Por Paul
Cavalié, Lima, Perú.
Cualquier
visión panorámica de la danza que se intente, precisa
de antemano la mención de los parámetros que la limitan;
así, para efectos de este artículo, la danza a
la que echaremos un vistazo es la danza contemporánea;
el ámbito en que se desarrolla está referido al limeño,
y su intención equivale a la de juntar las fotografías
dispersas de un cajón, antes que a la de presentarlas sistematizadas
en un álbum.
Espacios de
desarrollo
Al nivel de la formación
escolar, y atendiendo siempre a la realidad socio-económica del
centro de estudios en particular, en el Perú no se mira con expectación
a las manifestaciones artísticas como opciones para una educación
complementaria; antes bien, las disciplinas deportivas suelen merecer
la atención preferente. Estrechando aun más nuestro círculo,
diremos que es poca la mirada hacia las artes escénicas en general,
y a la danza en particular. Ya en ese campo, y a diferencia del ballet
y de las danzas folklóricas, e inclusive de los ritmos populares
"de moda" (como la techno-cumbia, de imparable difusión
hoy), que sí llegan a tener alguna presencia, la danza moderna
no se encuentra entre las alternativas más frecuentes. La razón
aparente de dicha postergación, es, seguramente, el poco conocimiento
de los profesores de esta forma particular de "danza"; otra
razón podría ser la apreciación de su práctica
como propia de una etapa de desarrollo más avanzada en el proceso
de afianzamiento de la personalidad del adolescente, y por tanto la
remiten a la formación universitaria. En ambos casos, un círculo
vicioso atrapa en el nivel escolar el impulso de su práctica.
Ahora bien, el interés por repasar este ámbito escolar
no es con la pretensión de que en él se afiance un proceso
de seria formación en la danza contemporánea; estamos
hablando - a este nivel - tan sólo de brindar una información
que roce el conocimiento de los fundamentos de esta disciplina. De que
se la conozca, al menos. Igual que cualquier alternativa, sin el ánimo
de imposición que pudiera derivar contraproducente. Dependerá
finalmente del educando mostrarse atraído hacia su práctica.
O, cosa valiosísima también, paulatinamente el escolar
interesado podría animarse a tomar parte como un entusiasta espectador
de las funciones de danza, integrándose desde temprano a la raleada
comunidad dancística local. Finalmente, su eventual desaprensión
hacia la danza será fruto de su válida opción de
rechazar algo que por lo menos conoció y no le atrajo suficientemente.
El nivel universitario
Desde
finales de los años setenta, universidades nacionales como San
Marcos, con Vera Stastny a la cabeza y la Federico Villarreal, inicialmente
con Kaye Mackinnon y hoy con Ricardo Rengifo; y más adelante,
la Agraria de La Molina, al impulso de Sandra Campos, se constituyeron
en escenarios para la práctica de la danza moderna. Tales espacios,
sin embargo, a cuestas con sus románticos proyectos de instrumentar
el desarrollo cabal del estudiante como persona, no recibieron una respuesta
institucional que las consolidara: el apoyo ocasional que recibieron
dependió, por lo general, del propio ánimo cultural de
las autoridades de paso; razón que explica los picos altos y
bajos de los servicios que podían brindar los valiosos maestros
docentes que impartían sus clases con generoso entusiasmo, pero
limitados medios.
Posteriormente se han
ido abriendo nuevos talleres, con desigual infraestructura y apoyo institucional,
integrándose los correspondientes a universidades particulares
como la Universidad de Lima, dirigida por Beatriz Morachimo; la Universidad
Católica, a cargo de Susan Chión, la Universidad Femenina,
al mando de Patricia Wong y la Universidad de Ciencias Aplicadas, con
la dirección de Lili Zeni. La mayoría de ellas, si bien
brinda atención preferente a los alumnos de casa, tienen un alto
grado de apertura hacia la comunidad en general; algunas, adicionalmente
a sus talleres formativos, han constituido grupos o elencos representativos,
conformados por quienes muestran mayores condiciones para su práctica
así como con elementos invitados. Se evidencia, de otro lado,
la intención de articular acciones entre los directores de estos
grupos y talleres universitarios, lo que por el momento parece circunscribirse
a ocasionales actuaciones conjuntas. En ese sentido, honor a la verdad,
por ahora el balance no resulta muy satisfactorio en cuanto al nivel
de los espectáculos ofrecidos, sea de manera conjunta o individual.
Pensamos que un tropiezo
natural para apuntalar los elencos de las universidades lo constituye
el carácter temporal de la propia permanencia de los alumnos
en esas casas de estudio, y la escasez de tiempo libre de que disponen
sus miembros, lo cual se hace más notorio hacia los últimos
ciclos de la carrera debido al inicio de sus prácticas pre-profesionales.
Por ahora, los atractivos para incorporarse en ellos se restringen,
en algunos casos, a la obtención de algún creditaje en
la currícula universitaria. Creemos, de nuestra parte, que el
espacio universitario tiene características que podrían
tornarlo especialmente propicio para la apreciación de la danza.
Sabido es que la universidad - bien entendida ésta en sus ámbitos
de formación más amplios - constituye un espacio de intensa
reflexión que va más allá de la simple acumulación
de conocimientos. El estudiante universitario, estimulado por los espacios
de reflexión que se le abren, no sólo explora en su interior
en aras de la autoafirmación de su personalidad - importante
en esta etapa - sino que suele sentirse influido por el entorno social
que le circunda, frente a lo cual responderá, la mayor de las
veces con curiosidad, aunque ocasionalmente también se mostrará
indiferente. De cualquier manera, ese rico bagaje de experiencias, que
lo sitúan en un tiempo y espacio determinados y lo cargan espiritualmente,
puede encontrar un cauce de motivación artística en la
danza, así como en otras disciplinas del arte. Paralelamente,
las preocupaciones recogidas de su entorno podrían cuajar en
ideas-fuerza representativas del accionar de esta comunidad de jóvenes,
constituyéndose en materia prima de estímulo para la creación
de coreografías que recreen sus particulares modos de sentir.
Con lo cual, creemos, su acercamiento a la danza podría discurrir
más natural. Justamente, sobre este tema, hemos opinado en los
escasos espacios de debate sobre el devenir de la danza, sobre lo provechoso
que resultaría ampliar, en el sentido anotado, el abanico temático
de nuestros coreógrafos. Volver los ojos a la cotidianidad del
hombre no es mala idea, aunque tal vez de manera prejuiciosa se le considere
menos conceptual, menos "intelectual". Probablemente, tal
sea un camino a seguir por los jóvenes coreógrafos en
nuestro medio. Las antenas siempre actuales de los grupos de rock local
- en constante retroalimentación con su público - son
un buen ejemplo de cómo alcanzar la sintonía con un discurso
representativo generacional. Y si de encontrar algunos rasgos reconocibles
en nuestra danza contemporánea se trata - para no emplear pretensiosamente
la palabra "identidad"- en el momento me viene a colación
el ejemplo cubano. Quienes hemos tenido ocasión de espectar a
más de un elenco del país caribeño tanto en ese
bello país como en otros donde se presenten), hemos podido advertir
un acento, un guiño si se quiere, pero que aflora como muestra
de una "cubanidad" subyacente. Nuestras raíces culturales,
tan apreciadas por la comunidad internacional, no necesariamente deben
ser privativas de nuestras danzas folklóricas. Nada obsta para
que sus tradiciones, mitos y tan rica imaginería popular pueda
asomar por el cauce creativo de la danza contemporánea.
El espacio
oficial
El
Ballet Nacional representa el órgano de línea del Instituto
Nacional de Cultura encargado de difundir el arte de Petipá y
Noverre; bajo la dirección de Olga Shimasaki, su ex prima
ballerina, alienta la integración de un variado repertorio
que acoge constantemente propuestas de ballet moderno y de danza contemporánea,
invitando a directores y coreógrafos locales y de otras nacionalidades.
Su labor constante merece nuestro mayor reconocimiento; se han preocupado,
además, de efectuar una importante labor de difusión acercando,
con un acento didáctico, las obras de su repertorio a las escuelas
y colegios.
Por su parte, el centro
de formación académica oficial es la Escuela Superior
Nacional de Ballet, dirigida por Gina Natteri, en cuya currícula
se incluye cursos de formación en danza contemporánea.
De sus aulas surgen constantemente nuevos valores para renovar los elencos
existentes.
El espacio
independiente
Los talleres y escuelas
de danza moderna se han conformado, en su inmensa mayoría, a
partir de la experiencia acumulada como bailarines por sus directores
fundadores. En algunos casos, han apostado simultáneamente por
constituir elencos profesionales para montar determinados espectáculos
(Escuela Danza Viva, de Ducelia Woll y Morella Petrozzi; Taller
Pata de Cabra, a cargo de Mirella Carbone, Pachi Valle-Riestra y
Rossana Peñaloza; Terpsicore, de Lili Zeni; Danza Lima,
de Maureen Llewellyn-Jones). En el caso del grupo Íntegro,
liderado por Óscar Naters a lo largo de sus 15 años de
trayectoria, la tendencia ha sido configurar elencos estables, y organizar
los talleres más bien de manera eventual.
Merecen destacarse por
su permanencia en la escena dancística nacional, además
del citado Íntegro, el grupo Ballet Contémpora,
a cargo de Gina Natteri; Atelier, de Molly Ludmir; el Ballet
Municipal de Lima, bajo la batuta de Lucy Telge, Danzart,
dirigida por Marcela Pardón; el elenco del Ballet Municipal
de Jesús María, al cuidado de Lucía Alcalá.
Recientemente, la reconocida coreógrafa y bailarina Patricia
Awuapara ha sumado su Espacio Danza a las alternativas serias
de formación en esta disciplina.
La producción
y el auspicio de la Danza
Como ya lo hemos pergeñado
líneas arriba, el soporte institucional para el desarrollo de
nuestra movida dancística es bastante precario. Dan fe de ello
los grupos que con enorme esfuerzo buscan procurarse un lugar en las
agendas de los escasos escenarios aparentes para una puesta de sus obras.
Merece destacarse, en tal sentido, el apoyo que desde hace casi dos
décadas brinda el Instituto Cultural Peruano Norteamericano -ICPNA,
cuyo director cultural, Fernando Torres - también presidente
del Consejo Nacional de Danza - ha sido la cabeza visible de esta movida
cultural, contribuyendo a nuclear las principales iniciativas en este
campo. Los festivales internacionales que el ICPNA organiza anualmente
- ya en su décimo segunda versión - son espacios válidos
de confrontación de lo que acontece en otras latitudes de mayor
desarrollo de la danza.
Otro
espacio conseguido recientemente para el impulso de las artes escénicas
en general - y en particular para la danza - lo constituye el Centro
de Artes Escénicas de la Municipalidad de Lima, desde su creación,
en 1997, al mando de la destacada bailarina y coreógrafa Karin
Elmore, quien se formó y desarrolló durante un lapso considerable
en los Estados Unidos y Europa. Bajo su impulso se ha promovido la realización
de festivales internacionales de danza y teatro; de esta manera hemos
podido acceder a espectáculos de calidad y apreciar las escuelas
y tendencias a las que adhieren sus creadores, con marcada orientación
renovadora del lenguaje dancístico. Otro aporte brindado por
este centro - y cuyo asentamiento aún está en ciernes
- es el empleo de espacios no convencionales para la representación
de la danza. En tal sentido, se ha aprovechado la rica y sugerente arquitectura
del Centro Histórico de Lima, colaborando de paso con el atinado
propósito de nuestro actual Alcalde de consolidar dicho espacio
como un atractivo polo cultural.
Punto importante es
que en ambos festivales se ha buscado extender los beneficios de la
presencia de tan destacados coreógrafos extranjeros, organizando
talleres en los cuales se han integrado los elementos de nuestra escena
local.
Sin embargo, cuando
uno repasa otras realidades, no deja de sorprenderse de que existan
verdaderas estructuras institucionales con organismos específicos
para la promoción, difusión y desarrollo de la danza.
Por ejemplo, México y Cuba.
Otros aspectos
Resulta llamativa la
carencia del elemento masculino en la conformación de los elencos
profesionales de danza contemporánea, aspecto que se repite en
el ámbito de la danza clásica. Además de la escasa
oferta de incentivos económicos para asumir su práctica
como una "carrera" profesional, pensamos que todavía
impera en nuestra sociedad una mirada prejuiciosa y negativa, especialmente
de gente de su propio género, que desalienta la participación
de los varones. A pesar de esta tradición homofóbica,
tal errado criterio ha venido quedando atrás debido principalmente
a la entusiasta participación de elementos varones en los talleres
universitarios.
De otro lado, me gustaría
puntualizar el tema del "público de la danza". Lo denomino
de esta manera para remarcar su carácter pequeño y limitado,
conformado por gente que lo practica, algunos allegados, y en rigor
escasos aficionados-espectadores. De plano, no reclamo una masividad
como causa suficiente para su desarrollo; sin embargo, es obvio que
serían mayores las ventajas que podrían obtenerse. En
primer lugar representaría, de por sí, una saludable posibilidad
de enriquecimiento espiritual de más personas en su encuentro
con una nueva manifestación artística; también
ayudaría a despojar a la danza contemporánea local del
carácter de elite que parecería identificarla; finalmente,
se ha dicho, y se acepta por cierto, que en ese mágico canal
de ida y vuelta que se establece entre el artista y el espectador, éste
último retroalimenta la usina creativa del primero; en ese orden
de ideas, una mayor cantidad de opiniones podría contribuir a
exigir mayor rigor en las puestas de danza, actualizando las potencialidades
de los elencos, mejorando el nivel de los mismos.
Otro aspecto que quiero
tocar es el de la información con que se cuenta respecto de nuestro
movimiento dancístico local. Como no podía ser de otro
modo, y en correspondencia con el todavía insuficiente desarrollo
que ha alcanzado la danza contemporánea, la información
que da cuenta de sus actividades adopta, por lo general, un cariz promocional
del espectáculo: entrevista al coreógrafo antes del estreno;
alguna sumilla en el listín de la semana. No se suele efectuar
comentarios sobre lo visto. De más está decir que no existe
una revista especializada en danza: situación que se extiende
a las artes escénicas en general. La televisión lo acoge
casi con curiosidad, especialmente si la propuesta tiene algún
carácter polémico o transgresor. El espacio para la crítica
deviene así en casi nulo.