WILLSON PEÑA Y LA FECUNDIDAD DESCARNADA
"Espectros", silicona sobre cartulina, 2002
Willson Peña y la fecundidad descarnada
Por Jorge Restrepo
Escribir sobre el trabajo y el proceso de Willson Peña es para mí más que una necesidad, un deber, pues he seguido muy de cerca los pasos de este artista casi por una década.
Con sus primeros trabajos como alumno experimentando en pintura con plastilina, se define lo que sería el eje de su trabajo: el hombre que se desprende la piel para pegarla a la cartulina, a la calle, al muro; el que diseca su cuerpo con programas de diseño, para multiplicar y confrontarnos con sus experiencias de vida; el que sólo se siente feliz remando con un instrumento novedoso y en aguas difíciles, buscando siempre los caudales que se encuentran y agitan al rio. Sus primeros trabajos eran intimistas y a la vez narrativos de sus vínculos con la complejidad de la vida cubana y con sus raíces. Hoy su obra y él son un sistema integrador y liberador, una hélice que se mueve en distintas dimensiones, un organismo que danza, pues su cuerpo nunca parece estático, ni cuando la fotografía lo captura y con los recursos digitales se encapsula en múltiples elementos, nunca deja de moverse, de vibrar, marcha al ritmo de un sonido cósmico, describiendo con sus elásticas articulaciones hasta dónde puede llegar la sensibilidad humana. De un momento a otro se convierte en pupa, en artrópodo volador, en medusa, en anfibio, en molusco, en todo, porque es biomasa. No hay tambores que ordenen sus movimientos, sólo reacciones generadas por fuerzas menos primitivas: la urbe, la economía, la sexualidad, el poder... No veo un piano en su marcha, sí la repercusión de múltiples voces y latidos de corazón que recoge como un radar este hombre sensible e inteligente que atraviesa las calles con fuerza.
"Hora Pico", arte digital, 2005
La experimentación
En un paso al inicio de su carrera artística, Willson utilizó la silicona industrial. Si bien sobre estas obras se hicieron revisiones, no puedo dejar de escribir lo que para mí fue ese período que he tenido la oportunidad de observar de cerca, pues convivo con una de sus obras. Allí se muestra el artista por su buen oficio -él lo sabe-, a la vez que se gana el respeto de quien lo estudia, pues se arriesga con el uso de materiales no convencionales... se presenta ante el público el artista que une la experimentación con los conceptos clásicos de la pintura aprendida de los buenos maestros, el que retoma la perspectiva, la magia del claroscuro con una paleta estrecha, finísima. Willson usa el rayo de luz y lo deja suelto para que nos ayude a descubrir la arquitectura de grandes catedrales. Su pintura narra cómo se eleva el espíritu en medio de las moles de cemento, y a su vez, cómo los cristales dejan entrar la luz y atrapan al observador.
Al ver su obra de silicona se percibe su inteligencia y sentido del espacio en el uso de los gestos expresionistas, que desafían la composición equilibrada. Los ventanales son tramas abstractas dentro de propuestas casi formales. Entonces viene el estímulo a la mente del observador, algo en lo cual él es un experto.
"Hora Pico", arte digital, 2005
En un momento de la historia del arte -este comienzo de siglo- cuando ya las obras que tienen rasgos expresionistas y de pintura figurativa, y que describen construcciones románticas o monumentales parecían algo de casi un siglo atrás en la pintura, este cubano explota de forma contundente esa mezcla que hace de lo contemporáneo algo tan interesante: Se roba los principios del impresionismo y del expresionismo -sí, los mezcla-, para construir con toques de pincel y hablar con los rasgos sueltos del color. Explota la mística católica, para dejar de lado la religión y mostrar cómo necesitamos los templos ecuménicos para sentir la impotencia humana.
La catarsis
Llega en su carrera la época digital, la confesión, la catarsis.
Sucedió lo que tenía que pasar, su corazón y el deseo de devorar al mundo hacen de su trabajo una muestra del cúmulo de sensaciones y conocimientos que en su mente maravillosa estaban presentes. Él duerme poco en este período, se deja absorber por el ordenador, pues necesita contar, mostrar, construir de forma perfecta cada parte de sus nuevas creaciones. Borra y reconstruye una y otra vez. Se inquieta pues no sabe cómo detener ese nuevo lenguaje que se multiplica. Suda mientras amanece en las calurosas noches cubanas y de forma milagrosa las obras también sudan como si la pantalla del ordenador fuera un espejo. Willson dispersa en la obra digital una serie de repeticiones y juegos que evocan el realismo mágico, en un nuevo plano, el drama, al inicio de esta etapa digital todo estaba encerrado en matrices gelatinosas que le dan a la obra una tercera dimensión que manejó con maestría. Luego vienen las confesiones más profundas y los planteamientos que azotan al observador hasta el punto de llevarlo a sentir la necesidad de arropar y proteger al artista, o de meter las manos en el papel fotográfico para liberarlo de los barrotes pesados que caen encerrándolo.
"Safari", arte digital, 2006
San Sebastián, él, sí, atravesado por flechas explica entonces con su cuerpo cuál es la coyuntura adonde llegan los caminos que ha vivido y de donde parten sus gritos. Es fácil imaginar cómo sus manos ordenando las composiciones o las intervenciones sobre su propio cuerpo son a su vez las curanderas encargadas de salvarle la vida.
Su cabello en trenzas forma una cascada escultórica, que recuerda los coágulos de sangre que caen desde la corona de Cristo. Una vez más, el artista toma partes de su cuerpo o su cuerpo entero, para mandar un mensaje, o para generar discusiones internas en el observador.
"Circo y pan para la gente", instalación, 2007
El ciudadano del mundo
Ahora que Willson Peña vive en Barcelona he podido seguir su proceso de adaptación a ese nuevo entorno. Ese héroe que ha batallado con todos los retos que tiene la llegada a Europa para un cubano, ha tomado el tiempo necesario para preparar, en medio del secretismo, el proyecto por el cual escribo este texto. El silencio y la acumulación de elementos preparándose para volver a escena artística son parte fundamental de esta etapa del artista.
"ArtDE La Sala de Blas", videoarte, 2013
Sus reflexiones y las nuevas cicatrices -en cada una de éstas hay una flor- le han dado la fuerza para plantear esta nueva obra. Sus actividades silenciosas y aparentemente esporádicas no son de ninguna forma, un hibernar en la transición, sino una toma de recursos -siempre desde su piel- y la estructuración de una nueva propuesta seria. Se ha preparado como el mejor, como el experimentador con solidez -pues en la experimentación siempre se vale de las disciplinas conocidas-. Willson ha danzado muchas veces en silencio, al amanecer, sin horarios, trabajando hasta la fatiga. Ha dejado la catarsis para entrar en el campo de la auto afirmación y de la fijación de parámetros que ayudarán a otros a entenderlo y a entenderse a sí mismos. Ha puesto a prueba su creatividad y su resiliencia, para ofrecernos una serie de audiovisuales, -que comprenden videoperformances, videoarte, video experimental, videoinstalación, cortos, documentales, videoclips- integrando distintos lenguajes y disciplinas, yendo de la danza contemporánea a los sobresaltos de la música digital, sin perder esa estética fecunda y descarnada que lo caracterizan.
Bogotá, marzo de 2014
Para ver más sobre el trabajo de Willson Peña, visitar:
Enviar un comentario nuevo