Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Sobre cierto modelo de ‘interculturalidad’

 


 

Los muchos cambios que el Perú ha experimentado, desde al menos la década de los 90 y el establecimiento del Neoliberalismo económico y cultural, se han manifestado en otros tantos modelos económicos, sociales y culturales que, con altas y bajas, mantienen una vigencia sorprendente. Aunque periódicamente aparecen voces en la academia y medios que tratan de analizar estos nuevos modelos y ofrecer críticas estimulantes, es necesario continuar en el ejercicio de analizar, desmitificar y reformular estos modelos. En este primero de dos artículos me propongo analizar uno de estos modelos, el de ‘interculturalidad’.

Dos aclaraciones previas. Cuando hablo de vigencia de un modelo cultural, me refiero al estado final de procesos inter-discursivos continuos en que un modelo ideológico busca imponerse como hegemónico. Estos procesos no son necesariamente lineales ni evolutivos, sino que suelen incorporar las temporalidades propias de las ideologías en cuestión, sus agentes, y los contextos culturales en que estos intercambios discursivos se dan. Busco entonces examinar no tanto la esencia misma de la idea de interculturalidad, sino la vigencia de cierto modelo de ‘interculturalidad’ entendido como modelo ideológico vigente, que facilita asimismo un ejercicio social de lo político.

En segundo lugar, utilizo ‘interculturalidad’ entre comillas, pues no busco insertarme en el campo que investiga propiamente esta noción, sino que hago alusión a la manera específica en que desde el Estado Peruano se ha adoptado, domesticado e interesadamente establecido un modelo particular de interculturalidad. Este modelo es expresamente instrumental a procesos económicos mayores  como el establecimiento del neoliberalismo y la adaptación de la cultura como medio para el turismo, en lugar de un entendimiento político de la cultura. Cuando menciono Estado Peruano, pienso particularmente en la Región Lambayeque y su historia particular relacionada al ‘boom arqueológico’, el contexto de sus poblaciones campesinas e indígenas y el rol y uso del pasado pre-colombino en la afirmación de una identidad regional y sus élites políticas representativas. Este boom se aprecia desde 1987, año del hallazgo de la tumba de un gobernante Moche que luego fue llamado ‘Señor de Sipán’, y continua -con altas y bajas- en las décadas de los 90 y el 2000.

El modelo particular de ‘interculturalidad’ que en muchas partes de la región se ha impuesto corre en primer lugar el riesgo de responder a una visión arcaica de la cultura. Esta visión arcaica, bajo el criterio simplista de que ‘todo es cultura’, en realidad disfraza un interés en aquellas prácticas que por exóticas y diferentes a aquellos de la cultura urbana desde donde se mira, son de interés de exhibición para el turismo. Es así que mientras la mayor parte de proyectos de interculturalidad miran ‘costumbres’ como cocina, danzas, tejidos, cerámica, edificios precolombinos, poco interés es dado a la organización política, lingüística y comunitaria de las poblaciones a las que la esta ‘interculturalidad’ se acerca.

Preguntémonos por ejemplo cuánta capacidad directa, efectiva y política tienen estas comunidades en la gestión de proyectos sociales o de proyectos relativos al patrimonio arqueológico y colonial. Cuando digo directa, me refiero obviamente a que no esté intermediada o subordinada a otras voces ‘académicas’ o ‘estatales’.

Preguntémonos también cuál ha sido la actitud de las poblaciones urbanas de la región, de nuestras autoridades y nuestras universidades frente a los constantes conflictos -étnicos, lingüísticos, políticos- surgidos en la serranía de Lambayeque, producto de una histórica exclusión de estas comunidades de un proyecto de región. Cierto es que toda reificación de una identidad étnica -lo muchik- como proyecto regional, necesariamente debe inducir a la exclusión de otras identidades para ser efectiva; lo inquietante es que en esta ocasión aquellas identidades excluidas son de nuevo las que habitan las de los Andes lambayecanos.

Esta visión arcaica y exótica de la cultura es, como decía al inicio, instrumental al turismo. Por lo tanto, debe destacar y priorizar aquellos elementos de interés al mercado de consumo de mercancías culturales. Aunque, como es conocido, para el modelo neoliberal una mercancía cultural es en realidad una mercancía con un valor agregado de intercambio y exhibición. Es así que una mercancía cultural puede ahora ser una cerámica, un tejido, pero también un individuo categorizado étnicamente, su trabajo visto como ‘performance cultural’, o sus prácticas sociales agrupadas en el término avasalladoramente económico de ‘folclore’. Es así que, al tiempo que promueve una mirada distorsionada de lo cultural, esta “interculturalidad” pierde su carácter ‘inter’ -es decir, de interrelación que ilusiona un diálogo más o menos horizontal-, para convertirse en parte de antiquísimos pero vigentes proyectos en que la cultura oficial-urbana-occidental subordina aquellas culturas que le son diferentes. Mientras nuestra visión artificial y aséptica de la cultura permanezca bajo los designios del mercado, quedarán pocas vías para llegar a una visión social y política de la cultura.

Se hacen necesarios entonces más espacios de reflexión de la interculturalidad -sin comillas-, no solo como laboratorios de redacción de ficciones en que el ‘buen salvaje’ se convertirá en ciudadano porque a la ciudad se le ocurre incorporarlo. En realidad, busquemos promover la aparición de espacios de reflexión crítica de nuestros proyectos de región, destacando nuestros desencuentros y nuestras desigualdades, descubriendo imposibilidades para atreverse a utopizar.

 

Walther Maradiegue

wmaradiegue@pucp.pe

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