LA POSIBILIDAD DE CONOCER
LA POSIBILIDAD DE CONOCER.
Johan Mijail [1]
Escribir crítica en este tiempo amerita estar abierto a lo transdisciplinar. La complejidad de la sociedad contemporánea hace necesario de que nos situemos ahí. Ubicados ya, arribamos un camino muchas veces baldío, otras, lleno de sugerencias que ameritaran otro detenerse, pero ahora, con el fin de generar comentarios. Nos convoca escribir sobre un proyecto de fotografía y sin darnos cuenta estamos escribiendo sobre Ciencias Sociales porque el artista en su búsqueda particular ha decido construir una experiencia novedosa para poder generar su registro fotográfico. Además, el estar escribiendo desde el fin del mundo, abre las posibilidades de encaminarnos hacia metáforas mucho más nostálgicas que permitan armar desde el cuerpo una nueva geografía de tránsito teniendo como identidad el espacio subalterno; desde la extranjería de quien ahora mismo escribe, y desde la extranjería del mismo país chileno al centrar “la escena” en su capital, generando así, una cierta crueldad en la crítica.
Francisco Javier Alcayaga Motta hace un tránsito. Quizás no tan traumático si nos referimos al punto de partida y de llegada. Iquique es un puerto y Valparaíso también. La cercanía con el mar podría generar una cierta familiaridad, las formas de operar desde dinámicas cotidianas en ambos lugares hacen que el artista pueda tener la opción de producir una cierta observación participante, no desde la concepción netamente científica, sino desde el híbrido que podría armarse de ella con las artes visuales, directamente con la fotografía. Si el artista se traslada y observa, lo hace con un equipo tecnológico que le permite mediatizar artísticamente su mirada. Generando de esta forma una fotografía en pos de un realismo crítico.
La condición de Valparaíso y sus grietas en un paisaje tardo moderno, enriquecen simbólicamente y materialmente la utopía de romper con una mirada antropologizante en la medida que el ojo del fotógrafo altera la quietud de las poses, al sentirse incluido en el espacio-ciudad que se ha seleccionado para concretar el proyecto, poniendo en duda finalmente quién es el mirado, desposicionándose así de los códigos hegemónicos de entender la relación entre quien toma la fotografía y quien es el fotografiado, y desde ahí producir una intervención en el imaginario de la ciudad como contexto cultural chileno.
El retrato amerita ser mencionado como documento de época en cuanto la pulsión que le toca vivir al artista en su viaje. Diviéndose en la medida que el mismo viaje lo requiere, armando unas especies de ítems que van tomando forma, haciendo posible que en este catálogo nos encontremos con diferentes momentos; ambulantes, personajes de la calle, personajes con sus carros de trabajo, personajes en sus negocios, recolectores de basura, trabajadores de los talleres del alrededor, y finalmente los vecinos del Barrio donde está instalada la galería Worm, meca para ser exhibidas las fotografías.
Cuando he mencionado lo de situarse en una identidad subalterna lo he hecho con la intención clara de saber que el artista fotografió y luego expuso el fragmento de una totalidad dominante, los personajes que ahora aparecen son los mismos que diariamente vemos si nos trasladamos al cerro Merced en Valparaíso. Lo que demuestra que hay una necesidad de hacer aparecer desde lo político el dudar de una completitud satisfecha en cuanto a la pérdida de la organización totalizada que regularmente marginaliza a quien dentro de su realidad concentra no cuenta con las formas de ir a un museo o galería de arte.
Respecto a pensar la comunidad, el filósofo italiano Roberto Esposito ha dicho: “En términos más precisos (la comunidad), les expropia, en parte o enteramente, su propiedad inicial, su propiedad más propia, es decir, su subjetividad. Imponemos así un giro de ciento ochenta grados a la sinonimia co mún-propio, inconscientemente presupuesta por las filosofías comunitarias, y restablecemos la oposición fundamental: no es lo propio, sino lo impropio -o, más drásticamente, lo otro-lo que caracteriza a lo común”, en búsqueda de una contextualización la acción de el sujeto que fotografía a “los personajes del barrio” de alguna forma lograría construir un lugar común desde el espacio expositivo y ellxs, alejándose así de la idea dominante de que el arte debería de ir dirigido o para los grupos burgueses que “pueden apreciar” o para los mismos artistas y viéndolo desde este punto de vista nos permite tensionar la idea de frontera para disgregar los límites de aquello catalogado como “visible” (lo hegemónico) junto al correlato ideológico de lo totalitario.
[1] Es un periodista, performer y escritor de la República Dominicana. Actualmente vive en Santiago de Chile.
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