la geometría del lente capitalista,
apropiado por el mercado, por la empresa editorial. La poesía
al tomar este problema como algo exterior a su propio ser ha coadyuvado
a su asesinato que si no es definitivo está en un estado más
que grave, enmudeciendo hora tras hora, replegándose a una
trinchera más aislada, habitando el recoveco del silencio relativo
que se va totalizando a cada paso. De tal suerte que su elección
universal por la palabra se ve limitada inmediatamente por el medio
de ésta.
En el circuito tradicional
del libro, no se completa un "cara-a-cara" estricto. Para ello es
necesario que el lector rompa su propio estado, rompa el estado tradicional
del "artista" y emprenda una deconstrucción de sus movimientos
poéticos, exprimiéndolos, instaurándolos en otro
terreno, recreándolos. En otras palabras: el circuito tradicional
del libro sólo puede ser superado a condición de que
el lector deje de ser tal, abandone la pasividad de sus propios términos
y ejerza un diálogo.
Pero, en todo momento,
el libro impreso sólo llega a la vista de forma consciente.
¿Genera así un nuevo modo de ver? No, porque en realidad el
poeta está estrictamente apelando por medio de una locución
a su lector. La palabra es efectivamente impresa, pero la construcción
poética sólo aborda conscientemente el sentido del oído.
El libro también implica el tacto, pero nuevamente como algo
ajeno radicalmente a la poesía. Quizá no pueda ser de
otro modo, pero sí es factible empezar a plantearse lo siguiente:
¿cómo puede la poesía emplear el tacto y la vista de
forma compacta con su dirección creativa fundamental? Esta
pregunta ni siquiera debe de ver la manera de integrar el tacto o
la vista, porque el libro tradicional es sostenido por una mano
y es leído por unos ojos. Lo que la poesía debe
ver es cómo afrontar esto, definir cómo va a dejar de
tomar a la mano y al ojo humanos como algo posterior al acto poético
esencial.
En cuanto que la poesía
genera no sólo un modo concreto de escuchar y de hablar, sino
un modo nuevo de ver, no es tan aséptica. La poesía
visual, por ejemplo, es un intento no sólo por sacar la poesía
del circuito tradicional pasivo que representa el libro comercial,
sino también por integrar la multiplicidad de sentidos, destruyendo
la imagen igualmente pasiva del "lector". La poesía postextual
es un indicio de todo esto, pero aún dentro de una poesía
más común es normal encontrar esto: los caligramas son
un caso especial.
Un antecedente importante
en Latinoamérica es la poesía concreta. El siguiente
ejemplo, el poema beba coca cola de Décio Pignatari,
escrito en 1957, es palmario por romper el estado tradicional del
discurso, y forjar una topología al poema en donde la vista
no es sólo condición al leer, sino desde la ordenación
misma de la significación y la creación en general.
beba coca cola
babe cola
beba coca
babe cola caco
caco
cola
cloaca
Aquí puede
verse que la ordenación discursiva tradicional de la poesía
queda rota incluso desde su ordenación espacial como apunte
hacia la vista. Vista y oído aquí se prensan por la
irrupción de un nuevo discurso que atenta contra más
puntos que el poema tradicional. Esto es una integración mayor
al seno poético no sólo de sus elementos constitutivos,
sino implica una nueva relación poeta-poema-lector. Pero hay
una cuestión: a pesar de plantear una variación en el
manejo del método tradicional de la poesía, no puede
salirse de él: por ejemplo, no constituye nada ante el olfato.
Y el tacto vuelve a implicarse con una dirección que sigue
cobrando una forma indirecta. Esto es a pesar de la cercanía
de la poesía concreta, fundamentalmente en Brasil, con piezas
arquitectónicas y escultóricas. Su nueva ordenación
también apunta a más sentidos (y así abre ontológicamente
de forma más amplia al mundo revelado por la obra y revelador
de la misma) por su empleo (resignificado) del diseño y componentes
gráficos.
Los poemurales han
hecho también ejercicios importantes al respecto. Han incluido
elementos de poesía sonora, elementos visuales, notación
del solfeo musical, en donde el pentagrama no es sólo para
la lectura propiamente musical, sino donde funge como signo, como
herramienta visual dentro de la topología misma del poema,
replanteándose todo el discurso. Han también empleado
la fórmula matemática desde dos puntos de vista: la
sustancia del proceso de abstracción que encierra, por un lado,
y la visualidad que ejerce por otro. También tiene ejemplos
más breves al respecto, como Juegos.
H S
A E
H O M B R E S
B B
S E R B M O H
E A
S H
De la forma en que
la poesía concreta, la poesía postextual, etcétera,
han tomado conscientemente la dirección hacia la vista y no
únicamente al oído, la poesía sonora ha logrado
imprimir una nueva dirección y una nueva lógica a dicho
oído. En cierta medida, la poesía negra, por ejemplo,
también ha sido un paso elemental para lograr esto último,
al reproducir la musicalidad de la cultura "negra" a lo interno del
poema: sus ritmos desde el tambor hasta la minuciosa postura religiosa
con sus correspondientes cánticos, predominantemente vocales.
Por otra parte, la
poesía ha intentado varias veces adquirir volumen, por ejemplo
cuando ha participado de las instalaciones. Pero parece que nuevamente
hay un problema de integración cuando el texto es concebido
con antelación y sólo posteriormente se integra sobre
una superficie concreta. Lo menesteroso es que el poema lleve en su
misma construcción ya la idea de funcionalidad del espacio,
de la textura, del color, del tamaño, etcétera.
La poesía debe
dar el salto hoy: debe construir un ejercicio que sea capaz de trascender
el espacio del libro, que llega a ser plano en todos los sentidos.
Será ésta una de las vías incluso para provocar
una colisión con el criterio al cual hoy el tradicional libro
está supeditado: el comercial. Con esto, romperá en
cierta medida los cabos apócrifos de silencio con los cuales
el capitalismo la ha cercado. El libro, por razones que ni siquiera
han de nombrarse aquí, está incapacitado relativamente
como comunicador ante otras esferas. De ahí que día
a día se manifieste de forma más objetiva la necesidad
de que la poesía aborde otros medios físicos.
Hay que mencionar
algo más. El hecho de que la poesía inicie una búsqueda
por otros medios físicos no neutraliza las posibilidades que
el libro tiene todavía. Este es una forma multireproductiva
que puede llegar a niveles verdaderamente masivos. Lo que se requiere
es liberar de su coacción capitalista que le impone un criterio
horrendo: el aumento tendencial de la tasa de ganancia. Así,
conservando el libro, la poesía debe buscar apropiarse de más
sentidos en el lector: incluso el tacto, por ejemplo.
Me parece que una
de las formas de llegar a cumplir tal tarea es recostruyendo un planteamiento
como el del muralismo pero incardinándolo a las nociones poéticas.
El mural moderna debe emerger una vez más pero la poesía
no debe ver ese hecho de manera contemplativa, sino ejerciendo un
camino paralelo, y proponiendo varios puntos en donde puedan juntarse.
Si la poesía, por ejemplo, es capaz de construirse con referencia
a cierto espacio arquitectónico, tendrá una doble posibilidad:
primero, ejercerse como crítica de las estructuras panópticas;
segundo: construir la base objetiva para integrarse a un hipotético
muralismo futuro o simplemente cumplir un papel de "arte civil", como
Siqueiros lo había convocado.
Otra de las posibilidades
tangibles de la poesía viene de la herencia del network. Deben
emplearse igualmente medios como los electrónicos y cibernéticos.
Ciertamente internet es una de las formas más cruciales
al respecto. Por citar algunos casos: partiendo del uso posible de
las herramientas de programación virtual en la red mundial,
la poesía puede conseguir manejar el color, el sonido, el movimiento,
etcétera. Si integrándose a la arquitectura cobraría
textura, espacio, volumen, etcétera, al integrarse a la programación
virtual estaría palpando nuevos alientos que le impriman fuerza.
De éstos, me interesa especialmente el sonido, que ya no sería
exclusivamente la musicalidad de la poesía, su ritmo, su sonoridad
emprendida con la lectura, sino también la posibilidad de replantearse
su propio ser utilizando herramientas modernas: sonidos elaborados
digitalmente, o bien sonidos atmosféricos proporcionados, por
algo decir, de la vida de la urbe, pero mezclados o simplemente programados
en un contexto único: el poema. De igual forma, las palabras
pueden impulsar su propio dinamismo en un terreno físico/virtual
con el movimiento, con el cambio de intensidad, con la forma en que
la luz pueda irlas recorriendo, resaltando, opacando, distorsionando,
etcétera. Y, por último, así la poesía
podría estrechar sus vínculos con la creación
de imágenes. No se trata de "ilustraciones" de la poesía,
sino poesía que se ejerza no sólo a partir de palabras
sino también de todos los componentes gráficos posibles.
Esto da la posibilidad
de otra apertura en el ser de la obra: la multidisciplinariedad.
La poesía pues,
es un equilibrista. En su marcha como elemento creador de los sentidos
humanos palpa una y otra cuerdas flojas. Pero el punto de su equilibrio
lo halla justo donde encuentra la puerta para acceder a nuevos medios
físicos que sean base objetiva de la integración y creación
misma de tales sentidos humanos. Sólo así la poesía
podrá cumplir su propio cuerpo a plenitud, integrándose
de las amalgamas más variadas, de los lenguajes más
diversos, de las esquemas más múltiples, de los mapas
hechos con todos los sentidos: hacia todos los sentidos. En su poema
Las mutaciones, Roberto López Morena revela una clave
sobre este salto de la poesía como equilibrista, pero el mismo
advierte qué lógica de vida debe la poesía conservar,
como su propio aire de supervivencia:
Va a llegar el
día
en que la poesía
no se haga con palabras
sino con números.
También
para ese entonces
quiero estar,
con el número
que soy,
tendido sobre el
papel,
palpitante
amorosamente poseedor
del sueño
y de la rabia.