Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 3
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 35.
12 de Noviembre al
12 de Diciembre de 2001.

MONÓLOGO PARA UN SUEÑO....

Patricio de la barrera H.

Santiago de Chile Agosto 2001.

Muchas cosas, se me pasan por la cabeza en este momento; mas, no puedo precisar con exactitud, lo que me inquieta. Debe ser la cesantía, que me tiene paralizado, en este cubo de hielo, congelado, no se hasta cuando; Invernando, en la maraña del sistema capitalista.

¿Realmente despertaré antes del fin?, ¿O la máquina me arrastrará con ella ?

Al gran choque final, que se viene encima; de ése, no se tiene vuelta. Quizás, sea esto lo que me preocupa, sabiendo que nada puedo hacer para evitarlo. Ahora, intento escribir unas lineas para un cuento, o lo que sea. La radio suena de fondo, y yo me suelto, y me quedo. Las ganas no me faltan y sigo en la lucha.

Un cigarrillo se quema, en el viejo cenicero de cobre, mientras me apuro, para dar la última fumada. Hoy es domingo y todo está tranquilo, ideal para crear algo interesante en el papel ; es buscar y poder encontrar la inspiración, en el exilio de mi estudio, donde el tiempo no pasa, sino que se queda capturado, en el instante, entre el antes y el después .

La primavera asoma por la ventana, entre las cortinas, en ésta tarde de Agosto y me cuelgo de su fuerza, para intentar un ataque al papel.

Otro cigarrillo en el cenicero.

“El matrimonio es como el demonio “

Resuena un chiste en la radio y me saca fuera otra vez.

Me levanto apagarla mejor. Ya estoy de vuelta con mi tercer cigarrillo.

El hombre, caminaba con paso ligero y apretado, por el frío de la noche. Unas casas violáceas aparecían en su camino, eran viejas y pobres; frías, como la lluvia, que lo empapaba por entero.

Humberto Gómez, presentía el miedo en sus zapatos, cuando doblaba por esa esquina del barrio de Ñuñoa. Eran las cuatro diez de la mañana y la noche agonizaba, junto con sus fuerzas y el dinero que tenía para el mes.

No podía ser, otra vez se había gastado el sueldo en una noche.

    ¡que estúpido, lo he vuelto hacer !

    ¡soy un imbécil de mierda !

Humberto, avanzaba rápida y precipitadamente por la calle mojada y barrosa, con su olor a noche, alcohol y otras yerbas; cargando a cuestas, con su conciencia y soledad. Caminaba rápido, tropezando entre los charcos, pero no quería correr, deseaba estar tranquilo, para aparentar seguridad a quien lo viera.


Una niebla, húmeda y fría, invadía sus pensamientos y su monólogo inquisitivo, no dejaba en paz su conciencia, pero por sobre todo, estaba seguro, que corría peligro. Algo le decía, que ese lugar y ese momento no le eran ajenos, en su memoria disipada; que alguna vez estuvo, como si las cosas volvieran a pasar. Llegó a pensar, que estaba soñando, pero el agua se le metía por los zapatos y sus pies empapados se congelaban.

    ¡Debo llegar rápido!, ¡antes que suceda!

    ¿que suceda que cosa ?

    ¡lo del sueño!, ¡ahora me acuerdo!

El recuerdo venía a su memoria; era el mismo lugar, de noche torrencial, con sus matices violeta azulado que le angustiaban. El olor a miedo húmedo y frío que se respiraba y esas casas bajitas de madera pobre, le recordaban la pesadilla. Era todo igual, el deseo de huir, el deseo de despertar.

Una madre y un niño, pasean por el parque, abajo en la calle, el día esta lleno de luz y me inspira. Las palomas revolotean, alrededor de las migajas de pan, que el pequeño les lanzaba al viento, corriendo entre las flores.

El silencio del estudio, me invita a seguir...

Los pies de Humberto, estaban entumecidos y la lluvia se había calmado por un momento. Un agudo dolor, se incrustó en su pierna derecha, que se dejaba ver, entre los rasgados pantalones a la altura del muslo. La herida era profunda y sangraba mucho, pero las aguas, diluían su rojizo tinte, transformándolo en tierra de sombra; para llegar a juntarse con los charcos de la calle.

Humberto, recordaba esas púas afiladas, que lo emboscaban nuevamente. Todo se repetía inalterablemente, casi podía oler, las sábanas revueltas de su cama.

    ¡Es la pesadilla! , no es real, solo estoy dormido.

    ¿Un cigarro socio ?

Esa voz, que salía de la oscuridad, lo sorprendió. Giró sobresaltado hacia ella, y vio al hombre pequeño y grueso, de rostro redondo y mirada fría como la noche, su nariz achatada se confundía con su boca y los labios gruesos y oscuros delineaban un basto bigote. Estaba parado frente a él, con la mirada fija en sus ojos. Tenía puesto un viejo manto de Castilla negro, de esos que se usaban antiguamente en el campo, impenetrables a la lluvia; le llegaba más abajo de las rodillas y sus piernas estaban entreabiertas y metidas en el barro; como si fuera una planta o un árbol del lugar. Su parada interpérrita, se transformaba en una barrera que debía sortear, o sucumbiría, ante las sombras de la noche torrencial.

El aire se hace pesado y abriré la ventana....

Una tibia brisa lava mi rostro silencioso, coqueteando con mi pelo y revolotea por mis pestañas. Se mete en mi cabeza despejando mi mente. Inspiro profundamente, como queriendo capturar, esta energía maravillosa, que llega por mi ventana. Vuelvo a inspirar con más fuerzas, abriendo mis brazos en cruz y miro al horizonte de tonos anaranjados, que se dibuja frente a mí.

Un grupo de Aromos florecidos me saludan, cimbrándose en el viento de la tarde. Puedo disfrutar este momento en plenitud ; el sol, ya ha avanzado bastante, en su largo camino hacia el mar. La tarde cae, para dar paso al crepúsculo y los edificios han perdido sus sus tonos de luz , convirtiéndose en oscuros monigotes, plantados en el concreto de esta ciudad. La cordillera, emerge encendida, con sus hielos enrojecidos, como brasas ardientes y se impone majestuosa, ante la mirada de algunos de nosotros y los demás ciudadanos, que corren allá abajo, en la planicie de cemento. Las luces de la ciudad, comienzan a encenderce tímidamente y el día se recuesta perezoso, en su lecho de noche joven, en esta región de los andes. Un par de horas han corrido, desde que estoy aquí, intentando algo en el papel.

Las ganas no me faltan y sigo en la lucha...

Humberto Gómez, se acercaba lentamente, al extraño personaje. Sus pies empapados, lo hacían resbalar dentro de sus zapatos y perdía el equilibrio, hundiéndose en el fango. La lluvia se hacía aún más intensa, mientras intentaba sacar de su bolsillo, una trasnochada cajetilla de cigarros. Su brazo se extendió, ofreciendo con cautela, el húmedo y maltratado cigarrillo al desconocido.

El extraño estiró la mano, pequeña y rechoncha, sin moverse, sus ojos negros destellaban en la oscura noche y atravesaban la mirada de Humberto. Por los costados, se dibujaban presurosas, las siluetas entre las sombras; a unos dos o tres metros, salían de los arbustos y matorrales.

    ¡Es el sueño otra vez! , quisiera estar fuera.

    ¡ Pero como escapo al destino!

Ya estaban encima ; casi a un metro, para cazarlo, como una presa anunciada y esperada. Hernán, dio un salto y gritó al extraño personaje, avanzando hacia adelante, con todo lo que tenia.

    ¡No!, ¡a mi No!, ¡ yo no soy hermano!

Sus piernas respondieron y se movían con gran velocidad y desesperación. Era la fuga a la libertad, a la vida y un grito le salió de alma, mientras corría desesperado.

    ¡auxilio, socorro , ayuda !

Había avanzado un par de cuadras, en su carrera de pánico, cuando recién decidió mirar atrás, para ver a sus perseguidores; ya no estaban, podía estar más tranquilo. Caminaba rápido y jadeante, desesperado por llegar a casa. El paisaje era inhóspito y extraño; estaba en un lugar miserable y pobre de la ciudad.

¿como he llegado hasta aquí?, ¿en que momento?

    ¡Ni siquiera se como salir! , ¡pero estoy a salvo! , ¡eso es lo que importa¡

Humberto, había triunfado y un aire de seguridad lo invadía. Hasta se había olvidado del frío, del agua, de la herida en la pierna; se sentía mejor y con mas ánimo. Caminaba con prisa, pero alerta a las cosas que se movían en la noche. Observó, que las siluetas seguían en las esquinas, en todas las esquinas, de esa villa miseria, estaban esos seres azules, entre los arbustos y los matorrales.


    ¡estoy encerrado, en este sueño maloliente!

    ¿como escapar al destino?

    Ahí estará otra vez, ese pequeño personaje, enterrado en el barro y esas sombras que vienen por mi.

    ¿o tal vez no?

    ¡yo no puedo saberlo!, ¡ no les di tiempo para nada!

El montón de calles calcadas, no terminaban nunca, todo seguía igual, menos él y la lluvia, que se habían calmado. Ya casi no llovía y decidió volver a correr una vez más, pero ahora estaba consciente de su carrera, porque ésta lo llevaría al cambio, a su mundo, su ambiente, su vida, que tampoco estaba muy tranquila, muy parecida; la angustia, el deseo de escapar, de despertar a un mundo nuevo. Era, como si la vida le mostrara la otra cara, llena de miseria, frío y soledad; seres que vagaban por la nada, sin destino, en la oscuridad de sus vidas. Esa cara que no veía, en su rutina de pequeño burgués irresponsable, ahogado en el consumismo y prisionero de sus pasiones, era la misma, era la suya.

Humberto comenzó a correr, cada vez más rápido. La calle era de barro y pantanosa, se inclinaba hacia abajo, en un pronunciado declive, como si estuviera bajando un cerro costero. Cada vez, tomaba más velocidad en su carrera y casi perdía el control, ante los pequeños pasajes, que se le cruzaban intempestivamente. Las esquinas oscuras y sus casas bajitas, de madera vieja mojada ; con sus cercas pequeñas de trazos irregulares, eran lavadas por la lluvia torrencial. Los árboles negros, que se cimbraban en el viento, oscurecían con sus sombras, aún más la fangosa calle.

Ya no estaba calmado. Empezaba a sucumbir al cansancio y al laberinto, que no podía resolver. Una choza vieja de madera, se veía a unos cincuenta metros; la puerta estaba abierta y una luz ocre de una vela que agonizaba, iluminaba la entrada. Humberto Gómez, corrió hacia ella, sin saber porqué; sus piernas volaban entre la bruma violeta, para llegar aquella puerta, que lo esperaba. Sabía, que ahí estaba la respuesta, la salida; el final.

Su entrada fue abrupta y sorprendente, allí estaba la mujer, de aire aristocrático y distinguido, con su piel hermosa y clara como la leche. Una bata roja de seda, cubría su cuerpo desnudo, que se encontraba de perfil y su brazos se levantaban, apuntando a su pecho. Entre las manos, delgadas y transparentes, aprisionaba con fuerza un puñal de plata, que destellaba en la escena, como la luz que debía activar el cambio.

Humberto dio un grito de muerte; que le rompió el pecho y el corazón.

    ¡Nooooooooooooooooooooooooooo!

Esa mujer era su madre...

El desesperado grito, retumbó en su cuarto maloliente. Humberto, se incorporó aterrorizado, cubriendo con las manos, su rostro bañado en sudor y una lágrima de tristeza corrió por su mejilla.

Él, ya no quiere dormir más esta noche.

Creo que esta bien por ahora...

Un cigarrillo se quema, en el viejo cenicero de cobre, mientras me apuro, para dar la última fumada. La noche se ha instalado a sus anchas y me invita a recorrerla; no se que hacer, lo pensaré un poco.

 

Fin.



Biografía : Autodidacta, amante del arte y la literatura, diplomado en arte con mención pintura y dibujo en la Universidad católica de Santiago de Chile, Artista plástico,Técnico en comercio exterior, Programador y Oficinista por 13 años, Cesante de profesión hace 3 años, tiempo que he dedicado con pasión a la pintura, la poesía y las letras en general.

Si quieres comunicarte con Patricio de la barrera H. puedes hacerlo a: pdelabarrera@yahoo.es
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