Submitted by Léctor de Escáner Cultural on Mié, 10/26/2011 - 15:12.
A veces uno piensa que la fascinación por las máquinas responde a la extrañeza del hombre ante sus propias posibilidades creadoras.
Lo que la informática y la matemática aplicadas a la poesía exponen es una suerte de articulación demiúrgica del pensamiento. Ahora bien, no conozco ningún producto poético hecho por máquinas que sea verdaderamente notable y mucho menos, entrañable´o que vaya a pasar a la historia como obra maestra. Las obras artísticas precisan de un autor no de meros procesos lógicos, implícitos ya en programas. Sí, es verdad, el paradigma ha cambiado, estamos mutando cada segundo, pero el lema "la poesía será hecha por todos", conduce a la indistinción, a la dispersión de la poesía misma. La cuestión es que, personalmente, a mí me encanta todo este mundo, pero a veces me da la impresión de que nos regodeamos demasiado en el discurso de las potencialidades del ciberespacio, perdiendo de vista lo que el lector que me precede, apunta: la fugacidad, a veces, la extrema temporalidad de estas nuevas tecnologías. De todos modos, la poesía cibernética produce belleza, una belleza singular, específica. Lo que esa belleza nos dice de nosotros mismos es el tipo y las formas de tiempo y percepción en los que nos hemos aventurado.
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A veces uno piensa que la
A veces uno piensa que la fascinación por las máquinas responde a la extrañeza del hombre ante sus propias posibilidades creadoras.
Lo que la informática y la matemática aplicadas a la poesía exponen es una suerte de articulación demiúrgica del pensamiento. Ahora bien, no conozco ningún producto poético hecho por máquinas que sea verdaderamente notable y mucho menos, entrañable´o que vaya a pasar a la historia como obra maestra. Las obras artísticas precisan de un autor no de meros procesos lógicos, implícitos ya en programas. Sí, es verdad, el paradigma ha cambiado, estamos mutando cada segundo, pero el lema "la poesía será hecha por todos", conduce a la indistinción, a la dispersión de la poesía misma. La cuestión es que, personalmente, a mí me encanta todo este mundo, pero a veces me da la impresión de que nos regodeamos demasiado en el discurso de las potencialidades del ciberespacio, perdiendo de vista lo que el lector que me precede, apunta: la fugacidad, a veces, la extrema temporalidad de estas nuevas tecnologías. De todos modos, la poesía cibernética produce belleza, una belleza singular, específica. Lo que esa belleza nos dice de nosotros mismos es el tipo y las formas de tiempo y percepción en los que nos hemos aventurado.