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ORLAN Y LA HIBRIDACION DE LA IDENTIDAD.
Por Ricardo Arcos-Palma
vistazo_critico@yahoo.fr
En 1998 en el auditorio Gaston Bachelard de la Universidad de la Sorbona, asistí con mis compañeros del Diploma de Estudios Especializados-DEA en Filosofía del Arte y Estética (el actual master en investigaciones) a una conferencia-perfomance de la artista francesa Orlan. Ella en esa ocasión nos habló de su Arte Carnal. Desde entonces su trabajo me ha interesado enormemente y me ha servido para desarrollar algunas ideas teóricas en torno a la relación arte, cuerpo y lenguaje, consignadas en mi tesis de doctorado donde le dedico todo un capítulo que lleva por título: “Orlan et l’intervention textuelle du corps” y en la publicación “Maquinaciones o el cuerpo obsoleto. Relación cuerpo-máquina en el arte de finales del siglo XX” donde analizo su postura estética del cuerpo obsoleto, cercana a la del artista australiano Stelarc, quien insiste como ella, que el cuerpo humano es obsoleto y por lo tanto hay que modificarlo tecnológicamente para evitar su posible desaparición. La obra de Orlan, sin lugar a dudas, sigue siendo de gran actualidad, y por lo tanto, la incluiremos dentro de esta cartografía de la fotografía contemporánea que estamos elaborando en escaner cultural. Echemos pues un vistazo crítico a una de sus obras más interesantes, sus self hybridations.
Esta serie que está compuesta por autoretratos realizados en fotografía numérica, comenzó desde hace ya más de diez años. Es interesante ver como en una especie de anacronismo, su rostro me mezcla con los rostros de culturas precolombianas, africanas, etc. La noción de identidad se ve claramente afectada por la incursión de otros rostros y de otros tiempos. Su rostro europeo - que entre otras cosas, se ha visto transformado en varias ocasiones gracias a las intervenciones quirúrgicas, incorporando varios prototipos de belleza evidenciados por la historia del arte: la frente de la Monalisa de Leonardo Da Vinci, el mentón de la Venus de Boticelli, etc -, esta vez se amalgama con la otredad, con la diferencia. La artista deviene otro lejano en el tiempo, en la geografía.. un otro primitivo. El espejo, donde la identidad se conforma y se reconoce, aparace ahora fragmentado, recompuesto, fusionado, creandose así, una nueva imagen, a partir del fragmento. Estas imágenes contemporáneas se fusionan con un pasado lejano, como insistiendo en que el ser humano es en realidad uno solo, pese a la necesaria alteridad.
La piedra y la madera de las esculturas africanas y precolombinas, se mesclan de una manera contudente con la nueva piel numérica. Una extraña transparencia parece encarnarse en el nuevo rostro transfigurado. La piedra cobra vida gracias al color. Una especie de estética híbrida entre el barroco y el pop dan cuenta de las nuevas maneras de crear identidad, gracias al trabajo por computador. El rostro petrificado de un pasado lejano, parece recobrar vida en un mundo donde la virtualidad se instala de manera radical, donde la simulación deviene sin lugar a dudas un paradigma de nuestra época.
Estas fotografías trabajadas en computador, son retocadas, recompuestas, haciendo del rostro una verdadera imagen reconfigurada. La identidad, en este caso, señala la aventura nefasta del colonialismo europeo, donde el otro era sin duda algo diferente, extraño, exótico. En este caso, Orlan parece intentar borrar esa intrusión acentúando la fusión, la mezcla, el mestizaje... la hibridación, precisamente una exaltación de aquello que se evitba a toda costa en el colonialismo. Imágenes mestizas, donde todo parece estar cada vez más cerca de la diferencia. Esos rostros nos anuncian una nueva era donde la historia de aquellos pueblos, acallados, silenciados, esclavizados, exterminados, parecen retomar una vez más forma. Claro, hay algo de grotezco en esas imágenes que devienen el ejemplo perfecto de una estética esquizoide. Esta serie tiene su origen en una experiencia postoperatoria que la artista vivió y donde la identidad se ve multiplicada y transformada:
“... con omnipresencia, constituida de 41 dípticos, lo real y lo virtual se confrontan: de una parte la constatación fotográfica, el retrato de mi cuerpo tomado cada uno de los cuarenta días que siguieron a mi operación; de otra parte, mi retrato virtual, un híbrido completamente compuesto por computador gracias a un programa de morphing. Los dípticos ponen en relación irónicamente el autoretrato hecho por la máquina cuerpo y aquel realizado por la máquina computador, mi imaginario tejiendo visualmente los dos.”.
La identidad se convierte entonces en una simulación, donde el rostro verdadero parece desaparecer frente a mil rostros posibles. Verdadera postura contemporánea, donde en los blogs, en los chats, en toda la red, cualquiera puede simular una identidad tocando el mundo de la falsedad, del simulacro y donde el Yo puede nomadizarse, viajar, desplazarse, desbordando toda frontera de la individualidad.
Orlan pone de manifiesto un vedadero problema de época, donde la rostredad se ve alterada por las nuevas tecnologías; devenir otro es posible, tal como lo muestran los realty show televisivos; el programa “Cambio extremo” que generó en los tele-videntes colombianos gran espectativa, pues cualquiera podía transformarse en otro gracias a la intervención quirúrgica y plástica. El sueño de poder transformarse en otro, parecía al alcance de todos. Nuestra colega y amiga la psicóloga y teórica del arte, Pilar Cifuentes, escribía hace unos años los siguiente:
“Orlan, al anamorfosearse en el otro se hace mancha en eso que es una superficie cultural, un contexto simbólico definido y delimitado imaginariamente. En su trabajo self-hibridacions ella toma estereotipos de belleza de otras culturas y los incrusta en su propia imagen, se reviste de ellos. Así, al incrustarse en el tejido de este contexto como superficie, también aquí como en las operaciones pero esta vez como superficie receptora de las formas, como superficie moldeable y moldeada, ella se inscrusta en el fundamento simbólico de ese tejido, tejiendo a su vez nuevos lazos con él, lo que ya no lo deja igual”.
Esta hibridación hace de la identidad algo nómada, maleable, móbil y transgresiva, acentuando cada vez más nuestra esquizofrenía contemporánea, donde nuestra identidad se amalgama promiscuamente con la diferencia. El “yo es un otro”, frase emblemática de Rimbaud, deviene hoy un paradigma apoyado en los mass media. Cualquiera puede asumir una máscara y actuar en el gran escenario de la telepresencia. Orlan con esta obra bastante impactante, pone de manifiesto el translado en el tiempo, donde el pasado se confunde con lo presente.
La obra de Orlan, revela entonces una serie de preguntas frente a la noción de lo multiple, de lo mutable, de la transformación y la deformación, acentuando un cierto anacronismo (ver Ante el tiempo de George Didi Huberman) que nos recuerda que el presente está compuesto por espacios temporales del pasado; en este caso, la superficie fotográfica es verdaderamente fotogénica pues deviene la carne de tiempo. Fotogénesis que insiste en un cierto grado de inhumanidad, donde la piel, la carne se ve sustituída por la superficie lisa, retocada, modificada, fotochopiada (ver El hombre post-orgánico de nuestra amiga Paula Sibilia). La hibridación de la identidad en el caso de Orlan, trae consigo, quizá, una mutación del Yo histórico, propiciando el terreno para una nueva construcción de la alteridad, donde los "olvidados" vuelven a tener un rostro, como lo demuestra su más reciente obra.
Ricardo Arcos-Palma.
Altiplano bogotano. Mayo del 2008.
Arcos-Palma, Ricardo. De la corporéité du langage. Le corps comme pré-texte et comme texte en soi-même. Deposito de tesis, Universidad de la Sorbona. 2005.
Ensayo publicado en « El cuerpo en los imaginarios ». Universidad Católica San Pablo, Espacio Simón Igancio Patiño y Universidad Mayor de San Andrés. La Paz. 2003.
Orlan. Refiguration Self-hybridations. Série Précolombienne. Paris, Al Dante, 2001.
Cifuentes, Pilar. Autoretrato las exploraciones de la mirada. En Post-Data. Revista de psicoanálisis. Asociación Lacaniana de Analistas de Bogotá. N° 13, Bogotá, 2001.